Por Carlos Gustavo Duarte Vila
Realicé mis estudios con el clarinete soprano y no me encontré con el clarinete bajo hasta que mi actividad profesional me ofreció la oportunidad de tocarlo y descubrir así que era el instrumento de la familia con el que tenía más afinidad. En España no existe la posibilidad, como en Bélgica y Holanda, de titularse en clarinete bajo, en los conservatorios superiores se estudia como instrumento afín al clarinete soprano.
La sonoridad del clarinete bajo es amplia y profunda, yo diría que majestuosa. Para mí su principal peculiaridad es la riqueza tímbrica, lo que le permite, siempre desde la nobleza, una gran versatilidad. El clarinete bajo es capaz de tocar en un pianísimo casi inaudible con la máxima dulzura y automáticamente encarnar el carácter más agresivo con un gran volumen sonoro. La articulación también es muy versátil y puede ser sorprendentemente ligera. Nuestro instrumento es capaz de tocar hasta cinco octavas, lo que le proporciona inmensas posibilidades interpretativas. Además, posee una agilidad comparable a la del clarinete soprano, lo que le permite abordar pasajes de gran virtuosismo.
La familia del clarinete es muy amplia. Existen clarinetes con muchas afinaciones que se ordenan según su tesitura, de más agudo a más grave. Los que se usan habitualmente en la orquesta son el clarinete soprano agudo o “requinto” en Mi bemol, los sopranos en Si bemol (que es el más conocido de la familia) y La y el clarinete bajo en Si bemol. En algunas obras como el Réquiem de Mozart se usa el corno di bassetto afinado en Fa, y en alguna ocasión he tenido la oportunidad de tocar el clarinete contrabajo en Si bemol, un instrumento gigantesco que suena una octava grave del clarinete bajo.
Aunque existen varios modelos y constructores anteriores, el instrumento presentado por Adolphe Sax en 1838 se reconoce como el clarinete bajo moderno. Si miramos a la orquesta de frente, desde el puesto del director, el clarinete bajo se ubica en el extremo izquierdo de la fila formada por fagotes y clarinetes, justo detrás del flautín.
El clarinete bajo es un instrumento de la familia de viento madera, construido en madera de ébano o de granadillo. Se compone de campana, cuerpo inferior, cuerpo superior, tudel y boquilla. En la boquilla se aloja la lengüeta simple, que al entrar en vibración por la acción de la columna de aire, produce el sonido. El clarinete bajo posee una longitud de 1,4 metros, el doble que el clarinete soprano, por lo que para que sea practicable, hay que curvarlo. Estas curvas se realizan en la campana y el tudel, que por esta razón son metálicos. El modelo que llega hasta el Do grave cuenta con 24 llaves.
Antes de tocar este instrumento, recomendaría realizar un buen calentamiento de los músculos faciales, brazos y cuello y estirarlos al terminar, ya que son las zonas del cuerpo que más sufren con la práctica.
El mantenimiento básico más importante es el proceder a un buen secado tras su uso, además es conveniente manejarlo con cuidado, apoyándolo en el suelo sin golpearlo para permitir que sus largas llaves y complejo mecanismo conserven su ajuste. Siempre hay que estar atentos al estado de corchos, fieltros y zapatillas, que son partes que con el paso del tiempo sufren desgaste, y al ajuste del mecanismo.
Tengo especialidad debilidad por los roles de clarinete bajo en la música de Shostakóvich. El gran solo de su Sinfonía n.º 7 “Leningrado” o el del Concierto para violín n.º 1. Por supuesto existen muchos más: Strauss, Wagner, Mahler y un largo etcétera.
Debido a la juventud del instrumento y al poco tiempo que lleva realmente ejerciendo como instrumento solista, no existe ninguna obra reconocida como el “gran concierto” para clarinete bajo y orquesta. Habría que dirigirse al repertorio contemporáneo para encontrar las piezas que ponen al límite las capacidades del clarinete bajo. Para mí son muy especiales el Pierrot lunaire de Arnold Schoenberg y el sexteto Mládí de Leos Janacek.
Es un instrumento con un timbre muy especial que puede dar juego en un contexto de jazz o de rock además de la orquesta sinfónica, de hecho se prodiga mucho en estos repertorios, no hay más que acercarse a la discografía del virtuoso Eric Dolphy.
Para mí ser solista de la Orquesta Sinfónica RTVE es un privilegio, por la inmensa calidad de la agrupación, por el repertorio que se interpreta, en el que el clarinete bajo está muy presente pero, sobre todo, por formar parte del conjunto, que a través de los medios que RTVE pone a nuestro servicio, lleva la música a todos los hogares.
Mis compañeros son Miguel Espejo y Javier Martínez, que además de excelentes intérpretes son grandes amigos.
La anécdota de este instrumento que recuerdo con más cariño sucedió en la Primera Convención Mundial de clarinete bajo de Rotterdam en 2005 y lo que ocurrió es que mi admirado Giora Feidman utilizó mi clarinete bajo para probar una pieza y después tuvimos una charla muy agradable.
Si tuviera que elegir un referente o clarinetista en la órbita del clarinete bajo por supuesto tengo que nombrar a Josef Horàk, que fue el primero que dio la categoría de solista a nuestro instrumento y fue dedicatario de casi 600 obras. De los actuales, mi debilidad es Giora Feidman, por convertir al clarinete en su propia voz y, por supuesto, el maestro Yehuda Gilad, que siempre me sorprende por su profundo conocimiento de la música y sensibilidad.
Aprovecho también para dar las gracias a todos mis maestros, en especial a José Vicente Herrera, clarinete solista de la Orquesta de Valencia, que ha tenido una profunda influencia en mi forma de entender la música.