En cada nivel educativo son diferentes las intenciones que tienen los estudiantes, como es lógico, y también lo es su grado de dedicación al estudio y el tipo de atención que se les debe prestar. En este y en los dos próximos artículos repasaremos cuáles son las principales inquietudes de los alumnos y profesores de cada uno de ellos, empezando por los conservatorios superiores.
Por Juan Mari Ruiz
Para analizar los datos con la debida perspectiva tengamos en cuenta que la mayoría de los participantes en la encuesta de abril eran estudiantes de Grado Superior de la especialidad de Interpretación —342—, seguidos a distancia por los de Musicología, Composición, Pedagogía, Dirección y Producción —43, 43, 36, 12 y 11, respectivamente—. Algo similar ocurre entre los profesores, con 79 de Interpretación, 16 de Pedagogía, 14 de Composición, 11 de Musicología, 4 de dirección, 3 de Producción y 2 de Fonología.
Como cabía esperar, la mayor parte de los estudiantes de estos centros afirma que comenzaron sus estudios en ellos con la intención de dedicarse a la música de forma profesional —un 93 %, frente a un 9,8 % que únicamente pretendía ampliar sus conocimientos, con 400 y 42 personas en cada caso—. Al ser preguntados los profesores sobre las intenciones que intuyen en sus alumnos un 81,6 % opina que la intención de la mayoría es llegar a ser un profesional de la música y un 18,4 % afirma que es la idea de aproximadamente la mitad de su alumnado. Ningún profesor afirmaba pensar que la mayoría de sus alumnos simplemente desea ampliar sus conocimientos.
También era esperable que en la mayoría de los casos —un 81,9 %— estos estudios fueran la actividad principal de los alumnos y que solamente unos pocos —un 18,1 %— los compaginase con otra carrera, dado que los estudios superiores de música equivalen a un grado universitario, con lo que esto conlleva de necesidad de estudio y dedicación. Si resulta difícil simultanear dos carreras universitarias, lo mismo se puede decir de compaginar los estudios del conservatorio con los de otra titulación. Pero disponer de un título superior no es el final del camino, y dos tercios de los encuestados —66,6 %, 287 personas— tienen pensado continuar con los estudios de máster frente a un 6,5 % que no lo va a hacer —28 personas— y un 26,9 % que todavía no está seguro —116—. De los que piensan proseguir con sus estudios un 27,4 % afirma que lo va a hacer en España y un 31,8 % que lo hará en el extranjero.
Se preguntó a los estudiantes por qué razón escogieron ese conservatorio superior en particular para realizar sus estudios. Si había habido varios motivos para la elección del centro se dejaba la posibilidad de escoger varias respuestas a la vez.
Como muestra la gráfica, un 51,6 % —220 estudiantes— afirma haber escogido su conservatorio por el profesor principal de su instrumento o especialidad, un 50 % —213— por cercanía, un 16,4 % —70— no lo tenía como primera opción y únicamente un 14,6 % —62 personas— lo eligió por el prestigio del centro.
Este factor humano que al parecer tanto aprecian los estudiantes, bastante por encima del prestigio del centro, queda bien reflejado en uno de los comentarios: ‘hay profesores maravillosos en el conservatorio y otros que no hacen absolutamente nada por sus alumnos. Aunque les pidas ayuda ni siquiera contestan’.
En cuanto al grado de satisfacción con su conservatorio, un 45,6 % de los alumnos afirma que el centro es lo que esperaba, un 43 % que es menos de lo que esperaba y un 11,4 % que ha superado sus expectativas. La calificación general sobre los conservatorios arroja un 3,11 en la escala de 1 a 5, mientras que la de los respectivos planes de estudios —asignaturas, carga lectiva, tiempo de clase, etcétera—, por los que también se preguntó, se queda en un 2,75 %. En el caso de los profesores los resultados son algo más optimistas, con un 3,60 de calificación sobre el centro en general y un 3,39 en lo que respecta al plan de estudios.
A fin de valorar el grado de implicación de los alumnos con el estudio se les pidió que valorasen su nivel de trabajo personal, que ofrece una calificación de 3,58 entre las 427 respuestas recibidas, no demasiado alejada del 3,25 con que puntúan el trabajo de sus alumnos los 98 profesores que contestaron a la misma pregunta.
También se les preguntó si en su centro habían recibido información específica sobre posibles salidas laborales y si este organizaba prácticas profesionales o en colaboración con otras entidades. A la primera pregunta casi un tercio —un 30,7 %— afirmaba que sí había recibido este tipo de información, mientras que el 69,3 % no lo había hecho. Por otra parte, un 33,7 % manifestaba que su centro organiza prácticas, un 39,3 % que no lo hace y un 27 % afirma desconocer si se organizan o no.
Las perspectivas profesionales del alumnado parecen ser una de las mayores preocupaciones tanto entre estudiantes como profesores, por lo que algunos abogan por cambiar los planes de estudios y adecuarlos a la realidad profesional, dando ‘más apoyo a la realización de cursos y asignaturas relacionadas con unas posibles oposiciones de conservatorio’, a las que sin duda podríamos añadir las pruebas de orquesta.
Uno de los comentarios afirma que ‘[…] no hay una preocupación por unas políticas públicas culturales que generen empleo y por una formación adecuada para toda esta masa humana que sale todos los años de los conservatorios, que en su gran mayoría acaba por dedicarse a la enseñanza porque es la vía que más estabilidad puede traer. La precariedad de los puestos laborales como músicos, investigadores y artistas es una realidad para la cual los conservatorios no preparan’. Algún otro es más drástico aún y afirma que ‘[…] estudiar música en España es una fábrica de paro. A no ser que tengas amigos para que te den trabajo en la banda del pueblo o si tocas gratis […]’. Seguramente por esta razón hay varios que afirman que la música en este país, por lo general, no está vista como una profesión —recordemos el título de esta sección—, y que esa perspectiva debería cambiar principalmente a partir de los propios músicos, tanto por parte de aquellos que ya son trabajadores en activo como de los estudiantes que aspiran a serlo, con un esfuerzo por reivindicar la profesión. Como dice otro de los comentarios, ‘en España la música está en general muy poco reconocida. Apenas hay salidas, a la gente no le interesa y muchas veces los propios músicos no hacemos por darle importancia. Es por esto que siempre somos los últimos a tener en cuenta por parte del gobierno, que al fin y al cabo es el que decide el rumbo de la educación musical’.
Estos datos y comentarios podrían servir de orientación acerca de cómo captar al alumnado, qué es lo que este espera y qué es lo que en realidad se le ofrece en los conservatorios superiores, y también a la hora de planificar los procesos de selección del profesorado de los que hablábamos en el artículo del mes de octubre.
Otro de los comentarios manifiesta que ‘los planes de estudios de los conservatorios en España están absolutamente obsoletos. Hay demasiados conservatorios superiores y el nivel general de los mismos no es de profesionalismo, sino de amateurismo, tanto por los profesores como por los alumnos. Hay demasiadas asignaturas absurdas que solo restan tiempo y energía […], y la legislación vigente en la mayoría de las comunidades autónomas no permite a los profesores realizar una actividad concertística paralela a la docente, lo que favorece la mediocridad de los mismos […]’.
Aunque también hay quien opina lo contrario y pide que se oferte un mayor número de plazas para el acceso al Grado Superior, o incluso que haya un conservatorio superior en cada provincia. También los hay que proponen que algunas asignaturas sean cuatrimestrales para así aliviar en cierta medida la carga lectiva y que el alumnado encuentre tiempo para estudiar su instrumento.
Al ser preguntados los profesores acerca de los principales retos a los que su centro debe hacer frente y cuáles serían sus propuestas de solución varios de ellos mencionaban en primer lugar la falta de alumnado, e incluso el bajo nivel del que ya está cursando sus estudios en el centro. Un profesor llega a afirmar que ‘en el caso de […] hay especialidades sin alumnos, por lo que en asignaturas como orquesta, la formación queda totalmente desvirtuada. Además, la calidad de la enseñanza es peor que en otros centros […] porque no existe ninguna competencia para entrar, por lo que un alumno formado aquí tiene un nivel mucho más bajo a pesar de conseguir el mismo título. Esto va en detrimento del alumnado, que cree salir bien formado y no es así salvo honrosas excepciones, y del propio centro, que va devaluando su prestigio’. Otro profesor afirmaba que ‘el conservatorio debería estar atento a la calidad de enseñanza que se da a los alumnos. Las normativas se cumplen, la calidad de la enseñanza no […]’.
Varios aludían a la necesidad de actualizarse continuamente para adaptarse a la realidad social, económica y cultura del momento el que vivimos y a los nuevos hábitos de consumo cultural, con propuestas como la realización de ‘más conciertos y actividades que acerquen la música a la gente’ y la ‘promoción [del centro] mediante cursos y conciertos del profesorado’, a la vez que ‘mantener una relación estrecha con los conservatorios de niveles inferiores’ que convierta al conservatorio superior en su centro de referencia.
Como vemos, hay temas suficientes como para suscitar la reflexión en torno al futuro de las enseñanzas superiores de música. Seguiremos en febrero, hablando de la situación los conservatorios profesionales.
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