Por Antonio Luis Suárez Moreno
La intensidad de la música es medida por sus pequeños espacios
Aseveración o sentencia, esas diez palabras impresionan por su rotunda sencillez y grandeza sobrecogedora: porque los años de interpretación y docencia de Esteban Sánchez vienen a ser esos -pequeños espacios- que configuran el reloj de la música.
Faltan y sobran las palabras para definir la figura de Esteban Sánchez, punto cardinal en la vida de muchos pianistas. La reconstrucción de un esquemático perfil biográfico nos da la sucesiva referencia de los hechos y correspondientes fechas en las que se produjeron y que, a continuación, fragmentamos.
Historia de vida
Esteban Sánchez nace en un pueblecito situado al este de la provincia pacense, Orellana la Vieja, el 26 de abril de 1934. Su padre, Joaquín Sánchez, era sastre de profesión, y su madre, Juana Herrero, se dedicaba a “sus labores”. En su certificación de partida bautismal reza: “según consta del acta bautismal resellada al margen que D. Esteban Ricardo Sánchez Herrero fue bautizado el día 9 de mayo de 1934, nacido el 26 de abril de 1934 en la calle Marqués de Córdoba, n.º 4 de Orellana la Vieja, provincia de Badajoz”, pero de la Diócesis de Plasencia. “Padres: D. Joaquín Sánchez García y D.ª Juana Herrero Jiménez ambos naturales de esta localidad. Abuelos paternos: D. Esteban Sánchez Ruiz y D.ª Petra García Redondo y abuelos maternos: Gregorio Herrero Sánchez y Urbana Jiménez Ciudad. Siendo bautizado por el ministro don José María Rastrillo Gómez”.
Ya de pequeño, su madre se lo encomienda a la tía paterna del niño, Petra, soltera y muy bondadosa, que se hizo cargo de él prácticamente desde que empezó a andar. Ella misma se encarga de su educación, dándole clases de cultura general y, con gran cariño y dedicación, es la primera que le pone las manos en el piano. Las buenas y modernas técnicas de su tía, que le enseñaba como si de un juego se tratase, le facilitaron acceder al instrumento con la seguridad y gusto que conservaría a lo largo de su vida como intérprete.
Su tío abuelo paterno, Joaquín Sánchez, maestro de capilla de la Catedral de Plasencia, descubre las posibilidades del niño y se lo lleva con él a los 7 años, recibiendo así las bases más acertadas y sólidas para su carrera de intérprete. Joaquín Sánchez simbolizó en Esteban el paso del juego a una realidad, a la pasión por el piano, que le acompañaría toda su vida. Recordaba Esteban las costumbres que le marcaron en su futuro. Joaquín estudiaba de forma lenta, articulada y repetía los estudios n.º 4 y n.º 20 de la escuela del virtuoso de Carl Czerny. También en Esteban, estos estudios de Czerny fueron la base técnica de su ejercicio diario. Ante tales aptitudes y actitudes del pupilo, el maestro se encarga de oficializar los estudios de Esteban en el Real Conservatorio Superior de Música y Declamación de Madrid
Julia Parody, catedrática de Enseñanza Superior de Piano de este centro, se interesa por el alumno que venía a examinarse en convocatorias libres. Muchas veces pudimos oír del maestro las primeras palabras intercambiadas con la que sería su querida y definitiva guiadora a lo largo de su vida de pianista:
—Esteban, ¿tú querrías quedarte en Madrid para estudiar?
—Naturalmente, ese es mi mayor deseo, señora.
—Entonces, yo me encargo de tu educación musical. Solo hay que procurarse los medios adecuados para tu estancia en Madrid.
Alfred Cortot, verdadero maestro de maestros, con motivo de su visita a Madrid, es requerido por su antigua alumna, Julia Parody, para que escuchase al joven discípulo, a lo que él accedió sin mucha confianza: “…soy ya un profesor veterano, y sé qué puedo encontrar en un joven de 14 años. Tengo, además, que salir para París en el expreso”.
Esteban Sánchez tocó a Bach fervorosamente, la Sonata n.º 26 de Beethoven, la Rapsodia n.º 11 de Liszt, y un largo etcétera, que hicieron que el eminente profesor francés perdiera el tren. Exclamó: “Il est la perfection! Cet enfant est un musicien internacional! C’est un prodige!”. Y pedía: “Toca a Debussy…”
El veterano virtuoso francés escribió una carta al director del Conservatorio, don Federico Sopeña, en la que invitaba al joven extremeño a un curso de perfeccionamiento de Beethoven que se daba en París. Cortot quería que ese muchacho extremeño pudiese tocar con figuras del piano internacional.
Primeros triunfos
Esteban marchó a París a participar en el curso de perfeccionamiento acompañado de Petra, y en Francia residió en el domicilio del maestro Cortot. Esteban triunfa en París, como cita el diario Hoy: “Esteban Sánchez, un niño, triunfa en París rotundamente con la Sonata 26. Los Adioses, interpretados por el diminuto artista, suspenden la atención de todos los grandes maestros que le escuchan”.
Comienza a hacerse un hueco ganando sus primeros premios internacionales, como el Diploma de Honor en el “Margarita Long” en 1951. En 1953 recibía una beca del gobierno italiano, a instancias de Carlo Zecchi. Este maestro lo escuchó en el anteriormente citado premio y quiso que llevase a cabo sus estudios de perfeccionamiento en la academia Santa Cecilia de Roma. Esta academia ofrecía a sus mejores alumnos la posibilidad de dar un recital público en la temporada oficial de conciertos, y esto constituía la entrada en el mundo musical italiano. Para este traslado, el director de orquesta y pianista italiano envió una carta a Julia Parody, en la que exponía el interés que tenía en darle clase y felicitaba a la maestra por la admirable preparación que le estaba dando al joven:
Soy un admirador de su alumno Esteban y estoy bien feliz de poderlo tener en Roma para trabajar con él. Espero que él esté satisfecho de mis modestos consejos y que pueda retornar luego a su patria enriquecido por nuevas experiencias artísticas y espirituales. Roma es una ciudad en la cual el arte está en todos los rincones, y además de esto, la vida musical en estos últimos años se ha hecho intensísima. Esteban tendría un campo magnífico para sus experiencias.
Julia acompañó a Esteban a ver al embajador italiano, el marqués Taliani, que era un apasionado de la música, el cual se interesó mucho por el joven, facilitando la obtención de una beca de la academia, al menos, el primer año, para que no tuviera preocupaciones económicas hasta el verano, cuando podría volver a Madrid.
Con un jurado compuesto por Silvio Scionte, Carlo María Giulini, Jacques Fevrier, Carlo Zecchi, Paul Rompacher, Silvio Somontes, Eduardo del Pueyo y Friedrich Wührer, Esteban Sánchez obtiene un tercer premio en el Concurso Internacional “Federico Busoni” en Bolzano en 1953.
El 30 de mayo de 1954 le otorgan en Roma el Título de “Maestro Académico”. En junio de 1956, Esteban regresa a Roma para continuar con el curso de perfeccionamiento en la Academia Santa Cecilia y obtiene un galardón donde se acreditaba que había conseguido en el año académico anteriormente expuesto “el diploma del Curso de Perfeccionamiento”, obteniendo la puntuación de 10 sobre 10, ex aequo con Daniel Baremboim.
Exponemos la traducción autorizada de la crítica que, sobre el pianista español, ganador del primer premio “A. Casella” en Nápoles el 3 de mayo de 1954, hizo el célebre crítico musical (miembro del jurado) Aloys Mosser en el diario de Ginebra La Suisse” el 11 de mayo de ese mismo año:
En la persona de Esteban Sánchez Herrero, en el que la precoz personalidad transporta al público así como ha cautivado al jurado, yo he tenido hoy la impresión de que España tiene desde ahora un ejecutante que se inscribirá en la gloriosa línea de los Sarasate, Casals y Segovia.
Este joven, con la cara delgada y aniñada, con la mirada riente, dulce, asombrada con la de un niño, es propiamente una fuerza de la naturaleza. Literalmente poseído por la música y el ritmo a los que se entrega con un frenesí (que, sin embrago, está siempre maravillosamente controlado), pone en sus ejecuciones una llama ardiente, una pasión, una borrachera dionisiaca, que ejercen una acción irresistible sobre su auditorio. Poseyendo una técnica deslumbrante de gran precisión, igual y nerviosa, una manera de atacar las notas a la vez vigorosa y blanda, que tiene una asombrosa diversidad de matices y que se presta a inflexiones impalpables, así como a los impresionantes desencadenamientos sonoros. Esteban Sánchez tiene sobre la mayor parte de los pianistas de su generación la ventaja inestimable de usar con tanta maestría como tacto de las medias tintas de las sonoridades intermedias (el mezzo-piano particularmente) que comunican a su manera de tocar una constante variedad y una singular seducción. A pesar de que sus posibilidades digitales son extremadamente extensas, tiene el mérito de no ceder como tantos de sus congéneres al demonio de la velocidad. Puntuando cuidadosamente, su labor no se precipita, y presta una atención de cada instante a los valores rítmicos y los silenciosos; así, sus ejecuciones conservan siempre un orden, un aplomo y una claridad con las que se impone sin esfuerzo en el espíritu del auditorio.
Yo no sé lo que Esteban Sánchez hará frente a una obra de Mozart o Beethoven, porque su programa se componía de una fantasía y fuga de Bach, la Segunda Balada de F. Liszt, una pieza extraída de Goyescas, de E. Granados El Pelele y el Segundo concierto para piano y orquesta de Rajmáninov; lo que yo sé bien es que estas obras las domina espiritualmente tanto como materialmente y que las expone con autoridad magistral. El joven pianista español dio prueba de un gusto consumado, de una sensibilidad, de una madurez de espíritu, de una mesura y de una dignidad de expresión, así como de una facultad de comunicación poética que, desde el primer momento, se ganaron la opinión unánime del jurado.
Propulsado por un ritmo perentorio entremezclado con una ardiente exaltación estremecedora de vida y alta en colorido, sus interpretaciones tuvieron un acento directo y persuasivo que se ganó en el instante mismo de su actuación la adhesión total del público.
O yo me equivoco mucho, o se oirá hablar muy pronto de Esteban Sánchez Herrero.
El año 1955 fue muy importante en la carrera de Esteban porque consiguió uno de los premios europeos más prestigiosos, el “Dinu Lipatti al pianista joven más prometedor”; estos galardones entraban en el marco de los premios internacionales “Harriet Cohen”. Este fue un premio totalmente imprevisto, porque no había prueba como tal, y eso concedía una visión desigual junto a la correspondencia institucional. Este fue uno de los galardones que más le gustó, debido a la admiración y sorpresa con la que aparecía como uno de los intérpretes más importantes del momento. Entre los pianistas que habían sido premiados ese año figuraban nombres de la talla de Friedrich Gulda y Abbey Simon.
Los conciertos seguían sucediéndose por toda España en estos años y podemos resaltar el celebrado en Valencia con motivo de la clausura del curso de su Filarmónica, en el que colaboraron José Iturbi, dirigiendo la Orquesta Municipal de la que era titular, y Esteban Sánchez como solista del concierto de Rajmáninov. Asimismo, en noviembre del 1966, interpretó varios conciertos en Suecia con la Orquesta Filarmónica de Copenhague, grabando en Estocolmo con Pierino Gamba el Segundo concierto de Rajmáninov, Noche en el monte pelado de Mussorgsky y El Pelele (piano solo) de Granados.
Incorporando los recitales con orquesta, debe especificarse por su estreno, el Concierto para piano y orquesta, de Antón García Abril, en Madrid, el 11 de febrero de 1967, con la Orquesta RTVE, dirigida por García Asensio, evento muy ensalzado, pues aparte de obras de Falla y Arriaga, figuraban dos estrenos: el citado concierto y la Sinfonía de José Soler, trabajos de Radio Nacional, el primero, y del Festival Internacional de Barcelona, el segundo.
En 1970, y con motivo del centenario de Beethoven, Esteban incorpora el Concierto para piano y orquesta n.º 4 en Sol mayor Op. 58 a su repertorio. Esta obra era especial, tenía todas las cualidades básicas más importantes, técnica incisivamente clara y poderosa, varias y muy brillantes cadencias, junto a las características tan peculiares de esta gran obra del repertorio pianístico sinfónico.
Reflexiones
Las reflexiones que escribió sobre compositores nacionalistas españoles merecen especial atención.
La Suite Iberia
La Suite Iberia es el testamento que Isaac Albéniz legó a lo que él más quiso: España. La Suite Iberia significa el más fiel trasunto llevado a la música del genio, lo sublime y el misterio del alma española; teoría y pensamiento del talante ibérico y espléndida conciencia de Isaac Albéniz se proyectan en esta obra definitoria y definitiva de la música hispana con rango universal, una de las más completas, difíciles y trascendentales que se han escrito. La música de todos los tiempos suma y consuma importantísimo capítulo con la Suite Iberia y, sobre todo, esta supone el necesario y providencial arranque de la escuela pianística española, inexistente hasta entonces, de la cual es autodidacta, creador y móvil absoluto, Isaac Albéniz.
Siempre considerada en el privilegiado lugar que ocupa, muchos han creído ver la Suite Iberia como fenómeno y causa dimanente de un Impresionismo coetáneo francés vestido a la española, pero lo cierto es que ahora, setenta años después de su realización, puede comprobarse hasta qué punto enriquece y evoluciona el Impresionismo en términos globales la ingente aportación de Albéniz. Aunque ello lleve consigo la lógica relación que Albéniz tuvo con su época. Personalmente creo que el originalísimo carácter de sus obras no soporta el encasillamiento ni se aviene con ningún estilo que no sea el propio. Es obvio insistir en que Albéniz fue maestro, gran músico autodidacta, guiado por un raro poder innato y su formación totalmente empírica.
La Suite Iberia es la primera obra en importancia universal que se escribe para piano en el siglo XX. Iniciada en el 1900, y truncada como su autor en 1909 (pues indudablemente tenía intención de ir ampliándola de manera sucesiva e ilimitada), es también la resultante del espíritu más apasionado, racial y vehemente con que cuenta nuestra música. Que Albéniz vivió felizmente aprisionado por la geografía ibérica es demostración constante en la toponimia de sus títulos, a veces hasta en la nimiedad de repetirlos en obras por completo diferentes; ciudades, ambientes, impresiones o en obsesiva referencias, danzas, coplas, danzas enlazadas entre sí respecto a un plan compositivo, serán esenciales características en Albéniz desde muy temprana edad, dispositivos que alcanzan madurez plena y apoteósica en su Suite Iberia.
Es imposible tratar de glosar tan monumental obra en este sucinto comentario, harían falta muchísimas páginas para un análisis más normal que exhaustivo, siquiera las que hubo de emplear Isaac Albéniz para construir el enorme y caleidoscópico mosaico, plagado de infinitos elementos y matices, abarcando con naturalidad asombrosa y sobrecogedora desde un arabismo muy sentido y siempre latente en Albéniz, hasta en diversos y frecuentes momentos ciertos ribetes que anticipan las tendencias más vanguardistas. El autor que pulsa y se recrea en toda clase de recursos con una maestría, audacia y generosidad increíble tirando a manos llenas ritmo, melodía y armonía, de forma abrumadora y única en la historia de la música.
Joaquín Turina
Seguramente a ningún otro músico español se le hizo justicia como a Joaquín Turina; es más, me atrevo a creer que hacia Turina siempre tuvo como norma una indiferencia a ultranza casi rayana en la injusticia.
Es verdad que su Sinfonía Sevilla gozó de un éxito sin reparo desde el momento de su estreno, no es menos cierto que las Danzas Fantásticas en sus respectivas versiones de piano y de orquesta disfrutan del frecuente manifiesto favor de intérpretes y público, igualmente El canto a Sevilla, monólogo y diálogo de inefable belleza; es harto sabido el indiscutible reconocimiento unánimemente expresado cuando se trata de admirar y sentir La oración del torero, sin duda la más hermosa página musical inspirada en esa lucha cruenta, desigual e incomprensible a la que pone único contrapunto racional la plegaria que eleva el diestro antes de salir al coso para protagonizar tan desdichado festejo. Ahí quedan el espléndido Retrato de la Andaluza sentimental que muy difícilmente algún pincel podría siquiera igualar, o aquella estampa del Jueves Santo a media noche en que la Saeta embarcada por los redobles de los tambores sirve para que Turina, una vez más, nos muestre que en el microuniverso del piano puede estar encerrado todo el mundo de la música y de los sentidos… Sabemos también que el relativo interés de muchas obras de Turina está involucrado en otras obras suyas más importantes, pero esto ocurre en la producción total de la mayoría de los compositores.
Sin embargo, tuvieron que llegar al primer centenario de su nacimiento para conciliarnos con su inmensa obra, o por lo menos procurar desempolvar y hasta descubrir gran parte de ella. Ahora, y en consecuencia de lo anteriormente expuesto, podemos darnos cuenta de hasta qué punto Turina es un compositor escasamente conocido y valorado. Resaltado de ello, y no sin cierta reticencia, ha sido, acusar a Turina de un semidivismo inevitable, lo cual viene a ser cierto, aproximadamente en una cuarta parte de su obra, es decir, la más frecuentada; por tanto, argumento fácil de rebatir, si no fuera porque la prolijidad de ejemplos sería interminable. Lo que verdaderamente parece lamentable es que un amplio sector de compositores e intérpretes haya atacado a Turina por algo, que si se hace como Turina lo hizo, bastaría para honrar al músico que estime su naturaleza de origen.
En cambio, Joaquín Turina logró plenamente hacer lema del consejo que conjuntamente recibiera con Manuel de Falla al ser conocidos por Albéniz en París, escribir música española con acento universal, idea que ya había asimilado tiempo antes Enrique Granados por razones simplemente cronológicas. Albéniz y Granados, el tándem catalán, es algo más tarde el binomio andaluz, Falla y Turina. Serán esas columnas que sustentan nuestra “escuela nacionalista”. Es así como Albéniz, al iniciar la impresionante Suite Iberia a principio de la centuria, pasando por Granados y Falla hasta el fallecimiento de Turina, acaecido en 1949, son ya historia, ese medio siglo de oro de la más auténtica música española.
En el momento más prolífico de su carrera como concertista decide volver a Extremadura, sin duda por el amor a su tierra, y por su deseo de dedicarse a la formación de intérpretes. Asimismo, se implica inmediatamente en el asesoramiento para el desarrollo de la música en Extremadura en el momento en que se está consolidando como Comunidad Autónoma. De hecho, inicia toda la andadura profesional del Conservatorio Profesional de Mérida bajo su dirección, y además fue asesor de la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Extremadura. Actualmente, el Conservatorio de Mérida lleva su nombre.
Mucho extrajimos y muchos aprendimos de las enseñanzas de Esteban Sánchez. Yo creo que un gran maestro es aquel cuyas lecciones no solo valen al discípulo en el momento de recibirlas, sino durante toda su existencia y que, además, aplique como hizo Esteban con sus alumnos la norma por excelencia de anteponer el tú al yo. Esteban sabía, además, que el maestro innato va haciendo a sus alumno, al tiempo que este va haciéndole maestro, y que nadie llega a ser un buen profesor si antes no ha aprendido a ser un buen humanista.
Yo también fui discípulo de Esteban Sánchez; uno más, pues él se entrego por entero a todo aquel que con él quiso aprender; quizá al estar más tiempo a su lado pude recibir enseñanzas que complementaron la estrictamente musical, pero ahora, al haberse cumplido 20 años de su muerte, podemos comprobar, cualesquiera de sus discípulos, cómo Esteban Sánchez sigue vivo, continúa viviendo en lo más profundo de nosotros y así será e irá sucediéndose en los discípulos de sus discípulos.
Y con ser esto más que bastante, no lo es todo, porque Esteban no solo enseñó música; su humanismo, su honradez cabal, su amor al trabajo, su consagración fiel al ministerio de la música, su humildad despojada de toda gloria vana, su preclara visión de la vida terrena y ultra terrena, le hacían actuar de manera gozosa e intensa en grado superlativo, como si cualquier minuto hubiera podido ser el último de su vida.
Francisco J. Traversa dice
Desde Argentina felicito al Sr. Suárez Moreno por este artículo dedicado a tan magnífico pianista y pedagogo. Sánchez fue un gran músico. Su grabación de la Suite Iberia suena como pocas. Gracias por recordarlo.