Contemporáneo de Rossini y Bellini, el creador de L’elisir d’amore, Gaetano Donizetti —nacido en Bergamo en 1797 y fallecido en 1848 con tan solo 51 años—, fue uno de los mayores compositores de ópera de todos los tiempos. Donizetti fue tutelado por Simon Mayr, quien se convertiría en su mentor, consejero y a quien nuestro bergamasco le expresó siempre su devoción, llegando a referirse a él como su segundo padre. Cuando Donizetti inició su carrera operística, el bel canto italiano dominaba la escena, las líneas melódicas claras, con abundante decoración y ornamentación, formaban parte del estilo imperante de la primera mitad del siglo XIX.
Por Fabiana Sans Arcílagos
Rossini era el compositor de moda. Se puede decir que él fue el gran constructor de la ópera de esos tiempos, no solo por remodelarla o revitalizarla, sino por establecer las directrices tanto para el género bufo como para el serio, normas que generalmente eran repetidas por sus contemporáneos. Pero Donizetti tenía su estilo propio, su música se conoce por su belleza melódica, por su orquestación simple pero hábil, y unas líneas vocales exquisitas.
En 1832 Donizetti ya era un músico reconocido en los círculos artísticos europeos, aunque esto no aseguraba el éxito de todas sus obras. Tal es el caso, que vivió un fiasco con Ugo, conte di Parigi, estrenada en el Teatro de la Scala en Milán, a la que la crítica no perdonó, a pesar de haberse cambiado su libreto para complacer a los censores. Esta se mantuvo en cartelera durante cinco días.
Tras la decepción, el compositor se animó en aceptar el nuevo encargo que le hacía el empresario del Teatro della Canobbiana, Alessandro Lanari. Lanari había prometido una nueva ópera para la temporada de primavera de 1832, pero dos meses antes del inicio de las presentaciones, Giovanni Pacini —a quien la habían encargado la obra a estrenar— se desentendió y se quedó el empresario sin estreno.
Por esto, le confió a Donizetti la tarea de una nueva composición y este, a su vez, confió en uno de los más destacados libretistas del momento, Felice Romani, quien había sido escritor de su primer gran éxito Anna Bolena.
Contaban con muy poco tiempo y aceptaron el reto. Según la narración biográfica sobre la vida de Romani que escribió Emilia Branca, su viuda, músico y libretista realizaron la ópera en catorce días, aunque investigaciones recientes aseguran que realmente la realizaron en un mes.
A pesar de la creación in extremis de esta obra, el 12 de mayo de 1832 apareció en escena L’elisir d’amore, ‘la más alegre, la más delicada, la más graciosa, la ópera cómica más original que se haya escrito en italiano después del Barbero de Sevilla’.
La premura con que el músico necesitaba un argumento hizo que Romani se apresurara en recurrir a un libreto de gran éxito en esos días en Francia. Tomaron la idea de la ópera cómica La philtre, estrenada en París el 15 de junio de 1831, con libreto de Eugéne Scribe y música de Daniel-François Auber, quienes a su vez basaron su obra en Il filtro de Silvio Malaperta. Como dato anecdótico, tras el éxito que obtuvieron las dos óperas, en San Petersburgo se hizo un pastiche con ambas en alemán en 1836.
Entre los autores hubo una gran colaboración y relación, tanto que el músico llegó a tener influencia sobre el ánimo del libretista, como se puede leer en la biografía sobre Romani anteriormente comentada. En ella se cuenta que el compositor convenció al escritor para colocar la romanza ‘Una furtiva lacrima’.
Otra de las anécdotas relatadas es la referente a la creación musical de ‘Chiedi all’aura lusinghiera’, en la que Donizetti, que era esperado para cenar en casa de unos amigos, llegó sumamente tarde porque se entretuvo en casa de los Romani componiendo la parte melódica del dúo.
Pero, a pesar de que L’elisir d’amore es, sin duda, una de las óperas más representadas, el italiano tenía poca fe en ella, tanto es así que en una misiva escrita a su maestro Simone Mayr se deja ver que Donizetti no comprendía muy bien el éxito de esta obra ‘se escriben demasiadas maravillas de mi Elisir, ¡demasiadas, creedme, demasiadas!’. A pesar de las circunstancias, la ópera salió adelante con gran éxito; un total de treinta y dos representaciones fueron vistas en el teatro.
L’elisir d’amore de Gaetano Donizetti
El 12 de mayo de 1832 se estrena en el Teatro della Canobbiana L’elisir d’amore. Los primeros en darle voz a estos famosos personajes fueron: Sabine Heinefetter, prima donna alemana, en el rol de Adina; el tenor Giovanni Battista Genero en el papel de Nemorino, quien se llevó todas las ovaciones; Giuseppe Frezzolini representó a Dulcamara; y Henry-Bernard Debadie a Belcore.
Realizaron más de treinta representaciones con un éxito arrollador, lo que llamó la atención de críticos y compositores como Berlioz, quien asistió a una de las tantas funciones.
Este triunfo vio sus frutos nuevamente un año después, cuando se presentó por primera vez fuera de Italia. Así, llega L’elisir a Barcelona y se estrena en el Teatro Santa Cruz el 25 de mayo de 1833; tres meses más tarde, el 8 de agosto, la recibe el Teatro Príncipe de Madrid; un año después Lisboa y Berlín; continuó por Londres (1836) y Nueva York (1838), entre otros lugares.
Pero una de las representaciones más importantes que se han realizado de esta ópera ha sido la interpretada por el famoso Enrico Caruso en el rol de Nemorino, quien terminó considerando L’elisir como su amuleto, ya que este papel lo convirtió en leyenda.
Es curioso que el tenor napolitano fracasara estrepitosamente con este rol en su ciudad natal. En 1901 se presenta el L’elisir d’amore en el Teatro San Carlo de Nápoles, donde Caruso recibió diversas críticas y burlas; por este motivo, el cantante decidió no volver a presentarse en su ciudad natal y así lo cumplió durante toda su vida. Tres años más tarde (1904) en el estreno de la ópera de Donizetti en el Metropolitan Opera, Caruso entraría en la historia con este papel.
Otros cantantes que han destacado interpretando a Nemorino han sido Berniamino Gigli, Tito Schipa, Alfredo Kraus, Roberto Alagna, Juan Diego Flórez y Luciano Pavarotti —quien lo interpretaría cuarenta y nueve veces entre los años 1973 y 1998 en el Metropolitan Opera— y el navarro Julián Gayarre, quien minutos antes de interpretar el último acto de L’elisir en un teatro en Italia recibió un telegrama de España anunciándole la muerte de su madre.
Este salió a escena y al finalizar la famosa romanza no pudo contener las lágrimas; así fue aplaudido por un público entusiasmado y la crítica comentó que con el sentimiento de esa noche quien canto fue ‘el ruiseñor del Roncal’. Sobre esto, el tenor decía que nunca más cantaría como en esa noche que fue ayudado por su madre.
En otros roles, como Adina se recuerda a la famosa Adelina Patti, Bidú Sayão y Renata Scotto; y a los bajos Salvatore Baccaloni, Giuseppe Tadei y Ezio Pinza como Dulcamara.
Una lágrima no tan furtiva
Según las memorias de Felice Romani, el aria más famosa del melodrama fue un capricho del compositor italiano. A pesar que toda la ópera fue compuesta y escrita en tan breve espacio de tiempo, Donizetti estaba empecinado con esta romanza para tenor, ‘al fin de disfrutar de una música de cámara, que guardaba en su cartera, de la que estaba enamorado’.
Continúa el relato comentando que Romani se negó a colocarlo en un principio porque estaba fuera de lugar, ya que la escena que se estaba llevando a cabo era de alegría y festejo y esto rompería el esquema de la acción. Pero el compositor insistió y finalmente fue incluida en el acto.
‘Una furtiva lacrima’ es cantada durante la octava escena del segundo acto. Nemorino se percata de la lágrima que sale de los ojos de Adina, la mujer que ama. Él se da cuenta que su amada está celosa porque repentinamente atrae a las jóvenes del pueblo, pero lo que él no sabe es que el cortejo es por la herencia que acaba de obtener de su tío, aunque él se piensa que es por el elixir que ha bebido, que en realidad es vino de Burdeos vendido por Dulcamara.
La romanza es introducida por el fagot que actúa como solista acompañado del arpa y los pizzicatos de las cuerdas. Empieza el solo y va introduciendo algunos instrumentos de viento como clarinete, el corno inglés, oboe y flauta, quienes en ciertos casos doblan o hacen de eco a la melodía que lleva el fagot hasta el final de la pieza.
Actualmente esta romanza es el fragmento más esperado por el público y de mayor lucimiento de los tenores en esta ópera. Lo curioso es que siendo este el momento menos alegre de la ópera cómica sea el más esperado; aquí se denota la maestría de Donizetti en saber combinar los contrastes más paradójicos.
El elixir de Donizetti
En los primeros años del siglo XIX la música que predominaba en Italia era la de Rossini. Donizetti en sus primeros años como compositor se amoldó sin inconveniente a las «normas» estilísticas de su época, pero poco a poco la genialidad y las ganas de reformar este estilo rossiniano se dejaron ver, primero en sus comedias y posteriormente en la concepción general de su obra.
Es con Anna Bolena donde el bergamasco encuentra su estilo como compositor adquiriendo una marca personal. Con L’elisir d’amore perfecciona la comedia sentimental, y en sus obras posteriores explora y modifica ciertos aspectos, por ejemplo en la estructura de los dúos, un virtuosismo vocal cada vez más funcional y una orquestación más plena, con una armonía variada.
Como hemos dicho, el músico va insertando paulatinamente una marca muy personal en su obra. En L’elisir d’amore se deja ver primero la alta intervención del coro, característica que no era habitual en este tipo de ópera. El primer acto se inicia con el coro de campesinos, con la llegada de Dulcamara se vuelven a escuchar, en el festejo, al final y en muchas otras ocasiones, donde el coro está gestándose como un protagonista.
Especialmente reseñable es la caracterización musical de los personajes. Las partes de solistas contribuyen a definir la psicología de los intérpretes y el dramatismo de estos. Empecemos con Nemorino, figura para tenor lírico, al cual Donizetti dispuso una partitura sin grandes dificultades técnicas —su nota más alta es un la—. A pesar de esto, se necesita de un gran dominio de recursos expresivos de la voz para crear el clima sentimental que requiere un personaje tan particular.
Las apariciones en escena del protagonista suelen ser melancólicas, de desamor por el rechazo de Adina, o cuando está bajo los efectos del elixir. El personaje presenta desde el principio de la ópera un carácter nostálgico; su frase ‘Io sono sempre un idiota’ deja ver la poca autoestima del joven campesino. Pero, sin duda, su momento culminante es la romanza ‘Una furtiva lacrima’.
Adina es el personaje de mayor dificultad vocal; para su interpretación es necesaria una soprano lírica de coloratura. Su caracterización tiene muchos momentos de gran dificultad vocal, tanto por la frecuencia con la que el compositor recurre a ornamentos de tipo rossinianos como por las notas agudas. La cantante debe situar su voz en un punto intermedio entre la soprano ligera y la spinto, ya que el canto evoluciona con el ánimo de la historia.
Por su parte, Belcore es el personaje mas ‘odioso’ pero uno de los que representa la pareja bufa de barítono y bajo junto a Dulcamara. El sargento está convencido de ser un conquistador, pero no se da cuenta que Adina lo ha usado para darle celos a Nemorino. De sus intervenciones destaca la cavatina que lo presenta, el trío del acto primero o el dúo con Nemorino.
Donizzeti representó musicalmente esta fusión del tipo mediocre y creído con orgullo militar a través de melodías con poca inspiración y ritmos molestos, que contrastan con el lirismo y la hermosura de los temas en los otros personajes. Como hemos dicho, Belcore está caracterizado en ocasiones como bufo, y se deja ver por el contenido de lo que debe cantar: frases muy rimadas y lentas que se distancian del lirismo de los demás.
Finalmente Dulcamara completa el cuadro de los cuatro protagonistas. Es el personaje jocoso, el simpático, alegre, pero el que mete en aprietos a los protagonistas aunque permanece al margen de los problemas que ocasiona. La interpretación es para un bajo bufo —de voz no tan profunda pero que permite hacer todas las agilidades vocales que suelen acompañar a los papeles bufos—.
Se destaca el aria de su presentación, la que debe realizar en su mayor parte en parlante según indicaciones del mismo Donizetti, es decir, recitando sobre una misma nota, pero que debe enriquecer con adornos para evitar monotonía. Además debe saber desenvolverse a gusto en las escenas de rapidísimo canto silábico.
El argumento de L’elisir d’amore
Acto I
En un pequeño pueblo rural de Italia, en una época indeterminada, unos campesinos cansados por el arduo trabajo cantan a coro las ventajas de tener un descanso bien merecido. Entre ellos escondido está Nemorino, mozo melancólico e ingenuo que está enamorado Adina.
La chica exhibe indiferencia mientras lee un libro, el tema del mismo es de cómo Tristán conquistó a Isolda con un brebaje que la enamoró. Todos ríen a carcajadas por la historia, mientras Nemorino maravillado sueña con encontrar el elixir que enamore a su amada.
Hace entrada el sargento Belcore que corteja a Adina, esta invita al sargento y a sus solados a pasar al interior de la venta y descansar. Todos salen y queda Nemorino, que retiene a Adina, pero la joven dice estar cansada de tantos suspiros y le recuerda que su sitio está en la ciudad con su tío moribundo.
Aparece también en el pueblo el doctor Dulcamara, quien hace creer a los campesinos que es una persona de alcurnia y tiene en venta preparados que curan todos los males. Desesperado, Nemorino le pregunta si tiene el elixir que sirvió para enamorar a Isolda; Dulcamara lo engaña y le dice que sí tiene la pócima y que al tomarla su efecto actúa en veinticuatro horas.
Lo que no sabe el pobre chico es que su pócima no es más que una simple botella de vino de Burdeos. La seguridad que la botella —y su contenido— da a Nemorino, irrita aun más a Adina, que por despecho anuncia su inminente boda con Belcore. El acto finaliza con la desolación de Nemorino y la algarabía del pueblo y los novios.
Acto II
Una mesa llena de manjares está colocada para los novios. Se inicia la celebración entre Adina y Belcore; entre los invitados se encuentra Dulcamara, quien les ofrece cantar una barcarola junto a la novia, en agradecimiento a la generosa pareja. Al finalizar la canción, entre la algarabía, llega el notario para oficializar el compromiso.
Llega entonces Nemorino, quien buscaba al «doctor» para que le vendiera otro elixir —este mucho más potente— y así conquistar a su amada, que está a punto de casarse. Dulcamara al ver que el joven no tiene dinero le otorga unos minutos para que lo encuentre y así venderle su brebaje.
Mientras, Adina ha aplazado el matrimonio para la noche, y Belcore extrañado por la actitud de la joven se encuentra con Nemorino. Este le dice que necesita conseguir dinero y el sargento le recomienda que se aliste en el ejército ya que le proporcionará honor, gloria y 20 escudos. Así, el campesino se enrola y, tras recibir el dinero, sale en busca de Dulcamara.
Giannetta y las muchachas del pueblo comentan las noticias recientes: el tío de Nemorino ha fallecido y le ha dejado una gran herencia, convirtiéndolo en el hombre más rico de la comarca. Rápidamente todas intenta «conquistarlo» y el chico, bajo los efectos del vino, se ve asediado por todas las mujeres; él piensa que es por el efecto del elixir.
Al ver Adina esta situación se entristece porque realmente ella ama a Nemorino. Dulcamara intenta venderle un elixir a la joven y esta lo rechaza diciendo que ella lo conquistará a través de sus ojos, en este momento recorrerá por su cara una furtiva lágrima. Finalmente, Adina le explica a Belcore toda la verdad y parte del pueblo. Lo mismo hará Dulcamara pero ahora vendiendo su L’elisir d’amore.