Partimos de América a Europa, aterrizando en Francia. En este país hemos reunido a cuatro mujeres que constituyen parte de un legado musical aún olvidado, pero que nos impulsa a seguir investigando y colaborando para construir una nueva visión en la historia de la música.
Por Fabiana Sans Arcílagos & Lucía Martín-Maestro Verbo
En 1955 tuvo lugar la 50.ª edición del Festival de Vichy. El diario Le Monde incluyó en su número del 1 de septiembre una crítica de René Dumesnil en la que se lee: ‘no está tan lejos el tiempo en el que, hace apenas medio siglo, las dos palabras, ‘mujer’ y ‘compositor’, parecían no unirse nunca, salvo en casos excepcionales. Hoy, un buen programa de recital (dos horas de música), ha sido reservado en Vichy a las ‘mujeres compositoras’, donde se demuestra que, entre las conquistas del feminismo de los últimos cincuenta años, la música ocupa un lugar destacado’.
Y es que Dumesnil no se equivocaba. Hoy día, nombres como los de Élisabeth Jacquet de La Guerre, Augusta Holmès, Louise Farrenc, Germaine Tailleferre o Lili Boulanger, no solo forman parte importante de la riquísima historia musical de Francia, sino que han pasado a tener una presencia relativamente destacable en los programas de concierto. Pero esto no es casual, ya que el trabajo constante y sin precedente que se lleva a cabo para dar visibilidad a estos nombres es del todo incuestionable. Sin embargo, no debemos acomodarnos, ni mirar únicamente a las compositoras, sino seguir con paso firme hacia la normalización de la presencia femenina en la música en todos sus ámbitos. Bajo esta idea, hoy queremos acercarnos a cuatro destacadas profesionales: Lily Bienvenu, Suzanne Demarquez, Anne Rey y Brigitte Massin.
El pasado 2020 se cumplieron cien años del nacimiento de la compositora, pianista y pedagoga Lily Bienvenu. Tal vez considerar la generalización de que nadie celebró este aniversario es poco acertado, pero lo cierto es que faltaron muchas voces recordando a esta representante de la música francesa, entre ellas, nosotras. Por ello, hemos querido remediar nuestra falta acercándonos muy brevemente a su vida, de la que, nos hemos percatado, queda mucho por estudiar y profundizar.
Lily Bienvenu nace el 22 de abril de 1920 en el seno de una familia de músicos. Su padre, Marcel Bienvenu, era violinista, y su madre, Alice Jourdain, se dedicó al piano. Un apunte que nos gustaría acotar es que, aunque algunas referencias apuntan que nació en La Haya, lo cierto es que se reconoce como una compositora y pianista francesa, cuestión que mantendremos al referirnos a ella. Lily estudia en el Conservatorio de Nantes, donde fue premiada, y en el Conservatorio de París, en el que finaliza sus estudios en 1948. En este recinto cuenta con profesores como Magda Tagliaferro (piano), Tony Aubin (composición) y Norbert Dufourcq (historia de la música).
Es curioso que, a pesar de llevar una vida musical muy activa y reconocida en vida (la prensa de la época, así como sus grabaciones hacen gala de ello), su trayectoria no esté documentada con precisión. Es cierto que Myriam Soumagnac le dedica una entrada en Le Dictionnaire universel des Créatrices y que se recogen algunos datos que están siendo catalogados en la Biblioteca Nacional de Francia, pero realmente no existe, hasta donde nosotras conozcamos, un trabajo que guarde con precisión la vida de Bienvenu.
Según nos relata Soumagnac, ‘el catálogo de sus obras revela una diversidad, tanto en la instrumentación como en su relación con la poesía’, desarrollando en este punto algunas obras como La Vague et le Goéland, cuento para solista, narrador, coro de niños, coro de jóvenes niñas, solo de ondas Martenot y orquesta de cámara; así como Tonalité bleue para soprano y cuarteto de cuerdas, dedicada a la cantante japonesa Naoko Sunahata. Otras de sus obras son: Les trois mélodies; Les cinq sens, suite para piano; Pastourelle sur le nomde Francis Poulenc para flauta, violonchelo y arpa; Arc-en-ciel para orquesta de cuerdas; y la suite Dynamique para piano.
Como intérprete, Lily ofreció un buen número de conciertos, entre los que podemos subrayar dos en España: uno en Zaragoza en 1966, dedicándole un ejemplar de su obra Les aventures de Pianette a la pianista Pilar Bayona (Pilar Bayona, biografía de una pianista. Libro dedicado a la vida de la pianista, escrito por Antonio Bayona y Julián Gómez); y el segundo, en la Cátedra de Música ‘Francisco Salinas’ en la Universidad de Salamanca durante el curso 1968-69. Finalmente contamos con algunas críticas y opiniones que hacen referencia a la calidad de esta creadora que nos dejó en 1998. Una de estas impresiones fue la que dejó Lily en su recital del Festival de Vichy, ya que René Dumesnil comenta que Bienvenu fue, sin duda, la triunfadora del recital en su doble condición de compositora e intérprete, ejecutando ‘a la perfección, la delicada y viva Sonatine de Suzanne Demarquez …’, ‘tocando el piano con consumada maestría’ sin encontrar nada que desmereciera su talento.
Por su parte, Suzanne Demarquez, nacida el 5 de julio de 1891 y fallecida el 23 de octubre de 1965, es otra de las creadoras que deben ser reconocidas, no solo por su obra compositiva, sino por su dedicación a la divulgación y crítica musical. Demarquez cuenta en su catálogo, sin número de opus, con obras para música de cámara como la Rapsodie lyrique para violín y piano, Sonatina para flauta y piano o Quatre pièces breves para flauta, violonchelo y batería; para piano, como Barcarolle para dos pianos; obras vocales como La coupe inspirée, sobre seis poemas turcos del siglo XVIII y Le diadème de Flore, sobre cinco poemas de Gérard d’Houville; y dos piezas para arpa sola. Sobre su música, comenta Paul Pittion en el segundo tomo del libro La musique et son histoire: de Beethoven à nos jours, ‘siempre ha intentado expresarse con un lenguaje independiente y personal, pero basado en una forma y una construcción sólidas. A pesar de que se sentía atraída principalmente por la música pura, su gusto por la lectura y los viajes la llevaron a plasmar los recuerdos e impresiones en la música’.
Pero Demarquez se dio a conocer sobre todo por sus trabajos sobre Henry Purcell, André Jolivet, Manuel de Falla y Héctor Berlioz. La descripción de cada uno de ellos, la conexión del relato con la descripción del contexto, anécdotas, citas, el entorno del artista y el análisis de sus obras, hicieron de estos libros una verdadera referencia musicológica. No debemos olvidar, por un lado, el material didáctico que la compositora realizó junto a Marthe Morange con la colección Le petite clavier y, por otro, su constante participación en medios nacionales con críticas de concierto.
Aunque si hablamos de críticas musicales, debemos poner en primer lugar a Anne Rey (1994-2021), musicóloga, pianista, periodista y docente. Rey fue colaboradora de Le Monde desde 1968 y, a partir de este momento, se convirtió en una de las referencias en la crítica del país galo. Diez años más tarde, junto a Louis Dandrel, funda la revista mensual Le Monde de la Musique, publicación especializada en música clásica, jazz, teatro musical y danza. En el mismo medio se dedicó a trabajar en el equipo del departamento de cultura y en 1989 creó el suplemento Arts et Spectacles, dedicado a la música del mundo, el rock y la danza contemporánea.
Además, Anne suma entre sus logros haber escrito en 1974 una de las biografías más relevantes sobre Erik Satie. Esta edición, que se encuentra dentro de la colección Solfèges de la editorial Seuil, contó con el elogio tanto de intérpretes como de musicólogos y pedagogos, llegando a ser el título más exitoso de esta serie de publicaciones. En 2006, Rey publica Mozart et ses masques de la serie Omnibus. En un artículo póstumo publicado en el mismo medio donde la musicóloga desarrolló su carrera, Alain Lompech relata que la crítica ‘tiene un oído infalible, una cultura musical colosal y una curiosidad inagotable’, convirtiéndose en una de las figuras más importantes del panorama musical y cultural francés.
Finalmente, pero no menos relevante, tenemos a la musicóloga y periodista musical francesa Brigitte Massin (1927-2002). A lo largo de cincuenta años dedicó su vida a escribir y profundizar sobre compositores como Beethoven, Mozart, Schubert, Messiaen y su última obra dedicada a la familia Joachim. Estos textos, algunos firmados en solitario y otros con su esposo Jean Massin, forman parte de las biografías ineludibles para el estudio de estos compositores. El trabajo de la musicóloga se extiende al igual que Anne Rey al ámbito de la crítica, en su caso a las columnas musicales publicadas en Le Matin de Paris, el periódico L’Humanité y en Le Républicain Lorrain, aunque algunos también la recuerdan como colaboradora de Radio France en programas dedicados a la divulgación y difusión del gran repertorio, de la música contemporánea y títulos menos conocidos.
Cabe destacar la autoría de Brigitte en la Petite encyclopédie de la musique, libro dirigido al público general que recorre la historia de la música. Además de su colaboración con France Culture y France Musiques, Massin fue vicepresidenta del sindicato profesional de la crítica teatral y musical, y una de las impulsoras y creadoras de la Asociación Internacional de la Prensa Musical.
Es inevitable cerrar estas líneas repitiendo que se nos quedan nombres, datos y material en el tintero. Por ello, no queremos despedirnos sin hacer una petición, que no es más que la de seguir trabajando para que ELLAS ocupen el lugar que merecen, con el objetivo de que las palabras ‘mujer’ y ‘música’ no sean un tema aparte en la historia de la música.
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