Resulta curioso que, en los tiempos en que vivimos, la juventud (en ciertos casos) sea tomada como pretexto para valorar la poca o mucha profesionalización de una persona. En el caso del arte, esta idea es sugerida, aunque no se cumple totalmente. Si nos centramos en la música, los conservatorios y escuelas se afanan en la rigurosidad del estudio siempre con fines de perfección, pero no en el ensayo-error, cuestión que ayuda no solo a afianzar la carrera, sino a deslindarse de la ‘cuadratura’ académica y dejar que fluya la creatividad, y quizá, hasta las nuevas propuestas.
Por Fabiana Sans Arcílagos
Esta breve reflexión nos sirve para pensar en la vida de dos músicos de gran relevancia, Mozart y Bellini, quienes, sin llegar a las cuatro décadas de vida, lograron ser grandes representantes de la música y las artes en el mundo. En ellos, la juventud no solo fue un paso a la eternidad, sino la unión de oportunidades que sirvieron para demostrar que no es la edad, sino la pureza y libertad con la que se exponga la música, lo que importa.
Primeros años de Bellini
Pero, dejando de lado las reflexiones personales, nos centraremos en la primera etapa de Vincenzo Bellini. Nacido en Catania y procedente de una familia de músicos, la infancia de Bellini transcurre entre las enseñanzas de su padre, Rosario Bellini, y de su abuelo, Vincenzo Tobia Bellini, quienes le introdujeron e inculcaron, principalmente, el arte de la composición. En 1819 recibió una beca para estudiar en el Real Colegio de Música de Nápoles, institución en la que amplía sus conocimientos sobre la escritura musical con Niccolò Zingarelli, músico dedicado a la composición de óperas.
Según Mary Ann Smart, el ambiente del conservatorio era bastante conservador, por ello, su educación se restringía a un estilo tradicional, en el que se ‘propugnan melodías simples y un texto claro mientras se oponen violentamente al estilo vocal florido y a la orquestación ‘ruidosa’ de Rossini’. Pero, a pesar de que Bellini realizó sus obras con el estilo que le enseñaron sus maestros, no negaba las nuevas corrientes que se consolidaban fuera del conservatorio y con las que tuvo contacto gracias a la animada vida de los teatros de Nápoles. El estudiante pudo disfrutar de representaciones como La Vestale de Spontini o La zingara de Donizetti, aunque centró gran parte de su atención en Rossini, siendo este un gran estímulo para el joven Bellini.
Tras seis años de estudio, el joven pone punto final a su etapa de estudiante con el estreno de su primera ópera, Adelson e Salvini, representada el 12 de febrero de 1825 en el auditorio del conservatorio e interpretada por un grupo de ocho cantantes masculinos. La segunda ópera, Bianca e Fernando, sería el primer melodrama profesional del músico. Con libreto de Domenico Gilardoni, fue estrenada un año más tarde en el Teatro di San Carlo. Este trabajo fue encargado a Bellini por el conservatorio, ya que según los estatutos del mismo, el estudiante más destacado debía ser invitado a componer un nuevo trabajo para uno de los teatros napolitanos. Así, la representación se llevó a cabo el 26 de mayo bajo el nombre de Bianca e Gernando, ya que fue modificado para evitar se relacionara al príncipe Fernando IV, recientemente fallecido, con la trama de la ópera. De esta manera se eludía la censura y, por ende, se facilitaba su estreno. Posteriormente el drama recobró su nombre y se reestrenó en el Teatro Carlo Felice de Génova, con una versión revisada por Bellini y Romani.
A pesar de que estas dos primeras representaciones no consiguieron gran notoriedad, Bellini se iba haciendo un nombre entre los compositores noveles. Por ello, en mayo de 1827 parte a Milán llamado por Domenico Barbaja, quien lo contrató para componer en el gran Teatro alla Scala. En este recinto de las artes conoce al libretista Felice Romani y con él crea una de las mejores duplas para su consagración como compositor, convirtiéndose Romani en el escritor de todas sus óperas menos de Il puritani, su última creación. Así, la primera ópera que compondrán juntos (tercera en el catálogo de Bellini) será Il pirata.
Il pirata de Bellini
La Scala de Milán se engalana con el estreno del joven compositor siciliano Vincenzo Bellini. El 27 de octubre de 1827 fue el día escogido para la primera representación de Il pirata, melodrama en dos actos con libreto de Felice Romani sobre el melodrama de Taylor Bertram, ou le pirate. El argumento nos relata la historia de un joven que busca alzarse en contra de las injusticias y la tiranía de los opresores, mientras lucha por el amor de su enamorada, casada con su mayor enemigo.
Tanto la primera representación como las catorce sucesivas gozaron de gran éxito, no solo del público, sino de la crítica en general. Esto supondría para el novel compositor la apertura de los teatros en Italia y la pronta consagración de su nombre. Tras establecerse definitivamente en Milán, no solo va tomando forma su carrera, sino sus relaciones sociales, creando muy buena amistad con la aristocracia de la ciudad, entre los que encontramos a la escritora Cristina Belgiojoso o a Francesco y Marianna Pollini, que contribuyen al crecimiento del joven músico.
El compositor dedicó seis meses a la realización de su tercera producción en la que Romani fue un elemento fundamental. Bellini llegó a comentarle a su amigo Francesco Florimo, cronista y biógrafo del compositor, que su inspiración estuvo resguardada gracias al talento del libretista, ya que con tan solo observar los versos y las situaciones descritas en la trama logró inspirarle; es por eso, prosigue Bellini, «que debo tener a Romani». Juntos realizaron grandes trabajos, llegando a ser (además de Meyerbeer), uno de los compositores con el que tenía un trato más especial. Debemos destacar que, a pesar de que Florimo recogió en diversas cartas la vida del compositor, se conoce de sobra que este, en su empeño por enaltecer su figura, en ciertas ocasiones le dio voz a opiniones emitidas por él mismo y que nunca fueron hechas por Bellini.
Lo que es una realidad es que, si ya el binomio Bellini-Romani auguraba un gran éxito, la selección de los cantantes consagró este título. Así, el estreno fue puesto en voz por un elenco de gran altura y contó con dos amigos y grandes figuras del panorama operístico del momento. Primero, la soprano Henriette Méric-Lalande, virtuosa cantante francesa para quien Bellini escribió el papel de Imogene. Méric-Lalande fue una de las voces más importantes del siglo XIX, en ella recayó el rol de Bianca de Bianca e Fernando y tras Il pirata interpretó a Alaide en La straniera. El segundo de sus amigos fue el famosísimo tenor Giovanni Battista Rubini, a quien Bellini no solo escribió el papel de Gualtiero en Il pirata, sino el de Fernando en el segundo melodrama del compositor, Elvino en La sonnambula y el de Lord Arturo Talbo en Il puritani. Participaron asimismo el barítono Antonio Tamburini (Ernesto), quien también formó parte del elenco de Il puritani; el tenor Lorenzo Lombardi como Itulbo en Il pirata y Flavio en Norma; el bajo Pietro Ansilioni como Goffredo; y la famosa soprano Marietta Sacchi como Adele.
Finalizadas las funciones, y gracias al éxito que obtuvo en Milán, Il pirata se estrenó en Viena (1828) y París (1832) con Rubini, y en Londres (1830) con Méric-Lalande, alzando a Bellini como uno de los máximos representantes de la ópera. El aria final sufrió ciertas modificaciones, probablemente realizadas por Rubini.
Il pirata es una ópera altamente romántica, ambientada en Sicilia en el siglo XIII. En ella se relata la historia de Gualtiero, antiguo conde de Montalto, derrotado en batalla y convertido en el líder de una banda de piratas, capturada por una flota del duque de Caldora, enemigos de la casa de Manferd Gualtiero a la que son leales. Por su parte, Ernesto, duque de Caldora y seguidor de la casa de Anjou, ha obligado a Imogene, amante de Gualtiero, a contraer matrimonio con él. Da inicio a la historia una obertura que «sigue el modelo rossiniano, con un crescendo después del segundo tema».
Una tormenta azota la costa y destruye sin piedad el barco donde se encuentra Gualtiero. Él y la tripulación son arrastrados a la orilla pero, ayudados por los pescadores, logran resguardarse. Gualtiero, que sueña con ver a Imogene, se esconde de la joven, pero esta solicita reunirse con el capitán del barco. Cuando los amantes se reconocen, entonan el dueto ‘Tu sciagurato! Ah! fuggi!’, en el que Imogene le confiesa que debe casarse con Ernesto para salvar la vida de su padre. Interviene el coro, que tendrá gran relevancia en la historia, ya que Bellini introduce múltiples intervenciones corales en la narración.
Prosigue el acto con la llegada de Ernesto, quien, victorioso, canta ‘Sì vincemmo e il pregio io sento’, aria derivada de ‘Adelson e Salvini’. A pesar de que Bellini recurrió en diversas ocasiones a materiales ya presentados en sus óperas anteriores, este las perfeccionó con un lenguaje innovador que seguía la línea del melodrama del momento. El primer acto finaliza con un juego de fuerza entre los dos hombres representado por el crescendo que se presenta en la obertura y que anteriormente había sido utilizado en la primera ópera del compositor siciliano.
El segundo acto se inicia con el coro de damas de Imogene. Adele anuncia la presencia de Gualtiero y, a pesar de la negativa de su amada, esta decide recibirlo. Ernesto sorprende a la joven y la acusa de infidelidad a través del dúo ‘Tu m’apristi in cor ferita’. El duque, que busca ganarse el amor de Imogene, descubre que Gualtiero se encuentra en el castillo, lo que le procura una gran ira. Finalmente los tres coinciden en el patio del castillo, lugar en el que se retan a un duelo y en el que cae muerto Ernesto en manos de Gualtiero. Se oye una danza de la muerte y entre el sollozo de los soldados el pirata entona ‘Tu vedrai la sventurata’, en la que busca el perdón de su amada. Por su parte, Imogene, con indicios de locura, entona la famosa aria ‘Col sorriso d’innocenza’, introducida por el arpa y un corno inglés. Finalmente ella entona la cabaletta ‘O solo ti vela’; él es condenado a muerte.
Esta ópera, de altos requerimientos vocales, especialmente para el tenor y la soprano, ha jugado ‘un papel importante en el establecimiento del estilo del melodrama romántico’, el cual desarrollaron con increíble maestría Donizetti y Verdi.
Il pirata de Bellini, montaje de Emilio Sagi © Teatro alla Scala / Brescia & Amisano
Bellini en la Biblioteca Nacional de España
No podíamos finalizar esta reseña sin hacer alusión a un importante descubrimiento que se llevó a cabo en la Biblioteca Nacional de España en el año 2013. Tras el envío por parte del Servicio de Dibujos y Grabados del Departamento de Bellas Artes al Servicio de Partituras de la BNE de un álbum de fotografías y dibujos del siglo XIX con paisajes de Malta y Sicilia, se halló una hoja de música encuadernada.
El hallazgo, de suma importancia para la institución, cuenta en uno de sus márgenes con la leyenda ‘Manoscrito di Vincenzo Bellini y suoi fratelli Mario e Carmelo’. Gracias a esto, los especialistas pudieron constatar no solo la veracidad de la rúbrica, sino la música a la que pertenecía el manuscrito. Se trata de un boceto de un pasaje de la escena del dueto ‘Tu m’apristi in cor ferita’ de Il pirata, representado, tal como hemos mencionado en párrafos anteriores, en el segundo acto. A pesar de esto, y tras el cotejo con el original, determinaron que el esbozo no se corresponde con la versión final de la ópera, despertando interés entre los investigadores de este compositor.
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