
La directora algecireña Irene Delgado-Jiménez debutará en abril en la Sala Dorada del Musikverein de Viena con la Tonkünstler Orchester. Su trayectoria, marcada por su aprendizaje junto a Marin Alsop, también busca impulsar la divulgación musical a través de Thalassa Music Project, que lleva la música clásica a nuevos públicos y reivindica el talento andaluz.
Por Susana Castro
Has sido Associate Fellow 2022-24 de la Taki Alsop Conducting Fellowship, lo que te ha llevado a trabajar con la directora estadounidense Marin Alsop. ¿Qué ha significado esta experiencia para ti?
A día de hoy todavía pienso muy a menudo, casi cada día, en lo que ha supuesto para mí esta oportunidad. Aún no soy consciente de lo que ha cambiado mi vida el hecho de que Marin haya entrado en ella. Una vez que tú has trabajado durante tantos años en tu carrera, que llegue alguien que tenga una fe ciega en ti, es increíble. Y digo ciega porque no nos conocíamos previamente. Yo eché la solicitud, adjuntando unos vídeos, y ella dijo: ‘vas a venir a asistirme a la Orquesta Sinfónica de la Radio de Viena’. A partir de ahí ha luchado por mí como una jabata. He tenido una grandísima suerte, y siento que ella sigue luchando por mí.
La beca han sido dos años, pero formo parte de una red maravillosa que va más allá. Encontrarme en Chicago con quince compañeras directoras y ver que cada una tenemos nuestro nombre propio, nuestras características, me ha permitido pasar de ser la única de la mesa a ser una más. Eso ha sido un gran cambio.
En lo musical he podido comprobar de primera mano lo que hace que ella sea una de las grandes a nivel mundial. Verla trabajar con diferentes orquestas me ha dado una perspectiva que no hubiera tenido jamás. Me ha abierto una puerta deseada por muchos, que no tiene precio. Y no me refiero a los contactos, sino a lo puramente musical, al oficio de la dirección en todos sus aspectos. Ella es muy completa y su manera de ser y hacer me han abierto a una reflexión que creo que va a durar el resto de mi vida.
Alsop ha sido una pionera en la dirección orquestal. ¿Cómo ha influido en tu desarrollo como directora trabajar a su lado?
Es un talento musical que ni siquiera me atrevo a juzgar porque es grandísimo. Me ha enseñado con el día a día que el oficio de la dirección —más allá de lo puramente musical, que es lo primero que tiene que estar— es la gestión del todo. Es una directora completísima y me ha llevado a reflexionar sobre cuántos frentes tiene la dirección orquestal, que son muchísimos. Una tiene que tener las ideas clarísimas, eso va por delante, pero una buena gestión de algo que está a punto de ocurrir, o está ocurriendo ya, puede marcar la diferencia. No podemos olvidar que estamos trabajando con personas que poseen muchísimos años de estudio y trabajo, con una gran personalidad, que te ofrecen algo muy valioso: todo su conocimiento al servicio de una idea que les propones.
¿Qué otros referentes de la dirección orquestal o músicos han sido o son importantes para ti?
Tengo un gran referente musical, que considero casi como de mi familia: Carme Poch, que fue mi profesora de piano. Ella es el ejemplo de cómo se puede ser un grandísimo músico y tener los pies en la tierra, aunque también hay que saber cuándo volar. Me transmitió el amor por la música desde la inocencia y el respeto, recordando que lo primero y lo último que hacemos con la música es disfrutar.
Cuando decidí ser directora no lo hice por ningún director en concreto, lo hice porque mi verdadera pasión es ordenar el sonido. Me encanta coger los diferentes colores y formas y ponerlos en orden para dar un mensaje. Después, al estar embarcada en ello, tuve una etapa de amor por Sergiu Celibidache, a quien valoro, pero me gustan directores como Carlos Kleiber o Mariss Jansons. De hecho, siempre cuento que un concierto de este último en el que dirigió la Novena de Dvorák y La consagración de la primavera de Stravinski me cambió totalmente la concepción de lo que yo quería hacer. Me gusta mucho ver a estos directores y directoras y pensar en qué les hace especiales y diferentes, y así voy encontrando cosas maravillosas en cada uno de ellos. Creo que Kleiber y Jansons tenían en común, aunque sea muy diferentes, su capacidad para cantar melodías. En el caso de Kleiber, dando forma a la melodía; Jansons, con ese orden al que me refería antes. Me gusta su capacidad para comunicarse con la orquesta a través de su gesto. Es algo que también sucede con Marin, es capaz de comunicarse con orquestas muy diferentes entre sí.
Gracias a esta beca has asistido a grandes orquestas como la Chicago Symphony y la Orquesta Sinfónica de la Radio de Viena. ¿Cómo ha sido ese trabajo?
Ha sido maravilloso. Me ha gustado mucho ver trabajar a Marin en diferentes roles: como directora titular, invitada o futura directora titular. Además, a eso sumamos trabajar en diferentes países, en distintos continentes. Ella siempre mantiene su esencia, pero posee una gran flexibilidad a la hora de trabajar. Tiene las cosas clarísimas y un repertorio muy suyo. Por ejemplo, en Europa hay más tiempo para los ensayos, pero en Estados Unidos muchas veces hay un solo ensayo (y concierto esa misma noche). La concepción del tiempo es muy distinta, y me ha ayudado mucho a entender que cada orquesta es diferente y respira de una manera concreta, tiene sus particularidades. Esta experiencia me ha gustado mucho porque he entendido que una forma de trabajar puede no funcionar con todas; incluso a veces funciona durante un tiempo y después deja de hacerlo.
Este mes de abril serás la primera mujer española en dirigir en la Sala Dorada del Musikverein de Viena poniéndote al frente de la Tonkünstler Orchester. ¿Cómo vives este momento?
Estoy feliz. A la Tonkünstler ya la dirigí en 2021 y ahora ha habido una reinvitación. Tengo un recuerdo maravilloso, viví un momento precioso con ellos y supuso un cambio muy grande para mi carrera, fue mi llave a muchas cosas. Me encanta volver a trabajar con ellos y más en un escenario que tiene la vida de este. He trabajado muchísimo en el Musikverein como asistente, con la Orquesta Sinfónica de la Radio de Viena, pero es la primera vez que me subo al podio. Ahí se estrenaron, precisamente, las Variaciones sobre un tema de Haydn de Brahms que vamos a interpretar. Creo mucho en la energía de la historia, por eso vivo en Viena, y aquí está esa energía.
Me hace inmensamente feliz este momento. Evidentemente siento la responsabilidad, aunque no dejo que me pase por encima. Lo afronto con toda la seriedad, pero quiero que el primer sentimiento sea de plenitud.
Han pasado cuatro años desde que dirigiste por primera vez a esta formación y esos cuatro años te han supuesto un cambio de vida…
Exacto, quiero ver qué ha pasado en estos cuatro años. Es como cuando conociste a alguien en un viaje y os caísteis increíblemente bien. Después de un tiempo os volvéis a encontrar y la pregunta es: ¿vamos a contar algo nuevo o seguiremos viviendo del recuerdo? [risas]. Tengo mucha curiosidad y es una manera de probarme a mí, un reto muy bonito.
El programa que dirigirás está dedicado a Brahms, pero tú tienes una gran versatilidad, ya que te mueves entre la música de los siglos XX y XXI y los repertorios clásico y romántico. ¿Cómo logras ese equilibrio en tu carrera?
Todo es consecuencia de lo que una va haciendo. En la vida me ha tocado hacer mucha música de los siglos XX y XXI por pura coincidencia. Al principio, cuando estrenaba obras, me daba fiebre. Intentaba meter la música en mi molde, pero la vida me llevó a hacer la ‘mili’ de la música contemporánea [risas]. Me gusta ver la música de esta manera: yo soy una voyeur de la música y del alma de los compositores y compositoras. Cuando me pongo delante de una obra pienso en qué es lo que hace que esa obra sea esa y no otra, qué es lo que hace que sea la firma de una persona y no de otra. Me gusta pensar que yo les robo el alma por un ratito, me la quedo, la pongo dentro de mí, se la regalo durante un rato a los demás y luego tengo que decirle adiós. Y eso es muy duro para mí.
¡Pero explicado es muy bonito!
Sí, pero es duro porque creo esta relación, esté viva o muerta la persona que ha escrito la obra. La parte buena de la música del siglo XXI es que la mayoría sí están vivas, o son muy recientes, y puedes tener un contacto muy directo. Creo que eso es lo que ha hecho que conecte tan bien con ella. Pero conecto igualmente con la música de Matthias Kranebitter que con la de Robert Schumann. Yo me quedo con la esencia de esa persona, da igual el estilo, es la persona lo que me interesa, independientemente de que se llame Ígor Stravinski, Vítězslava Kaprálová o Wolfgang Amadeus Mozart. Por supuesto me gusta ver los diferentes estilos, analizarlos en profundidad, pero lo importante es llegar al alma de quien ha compuesto la obra.
Nos has contado cómo conectas con el repertorio, pero me gustaría saber también cómo conectas con los músicos de la orquesta. ¿Qué estrategias usas para lograr el entendimiento necesario en los ensayos y en el escenario?
Una tiene que tener las cosas clarísimas, pero cada orquesta te ofrece una cosa diferente y tiene su propia idiosincrasia. Para mí es importante ver primero qué me ofrecen, por eso hay que tener esa flexibilidad de la que hablaba antes. Tienes que saber hasta dónde puedes pedir; tener muy claro hasta dónde puedes pisar tu acelerador y el de la orquesta. Yo me preparo los ensayos al minuto porque así tengo la capacidad de si ocurre cualquier cosa poder solucionarla. Intento estar preparada para cualquier situación. He tenido la suerte (o la desgracia) de haber pasado por muchas formaciones antes de empezar mi vida profesional y eso me ha llevado a hacer de todo como directora. Creo que eso me ha ayudado mucho a estar en total disposición para lo que haga falta. A veces son decisiones de último minuto, y es importante analizarlas después, para ver si han sido acertadas o cómo mejorar.
Hablemos ahora de la tercera parte implicada, el público. Eres una firme defensora de la divulgación musical y para apoyar este concepto creaste Thalassa Music Project. ¿Cómo nació esta iniciativa?
Thalassa nace por varias razones, pero una de ellas es el concierto de Jansons del que te hablaba antes. Llevé a una amiga y a su familia a ese concierto en Viena y ellos no tienen nada que ver con la música, así que pensé que tenía que hacer algo para que no fuesen desde cero, crear un puente. Les expliqué qué iba a ocurrir y la sonoridad que se iban a encontrar. Esto, unido a la enorme calidad del concierto —altísima es decir poco—, hizo que salieran de allí encantados. Esta amiga me dijo: ‘esto tienes que llevarlo a Algeciras, me ha cambiado totalmente la perspectiva de la escucha, he sentido lo que me has explicado’.
Esta experiencia se sumó al hecho de que, en Viena, cuando voy a los conciertos siempre hay alguien con abono dormido al lado [risas]. Están acostumbrados a la música en vivo porque se ofrece todo el rato, pero yo pensé en que había que llevar la música a aquellos lugares en los que no es tan accesible. Pienso que la música tiene un poder transformador, a mí me salvó la vida, estoy convencida de ello. Nos ayuda a gestionar muchas cosas y materializa tantas cosas que no podemos decir, que me parece fundamental.
Comenzamos con unas sesiones online —todavía había restricciones por la pandemia— en las que poníamos un tema sobre la mesa y cualquier persona con el bagaje que fuera podía hablar sobre él; escuchar a gente que no viene del mundo de la música hablar sobre sus expectativas es interesantísimo. Después comenzamos con los eventos ‘Café con clásica’, ya que todavía no teníamos dinero para los conciertos; iba allí con mi teclado y, mientras la gente se tomaba algo, les explicaba las obras y les ponía fragmentos, y después se intercambiaban impresiones. Más adelante creamos Thalassa Orchestra, que es esto mismo pero tocado por una orquesta. Andalucía tiene un talento increíble que me voy encontrando por Europa y Estados Unidos. Si se explotara como es debido la región se situaría en el top de la música clásica, lo tengo clarísimo desde hace mucho tiempo.
¿Qué impacto está teniendo Thalassa Orchestra?
Hasta el momento está siendo una experiencia maravillosa. Hay músicos de las orquestas profesionales de Andalucía que me dicen que quieren tocar en ella y eso me llena el alma. Es un proyecto bonito en todos los sentidos, creo que cualquier persona que haya tocado en Thalassa podrá decirlo. Que un teatro como el Florida de Algeciras, lleno hasta arriba, se ponga de pie sin parar de aplaudir a un Bruckner, a un Schubert, para mí no tiene precio. La gente tiene ganas de más porque les ha cambiado totalmente la perspectiva gracias a la divulgación.
Deja una respuesta