Este mes analizaremos el grado de satisfacción de los estudiantes y profesores con el funcionamiento de su conservatorio o escuela de música, tanto en lo que respecta a los aspectos materiales como a los organizativos y de oferta educativa. También recogeremos algunas de las propuestas de mejora que más se repitieron en la encuesta que realizamos en abril.
Por Juan Mari Ruiz
En términos generales, podemos decir que el funcionamiento de los centros de educación musical es satisfactorio para la mayoría de los implicados. Al hacer la media de la calificación del 1 al 5 que se les pidió, obtenemos un 3,62 entre el total de los profesores y un 3,38 entre los estudiantes. En esta media se ha tenido en cuenta el total de profesores o estudiantes, pero no ha sido igual el número de participantes de cada nivel educativo, por lo que es interesante detenerse a analizar cada uno de ellos por separado.
En el grupo de los profesores apenas existe una variación apreciable —un 3,63 en las escuelas de música, otro 3,63 en los conservatorios profesionales y un 3,60 en los superiores, con una participación de 113, 254 y 98 personas, respectivamente—, pero entre los estudiantes sí que se aprecia una importante diferencia, de más de un punto, entre las escuelas de música y los conservatorios superiores —un 4,15 en las escuelas, un 3,83 en los conservatorios profesionales y un 3,11 en los superiores, con una participación de 88, 104 y 429 personas en cada caso—.
Si trasladamos estos datos a una escala del 0 al 10, obtenemos una calificación global de 6,55 entre los profesores —con un 6,57 en las escuelas, un 6,56 en los conservatorios profesionales y un 6,50 en los superiores— y de 5,94 entre los estudiantes —un 7,53 en las escuelas, un 7,07 en los conservatorios profesionales y un 5,27 en los superiores—. Como vemos, en escuelas y conservatorios profesionales es más favorable la opinión de los alumnos que la de los profesores, circunstancia que se invierte en los conservatorios superiores.
La disponibilidad de instalaciones adecuadas no parece ser un problema generalizado —a pesar de existir importantes excepciones en algunas comunidades autónomas, tal y como manifestaron varios profesores— y, por otro lado, al ser preguntados los profesores por la disponibilidad de material para impartir clase, no parece apreciarse a primera vista una carencia importante. Pero la gráfica que a este respecto ofrece la consulta puede resultar engañosa dado que, por una parte, la opción central no supone que el centro disponga de material suficiente para que sus profesores lo utilicen en su trabajo, sino que estos aportan aproximadamente la mitad de lo que necesitan, algo que no ocurre —o no debería ocurrir— en otras profesiones, y además existe una gran diferencia entre la estadística global, la de las especialidades no instrumentales, las de tecla y las de viento.
Normalmente los centros disponen de pianos suficientes y de esta manera los profesores de esta especialidad no necesitan utilizar el suyo propio, pero en las de cuerda y de viento y percusión podemos comprobar que son los profesores los que aportan la mayor parte del instrumental y del material didáctico que utilizan en sus clases. Esta circunstancia no deja de constituir un agravio comparativo porque, si en las orquestas profesionales son estas las que adquieren los instrumentos o compensan económicamente a los músicos que prefieren utilizar el suyo, parecería lo más justo que los centros de enseñanza musical actuaran de la misma manera.
Muchas veces se establece una equiparación entre los profesores de los conservatorios y los de otros sectores educativos o de la Administración, pero no está de más observar que pocos profesores de instituto llevan a su centro de trabajo su propio material o el instrumental que utilizan en el laboratorio, y de lo que no cabe duda es que la policía no patrulla en sus coches particulares.
A este respecto, un profesor declaraba que, además de dar clase, participa activamente en los conciertos que organiza su conservatorio y afirmaba que comprende que este no pueda pagar por estas actividades, pero confiesa sentir que su trabajo ‘no está siendo reconocido como debiera’. No cabe duda de que muchas escuelas y centros de pequeño tamaño no podrían hacer frente a un desembolso extra —que sí hacen sus profesores al adquirir sus instrumentos, no lo olvidemos—, pero habría otras formas de agradecer ese esfuerzo como, por ejemplo, flexibilizar la aplicación de una normativa que a todas luces resulta inadecuada.
Los comentarios y propuestas para la mejora del funcionamiento de los centros son muy diversos, pero un aspecto que se menciona de forma recurrente entre los profesores, aunque no tanto entre los estudiantes, es la falta de evaluaciones periódicas del profesorado. Es de reconocer que sean los propios profesionales los que expresen su deseo de ser evaluados en su desempeño, pero este un tema sobre el que se debe extremar la precaución, porque habría que velar porque esta evaluación se realizase según criterios estrictamente relacionados con el desempeño en el conservatorio o la escuela de música y cabría el riesgo de que se siguieran los estipulados para la Enseñanza Secundaria, un riesgo que no se debería correr porque, lejos de suponer una mejora, podría ser fuente de nuevos problemas.
Esta evaluación no tendría por qué suponer una pérdida del puesto, pero serviría como incentivo y para justificar bonificaciones y mejoras en la situación laboral que actualmente se logran únicamente por antigüedad. Por su parte, algunos estudiantes piden que parte de esa evaluación corresponda al alumnado al estilo de lo que se hace en la universidad al final de cada semestre, con ‘objetivos a cumplir cada curso e incentivos a la labor investigadora, creativa e interpretativa de los docentes’.
En relación a esto último, otros encuestados expresan la opinión de que se debería facilitar el compaginar la vida docente con la práctica instrumental o de investigación y animar al profesorado a que se mantenga activo realizando conciertos profesionales. Defienden que se pueda mantener una actividad de conciertos y conferencias paralela la docente que, a juicio de algunos, incluso debería ser obligatoria y regulada por la Administración.
Muchos comentarios abogan por actualizar la enseñanza que se imparte en los conservatorios, renovando el enfoque utilizado en las aulas para motivar a los alumnos, abriéndola a otros estilos de música y a lo que estiman que las familias esperan, aunque manteniendo al mismo tiempo la calidad de la enseñanza que se imparte. También hay quien propone una mayor flexibilidad en la elección de asignaturas y de la carga lectiva que el alumno debe afrontar en cada curso.
Varios comentarios proponen separar claramente los estudios del conservatorio de la enseñanza amateur y no confundir al alumnado potencial y a sus familias creando falsas expectativas, teniendo en cuenta que la formación en el conservatorio requiere de un trabajo serio y, a juicio estas personas, debería estar dirigido a aquellos que realmente desean este tipo de formación sin hacer ver que en el conservatorio ‘no hay que esforzarse, que es algo lúdico y que dominar un instrumento se consigue en poco tiempo’, una idea que recuerda a ciertos programas de televisión.
Aunque no es una responsabilidad directa de los conservatorios, conviene mencionar que varios de los encuestados denuncian la dificultad que en la práctica entraña la convalidación de los estudios realizados en centros del extranjero a pesar de pertenecer al mismo Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). Esto es algo a tener en cuenta, porque aunque solamente un 6,9 % de los estudiantes de Grado Profesional piensa continuar con sus estudios superiores en el extranjero y un 26,7 % aún no lo ha decidido —mientras que la gran mayoría, un 45,5 %, piensa continuar en España—, estos porcentajes se disparan entre los alumnos de los conservatorios superiores, en los que un 31,8 % ya ha decidido continuar en el extranjero, un 37,8 % no está seguro de dónde lo hará y únicamente un 27,4 % tiene planeado continuar con sus estudios de máster en España.
Otro tema recurrente entre los entrevistados es la adecuación de la formación recibida a la realidad musical y como preparación para la competitividad que implica el mundo profesional. Varios proponen la inclusión de asignaturas —que ya están presentes en algunos conservatorios— que preparen realmente para poder afrontar lo que se van a encontrar en el futuro, con más formación de conjunto, realización de simulacros de pruebas de orquesta, estudio de la pedagogía específica del instrumento, clases de emprendimiento, de producción, de arreglos de partituras, sobre fiscalidad musical, etcétera. En todo caso, es importante que estas asignaturas estén muy bien escogidas e impartidas, siempre sin perder de vista cuál es la especialidad que se está cursando a fin de evitar el problema que se describe en uno de los comentarios: ‘en lugar de tantas asignaturas para rellenar el currículo, que podrían ser útiles pero en las que no se llega a profundizar porque no se dispone de tiempo, debería otorgarse al instrumento principal la importancia que merece’.
Esta es solo una muestra de las propuestas recibidas en la encuesta, y en el resto de los artículos de esta sección seguiremos repasando aquellas más frecuentes e interesantes. Todas ellas muestran una gran voluntad por mejorar el funcionamiento de la enseñanza musical en España y la consideración que en la sociedad tiene nuestra profesión.
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