Si en la famosa película de Visconti se producía la muerte en Venecia del atormentado Gustav von Achenbach, Francesco Maria Piave -a partir del drama de Lord Byron, The two Foscari– escribe el libreto de la sexta ópera compuesta por Verdi, con el italianizado título de I due Foscari. En ella se plantea una trama opresiva y de gran dramatismo, que concluye con las muertes, en la Venecia del Quatrocento, del Dux de la Serenísima República, Francesco Foscari y de su hijo Giacopo. I due Foscari es la ópera verdiana que inaugura un período de frenética actividad creadora del compositor de Busseto quien, desde 1844 a 1850, compondrá once óperas.
Por Diego Manuel García
Muertes en Venecia
A estos intensos siete años se les conoce con el nombre de ‘años de galera’. Esta denominación está basada en una carta del propio Verdi a su amiga la condesa Maffei, en la que se quejaba de la siguiente manera: ‘Desde Nabucco puede decirse que no he tenido una sola hora de tranquilidad. ¡Fueron dieciséis años de galera!’. Más tarde, la expresión alcanzó fortuna pero aplicándola a esos siete años antes mencionados, acotados entre I due Foscari y Stiffelio. Dos pueden ser las razones de este gran esfuerzo creativo: las peticiones de los teatros para representar nuevas obras y el afianzamiento de la posición económica del compositor, cuyos triunfos en los escenarios le van proporcionando una saneada situación financiera. Ambas razones son plausibles, aunque suele esgrimirse más la primera en detrimento de la segunda, menos romántica.
Ciertamente, por aquel entonces había una verdadera ansia del público por, materialmente, devorar óperas; esta circunstancia obligaba al músico a crear sin cesar una ópera tras otra y viajar continuamente para asistir a estrenos o supervisar reposiciones. Pero no es menos cierto que, por sus humildes orígenes, Verdi sentía una gran atracción por el dinero. Por tanto, ese frenético trabajo de ‘los años de galera’, al que puede añadirse el período entre 1851 a 1853 donde compone su trilogía popular –compuesta por Rigoletto, Il Trovatore y La Traviata-, le convierten en un compositor millonario que, a partir de entonces, va paulatinamente ralentizando su producción.
Génesis de I due Foscari
La génesis de I due Foscari comenzó en los ensayos de Ernani, cuando el empresario florentino Alessandro Lanari encargó a Verdi una nueva ópera para ser representada en el Teatro Argentina de Roma, en la temporada de otoño de 1844. Fue compuesta en pocas semanas, retomando un proyecto que Verdi y su libretista Francesco Maria Piave ya tenían en mente el año anterior y al que habían renunciado por problemas con la censura. La ópera quedó terminada a principios del verano durante una estancia del compositor en Busseto y se estrenó en Roma el 3 de noviembre de 1844. Comparado con el gran éxito que aquel mismo año había tenido el estreno de Ernani, ni la música, ni la dramaturgia, ni la actuación de los cantantes, entusiasmaron a los asistentes al estreno. El propio Verdi -siempre tan optimista- escribió, a raíz del estreno, una carta a su amigo Luigi Toccagni, periodista de La Gazetta privilegiata di Milano, en estos términos: ‘Poco ha faltado para que I due Foscari no haya fracasado del todo, en parte por los cantantes, que han desafinado mucho; en parte porque las exigencias estaban al límite. El hecho es que la ópera ha sido casi un fracaso’. A pesar de estas palabras del compositor y de la tibia acogida de la ópera, Verdi fue agasajado y recibido en los círculos más cerrados romanos y del gobierno pontificio, que por entonces regentaba Roma, y acuñó una medalla con su efigie.
Estructura y argumento
Ópera íntegramente trágica, cuenta una situación muy concreta en un corto espacio de tiempo y de ahí se deriva cierta monotonía del argumento. Sin embargo, después de visionarla y escucharla repetidamente, soy de la opinión de que es una composición de gran belleza musical y vocal: características que serán pormenorizadamente analizadas más adelante. La ópera está estructurada en tres actos, con cuatro escenas en el Acto I y dos escenas en los actos II y III. Ya se ha señalado que Piave se inspira en el drama de Lord Byron The two Foscari, inspirado en situaciones y personajes históricos. De hecho, Francesco Foscari fue Dux de Venecia, durante más de treinta años, a partir de 1423. Después de la participación de su hijo en un turbio asunto, con asesinato incluido, se vio obligado a dimitir a finales de 1457 y murió una semana más tarde. Para ofrecer las pertinentes dosis de teatralidad, la historia construida por Piave contiene bastantes dosis de efectismo, dotando al personaje de Jacopo Foscari de una trágica melancolía. El argumento es el siguiente:
ACTO I
En el palacio ducal, los miembros del Consejo de la Serenísima República de Venecia se han reunido para deliberar sobre un caso en que está involucrado Jacopo Foscari, hijo del Dux, al que conducen ante ellos para aclarar su implicación en un delito de traición a la patria. Mientras tanto, en la cárcel, Jacopo se queja amargamente de su destino. En una de las salas del palacio de los Foscari, Lucrecia Contarini, esposa de Jacopo, se dispone a pedir justicia para su marido, pero le llega la noticia de que ha sido condenado al exilio en Creta.
Los miembros del Consejo de los Diez comentan entre ellos que Jacopo no se ha defendido de la acusación de haber mantenido relaciones secretas con un Sforza (familia enemiga de la república), y que por esa razón es justa la sentencia, a pesar de ser hijo del Dux. En sus habitaciones privadas, el viejo Dux Francesco Foscari, tremendamente amargado, se enfrenta con las contradicciones que le atormentan a una penosa lucha interior entre el deber del hombre político y el cariño paterno. Llega Lucrecia quejándose de la decisión del Consejo, dictada, según ella, por odio y venganza. Solicita la ayuda de su suegro, pero éste, por su condición, no puede influir en la sentencia. Francesco queda impresionado por el coraje de su nuera.
ACTO II
En la prisión estatal, Jacopo se considera inocente, pero sabe que su padre no podrá defenderlo. Presintiendo su muerte, delira con espantosas visiones que le hacen caer al suelo desfallecido. Llega Lucrecia, quien le comunica la noticia de su destierro. Hace también su entrada el Dux, para aportar a la pareja un poco de consuelo. Se presenta el manipulador y malvado Loredano, enemigo de los Foscari, quien indica al Dux que debe confirmar la sentencia.
En la sala del Consejo del palacio ducal sus miembros solicitan la condena de Jacopo, que es acusado de tener tratos con el enemigo y haber dado muerte a Donati (miembro de una noble familia veneciana). Ni las súplicas de Jacopo a su padre, ni las de su esposa, ni la emotiva presencia de sus hijos hacen que el viejo Dux deje de ratificar la sentencia.
ACTO III
La plaza de San Marcos al atardecer. Está a punto de comenzar una regata. Hay ambiente de fiestas entre las gentes venecianas. En medio de tanta alegría aparece el cortejo que conduce a Jacopo al exilio. El joven se vuelve a su esposa rogándole que alivie el dolor de su padre y eduque a sus hijos en el valor y la virtud.
En los aposentos privados del Dux, el viejo Foscari llora y lamenta la partida de su hijo. En esos momentos le llega la noticia de que el verdadero asesino de Donati ha confesado su culpa con su último aliento. Por tanto, Jacopo puede demostrar su inocencia. Esta alegría resulta efímera, ya que Lucrecia llega en esos momentos, tremendamente afectada, para comunicarle a su suegro que Jacopo ha muerto de dolor, camino del destierro.
El Dux recibe un aviso para presentarse ante el Consejo de los Diez, quienes le exigen su inmediata dimisión. Francesco Foscari reacciona con orgullo ante el Consejo, alegando que durante sus treinta y cuatro años de mandato ha intentado dimitir en diferentes ocasiones y el Consejo no se lo ha consentido. Finalmente, el viejo Dux entrega el anillo y el tricornio, símbolos de su poder. En ese momento suenan las campanas que anuncian la elección del nuevo Dux, un miembro de la familia de los Malipiero. Los enemigos de los Foscari, dirigidos por Loredano, han ganado la partida. El viejo Foscari muere de angustia invocando el recuerdo de su hijo.
Música y vocalidad
En esta ópera Verdi experimentó por primera vez con los llamados temas recurrentes o característicos que anuncian la presencia de los diferentes personajes e incluso del coro. Siempre se ha comentado la posible influencia de Wagner en Verdi, con la sistemática utilización de los temas recurrentes en sus óperas. Pero estamos en 1844; el año anterior, Wagner había estrenado su segunda ópera importante: El holandés errante, que Verdi, con toda seguridad, no había tenido ocasión de escuchar.
Por tanto, el maestro de Busseto intuye y experimenta en I due foscari nuevas formas de expresión musical, principalmente, estos temas recurrentes mediante los cuales cada personaje queda definido por una motivo musical que lo identifica en escena. Para el octogenario Francesco Foscari el tema musical que le identifica en sus salidas a escena son las cuerdas graves: violonchelos y contrabajos, que desarrollan una bella figura melódica descendente, que refleja fragilidad y vejez. Esta caracterización le va muy bien al personaje, permitiendo un clima intimista en todas sus intervenciones.
Ya al comienzo de la ópera, y después de los fuertes y vigorosos acordes que inician su obertura, se dibuja un fúnebre y melancólico tema en modo menor, ejecutado en primer lugar por el clarinete y posteriormente por la flauta, que se convierte en el tema musical de Jacopo Foscari. La aparición en escena de Lucrecia Contarini está marcada por un allegro agitato interpretado por la cuerda, con una inquieta y enardecida melodía que muestra el alto grado de agitación de este personaje. Hasta el coro, en las intervenciones del Consejo de los Diez, tiene un motivo musical temático: un andante con moto que, de alguna manera, refleja crueldad e intransigencia.
De magnífica factura musical es el arranque del Acto II, donde Verdi plantea una bellísima música de corte camerístico, con las intervenciones del violín y violonchelo alternando y dialogando, a los que se une la voz de Jacopo Foscari en el inicio de su gran escena ‘Notte! Perpetua notte che qui regni!…’. Los coros tienen brillantes intervenciones al comienzo de la ópera, en la escena 3ª del Acto I; en el preámbulo de la Escena 2ª del Acto II (reunión del Consejo de los Diez); y en toda la escena final. Todas ellas son de un carácter marcadamente dramático que contrasta con el coro alegre y festivo, que interpreta la barcarola en el transcurso de la regata veneciana con que comienza el Acto III.
I due Foscari requiere tres magníficos cantantes: tenor, soprano y barítono, que interpretan respectivamente a Jacopo Foscari, Lucrecia y Francesco Foscari, a los que se une un cuarto personaje de mucha menos presencia escénica pero de gran importancia: Giacopo Loredano, interpretado por un bajo. Todos ellos deben dominar ese característico canto verdiano, que precisa cubrir la voz en el pasaje. Jacopo requiere un tenor eminentemente lírico, pero con la suficiente anchura para afrontar los momentos de auténtica bravura escritos por Verdi, sobre todo en las cabalettas y, también, con facilidad para las agilidades, por ciertas reminiscencias belcantistas de esta partitura. Resulta un papel eminentemente central con esporádicas subidas al si natural y a un optativo y fugaz Do4 en el final del gran concertante que cierra el Acto II. Es un rol para tenor muy lucido, con bastantes intervenciones solistas. En el Acto II canta la más conocida aria para tenor de esta ópera ‘Notte! Perpetua notte che qui regni!’; también en la Escena 2ª de este mismo acto tiene una larga intervención después de confirmarse la sentencia que le envía al destierro: ‘Nell’ esilio io morro…‘, interrumpida, por momentos, por otras voces solistas y el coro. Ya en el Acto III, y en el momento de partir hacia Creta, tiene otra brillante y emotiva intervención, también interrumpida por otras voces y el coro ‘L’inesorabil suo core di scoglio…‘.
Lucrecia Contarini requiere una soprano dramática de agilidad, que define una mujer enamorada, fuerte, activa, noble y con gran carácter, en contraposición con su abrumado, melancólico y sufriente marido. Su presentación en escena en el transcurso del Acto I se produce interpretando el recitativo-aria-cabaletta ‘No..mi lasciate…..tu al mi sguardi omnipossente…O patrizi tremate…l’Eterno…‘ de corte belcantista donizettiano y gran dificultad. Asimismo, tiene una brillante intervención en la cabaletta del Acto III ‘Piu non vive! L’innocente’. Son de gran brillantez sus dúos con Francesco Foscari, en el Acto I y con Jacopo Foscari en los Actos II y III. Especial mención merece el cuarteto en forma de cabaletta, donde intervienen Lucrecia, Francesco, Giacopo y Loredano, ‘Ah sì, il tempio che mai non s’arresta…‘, que se convierte en uno de los momentos más vibrantes de toda la ópera. El personaje de Francesco Foscari representa el primer ejemplo en la Historia de barítono verdiano. Tiene que mostrar esa dualidad de padre y gobernante. Ya en su aparición en escena en el Acto I, tiene una importante actuación solista ‘Eccomi solo alfine…‘ que nos presenta al gobernante en la soledad del poder para, a continuación, iniciarse el intenso dúo entre el Dux y su nuera, que adelanta los futuros de Rigoletto– Gilda y de Violetta Valery-Giorgio Germont. Hay que destacar, asimismo, su intervención ante El Consejo de los Diez ‘O patrizi…il voleste…’. Domina totalmente el Acto III con el aria ‘Egli ora parte!…Ed inocente parte!‘, para terminar su importante actuación en todo el final de la ópera ‘Questa dunque è l’iniqua mercede…Principe!‘, donde el Dux muere tras tanto infortunio. La ópera concluye con un magnífico concertante. Es importante reseñar los dos concertantes que cierran el Acto II, que suponen un doble final de acto.
I due Foscari constituye un importante avance creativo verdiano, -un tanto aislado en aquellos años de galera- donde el compositor realiza ensayos que madurará en el futuro.