Es curioso constatar cómo el nombre de Engelbert Humperdinck (1854-1921) ha pasado a formar parte del acervo musical popular antes por la adopción que hizo de tal nombre un cantante británico de música ligera nacido en Madras, India, en 1936, como Arnold George Dorsey, que por la nutrida carrera del compositor alemán. Pero fuera del ámbito anglosajón, Humperdinck es un nombre conocido por una única ópera, Hansel y Gretel, cuento de hadas de los hermanos Grimm pasado a ópera en 1893 y que es una de las pocas obras del repertorio habitual que cuenta con personajes niños y que se dirige, en cierta medida, a los más pequeños.
Por Roberto Montes
Éste fue el único éxito reconocible de Humperdinck, la primera y la más famosa ópera de las siete óperas que escribiera, pero el maestro germano disfrutó de una larga y distinguida carrera como compositor y profesor. Nació en Siegburg, cerca de Colonia, en Renania, el 1 de septiembre de 1854. Comenzó a recibir clases de piano a los siete años de edad, a los catorce vio su primera ópera y no tardó en ilusionarse en componer la suya propia. Desde muy joven ganó premios y becas que le permitieron conocer el mundo.
Estudió en el Conservatorio de Colonia con maestros menores como Hiller, Rheinberger y Lachner. Se relacionó con Richard Wagner, a quien conoció en 1880, fue invitado a Bayreuth, sirvió de asistente musical para las primeras representaciones de Parsifal en 1892, y nunca pudo sustraerse a su poderosa influencia. Humperdinck consiguió fundir su personalidad, inclinada a lo popular, incluso a lo infantil, con la magia de la orquesta wagneriana y otros elementos de la música dramática.
Muchos años más tarde de su gran éxito de Hansel y Gretel, a instancias de Max Reinhardt, se instaló en Berlín, donde se dedicó a la enseñanza y compuso música escénica para dramas clásicos. También se incluyen en su producción otras músicas incidentales para obras de teatro, entre ellas varias para producciones alemanas de William Shakespeare (El mercader de Venecia de 1905, Cuento de Invierno y La Tempestad en 1906 y Como gustéis de 1907), piezas corales, canciones y música de cámara. Murió el 27 de septiembre de 1921 no muy lejos de Berlín, en Neustrelitz, Mecklemburgo.
¿Una ópera para niños?
En efecto, la carrera de Humperdinck combinó períodos de profesor con los de crítico, pero su fortuna cambió con el éxito clamoroso de Hansel y Gretel, estrenada en la víspera de nochebuena de 1893 en el Teatro de la Corte de Weimar bajo la dirección de Richard Strauss, quien contaba por entonces con tan sólo veintiséis años de edad. Su recepción fue espectacular, pues, en el período de un año, un total de setenta y dos teatros ofrecieron la obra, y se ha convertido en una pieza permanente del repertorio operístico con una rápida difusión en todo el mundo.
En muchas ocasiones salta la pregunta de si Hansel y Gretel es una ópera para niños o para adultos. La respuesta puede ser que sí. Los niños, y el niño que todos llevamos dentro, lo pasan en grande con sus canciones directas y juegos musicales, su cómica bruja con sus monstruosos hábitos alimenticios y sus apariciones sobrenaturales, culminando en la secuencia del ‘Sueño Pantomima’ que, en las producciones tradicionales, hace salir al escenario catorce ángeles que descienden una escalera para vigilar el sueño nocturno de los niños en el bosque. Por otra parte, los adultos probablemente subrayarán la rica orquestación y la sutil armonía de Humperdinck, su consistente y fuerte invención melódica nacida de la complejidad wagneriana u vecina de la exuberancia y la liviandad de Johann Strauss.
Los hermanos Jacob Ludwig (1785-1863) y Wilhelm Carl Grimm (1786-1859) fueron unos distinguidos académicos alemanes y pioneros del folclorismo. Publicaron una importante serie de volúmenes sobre gramática, vocabulario y usos de la lengua germana, pero su obra más famosa era la colección de cuentos para niños de 1812, que se ha postergado hasta nuestros días generación tras generación con el sobrenombre de Cuentos de los hermanos Grimm. Antes de ellos sólo se había publicado un pequeño número de cuentos de hadas en cualquier idioma, pero el éxito de su versión animó a muchos colectores a reunir otros cuentos por toda Europa, dejándolos impresos para la posteridad y dando pie a un género literario nuevo y de gran influencia.
Un famoso cuento de los hermanos Grimm
Hansel and Gretel apareció en una de las primeras ediciones de estos cuentos. Es una historia más cruel incluso que la adaptación que hizo la hermana de Humperdinck, Adelheid Wette, para el compositor alemán. El padre y la madre de Hansel y Gretel son tan pobres que acuerdan dejar que sus hijos se pierdan en el bosque para tener el suficiente alimento para ellos comer. Es a la madre a quien se le viene a la cabeza esta idea y convence a su esposo.
La inteligencia de Hansel salva a él y a su hermana en un primer momento, al arrojar pequeños guijarros por el camino para reconocer el camino de vuelta, pero más adelante utiliza miguitas de pan, que los pájaros se comen. Perdidos completamente, descubren la casa de la bruja y su dueña, y la despachan más o menos como en la ópera, se las apañan para encontrar el camino de vuelta a casa y encuentran que su madre, o madrastra según la versión del cuento, ha fallecido mientras tanto.
Esta extraña ligazón psicológica entre la madrastra y la bruja se ve reforzada en la ópera con el hábito de encarnar ambos papeles la misma cantante, aunque no eran las verdaderas intenciones de Humperdinck. Otra tradición interpretativa, especialmente común en Alemania, es la de dejar el papel de la bruja a un tenor disfrazado. Pero la versión del cuento operístico no sólo permite a Gertrud, la madre, seguir viva sino que incluso reunirse finalmente con gran regocijo con sus niños, confiriendo al final una calidez emocional que no difiere en profundidad con el cuento de los Grimm pero que le asegura mayor popularidad a la ópera.
Un nuevo género musical bajo el prisma wagneriano
De entre los más célebres cuentos de hadas llevados a la música escénica puede señalarse como caso más recurrente a lo largo de la historia de la música La cenicienta de Charles Perrault. En el campo de las artes coreográficas hay dos grandes obras inspiradas en él, una es el famoso ballet La cenicienta con música de Serguéi Prokofiev y la otra, un tanto menos conocida, el ballet también titulado La cenicienta cuya partitura fue escrita por Johann Strauss hijo y completada por Josef Bayer.
Sirve el mismo título en cuanto a materia operística para La cenerentola de Gioacchino Rossini y Cendrillón de Jules Massenet, y se puede afinar más con el mismo cuento en formato de ópera de cámara de Pauline Viardot. Dichas óperas tratan el cuento con bastantes diferencias sustanciales en cuanto al tratamiento de situaciones y personajes. Se pueden seguir apuntando más fábulas de Perrault, como La bella durmiente, otro de los célebres cuentos de hadas que ha alimentado la inspiración de la música para la escena. Se tiene aquí el ballet La bella durmiente con música de Tchaikovski, y posteriormente una breve y muy poco divulgada ópera de Ottorino Respighi titulada La bella durmiente en el bosque. Ni que decir tiene la cantidad de obras que ha inspirado por su parte La sirenita de Hans Christian Andersen y muchos otros cuentos de los mencionados Hermanos Grimm.
No obstante, se podría afirmar que la ópera de Humperdinck pertenece a una subcategoría de ópera alemana llamada Märchenopern u ‘ópera de cuentos de hadas’. La novedosa tradición se desarrolló con el despertar del interés en el folclore o los cuentos de hadas iniciado por los hermanos Grimm, y alcanzó su máximo esplendor en el cambio de siglo. Un notable número de compositores se especializó en el género, con Humperdinck a la cabeza, quien también visitó a los hermanos Grimm para Die sieben Geislein (Los siete críos) en 1895, pasó por la colección de cuentos del francés Perrault para su Bella Durmiente en 1902, y utilizó también un cuento inventado de Ernst Rosmer, seudónimo de la dramaturga Else Bernstein-Porges, quien sobrevivió al campo de concentración de Terezin, para sus Königskinder (los hijos del rey) en 1910.
El otro mayor exponente en este género de fábula fue, claramente influenciado por Humperdinck, el hijo de Richard Wagner, Siegfried (1869-1930), de cuyas dieciocho óperas puede considerarse cierto número como Märchenopern, un género que permitía tratar fantásticamente complicados asuntos morales y emotivos, como ocurre en su ópera Schwarzschwanenreich (el reino del cisne negro) de 1910 o en Friedensengel (el ángel de la paz) de cuatro años más tarde y en las que encontró su valiosa voz individual.
Originalmente, Adelheid Wette solicitó a su hermano una mera serie de musicalizaciones de canciones para una obra teatral basada en Hansel y Gretel, así algunos de los pasajes más simples de la ópera, incluyendo los que presentan puras canciones populares, reflejan estos inicios. Posteriormente, la obra se extendió a la forma de singspiel, ópera con diálogos.
El proyecto final, como ocurriría de forma similar con su otra ópera Königskinder, se convirtió en una expansión total hacia una ópera, con sustanciales secciones orquestales. Tanta destreza poseen las transiciones orquestales de Humpedinck que no se atisban donde están los añadidos y remedos, toda una obra maestra, tal y como la percibía el compositor Richard Strauss, genio magistral que sabía lo que se decía. Finalmente, el resultado es altamente consistente.
Pero el verdadero logro de Humperdinck en Hansel y Gretel es, ante todo, la sencillez de planteamiento en la partitura frente a posibles complejidades que a priori pudiera encontrar el espectador ante el acervo musical de su autor. Escuchar en sus páginas una música sinfónica de tanta calidad, que para bien o para mal hace incomprensible buena parte del texto, contradice el inveterado concepto actual de la obra musical infantil.
A pesar de todas las objeciones particulares aparentemente previstas por el melómano más reticente, es una obra brillante, llena de melodías que se desarrollan con facilidad y naturalidad, llena de armonías expresivas, de ritmos vivos y variados y con una instrumentación muy rica, redundando en una música descriptiva de una excepcional perfección. Así destacan números como la mágica ‘Obertura’, una reunión de temas soberbiamente contraída, la ‘Danza Dúo’ del acto primero, tan fresca y viva, la encantadora ‘Plegaria Vespertina’ y la sucesiva ‘Pantomima del Sueño’ en el segundo, el breve ‘Preludio’ del Tercero, la alegría musicalizada del momento en que los protagonistas acaban con la Bruja y la cuarta escena, en que los niños de pan de jengibre vuelven a ser humanos, concluyendo en la feliz reunión de los niños con sus padres.
Dado el carácter de la ópera, se antoja claramente que la interpretación del dúo protagonista habría de estar a cargo de dos niños de más edad, pero surge inmediatamente la pregunta en torno a qué voces infantiles puede existir que sean capaces de superar semejantes dificultades musicales y tengan la fuerza suficiente para hacerse oír por encima de una orquesta ampliamente wagneriana. Por lo tanto, suelen ser dos voces femeninas las que encarnan los papeles de los malogrados protagonistas. Ésta es en la práctica la única posibilidad, pero difícilmente se puede considerar la solución ideal.