Dedicamos el Mulierum de este mes a Isabel Aretz, una de las figuras más relevantes de la investigación etnomusicológica del siglo XX.
Por Fabiana Sans Arcílagos & Lucía Martín-Maestro Verbo
Si el mundo de la interpretación y el de la composición no han sido, precisamente, un camino de rosas para el desarrollo profesional de las mujeres, el campo de la investigación y el de la musicología no han resultado ser muy diferentes, si acaso, incluso hasta más espinosos. No obstante, eso no ha impedido que, pese a toda dificultad, hayan emergido mentes brillantes, como es el caso de Isabel Aretz.
Nacida en Buenos Aires a comienzos del siglo XX, el 13 de abril de 1913, recibió una formación musical de lo más clásica, titulándose como pianista, pedagoga y compositora.
Fue compañera de clase de Alberto Ginastera en el Conservatorio López Buchardo, al que accedió habiendo compuesto una ópera en ‘estilo ruso’, según sus propias palabras. Allí, asistió a una conferencia sobre música incaica, lo que movió su curiosidad y la llevó a estudiar Antropología y Etnografía en el Museo de Ciencias de Buenos Aires. Además, viajaría a Brasil a perfeccionar sus estudios de instrumentación con Heitor Villa-Lobos, becada por él mismo.
Con una carrera totalmente enfocada hacia la creación, sus obras llegaron a ser estrenadas en Argentina, Venezuela, Estados Unidos y Holanda. Precisamente, con la intención de ampliar la paleta sonora para sus obras, comenzó su trabajo como etnomusicóloga.
De esta manera, en la década de los 40, Isabel empezó a viajar a lo largo de Argentina haciendo trabajo de campo y recopilando los sonidos de su tierra, labor que más tarde extendería a Paraguay, Uruguay, Chile, Bolivia y Perú, gracias a una beca de la Comisión Nacional Cultural de Argentina.
En 1947 visitaría por primera vez Venezuela, país donde posteriormente desarrollaría gran parte de su labor como etnomusicóloga y docente. Durante este primer viaje, se encargaría de organizar la Sección de Música del Servicio de Investigaciones Folklóricas, creado poco antes por Juan Liscano.
En 1966, Aretz obtendría una Beca Guggenheim, con la que pudo seguir recorriendo el continente, esta vez la zona de México, Colombia, Ecuador y Centroamérica, en busca y rescate de su patrimonio inmaterial.
De esta manera, Isabel se convertiría en una pionera de la investigación etnomusicológica, así como de su difusión. Su trabajo le llevó a fundar el Instituto Interamericano de Etnomusicología y Folklore (INIDEF), que contaba con el apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA). El Instituto pasaría posteriormente a llamarse Fundación de Etnomusicología y Folklore (FUNDEF) y fue presidido por la propia Aretz entre 1990 y 1995.
En 1967, Isabel obtendría el doctorado summa cum laude en Musicología y Crítica por la Universidad Católica Argentina. El mismo año, asumiría el puesto de profesora de Musicología Latinoamericana en la Universidad de Indiana, así como en la propia Católica.
El impulso que cogería en el mundo académico la llevaría a inaugurar la cátedra de Etnomusicología en numerosas universidades a lo largo de toda América.
En los años 70 desarrollaría asimismo su labor docente en centros superiores de México y Colombia, ocupando las cátedras de Cultura Oral Tradicional, Etnomusicología y Folklore, colaborando además con revistas especializadas, creando así una corte de discípulos por todo el continente.
A partir de 1980 ejercería, asimismo, como docente en la Universidad Central de Venezuela, donde fundaría la Cátedra de Etnomusicología de la Escuela de Artes de dicho centro, labor que desempeñaría hasta 1996.
Además se encarga de los cursos de culturas de tradición oral en el doctorado de Ciencias Sociales del mismo espacio universitario.
Es también en la década de los 80 cuando se encargaría de la fundación, junto a José Antonio Abreu, de la Orquesta de Instrumentos Latinoamericanos (ODILA).
Por este entonces también se traslada constantemente a Canarias, donde imparte cursos en la Escuela de Folklore, que se fundó en 1979 bajo su propia supervisión.
Isabel Aretz fue miembro de numerosas instituciones americanas y europeas y su trabajo se reconoció ampliamente a lo largo de su vida, durante la que recibió prestigiosos premios, entre otros el Premio Internacional de Musicología Robert Stevenson o el Premio Internacional de Artes y Música Gabriela Mistral, otorgado por la OEA.
También fue galardonada con la Orden Andrés Bello del Gobierno de Venezuela y el Premio Nacional de Música ‘José Angel Lamas’ en el mismo país.
En su Argentina natal recibiría el Primer Premio de Musicología del Fondo Nacional de las Artes, sería nombrada académica emérita de la Academia Argentina de la Música y ‘Maestra de Maestros’ de la Universidad Católica de Valparaíso (Chile).
Su obra publicada en el campo de la etnomusicología y el folklore se resume en un total de veinticinco monografías que compendian todo su trabajo de investigación sobre el patrimonio latinoamericano, así como en un significativo número de artículos científicos, entre los que destacan: Manual de folklore, Historia de la etnomusicología en América Latina: desde la época precolombina hasta nuestros días y Músicas prehispánicas: de las altas culturas andinas.
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