El pianista Fabio Álvarez lleva cuatro años viviendo en la ciudad de los rascacielos, Nueva York, y su experiencia no puede ser más positiva. Se formó en Musikene y en la Manhattan School of Music, especializándose en música contemporánea.
Apuesta en sus conciertos por comentar las obras para dar a conocer al público nuevos tesoros musicales y hasta ahora esto le ha reportado muchos éxitos. En marzo podremos escucharle en la Fundación Juan March con las obras Makrokosmos I y II del compositor estadounidense George Crumb, contenidas en su álbum Musical Zodiac, editado en 2018 por el sello Orpheus Classical.
Por Susana Castro
¿De dónde nace tu vocación musical? ¿Creciste en un entorno musical?
Mi vocación musical viene por parte de mi madre. Ella siempre quiso aprender a tocar el piano y, cuando yo tenía 6 años, comenzó a estudiar música. Uno de los primeros recuerdos musicales que tengo es el de tocar con mi madre en un diminuto teclado electrónico de apenas dos escalas que usaba en sus primeras clases. Cuando llegaba a casa de sus clases tocábamos a modo de juego. Dos años más tarde mis padres decidieron apuntarme a la Escuela Municipal de Música de A Pobra de Trives (Ourense), y desde entonces no he parado de hacer música. Con el tiempo, ya en la adolescencia, mi madre y yo llegamos a ser compañeros de clase en el conservatorio.
¿Quiénes fueron tus maestros?
La primera maestra que me marcó fue Purificación Iglesias, durante mis estudios de Grado Profesional en el Conservatorio de Música de Ourense. Gracias a ella conseguí prepararme lo suficiente como para obtener una plaza en Musikene. En Donosti, estudié primero con Ricardo Requejo, que me marcó profundamente a nivel artístico, y después con Emmanuel Ferrer-Lalöe, al cual considero ‘mi maestro’. Con Emmanuel aprendí a ser un músico profesional y autónomo, él me dio las herramientas para resolver los problemas por mí mismo y además crecí enormemente como músico y como persona. Ya en Musikene comencé mis especializaciones, en piano contemporáneo con Ricardo Descalzo y con Maciej Pikulski en acompañamiento vocal.
Obtuve plaza para estudiar el Master of Music en la Manhattan School of Music, y allí estudié con Philip Kawin y continué mis especializaciones con Anthony de Mare en piano contemporáneo y con Ramond Beegle en acompañamiento vocal.
Además, durante mis años de estudios siempre he asistido a clases magistrales con profesores como Ivo Pogorelich, Eldar Nebolsin, Julian Martin, Robert McDonald, o Imre Rohman, entre otros.
Esa plaza en Nueva York conllevaba un desembolso económico enorme, ¿cómo conseguiste sufragar los gastos?
La matrícula era de 45.000 dólares al año, y eran dos. Para mí era imposible conseguir el dinero, estábamos en mayo y el curso empezaba en septiembre. Además, el primer año, con el tipo de visado que te dan, era imposible trabajar. Hablé con la universidad y decidieron guardarme la plaza para el año siguiente. Durante ese año me moví todo lo que pude y creé un crowdfunding. Gracias al mecenazgo de tres fundaciones, Gondra Barandiarán, Cum Laude y FIDAH, y a más de 60 patrones privados, pude irme a estudiar a MSM. Y obviamente una ayuda de mis padres increíble: removieron cielo y tierra, no solo para pagar la matrícula, sino para poder vivir en Estados Unidos.
¿Tu idea es establecerte allí o ves esta experiencia como temporal?
Vine aquí pensando en quedarme de manera definitiva. No sé qué pasará en el futuro, pero hace año y medio conseguí el visado de artista, que me permite trabajar durante tres años y después es renovable por tres años más. La idea es, tras este periodo, conseguir la Green Card y establecerme de forma permanente. Ya tengo contactos y trabajo, haber estudiado en una universidad como la Manhattan School of Music te abre muchas puertas y estoy muy contento.
Has tenido la oportunidad de tocar en un templo de la música como es el Carnegie Hall..
Sí, pude tocar en Carnegie Hall un par de veces: en julio del 2018 junto a la soprano Katherine Trottman, y en 2019 en solitario. ¡Toda una experiencia!
¿Te gustaría volver a España?
En cierta manera sí, obviamente, mi familia está allí, mis amigos de toda la vida, pero veo complicado obtener un trabajo con la remuneración que creo justa. Y no me refiero solo a mí, sino a todas aquellas personas que estamos fuera y no queremos volver a España para estar en precario, con contratos temporales, cobrando en negro, etc. No soy muy amigo del tema de las oposiciones, obtener una plaza de por vida y, entre comillas, no tener que dar más cuentas a nadie. He tenido muy malas experiencias, desagraciadamente, durante mis años de formación en España, con muchos profesores que obtuvieron plaza de esta manera y que hacía quince o veinte años que ni se interesaban por la pedagogía ni tocaban su instrumento ni nada.
El modelo estadounidense es muy diferente porque no existe ese tipo de plaza fija, tienes que dar siempre cuenta de lo que haces, y si les interesas y das buenos resultados te van a mimar más, cobrarás más, tendrás mejores condiciones, etc. Suena todo muy centrado en el dinero, pero si tus empleados están contentos, trabajan mejor. Me siento identificado con este tipo de pensamiento.
¿Por qué decidiste especializarte en música contemporánea?
En Musikene empecé a especializarme en repertorio contemporáneo con Ricardo Descalzo. Quise continuar con ello en Nueva York. No entiendo por qué es algo opcional, pasa tanto en España como en Estados Unidos. No entiendo que la música contemporánea tengo que ir aparte, como una especie de optativa. Un repertorio tan vasto y tan desconocido no puede ser tratado así. Me sorprendió al llegar aquí que gente con nivel de máster no conociese a compositores como George Crumb (que es un señor de 90 años, sus piezas más conocidas son de los años 1970). El repertorio más moderno que se puede llegar a tocar es Bartók o Messiaen… En la música contemporánea encontré un camino que a mí siempre me gustó. Descubrir nueva música, nuevos compositores y nuevos estilos me apasiona. Es como un cocinero que encuentra nuevos sabores.
Desde luego tu visión de la música quedó perfectamente plasmada en tu primer disco, Musical Zodiac, editado con el sello discográfico Orpheus Classical. Recibió la distinción de Melómano de Oro tras su publicación. ¿De dónde nace este proyecto?
Siempre pensé que al acabar el máster quería dar el paso de grabar un disco, algo así como una carta de presentación al mundo. La idea del repertorio tuvo que cuajar durante bastante tiempo. Hubo ideas de todo tipo pero, tras mucho pensar, ya desde que conocí a Descalzo, que fue quien me presentó la música de George Crumb, siempre me sentí muy cómodo interpretando esta música. Procuraba meter piezas del Makrokosmos al final de los conciertos y siempre me llamó la atención que de lo que el público me hablaba al acabar eran estas piezas. También había profesores que me conocían que me decían que debía interpretar más música de ese estilo. Así que grabar Makrokosmos I y II, este pilar de la música contemporánea en cuanto a las técnicas extendidas, era una idea que se cerraba casi sola.
¿Cómo fue trabajar con George Crumb?
Fue una experiencia fantástica, absolutamente genial. Yo no conocía su personalidad e iba un poco a ciegas. Hablé con sus representantes y, tras 4 o 5 meses de espera, recibí un correo de él mismo invitándome a su casa, a 3 horas en autobús de Nueva York. Me desplacé hasta allí, me vino a recoger a la estación de tren, y fuimos a su casa. Era invierno y recuerdo que empezó a nevar muchísimo y él me preparó todo para que me quedase allí a dormir.
Es una persona muy generosa, muy humilde, que ves que crea desde la humildad. Tocar para él, preguntarle dudas, en ese estudio que tiene, fue una experiencia única. Estaba en pleno proceso de composición, me mostró los bocetos con una ilusión tremenda. Me sorprendió lo increíblemente vivo que está. Con 90 años está perfecto, súper lúcido, puedes hablar con él de cualquier cosa. Toqué para él las piezas de los Makrokosmos y fui preguntándole dudas. Una experiencia muy especial.
Y cuando recibió el disco, ¿qué te dijo?
Me mandó una carta diciéndome que le encantaba mi interpretación y que le había gustado mucho mi trabajo. Lo alabó mucho, incluso con respecto a la calidad de la grabación. Lo disfrutó mucho, y yo muy contento.
¿Qué recorrido ha tenido el disco a nivel internacional?
Orpheus Classical está un poco más centrado en España y es más complicado mover los discos fuera. El disco ha tenido un impacto mayor sobre quién soy yo que sobre el hecho de conseguir críticas en publicaciones. Eso lo veo en Nueva York: hay tantas cosas sucediendo al mismo tiempo y tanta gente que aunque tú crees algo es muy difícil, entre comillas, que llegue a algún sitio sin tener muchos contactos o influencias.
Sin embargo, por ejemplo, hace unas semanas me escribió un chico de Escocia que está realizando su doctorado sobre Crumb; había escuchado mi disco y quería hacerme una entrevista. Son ese tipo de cosas las que te hacen darte cuenta de que tu disco se está escuchando porque está en todas las plataformas digitales. Además, ha supuesto para mí un aval para poder impartir lecciones magistrales de técnicas extendidas y me abre un montón de puertas en ese sentido.
Como bien decías, tu interés por la música contemporánea es absoluto y, de hecho, has realizado algunos estrenos, ¿te gustan este tipo de retos? ¿Cómo suele ser tu trabajo con el compositor?
Es una experiencia genial. Esto comenzó cuando en Musikene hicimos la integral de los preludios de Jesús Rueda y él acudió como invitado. Me quedé encantado con la experiencia, no solo por el trabajo con él, sino por ofrecer el concierto con él ahí. En agosto estrené la obra de un compositor indio que he conocido aquí, Jivan Gandhi, y me la dedicó a mí. Muchas veces si tú también trabajas con el compositor puedes influir en la propia obra, no la recibes ya terminada, sino que puede haber un trabajo conjunto. Ese trabajo del compositor me parece muy interesante. Aunque también me lo parece el caso de recibir una obra ya terminada y poder plantearle al compositor todas tus dudas y preguntas. Imagina que se pudiese hacer eso con Beethoven…
Aunque imagino que no es el único repertorio de tu interés, ¿qué otras preferencias tienes?
La verdad es que me gustan todos los géneros, es lo que más me gusta de los músicos, que es muy variado todo lo que podemos hacer. Es cierto que ahora mismo estoy trabajando más con la música contemporánea, pero por ejemplo estoy trabajando también en un proyecto muy de futuro relacionado con pinturas en el que empleo música más ‘tradicional’. Me gusta tocar de todo y no me dejo nada fuera. Estoy trabajando también en mi próximo proyecto discográfico y estará dedicado a Philip Glass. Se va a llamar Mad Rush, como una de las piezas del disco, que se editará también con Orpheus Classical. Aunque es contemporáneo, no tiene nada que ver con la música de Crumb, puro minimalismo.
Sí que es verdad que siempre tiro más hacia el Romanticismo y la música moderna, y no tanto hacia el Barroco y el Clasicismo, pero eso no significa que no me gusten.
En Nueva York desarrollas una importante actividad con conciertos pedagógicos y comentados. ¿Crees en la necesidad de crear nuevos públicos? En tu experiencia personal, ¿cómo se gestionan este tipo de cuestiones en Estados Unidos?
Nueva York es una ciudad un tanto especial. Está llena de gente y llena de energía y puedes hacer un concierto de un compositor contemporáneo rarísimo y siempre habrá público que tenga interés real en ir a verlo. Hay mucha demanda para todos los estilos. No creo que en España pase esto de la misma forma. Eso sí, tanto en Estados Unidos como en España los conciertos comentados, en mi experiencia, siempre tienen un resultado absolutamente increíble. Para mí hay una diferencia entre el momento en el que yo hablo en los conciertos y aquellos en los que no. A mí me gusta, independientemente del repertorio que interprete, hablar siempre de las piezas que voy a tocar, del compositor, de sus circunstancias y de por qué yo he escogido interpretar esta pieza.
En el mes de agosto, decidí dar un concierto a favor de la Asociación Española Contra el Cáncer en mi localidad natal, A Proba de Trives, y lo hice puramente de música contemporánea. Seguramente allí lo último que habrían escuchado antes era este tipo de música, con Philip Glass, Henry Cowell, George Crumb, Jacob TV, Randall Meyers, Louis Andriessen, entre otros, pero antes de cada obra yo explicaba qué era y por qué era así, se genera un interés que hace que la gente esté deseando escucharla, saber cómo suena.
Haces un precalentamiento estupendo…
Claro. Creo que tal y como están presentados los conciertos, en los que el artista se sube al escenario, toca y se va, sin dirigir ni una palabra al público, se crea una especie de barrera. Se ve al intérprete muy alejado del público y cuesta un poco más conectar. En el momento en el que la persona explica lo que va a hacer, la conexión con su música es más rápida, la gente lo disfruta mucho más. Yo siempre he disfrutado más los conciertos cuando he tenido este tipo de experiencia, y soy músico, imagínate si no eres un gran especialista y te ponen en contexto. Los conciertos comentados, sin duda, funcionan.
¿Y la música contemporánea funciona mejor ahí?
Creo que sí, pero también porque hay más público y por cuestión de los gestores de las salas. En España he recibido algunas respuestas sobre Musical Zodiac en la línea de: ‘es demasiado contemporáneo, nuestro público no está habituado a este tipo de repertorio’. ¡Como si el papel de habituar al público a otro tipo de repertorio fuera cosa del propio público! El gestor de la sala tendrá que programarlo y ver la reacción, si no gusta, bien, pero siempre programar los mismos compositores, una y otra vez… Creo que es cansado para el púbico, no reciben nada nuevo. Creo que pasa lo mismo con los discos. Si a día de hoy quieres grabar Chopin es fantástico, pero si solo es Chopin y no hay nada nuevo, un hilo conductor, Chopin se ha grabado tantas veces que cuando alguien quiera escucharlo seguramente no acudirá a tu grabación, sino a Barenboim, Pires, etc., que han grabado todo mil veces. Lo mismo pasará con las propuestas de concierto. Sinceramente creo que lo que pasa con la música contemporánea es, con perdón, más ignorancia hacia este tipo de música que el resultado que va a dar. Hay tantos compositores de tantos estilos distintos que encasillar la música contemporánea en un tipo de sonoridad (un dodecafonismo extraño o vete a saber qué) no es adecuado. En mi experiencia, cuando he podido tocar lo que he planteado, siempre ha funcionado muy bien, nunca se ha ido la gente de mis conciertos.
Creo que los intérpretes jóvenes tenemos que hacer proyectos atractivos, pero no solo atractivos para otros músicos, sino para el público. Ese público, la mayoría de las veces, no tiene grandes conocimientos musicales, no tienen formación musical. En nuestras manos está el hacer proyectos atractivos y usar los elementos a nuestra disposición, que no existían hace 20 años, y me refiero a internet. De poco sirve tener un proyecto genial si nadie se entera, es importante difundirlo todo y crear recitales únicos, que el espectador se quede con ganas de acudir a otros, no solo a los tuyos. Hoy en día no solo tienes que ser un gran músicos, sino tener buenas ideas y saber cómo moverlas.
¿Cuáles son tus próximos compromisos?
En el mes de marzo visitaré la Fundación Juan March. Me hace muchísima ilusión porque en España es un referente y siempre he querido tocar ahí, desde que era estudiante. Además, acaban de renovar la sala, y me apetece mucho. Se va a colocar una pantalla para proyectar desde una cámara colocada dentro del piano para poder ir viendo todo lo que hago. Y además me dejan hacer mis comentarios para explicar quién es Crumb y de dónde nacen estas piezas.
En Nueva York también estaré en el DiMenna Center for Classical Music en el que presentaré una combinación entre Glass y Crumb e iré combinando Makrokosmos con estudios de Glass, me parece muy interesante plantearlo así.
Estoy muy metido en toda la producción del nuevo disco, que me encantaría que viese la luz en septiembre u octubre de 2020.
¿Te queda algo de tiempo para desarrollar otras actividades?
Como siempre le explico a la gente, nosotros desarrollamos nuestra carrera cuando termina nuestra jornada laboral. Es decir, si yo hoy tengo que impartir 6 horas de clase, la gente me dice: ‘¡qué suerte! ¡no trabajas 8 horas!’. Pero la realidad es que después (o antes) de esas 6 horas tú tienes que encargarte de tu propia carrera, estudiando, respondiendo correos, haciendo entrevistas, etc. No se trata de ir a la oficina en un horario concreto y ya está. Para nosotros, llega el fin de semana y tenemos que ponernos a estudiar también. Así que esto es un no parar. En mi caso va mucho con mi personalidad, a mí lo de parar me cuesta. A veces digo: ‘me voy a tomar unas vacaciones, no voy a tocar el piano en una semana’, llego a España y al día siguiente ya estoy tocando el piano.
Me gustan mucho el deporte, el gimnasio, y la vida sana. Aunque cuando tengo tiempo libre lo que más intento es disfrutar de la ciudad de Nueva York, ese es mi mayor hobbie. Me encanta descubrir nuevos restaurantes de comidas de todo el mundo y me gusta mucho visitar museos. Me quedan muchísimos por conocer, hay muchísimos. Por eso me gusta Nueva York: siempre hay algo que hacer. Y, por supuesto, disfrutar de la familia y de los amigos.
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