Isabel Rubio comenzó su formación como percusionista y directora de orquesta en el Conservatorio Superior de Música de Murcia, completando sus estudios en el Conservatorio Real de Bruselas y diversos cursos y clases magistrales de dirección. En la tarima destacan su energía y precisión, así como su gran expresividad, consiguiendo sacar el máximo nivel de los músicos que forman las diferentes bandas y orquestas que lidera. Directora asociada de la Orquestra Vigo 430 y la Joven Orquesta Sinfónica de Granada, próximamente su prometedora carrera la llevará a ponerse ante la Banda Municipal de València, la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid en el Teatro Real y la Orquesta y Coro Nacionales de España.
Por Marina E. Junquera
¿Cómo empezó tu formación musical?
Hice la carrera de Interpretación —en la especialidad de Percusión— y la de Dirección de Orquesta a la vez, en el Conservatorio Superior de Música ‘Manuel Massotti Littel’ de Murcia, con José Miguel Rodilla y Juan Miguel Romero. Más tarde estudié el máster en la Academia Internacional de Dirección de Orquesta (AIDO) en Valencia, con Cristóbal Soler, cuya metodología me llama mucho la atención desde que le conozco. Además, me he formado con muchos profesores, como José Rafael Pascual Vilaplana. También estuve un curso de Erasmus en el Conservatorio Real de Bruselas. Fue una experiencia para crecer como persona y saber hasta dónde puedo llegar —tanto musical como personalmente—, conocer gente de otras culturas y desenvolverme en otro país. Además, Bruselas es un centro neurálgico de orquestas y, gracias a eso, pude disfrutar de formaciones orquestales como la Filarmónica de Viena o la del Concertgebouw de Ámsterdam. Todo ese circuito cultural me vino muy bien para mi aprendizaje. Además, me sirvió para valorar lo que tenemos en España y comprobar que hay muchas cosas que me gustan más de aquí, por ejemplo, en el Conservatorio de Murcia hay más prácticas orquestales que en el de Bruselas.
¿Cómo se complementa la formación en las dos ciudades?
La formación teórica en Murcia es mucho más completa y exigente, pero para bien. En Bruselas era mucho más tocar, por lo menos en Percusión, aunque luego en Dirección no había tantas prácticas. Por otro lado, Bruselas es un gran centro cultural, en el que pude conocer músicos de todas las nacionalidades, algo en lo que Murcia se queda atrás. Al final, destacaría aquello por su ambiente y aura cultural, pero, en cuanto al conservatorio, no tiene nada que envidiarle al de Murcia.
Al terminar las dos carreras, ¿qué te hizo decantarte por la dirección?
El día que me subí a la tarima por primera vez viví algo que con la percusión nunca me había pasado. El momento escenario me sube mucho la adrenalina, la energía y las buenas vibraciones. Todo es ofrecer, tanto al grupo con el que estás tocando como al público. No es que me guste más subirme a la tarima —al fin y al cabo, tú también estás encima del escenario y eres uno más de los músicos, aunque tienes otra función—, pero la sensación de tener la música en las manos y poder moldear el sonido ‘a mi gusto’ es un vicio. Desde el primer momento no pude soltar la batuta; fue una sensación completamente nueva que no pude dejar, no lo puedo ni explicar, es un vicio, como una droga.
¿Quiénes son tus referentes en la dirección?
Mi director favorito a la hora de ‘mover la mano’ es Paavo Järvi. Cuando dirige, es como si fuera Dios creando, parece un mago de la batuta. Y cada vez es diferente: todos los días hace cosas distintas. Dar clase con él era una de mis metas y la pude conseguir el verano pasado, en Estonia. Pero realmente mis referentes siempre han sido mis profesores. Me he fijado mucho —en cuanto a admiración e inspiración, no copia— en José Miguel Rodilla, José Rafael Pascual Vilaplana, etc. Además, un gran director por el que siento una atracción suprema es Leonard Bernstein. Yo creo que, en dirección, es el símbolo de todo. Sin embargo, no considero que tenga un referente al que parecerme, a quien copiar. Los directores tenemos una personalidad propia y, si intentamos copiar algo de quien no es uno mismo, no nos va a funcionar. Un gesto que a un director le funciona muy bien puede que a mí no, porque mi fisionomía es diferente o porque no sé transmitir esa sensación con ese mismo gesto. Por ejemplo, yo transmito mucho con la cara, otros con los brazos, otros con el aura… Todos tenemos algo con lo que comunicar mejor, y siempre es diferente de unos a otros.
Al ser las expresiones faciales una de tus principales formas de comunicación con el grupo, ¿cómo llevaste, durante la pandemia, el inconveniente de tener que dirigir con mascarilla?
Fatal. Mis profesores siempre me han dicho que me muevo de más y que debía ir a menos. Cuando, por fin, conseguí encontrar una posición zen, vino la pandemia y me tapó la cara, así que tuve que empezar a moverme muchísimo otra vez para poderme comunicar con el grupo. Creo que esta crisis sanitaria la hemos sufrido mucho todos, estaba deseando que llegara el momento de quitarme la mascarilla sobre la tarima. Por otro lado, la conexión visual con los músicos tampoco era igual. La cuerda siempre tenía que ir con mascarilla y nunca sabía si me estaban sonriendo, me estaban mirando mal o qué estaba pasando… Esa barrera era horrible.
¿Crees que el hecho de ser mujer te ha condicionado en tu carrera, tanto académica como profesional?
Creo que es una pregunta que hoy está muy diferentemente respondida, así que esta respuesta estará basada en mi vivencia. En mi caso, a la hora de hacer la carrera, esta condición no ha sido negativa. Siempre me han tratado como una igual, incluso me he sentido mimada. De hecho, en todo momento, todos los músicos que he tenido a mi cargo —como titular de tres formaciones— han sido muy cariñosos conmigo. Nunca han tenido prejuicios por ser mujer. Aun así, en este ámbito, muchas veces te planteas cosas, te imaginas la misma situación con un señor mayor y serio, y te preguntas: ‘¿Respondería la gente así?’. Sin embargo, creo que esta respuesta la podré dar con fundamento cuando tenga 60 años, como una Marin Alsop, por ejemplo, que es una directora como la copa de un pino y nadie le cuestiona ya nada. En mi caso, lo mismo podría ser porque soy joven, y no mujer. Igualmente, intento quitarme esa idea de la cabeza, ya que son atributos negativos que no convienen. Eso sí, algo que no me gusta nada es que me llamen para cubrir cupos. Me han llegado a decir: ‘Es que tenía que llamar a una mujer y te he llamado a ti’. Afortunadamente, también me han dicho lo contrario: ‘No te llamo porque seas mujer, sino porque me gusta tu trabajo’.
¿Tienes algún referente femenino dentro de la música?
Marin Alsop, por su puesto, que además fue alumna de Bernstein, ¡así que todo encaja! También admiro mucho a las compañeras con las que trabajo, las compositoras a las que les he estrenado música y las intérpretes que tocan en las agrupaciones que dirijo… Todas ellas demuestran cada día que son muy buenas profesionales, igual que los hombres. De intérpretes, sobre todo Yuja Wang y María Dueñas. Esas mujeres son de otro planeta, me parecen impresionantes.
¿Te gusta trabajar con agrupaciones jóvenes?
Las orquestas jóvenes son lo mejor que hay en el mundo. La energía que tienen es la más sincera que te puedes encontrar ante un grupo. Generalmente, son las primeras veces que los músicos tocan estos repertorios tan grandes, por lo que supone un descubrimiento para todos. Yo siempre recuerdo cuando tocaba con la Orquesta de Jóvenes de la Región de Murcia (OJRM) o la Joven Orquesta Nacional de España (JONDE). Cada ensayo, cada concierto… Los tengo súper frescos en la cabeza. Son de las mejores experiencias que he tenido nunca, por la energía que allí viví. Además, los jóvenes músicos españoles cada vez están mejor formados, actualmente hay un nivel altísimo. Y cuando sales a Europa se nota muchísimo y eso es muy bueno.
Es impresionante la de cosas que has logrado, la cantidad de cursos que has hecho y orquestas que has dirigido, siendo tan joven.
Cuando te gusta algo, tampoco te planteas si estás haciendo de más o de menos y no llegas a pensar que pueda ser demasiado. Yo prefiero echarlo a todo: tener cursos de dirección todos los años, viajar a ver conciertos siempre que puedo… Seguir en formación también es trabajo de directora.
En esta línea, ¿qué consejos les darías a los jóvenes directores y directoras que están ahora empezando o terminando de estudiar?
Que tengan paciencia y que vayan a quien crean que puede ayudarles, guiarles, ofrecerles oportunidades y, sobre todo, aportarles cosas positivas. La música es así: además de tener suerte, hay que saber a quién acercarse. También les diría que no se comparen con nadie, aunque en el mundo de los artistas eso es muy difícil. Cada uno somos un artista diferente y podemos aportar cosas distintas a una misma música. Y eso es lo bonito.
¿Cómo empiezas a trabajar cuando subes al podio de una formación que no conoces?
Se empieza a trabajar desde antes, estudiándote el repertorio muy bien y estando seguro de tus ideas. En lo demás, lo que tenga que ser, será. Para empezar, tienes que entender y asimilar que no vas a caer bien a todos, pero tu trabajo como directora tampoco es caer bien, sino transmitir tus ideas. Por eso, lo más importante es llevar las cosas claras de casa y no pretender ser nadie: ser tú misma. Después, es necesario ser flexible y manejar el producto que ellos te ofrecen; quizá te esperas un sonido de una agrupación y te da otro completamente diferente. Ahí tienes que saber adaptarte, no puedes cerrarte solo en lo que quieres: debes hacer un mix con tu idea y el sonido que te ofrecen. A lo mejor, al final, el resultado es mucho mejor a la idea que traías.
¿Cómo se afronta un estreno? Es decir, ¿cómo comienzas a trabajar con una obra que no ha sonado nunca antes y, por lo tanto, ni tú ni los músicos conocéis auditivamente?
Primero de todo, con mucha ilusión, porque me encanta estrenar cosas, darle vida a la música es muy emocionante. Hoy en día, los compositores tienen herramientas para pasarte midis y audios de muestra, aunque la pieza no se haya interpretado aún. Sin embargo, antes de escucharlos, yo ya me he estudiado la partitura a fondo; puedes tomar referencias de lo que suena de un ordenador. Los estrenos me los estudio yo, con mi metrónomo, mi marcaje, mi idea sonora en la cabeza y la partitura delante. Al final, sí que escucho los midis, porque me gusta hacerme la idea general de qué he sentido después de esa vivencia con el audio de muestra. Y ya está, nada más. Es muy curioso e interesante escuchar algo por primera vez a manos de una orquesta, no suele ser lo que te esperas.
Por otro lado, de las obras que están tocadas y retocadas —como una Quinta Sinfonía de Chaikovski, por ejemplo— te haces una idea sonora clara. Pero después, al ponerte a estudiarla, hay muchas cosas que cambian. Al final, por mucho que tengas interpretaciones de referencia, no puedes copiarlas como tal. Incluso tú misma puedes cambiar la forma en la que llevas una obra con el paso del tiempo. A la hora de tomar referencias, es bueno buscar una interpretación que se parezca a la idea que te has hecho en la cabeza, pero es imposible que suene exactamente igual.
¿De todas las funciones que tiene una directora —tanto en ensayo como en concierto—, cuál crees que es la más importante?
En los ensayos es muy importante tener la organización de los factores controlada, para que vaya todo de la mano. Por ejemplo, la motivación emocional de la semana, la técnica, el sonido… Que todos los aspectos a trabajar en una obra vayan evolucionando a la par entre ellos y en todas las secciones de la orquesta, que no se quede uno más pobre que los demás, ni otro más avanzado. En el concierto, disfrutar. Tú, los músicos y el público. E inspirar al grupo a que dé aún más que en los ensayos. En los dos casos, la función de la directora es sacar lo mejor de los músicos.
El pasado 3 de junio debutaste sobre la tarima del Teatro Monumental de Madrid, dirigiendo la II Gala de Solistas de la Orquesta y Coro RTVE. El repertorio estuvo formado por dúos de ópera, conciertos y el estreno absoluto de Peak in Tanz de Pere Vicalet. ¿Cómo fue la experiencia?
Fue una experiencia muy intensa, con un programa difícil, pues eran todo obras de solistas. Dirigir a la Orquesta y Coro RTVE es un pequeño sueño que tienen todos los directores españoles. Yo me lo pasé muy bien en la tarima. Los solistas creo —y espero— que salieron muy cómodos y ese era el objetivo. Mi sensación al bajar del podio fue muy buena, de haber cumplido un pequeño sueño.
¿Cuáles serán tus próximos compromisos?
Este mes de julio estaré en el Festival de Cine de Málaga. También trabajaré con la Jove Orquestra de les Comarques Gironines (JOCG), un proyecto al que le tengo muchas ganas. Vamos a hacer la Sinfonía núm. 6 y el Concierto para violín de Chaikovski. En agosto iré a Bilbao y, en septiembre, dirigiré la Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL).
Ya en enero dirigiré un ‘Descubre… Conozcamos los nombres’, en el Auditorio Nacional, con el Concierto para piano núm. 2 de Prokófiev y Un americano en París en el programa. Es un proyecto que me hace mucha ilusión, estoy muy contenta con ello.
En el Teatro Real, dirigiré un proyecto del Real Junior, basado en la ópera Aida de Verdi. Será una adaptación reducida a una hora de espectáculo para público familiar. La historia también está adaptada a hoy en día, enfatizando algunos valores como la tolerancia. Los directores de escena —Davide Garattini Raimondi y Bárbara Palumbo—han sido los encargados de hacer esta adaptación y la música estará a cargo de la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid (JORCAM).
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