Este artículo trata acerca de cuatro grandes violinistas, por desgracia no lo suficientemente reconocidas en la actualidad, que inspiraron la esencia de algunas de las obras maestras más representativas del repertorio escrito para el violín del siglo XX: la británica Marie Hall, las húngaras Stefi Geyer y Jelly d’Aranyi y la francesa Ginette Neveu.
Por David Otero Aragoneses
Marie Hall
Destaca por ser la dedicataria de la obra The Lark Ascending, la más representativa y conocida de Vaughan Williams. Esta gran intérprete nació el 8 de abril de 1884 en Newcastle-on-Tyne, Inglaterra. Recibió sus primeras lecciones de su padre, que era arpista en una compañía de ópera. Cuando tenía 9 años, Emile Sauret (1852-1920) la escuchó tocar, pero sus padres no siguieron su consejo respecto a enviarla a estudiar a la Royal Academy of Music de Londres. Hall continuó estudiando violín bajo la dirección de varios maestros bien conocidos, August Wilhelmj en Londres en 1896, Max Mossel en Birmingham en 1898 y el profesor Kruse en 1900 en Londres. En 1901, según el consejo de Jan Kubelík (1880-1940), fue a estudiar con el reputado maestro Otakar Sevcík (1852-1934) en Praga. Hall se presentó como solista en dicha ciudad en noviembre 1902, en Viena en enero 1903, y realizó su debut oficial en Londres el 16 de febrero 1903, cuando contaba 19 años, en St. James Hall.
A pesar de que no era muy poderosa físicamente, Hall demostró ser lo bastante resistente como para participar en largas giras por Europa, Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá y Australia, y realizar rigurosos programas sin que aparecieran nunca en ella los signos propios de la fatiga que conllevaba efectuar tamaño esfuerzo físico frente a una orquesta sinfónica. Como intérprete, según los testimonios de quienes la pudieron escuchar, Hall poseía una técnica espléndida, un hermoso sonido y una excelente musicalidad. En 1911 Hall se casó con su mánager, Edward Baring, estableciéndose en Cheltenham en la gran villa victoriana Inveresk, donde criaron una hija en común, Pauline.
Sin renunciar en absoluto a su carrera musical tras el matrimonio, grabó en 1916 una versión abreviada del Concierto para violín y orquesta en Si menor de Sir EdwardElgar bajo la dirección del propio compositor. Debido a las limitaciones técnicas de la grabación en ese momento, la partitura tuvo que ser recortada por Elgar para que la misma encajara en los rudimentarios discos de la incipiente tecnología musical de la época.
Hall fue descrita por sus coetáneos como ‘una mujer encantadora, muy menuda, pero alegre y con un gran sentido del humor. También era extremadamente generosa’. Ralph Vaughan Williams (1872-1958) completó su célebre obra para violín y orquesta Lark Ascending (El ascenso de la alondra) con la inestimable ayuda de Hall, dedicándosela a ella en agradecimiento. Las primeras actuaciones públicas de dicha obra fueron realizadas con la reducción orquestal para violín y piano en un concierto de la Sociedad Coral de Avonmouth y Shirehampton el 15 de diciembre de 1920. La versión original para violín y orquesta sería también estrenada por la violinista en el Queen’s Hall con la orquesta sinfónica británica con Adrian Boult a la batuta, el 14 de junio de 1921.
Falleció en Cheltenham, Inglaterra, el 11 de noviembre de 1956 con 72 años. Su violín Stradivarius, construido en 1709 —datado de la época dorada del célebre lutier de Cremona— vino a denominarse desde entonces como el ‘Marie Hall Stradivarius’.
Stefi Geyer
Inspiradora del magnífico primer Concierto para violín de Bartók, esta interesantísima violinista nació en Budapest, Hungría, el 28 de junio de 1888. Hija de un médico del cuerpo de policía que tocaba el violín, finalmente estudió dicho instrumento en la Academia de Budapest con Jenö Hubay (1858-1937), alumno directo del famoso violinista húngaro Joseph Joachim.
Geyer fue durante un tiempo el objeto de pasión platónica por parte de Béla Bartók (1881-1945), quien escribió su Concierto para violín núm. 1 para ella, de una forma prácticamente programática —como una auténtica declaración de amor apasionada y casi desgarrada— en 1907, pero no sería publicado hasta después de que ambos fallecieran.
El tema inicial del primer movimiento de dicha obra contiene las siglas del nombre de la intérprete en la voz sin acompañamiento del violín, con la incorporación paulatina de toda la orquesta: C#-E-G#-B# (Do sostenido-Mi natural-Sol sostenido-Si sostenido). Aparentemente Geyer no correspondió, en absoluto, a los sentimientos amorosos por parte de este eminente autor y rechazó también interpretar su concierto, que más tarde sería ampliamente difundido por el gran violinista ruso David Oistrakh (1908-1974), que logró introducirlo dentro del canon musical.
Otras obras dedicadas para Geyer fueron escritas por Othmar Schoeck —quien también estuvo enamorado de ella—, con la Sonata para violín opus 16 (1908-9) y su Concierto para violín y orquesta opus 21 (1911-12). También colaboró con Willy Burkhard, concretamente en su Concierto para violín núm. 2 opus 69, de 1943, y con Schulthess —Concertino opus 7, de 1921—.
De 1911 a 1919 vivió en Viena, ciudad donde contrajo matrimonio con el abogado Erwin Jung, quien murió a consecuencia de la llamada Gripe Española, pandemia coincidente con la I Guerra Mundial (que tanto recuerda a la pandemia de la COVID-19), la cual diezmó a un porcentaje muy elevado de la población, tanto civil como combatiente.
Posteriormente la intérprete se instaló en Zúrich, donde en 1920 se casó con el compositor y pianista Walter Schulthess. Efectuó a su vez numerosas giras de conciertos e impartió clases magistrales en el Conservatorio de Zúrich de 1923 a 1953.
Como intérprete, Geyer obtuvo el reconocimiento de los críticos por poseer una técnica asombrosa, un sonido mórbido, así como un noble estilo que la caracterizaba. En 1927 interpretó la parte de violín solista durante el estreno del Concierto de cámara de Alban Berg, en Berlín. Después de 1941 fue solista del Collegium Musicum de Zürich, dirigido por Paul Sacher. Existen algunas grabaciones que registraron su forma de interpretar al violín, disponibles, en su versión original, en algunas plataformas de internet. Falleció en Zúrich el 11 de diciembre de 1956, con 68 años.
Jelly d’Aranay
Se trata de la talentosísima violinista para quien Ravel escribió su celebérrima Tzigane para violín y orquesta. Nacida en Budapest el 30 de mayo de 1895, era bisnieta del celebérrimo violinista Joseph Joachim (1831-1907) y hermana de la también violinista Adila Fachiri (1889-1962).
Comenzó sus estudios como pianista, pero en 1903 acudió a la Real Academia Nacional Húngara de Budapest para estudiar violín con Grunfeld y más tarde con Jenö Hubay (1858-1937). Su carrera comenzó en 1908 con una serie de recitales conjuntos en Viena y en otras grandes capitales musicales, en colaboración con su propia hermana.
Así, en 1909 efectuaron una gira por Inglaterra que tuvo una excelente acogida y se establecieron allí cuatro años más tarde, llegando a ser bien conocidas por su interpretación del Doble concierto de violín de Bach, que también grabaron. En ocasiones memorables, ella y Béla Bartók (1881-1945) ofrecieron recitales de música de cámara, interpretando juntos las sonatas escritas por el compositor húngaro en Londres y París. Ambas sonatas para violín fueron dedicadas a su hermana, Adila Fachiri. Sin embargo, fueron Jelly y Bartók los que finalmente se encargaron de estrenar sendas obras en Londres —en marzo de 1922 (la núm. 1) y en mayo de 1923 (la núm. 2), respectivamente—. Bartók se sintió profundamente atraído por Jelly, pero la violinista terminó negándose a entablar relación con él, más allá de la estrictamente profesional en los ensayos, porque se sentía incómoda por el interés sentimental del autor.
Jelly tuvo una trágica vida amorosa —truncada por el signo de su tiempo— con Frederick Septimus Kelly, un atleta olímpico australiano (también era pianista y compositor) que murió como combatiente durante el transcurso de la I Guerra Mundial.
Sin embargo, profesionalmente logró ser reconocida como una excelente intérprete de música clásica, romántica y moderna. Después de que, durante el transcurso de una velada, D’Aranyi hubiera interpretado música de violín ‘zíngara’ a petición del compositor francés Maurice Ravel (1875-1937), este eminente autor le dedicó su célebre composición: Tzigane, inspirada directamente por la forma de tocar de Jelly. Su estilo al violín estaba basado en los violinistas gitanos, tan característicos de Hungría, que tanto gustaron a compositores románticos como Franz Liszt o el mismo Johannes Brahms. Este último fue amigo íntimo del violinista Joseph Joaquim.
Ralph Vaughan Williams (1872-1958) también le dedicó a Jelly d’Aranyi su Concerto académico. El Doble concierto para dos violines de Gustav Holst fue escrito para las dos hermanas Jelly y Adila. El Cuarteto de cuerdas D’Aranyi fue nombrado en su honor e incluía a su hermana Adila, a la violista —y también compositora— Rebecca Clarke (1886-1979) y a la violonchelista Guilhermina Suggia (1888-1950). Hay numerosas grabaciones que muestran su estilo valiente, apasionado y pleno de la bravura romántica, heredada de Joaquim, en sus interpretaciones.
Ginette Neveu
Fue la clamorosa ganadora del primer premio en el primer certamen de violín Wieniawski celebrado en 1935 en Varsovia —por delante del mismísimo David Oistrakh, considerado por muchas voces como el mejor violinista del siglo XX—. Neveu falleció trágicamente con 30 años en un aciago accidente de avión de camino a EE. UU, donde iba a continuar su brillante carrera como concertista, tras el parón que supuso la interrupción forzada de cinco años por la II Guerra Mundial. Esta brillantísima violinista se hallaba entonces en la senda, sólidamente construida desde que era una niña, de convertirse en la más aclamada intérprete de dicho instrumento de todo el siglo XX. Una carrera, de unas dimensiones difíciles de calcular, truncada casi en su despegue.
Nacida el 11 de agosto de 1919 en París, la futura promesa musical comenzó sus clases de violín con 5 años bajo la supervisión materna. Neveu provenía de una familia con un poderoso arraigo musical: Charles-Marie Widor era su tío abuelo. Su propia madre, Marie Jeanne Ronze-Neveu, era profesora de violín, al mismo tiempo que una consumada violinista que se encargó de nutrir el desarrollo formativo de su hija, recurriendo a su propia red profesional para procurarle siempre los mejores maestros.
En octubre de 1930, Neveu realizó su debut como solista ante una orquesta interpretando el Concierto de violín en Mi menor de Felix Mendelssohn con 11 años.
Sus estudios de violín en el Conservatorio de París comenzaron en 1929 con la eminente figura del violinista, compositor y pedagogo de origen rumano, George Enescu (1881-1955). Ganó de este modo el primer premio de violín de dicho conservatorio en nueve meses, con 11 años, un logro que recuerda la gesta lograda también por los jóvenes virtuosos del violín Wieniawski o Kreisler.
Carl Flesch (1873-1944) quedó tan impresionado por el talento de Neveu que la invitó a estudiar con él en Alemania, donde era profesor de violín en el Conservatorio de Berlín. El célebre pedagogo, de origen húngaro, le ofreció una beca completa en dicho centro, donde ella estudió durante cuatro años bajo su sabia tutela. Esto procuró que le fuera posible a Ginette asistir a la competición de violín Wieniawski. Al conquistar dicho certamen, la violinista recogería los frutos de sus esfuerzos. Tras lograr dicha gesta, y aprovechando la publicidad que esta conllevaba, Neveu viajó por toda Europa y EE. UU. interpretando con gran asiduidad las obras más complejas del repertorio del violín, acompañada por las mejores orquestas y bajo la batuta de eminentes directores —Herbert von Karajan efectuó numerosos conciertos con la artista, a la que admiraba—. En el escenario, la violinista se transfiguraba en una estrella impresionante: delgada, de pelo y ojos oscuros; tenía la postura y el temperamento de un conquistador.
Para ella, la música no era una profesión, sino la auténtica misión a la que dedicó su vida, en cuerpo y alma. Era muy autocrítica en lo concerniente a las exigencias técnicas y musicales sobre sí misma, que llegaban a antojarse como casi irrazonables por lo elevadas que resultaban. Esta enorme artista se encontraba en constante búsqueda de la perfección técnica, siempre en pos de un elevado ideal de excelencia musical. Cuando se conoció la impactante noticia de su muerte, el chelista español Pablo Casals (1876-1973) escribió: ‘para mí, su interpretación siempre ha sido una de las mayores revelaciones musicales en toda mi trayectoria. A la perfección técnica, el equilibrio, y el gusto artístico, la artista añadía en su interpretación el fuego y el abandono que llenaban siempre sus interpretaciones con una gran riqueza’ (Pech, Kay, Women and the Violin A history of women violinists born before 1950, music written by women for the violin, and societal attitudes toward women violinists, Cerritos, California Revised edition, November 2014, p. 30.). Poulenc compuso su Sonata para violín y piano para ella (basada a su vez en un poema del poeta Federico García Lorca) reescribiendo el último movimiento, profundamente impresionado tras enterarse de la muerte de la intérprete.
Neveu interpretaba el violín, según los testimonios de sus coetáneos, con una pasión extraordinaria, pero sus interpretaciones estaban a su vez siempre bellamente controladas por un impecable sentido del estilo, mientras que su portentosa técnica instrumental estaba igualmente al servicio de sus enormes autoexigencias musicales. Sus grabaciones del concierto de Brahms y, muy particularmente, del de Sibelius, siguen siendo unas referencias sobresalientes —si bien aún no lo suficientemente conocidas ni reconocidas por la mayoría de los propios músicos—. Su fallecimiento constituyó sin duda una tragedia devastadora para la historia de las mujeres violinistas en el panorama musical occidental.
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