Granados diría a su amigo Malats estas hermosas palabras: ‘Me enamoré de la psicología de Goya, de su paleta, de él y de la duquesa de Alba, de sus modelos, de sus pendencias, amores y requiebros. Aquel blanco de las mejillas, contrastando con blondas y terciopelo negro con alamares; aquellos cuerpos de cinturas cimbreantes, manos de nácar y jazmín posadas sobre azabaches, me han trastornado’. Goyescas (tanto la suite pianística como la ópera), atestiguan el amor profundo que Enrique Granados profesaba hacia la España retratada por Goya.
Por Félix Ardanaz
Esta obra clave del género lírico español será representada junto con Gianni Schicchi de Puccini, dos óperas breves que fueron estrenadas en el Metropolitan Opera House de Nueva York, con tan solo dos años de diferencia. Una ópera cómica y mordaz dirigida escénicamente por Woody Allen en el caso de Gianni Schicchi, y una historia de amor y muerte con final trágico en el caso de Goyescas: un binomio de antagonismos que promete ser muy afortunado y que será sin duda un broche de oro en la brillante temporada del Teatro Real.
El itinerario lírico de Granados
Enrique Granados (1867-1916) compuso la ópera Goyescas, último de sus trabajos dedicado al género lírico, entre 1914 y 1916. Le habían precedido una serie de obras que hoy son muy poco representadas, pero que muestran los constantes intentos por parte de Granados de crear un teatro musical con tintes sumamente personales, envuelto en el ambiente intelectual del modernismo catalán. Ha de tenerse en cuenta que cinco de sus óperas se basaron en el libreto de Apelse Mestres, un literato catalán cuya obra se enmarcaba en esta corriente profundamente vanguardista. Con anterioridad a Goyescas, Granados había compuesto María del Carmen (1898), una intriga de amor con tintes claramente nacionalistas; el drama histórico Petrarca (1899-1900); Follet (1903), una ópera bastante ambiciosa y que presenta números prestados del repertorio del folclore musical catalán; las dos operetas Picarol (1901) y Gaziel (1906); y finalmente Liliana (1911), una especie de mezcla entre el ballet, el melodrama y la opereta, que se sustenta sobre un tema eminentemente fantástico y de talante romántico.
Goyescas corona este original itinerario creativo de Granados en lo vocal, y se convertiría ciertamente en su ópera más significativa. La génesis de Goyescas es bastante singular, ya que deriva directamente de la suite para piano homónima, que el compositor escribió en 1911. En el 1914, siguiendo el consejo del músico americano Ernest Schelling, Granados elaboró un guión operístico tomando como base la citada suite pianística, con libreto de Fernando Periquet, quien encontraría el modo de adaptar el texto a la música ya escrita.
La inspiración pictórica
El ciclo consiste en siete ‘pinturas sonoras’ inspiradas directamente en una serie de cuadros de Goya expuestos en el Museo del Prado. Por ello, la suite pianística de Goyescas puede ser considerada en justicia como una especie de escena lírica en miniatura para el instrumento, donde prevalece una escritura a caballo entre la influencia impresionista y los modismos idiomáticos del folclore musical español. En esta ópera, claramente impregnada en el sabor costumbrista que mana de los cuadros de Goya, conviven magistralmente la sensualidad amorosa con el imaginario en torno a la muerte. La gracia y la elegancia tan características de la escritura de Granados son dos ingredientes omnipresentes a lo largo de la práctica totalidad del ciclo y, por otro lado, su sutil capacidad de crear una especie de boceto musical dividido en distintos cuadros, evoca magistralmente la atmósfera popular que el genio de Goya supo inmortalizar en sus pinturas. Para poder utilizar en el campo operístico estos materiales, el libretista y el compositor trabajaron conjuntamente para crear un texto poético impregnado del color local hispanizante.
Estilo y argumento
El estreno absoluto de Goyescas estaba previsto en primera instancia en la Ópera de París, pero el advenimiento de la Primera Guerra Mundial decretó la cancelación. La ópera fue entonces propuesta por Schelling al Teatro Metropolitan de Nueva York, donde se estrenó el 28 de enero de 1916, logrando un arrollador éxito.
Podría decirse que la ópera se basa en un típico drama vinculado al estilo verista, dado el enfoque eminentemente realista y popular de la historia. Todo gira en torno a un cuadrilátero de personajes, dos mujeres y dos hombres (Rosario, Pepa, Paquiro y Fernando), que van hilvanando paulatinamente un irredimible conflicto pasional. El mismo culminará en el duelo final, en el curso del cual Fernando muere en manos de Paquiro. En toda la partitura Granados reutiliza con habilidad la propia música pianística, reorquestándola con una gran sensibilidad rítmica y armónica, y encontrando en todo momento el modo adecuado de caracterizar teatralmente las situaciones dramáticas de la historia.
La acción puede situarse en Madrid en el año 1800, es decir, la propia época del pintor Francisco de Goya y Lucientes. La ópera queda dividida en tres cuadros separados por el celebérrimo Intermezzo:
Primer cuadro: en este primer cuadro tienen lugar tres números famosos (El pelele, La calesa y Los requiebros). Se celebra en Madrid una fiesta en las orillas del río Manzanares, al lado de la Ermita de San Antonio de la Florida. Reina un ambiente festivo, marcado por los niños jugando y la España de majas y majos que se divierten manteando un pelele. El majo Paquiro se divierte flirteando con todas las mujeres que encuentra. Pepa, su pareja, entra en escena y es aclamada por todos los allí presentes, dada su popularidad social. Paquiro y Pepa se declaran públicamente su amor recíproco.
Al poco, aparece Rosario, una dama de la alta sociedad que viene en busca de su amante Fernando, oficial del ejército real. Paquiro rememora con nostalgia viejos tiempos en los que Rosario era su novia. Seducido una vez más por su aura aristocrática, le propone un reencuentro. Fernando escucha sus palabras y Rosario ha de calmarle, prometiéndole fidelidad. Por otro lado, Pepa trama, muerta de celos, una venganza contra Rosario.
Intermedio: probablemente el número más célebre de toda la ópera, ubicado entre el primer y el segundo cuadro. La fascinante melodía del violonchelo solista transmite un sentimiento a la vez nostálgico y fuertemente enraizado en el folclore español (El baile de Candil, sans titre y El Fandango). En el patio del local conocido como ‘El candil’, se baila un fandango al son de una guitarra en un ambiente nocturno. Rosario y Fernando irrumpen y este ultimo se comporta de modo arrogante, lo que enoja a Paquiro. Por su parte, Pepa se enfrenta sutilmente a Rosario. La situación se torna más tensa paulatinamente y Fernando termina retando a duelo a Paquito cerca de la casa de Rosario, y esta termina desmayándose. Fernando la acompaña a casa y el fandango vuelve a sonar.
Tercer cuadro: (La maja y el ruiseñor, Dúo de amor y El amor y la muerte). Un poético preludio introduce la escena de un jardín palaciego madrileño, en la villa de Rosario. Los trinos del ruiseñor acompañan el canto nocturno de esta. Aparece entonces Fernando y en la alcoba de los aposentos de Rosario, los dos se declaran amor sincero, justo antes de que se inicie el duelo. Fernando se aleja y Rosario presiente un final funesto. Se decide a seguir a Fernando para disuadirle de la idea de participar en el duelo, pero ya es demasiado tarde: Rosario termina arrastrando a casa a su maltrecho amado, que muere al poco entre sus brazos.
La figura de Granados: el amor y la muerte
Como persona y como músico, quizás la palabra ‘romántico’ sea la que mejor defina a Enrique Granados, en el sentido decimonónico de la palabra. Sus fotografías dan fe de su porte de catalán aristócrata, en cierto sentido anclado en un pasado idealizado (el inicio del siglo XIX), anterior a su nacimiento. Las innovaciones de las vanguardias más radicales del cambio de siglo no tuvieron cabida en la producción de Granados, razón por la que algunos han calificado su obra de conservadora o paseísta.
Sin embargo, si bien Granados no introduce un giro copernicano a nivel armónico o formal, supo plasmar en su música la esencia de una época y de un país: la de la España de principios del siglo XIX, más doméstica que cosmopolita, habitada por majas y majos, peleles manteados, abanicos e intrigas amorosas. Esa España es la que es magistralmente pintada en Goyescas, a la postre inspirada en las geniales pinturas costumbristas de Goya. Granados manifestaría su admiración por Goya con estas palabras que diría a Jacques Gallois: ‘Goya es el genio representativo de España. A la entrada del Museo del Prado de Madrid, su estatua se impone a la vista en primer lugar. Veo en ello una enseñanza: el ejemplo de esta bella figura nos exhorta a contribuir a la grandeza de nuestro país. Las obras maestras de Goya lo inmortalizaron al exaltar nuestra vida nacional. Subordino mi inspiración a la del hombre que ha sabido traducir tan perfectamente los actos y momentos característicos del pueblo español’.
No sería aventurado decir que la suite para piano Goyescas es, junto con la titánica Suite Iberia de Albéniz, una obra magna ineludible del pianismo ibérico. Aunque Goyescas parece una obra en cierto sentido más tradicional que Iberia, Granados se atrevió a sumergirse en una hazaña de grandes dimensiones que Albéniz no llegaría a contemplar: traducir su obra estrella para piano en una ópera. Se impuso, en tal caso, la necesidad de aplicar un procedimiento contrario al habitual: en lugar de partir del libreto, se adaptó éste a una música preconcebida.
Este ser romántico que fue Granados encontró una muerte trágica, a la altura del tono lúgubre que invade el final de esta obra. El 24 de marzo de 1916, el compositor tomó el barco ‘Sussez’ en la localidad inglesa de Folkestone. Un submarino alemán lanzó un torpedo que mató a unas cincuenta personas. Ante el pánico de la situación, Enrique Granados y Amparo acabando muriendo ahogados, el primero intentando salvar a su amada. Amor y muerte: he aquí el final de Goyescas y, a la postre, el final de su genial compositor.
[…] ni empezada), todas en inglés. El trío de ases lo completaría Granados con María del Carmen y Goyescas, de quien Miriam Perandones también nos dio una conferencia en el anterior ciclo de La […]