El acordeonista Iñaki Alberdi lleva treinta y cinco años dedicado a crear nuevo repertorio, dar a conocer este sonido a nuevos públicos y formando a las nuevas generaciones. Ahora presenta Bidaia, un álbum que contiene la obra homónima de Federico Jusid, grabado con la Orquesta Sinfónica de Navarra. En los próximos meses visitará Kazajistán, Uruguay, Brasil, Puerto Rico, Chile, Alemania y Costa Rica, además de ofrecer varios conciertos en nuestro país
Por Susana Castro
Tras tantos años de dedicación y pasión por el acordeón, serás quien mejor pueda responder qué puede aportar este instrumento a la creación actual.
Creo que está aportando el sonido de nuestra era, del momento que estamos viviendo. El acordeón viene dando fuerte desde la segunda mitad del siglo XX, en el sentido más estrictamente contemporáneo. Cuando los compositores han ido descubriendo estas nuevas sonoridades han visto que había un instrumento que se adaptaba plenamente a las ideas que ellos tenían. Esto provocó una explosión creativa muy importante y es difícil encontrar un compositor que no haya escrito para acordeón, o que lo haya intentado, ya que llamó la curiosidad de todo el mundo. Este sonido es válido para cualquier época de la historia de la música, puede aportar muchísimo.
Desde tu posición de intérprete, estás provocando que se escriba mucho repertorio nuevo para acordeón. Con algunos compositores llevas trabajando muchísimos años, pero cuando empiezas a trabajar con alguien nuevo, que quizá no ha tenido una experiencia previa con el instrumento, ¿cómo es tu sistema de trabajo?
Hoy en día WhatsApp es una herramienta fantástica. Puedes estar en cualquier sitio y que el compositor o compositora te mande un pequeño boceto, una idea musical. Tú la tocas, se la mandas y le das tu opinión desde el punto de vista técnico. Antes había que emplear mucha energía y tiempo en enviar los audios y recoger las partituras, tocarlas y volverlas a enviar, en encontrarse, lo que a veces se daba y a veces no, por lo que el creador podía tomar un camino erróneo por falta de consulta y solo había dos opciones: plantearse de nuevo la obra o que quedase mal hecha para siempre, por muy buena música que fuera. Hoy en día esto es difícil que pase si hay voluntad por las dos partes.
Tu repertorio abarca desde el Renacimiento hasta el siglo XXI. ¿Qué tiene que aportar el acordeón a unas obras que cuando se escribieron ni siquiera existía el instrumento?
La música clásica necesita sonidos nuevos, y el sonido del acordeón nos da la posibilidad de replantear toda la historia de la música para ganar un público nuevo. A ese público le gusta el acordeón, pero el acordeón que va a escuchar no es el que conoce, aunque también le va a gustar. Necesitamos que los programadores se enteren de que esto ocurre y funciona.
Siempre hablas de un diálogo entre lo popular y lo vanguardista, quizá ese enraizamiento es el que hace que la recepción por parte del público sea excelente.
Puede ser. Mi abuelo tocaba el acordeón, he visto el instrumento desde pequeñito en casa y tengo metidos esos sonidos hasta el tuétano. Para mí escuchar música tradicional es escuchar mi música. No es la que he tocado mayoritariamente, pero siempre ha estado cerca de mí y la he tocado; tengo en casa un acordeón para los eventos familiares. La música clásica en gran medida viene de la música tradicional y el acordeón también. Es tremendo el enriquecimiento que puede dar a la música hacerla con un instrumento clásico que viene de una forma tan acentuada de la música tradicional. Puede cambiar en los próximos años la manera de verse tanto la música clásica como la tradicional. Que la tradicional suene donde no se ha oído nunca, de una manera que no se ha oído nunca; y que la clásica se identifique mucho más con sus orígenes de lo que se ha identificado hasta ahora.
En 2017 fuiste el primer acordeonista en tocar con la Orquesta Nacional de España como solista. A día de hoy, en total has tocado tres veces con esta formación. ¿Encuentras más barreras en los programadores que en el público?
Sí. Algunos programadores son valientes y otros son ignorantes. Hay que ser muy ignorante para no reconocer la sensibilidad y la capacidad de comunicación en un instrumento como el acordeón, es simplemente no haberlo escuchado. Pasa lo mismo con otros instrumentos, pero no menos con el acordeón. Los programadores tienen la responsabilidad de hacer llegar esa sensibilidad al público y no lo están haciendo, tienen la obligación de hacer que el público sea más rico. Cuando programas tienes que enseñar al público aquello que no sabe, pero le puede llegar a encantar. No se trata de pensar que el público es tonto, sino de saber que tiene derecho a probar todas las sonoridades. No estoy hablando de hacer música extremadamente experimental, sino de programar adecuadamente un instrumento.
Próximamente debutarás con orquestas en Uruguay, Brasil y Costa Rica, entre otras. ¿Qué diferencias encuentras entre Europa y Latinoamérica con respecto a la recepción de tu trabajo?
Aquí convergen dos cuestiones. Por un lado, hay que entender por qué cauces ha entrado el instrumento en cada zona y, por otro, cómo he entrado yo en los distintos países. En el caso de Latinoamérica, viajé por primera vez con una obra de José María Sánchez-Verdú para la película Nosferatu de Murnau. Fui a tocar primero a Uruguay al Teatro Solís con la Orquesta Filarmónica de Montevideo y después al Teatro Colón de Buenos Aires. A partir de ahí, volvieron a llamarme de ambos teatros y di el salto a Santiago de Chile, con la orquesta nacional. Allí estaba el director Nicolás Rauss, que ahora me invita a la Orquesta Sinfónica del Sodre. Y de ahí a Brasil. Una cosa me ha ido llevando a la siguiente. Con respecto al instrumento, su entrada en Latinoamérica, al menos de momento, es igual, ya que soy el primero que lo ha llevado a estos países en lo clásico. En el caso de Alemania o Francia, he entrado a través del mundo contemporáneo, tocando con los Neue Vocalsolisten y con ensembles o a solo. En Alemania hay una fuerza tremenda para la música contemporánea.
Es cuestión de tiempo que el acordeón vaya asentándose en distintas áreas en diferentes países o regiones. Esto no lo puede hacer un solo intérprete ni una sola generación. Va a ser trabajo de mucho tiempo, pero si algo tenemos por delante son generaciones jóvenes fantásticas.
Acabas de presentar Bidaia (El viaje), un disco que incluye un concierto que Federico Jusid ha escrito para ti y que estrenaste, precisamente, en el Teatro Colón de Buenos Aires junto a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Ahora lo habéis grabado con la Orquesta Sinfónica de Navarra. ¿Cómo surge este proyecto?
Empezó en plena pandemia. El camino primero fue muy movido porque la obra se aplazó, pero teníamos muy claro tanto Federico como yo que queríamos sacar adelante el proyecto. Con la ayuda del Teatro Colón lo conseguimos y, después, con las ayudas Next Generation del INAEM y del Gobierno Vasco, sacamos el disco adelante. El Instituto Vasco Etxepare también aportó para las giras. El texto de la obra está basado en Ítaca de Kaváfis, que acentúa esa idea de la importancia del viaje. Para Federico y para mí siempre será un viaje, para él es la obra clásica que ha escrito (hace mucha música para películas), y para mí la obra de Fede es muy diferente a todas las que he estrenado. Llega de manera muy distinta al público, tanto en la escena como en el sonido, y es la obra que quiero que llegue a otro tipo de público. Estamos en ese camino y lo vamos a andar juntos, es una maravilla contar con él en este viaje. Por eso se decidió el nombre de Bidaia; él quería que fuera en euskera, y yo encantado.
Tienes una clara vocación emprendedora, y has sabido aprovechar muy bien los fondos Next Generation de ayuda a la cultura. Gracias a ello has fundado tu propio sello discográfico, AKORDA, con el que ya has editado cuatro álbumes. ¿Cuál es la intención detrás de crear un sello propio?
De momento hemos presentado Bidaia, quería que fuese el primer lanzamiento, aunque ahora en breve lanzaremos los siguientes tres discos. La persona que me ha ayudado a lanzarme a la piscina ha sido Carlos García de la Vega porque yo no puedo gestionarlo solo. Ha sido la mano que ha movido todos los hilos para poder optar a estas subvenciones y sacar adelante los proyectos.
La función de los sellos discográficos ha cambiado muchísimo; hoy en día grabas y tu música en cedé no la va a escuchar nadie, ya no se venden, aunque entiendo que el soporte es necesario. La forma de divulgación ha cambiado y ahora todo el mundo escucha la música a través de Spotify, aunque a mí no me guste. Viendo cómo estaba la situación decidí lanzarme. No quiero hacer siempre un monográfico, y suele ser lo que me piden las discográficas. Tampoco quiero gastarme tanto dinero en hacer una grabación tan bien editada o hacer un producto de disco en todas las ocasiones. Quiero tener la libertad de aprovecharme de esta nueva estructura de las plataformas digitales. Hacer, por ejemplo, un producto en vivo, en el que vaya al estudio y toque como si fuera un concierto para que el sonido que construya sea el de la perspectiva que tenga el directo: puedes coger caminos diferentes, pero el que has escogido es el que queda, y eso es una subida de adrenalina que se escucha en la grabación. Este live lo hemos hecho en Suite diacrónica; en PIAZZOLLAlberdi con cuarteto; y en Dream, un proyecto de improvisación sobre música actual, con la intención de hacer llegar esta música al público.
La idea es dejar fijada mucha producción para acordeón.
Sí, es un gran contenedor digital en el que vamos a volcar todas aquellas cosas que no es posible meter en un disco, bien porque el creador no tiene obra suficiente, porque no encontremos una temática común, etc. Necesitamos que esas obras estén documentadas, en partitura, en audio y en vídeo, y que las próximas generaciones no vean una partitura en un cajón, sino que la puedan casi estudiar viéndola, y decidir si la quieren tocar o no. AKORDA fue una de las primeras obras que estrené, un concierto para acordeón y orquesta de Gabriel Erkoreka. Es un nombre que me encanta porque es ‘acuerdo’, también una isla del País Vasco, tiene un arraigo popular… Y es acordeón. Es una palabra muy rica para mí.
Has creado una academia virtual para la enseñanza del acordeón, Iñaki Alberdi Virtual Academy (IAVA). ¿Qué ofreces en ella?
IAVA es una academia virtual, pero no para dar clases online. Es un método para aprender muchísimas cuestiones básicas, como el control del fuelle, la velocidad, la elasticidad o la fuerza en los dedos, etc., mediante ejercicios grabados. Accedes a la plataforma a través de un pago y te explico paso a paso, con muchas cámaras y distintos enfoques, cómo tienes que mover los dedos, colocar la mano, atacar, etc. Vas haciéndolo a tu ritmo. Lo único que se pide en cada unidad didáctica —formada por un vídeo, las partituras y el texto— es que no se dé el siguiente paso hasta haber alcanzado los objetivos del anterior. Tenemos más de cincuenta estudiantes de quince países diferentes.
Es el resultado de décadas de dedicación a la docencia.
Sí, estoy intentando hacer esto desde varios frentes. Si el sello discográfico supone aglutinar toda mi actividad concertística, IAVA es reunir mi actividad pedagógica. También hemos creado una red social, Audition Stage, que cuenta con más de cien personas, y pretende ser un trasvase de información.
¿Ves interés por el acordeón en las nuevas generaciones?
El interés es grande, multicultural y no depende de la situación económica, tiene vida. Lo que importa es la conexión entre un profesor o profesora y el alumno o alumna, y la de ese alumno con el instrumento, ahí es donde se produce la chispa. Solo les pido que se metan en la música y disfruten, la música es vida.
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