La violonchelista y compositora Iris Azquinezer está a punto de culminar uno de sus proyectos más importantes: la trilogía discográfica dedicada a la integral de las suites para violonchelo solo de Johann Sebastian Bach, que intercala con obras de creación propia a modo de homenaje al compositor alemán, piedra angular de su formación como intérprete. Sigue combinando su actividad clásica con proyectos de fusión que le permiten liberarse de corsés y atender a su pulsión artística.
Por Susana Castro
Leyendo sobre su biografía, descubrimos que se crio rodeada de arte y cultura en distintas facetas. ¿Esto forjó la inquietud artística que mueve su vida?
No sé si la forjó, pero, desde luego, la propició. Hay algo interno que no depende del entorno que te rodea, que va más allá. Hay gente que lo tiene, como mi madre, que no provenía de una familia de artistas, y otra gente que no. Yo tengo esa inquietud artística y todo lo de alrededor ha hecho que el camino sea todavía más inspirador, pero creo que lo que me motiva es algo que está dentro de mí. Mi entorno me ha ayudado a desarrollar algo que yo ya tenía previamente. La pulsión artística muchas veces se da en entornos muy hostiles, pero es maravillosa.
Dentro de toda esa actividad artística, destaca en este momento el próximo lanzamiento de su álbum ‘Hierro y Verde’, con el que culmina la trilogía que aúna las suites de Bach, para violonchelo solo, con obras de su propia autoría. ¿De dónde surge la idea de crear esta trilogía?
Bach es mi casa, desde que toqué la Suite núm. 1 con 9 años. Es la música que mejor entiendo, he crecido con ella, la necesito. Tengo otros compañeros que son buenísimos en otros estilos, en cuestiones que técnicamente son muy difíciles, y esta música es la que peor entienden. Esa pulsión artística de la que hablábamos tiene mucho que ver también con las necesidades propias. Yo tengo épocas en las que me toca abordar más tareas de gestión y menos de estudio y la hecho muchísimo de menos, me ayuda a tocar tierra. También es cierto que si solo toco Bach me agobio, necesito tocar otras cosas, tanto clásicas como no clásicas, pero el alimento que me genera en el espíritu Bach es imprescindible. Yo he entendido el violonchelo solo gracias a él.
Bach está tan presente en su vida que muchas veces imparte cursos de apreciación musical a través de su música. ¿Qué cree que tiene de universal la música de Bach que, precisamente, puede ayudar a iniciarse a los no entendidos?
Mozart es más fácil de escuchar para alguien que no tiene conocimientos previos; Bach es más controvertido, sin embargo, tiene un rango de obras muy diferentes que puede ayudar a esa tarea. Lo más importante a la hora de transmitir es el amor, y a mí me sale de forma natural cuando hablo de su música. De esta manera, es fácil que alguien que asista a uno de mis talleres se interese por Bach. Además, el alumnado me ve tocar, los talleres tienen ese extra. Siempre vuelvo a la Pasión según San Mateo porque es la obra a la que él siempre volvía, su gran pasión; y abordo otras obras porque, una vez que ya conocen al compositor, es más sencillo sumergirse en su música. Pero también hago otras formaciones diferentes. Durante este mes de noviembre estaré en el Ateneo de Madrid impartiendo un taller de introducción a las formas musicales una vez a la semana.
¿En qué momento decide lanzar tres discos en los que intercala estas obras fundamentales en su vida como violonchelista con obras que usted misma compone?
La composición siempre ha estado en mi vida. Mi madre era compositora y lo hacíamos cada semana como un ejercicio. Para mí, es una manera lógica de expresarme. Creo que deberíamos aprender música de esa forma, al igual que cuando aprendes un idioma; un niño no aprende primero a leer, luego a escribir y en último lugar a hablar, no tiene sentido. Teniendo en cuenta que la música es un lenguaje, sería lógico trabajarlo todo al mismo tiempo. Trabajo mucho con niños, me encanta la educación, y creo que dejarles componer es muy beneficioso.
He estudiado toda mi vida como intérprete, y es algo natural para mí. Mi pulsión por componer es una cuestión de necesidad propia, no quiero que se convierta en una obligación. Compongo lo que me sale, lo que me apetece, aquello que siento que tengo que hacer.
A la vista de mi relación con la música de Bach, sí creo que tengo algo que decir. Hay muchas versiones de su música para violonchelo solo que me encantan, pero sí creo que aporto algo diferente, y eso no me pasa con otro repertorio, en el que también puedo tener mi versión, pero me parece que tengo menos cosas que contar. Unirlo con mis obras fue una forma de buscar una propuesta personal. Hay muchos conciertos que me resultan asépticos, aunque el nivel de los músicos sea muy bueno. Para mí lo más importante de un concierto es conseguir que algo se transforme en el público, ese es mi trabajo, para eso estudio, y también me gusta recibirlo cuando yo soy parte de ese público. La música es transformadora, es una manera de experimentar la vida de forma muy espiritual y elevada.
En mi carrera la música clásica tiene más peso que otras músicas porque creo que nos ayuda a pensar, al tener otros desarrollos formales más complejos, nos ayuda a crear nuevos caminos neuronales. También nos ayuda a entender el mundo mejor en todas sus posibilidades. Aunque la música popular muchas veces nos puede ayudar más a expresar mejor las emociones.
Estas obras que ha escrito para acompañar a las suites, ¿son un homenaje a Bach?
Sí, por supuesto. Bach creó una forma de expresarse con el violonchelo solo, creó un lenguaje con el que yo he aprendido a expresarme por mí misma y ahora yo hablo con otros lenguajes no definidos, tengo mi sello, pero trato de hacer cosas muy diferentes. Obviamente en ningún momento me comparo con Bach, se trata de quitarnos los corsés, poder ser libres con nuestras propias propuestas. Es una forma de mostrar mi amor por su música a través de obras pequeñas.
En mis conciertos siempre había intercalado estas obras propias con sus composiciones, y fue así como surgió el primer disco, ‘Azul y Jade’, funciona muy bien, creo que proponer lenguajes diferentes hace que el público entienda mejor esta música.
Por otro lado, como mujer, creo que es importante ponerle voz a lo que tengo que contar, no solamente tocar obras de otros. Es un proceso muy diferente al de salir a un escenario a interpretar composiciones de otra persona. Es muy importante que las mujeres nos embarquemos en ese tipo de proyectos, que nos expresemos de esa otra forma. Tenemos mucho que decir.
Es llamativo que se publican muchísimos discos en físico en la música clásica, aunque sabemos que la venta ha caído en picado. Usted sigue apostando por este formato, ¿a qué se debe?
Yo escucho discos en streaming, pero compro el disco cuando algo me gusta y quiero apoyar el proyecto de esa persona, o cuando algo me ha suscitado curiosidad. Me da mucha rabia cuando compro un disco y el booklet es inexistente. Yo hago unos librillos que pretenden redondear la experiencia de la escucha. La gente compra libros, y un disco es un libro que, además, tiene un disco compacto dentro. Creo que la música llega mucho mejor cuando te explican todo lo que hay en torno a ella. Llevo haciéndolo muchísimos años en mis conciertos y la gente escucha de otra manera.
Los tres discos tienen nombres de colores, ¿por qué?
Toco el violonchelo desde los 3 años y los colores siempre han estado ahí. Por ejemplo, coloreaba las partituras cuando las analizaba armónicamente. Se trata de los colores que yo siento en relación a esa música, aunque también siento texturas. Los títulos son etiquetas muy simplificadas sobre mis sensaciones con respecto a esas obras.
El eclecticismo es una característica muy importante de su carrera, tanto por las distintas formaciones de cámara que transita y ha transitado, como por los diferentes repertorios a los que ha dedicado sus programas. ¿Para usted es importante ser una músico total? ¿Qué opina de la especialización?
Cada uno debe seguir el que siente que es su camino, independientemente de lo que digan los demás. Llevo muchos años haciendo repertorios diversos y veo que cada vez hay más músicos que hacen lo mismo. Creo que debes especializarte en algo para conocer realmente su desarrollo y ser bueno en ello, pero una vez que te has especializado y entiendes cómo ha funcionado el proceso, puedes trasladarlo a otras propuestas diferentes. La especialización es muy necesaria para que un alumno aprenda de forma sólida, es maravillosa para el desarrollo, pero cuando se convierte en una obligación deja de funcionar. Yo no podría vivir sin Bach, pero necesito todo lo demás también, si no, me ahogo. Es más, diría que Zaruk, el dúo que tengo con el guitarrista Rainer Seiferth, hace que toque mejor Bach.
¿Qué proyectos tiene a la vista con Zaruk?
Ahora en noviembre tenemos una gira por Alemania. Visitaremos Núremberg, Regensburg, Ponitz y Coburg. Además, nos han concedido una entrevista artística en Würzburg para el próximo 2024. Viajaremos allí varias veces para poder trabajar y el proyecto se presentará en el mes de julio, me apetece muchísimo. Será un proyecto de nueva creación sobre el agua, el tema de nuestro último disco. Además, habrá artistas de otras disciplinas, seguramente del mundo de la poesía y las artes plásticas. Creo que el siguiente paso con Zaruk debe ser algo más grande. Aunque a mí se me da muy bien lo íntimo, el paso natural sería ese. Quizá con danza, me inspira mucho, me da mucha libertad.
Zaruk es un proyecto muy querido para mí, creo que me va a acompañar toda la vida. Va en paralelo a mi carrera clásica, pero es un sueño para mí, una constante que necesito mantener.
A título individual, ¿cuáles son sus próximos compromisos?
Acabo de estar en Inglaterra el pasado mes de septiembre, en el Cambridge Early Music, ofreciendo mi programa ‘Azul y Blanco’, en dos conciertos diferentes. También he actuado como solista con la Orquesta Filarmónica de Extremadura en Monfragüe (Cáceres), con un programa virtuoso que incluía Pezzo capriccioso de Chaikovski y el Rondó de Dvorák.
En este mes estaré en el Festival de Música Española de Cádiz con ‘Blanco y Oro’ (día 18) y comenzaré los cursos de los que hablaba antes en el Ateneo de Madrid. Ya en diciembre, el día 15, tendrá lugar el estreno de ‘Hierro y Verde’ como programa en directo, que estoy ahora mismo terminando de grabar, en el Espacio Turina de Sevilla. También está confirmado presentar el programa en los Teatros del Canal el 19 de marzo.
Otro momento importante de la temporada será los días 3, 6 y 7 de abril, que estaré en la Fundación Juan March con Cabaré Pierrot, una nueva producción con melodramas de Arnold Schoenberg y Alexander von Zemlinsky.
Siempre se está embarcando en nuevas formaciones de cámara, ¿en qué ideas está trabajando para el futuro?
Me gustaría mucho formar un dúo con piano para recuperar obras de compositoras. Igual que me siento con derecho propio a tocar Bach, con la formación de violonchelo y piano me gusta mucho elegir bien las obras a interpretar. En cuanto sea posible encajarlo en mis compromisos, voy a montar repertorio de mujer, ya tengo muchas obras seleccionadas, es cuestión de tiempo.
Otro de sus proyectos es el ciclo ‘A solas’, que ha desarrollado en varios espacios de Madrid, no solo con usted como protagonista, sino con otros artistas como la arpista Sara Águeda o el contrabajista Pablo Martín Caminero. ¿Cuál es el concepto que hay detrás de este formato íntimo?
‘A solas’, desde mi visión, es un proyecto que debería tener continuidad en el tiempo, y debería hacerse en diferentes espacios, con distintos artistas. Son esos conciertos a los que a mí me apetece ir, en los que el artista te cuenta de manera íntima por qué hace música de una forma y no de otra; cada músico te habla de cosas diferentes, a la par que interpreta su programa solo. Se trata de conocer al artista de forma más cercana, es el tipo de concierto que yo llevo haciendo desde hace mucho tiempo y sé que al público le atrae mucho.
José Luis Hernández sánchez dice
Iris: también yo quise explorar esa casa que tú tan bien conoces… No pasé del vestíbulo. Aun así me habría quedado a vivir en él. Pero la vida me ¿tentaba/obligaba? a conocer otros ambientes más campestres (literalmente). En ellos me instalé y en ellos sigo.
Tu madre lo supo. Con 19 años y ella con 20 nos conocimos. Ella impartía clases de solfeo y piano en la academia «Soto Mesa», en Madrid. Le debo casi todo lo que llegué a ser como músico y bastante de lo que soy como persona.
Fue una emoción extraordinaria e inolvidable la que experimenté cuando a finales de los 90 me envió varios cuadernos de «Iriselias». Mi intuición me avisó que transitarías por un universo de pentagramas haciendo una «gran carrera». Un abrazo fuerte, José Luis Pada