Por Tomás Marco
Si hay un país que en el último cuarto de siglo, largo, haya construido auditorios y teatros de ópera, tanto de nueva planta como rehabilitados, no cabe duda de que ese es España. Si el tardofranquismo y el desarrollismo del ladrillo acabaron en los 60 y 70 con numerosos teatros históricos, con algunos casos realmente clamorosos, no cabe duda de que desde la etapa democrática el crecimiento de los auditorios y teatros de ópera ha sido espectacular.
Se podría decir que no todos han tenido la misma función e incluso que no todos han sido igualmente acertados pero el balance general es inmensamente positivo. Los auditorios han dinamizado la vida musical de muchas ciudades y han propiciado —o más bien lo han hecho interactivamente ambos— la enorme mejora y aumento del número de las orquestas. Incluso en lugares donde no hay orquesta, los auditorios son magníficos y han servido muy bien a la música. Es el caso de Zaragoza que , aunque posee un magnífico grupo de cámara como es la OCAZ no tiene una sinfónica de titularidad pública, y que además posee la que tal vez sea la mejor sala de cámara de todos ellos aunque la grande sea también muy notable. Todo ello fue posible gracias a la colaboración de instituciones en el viejo Plan Nacional de Auditorios luego ampliado por iniciativas diversas.
Con esa miopía típica de los políticos para las cosas que nos les gusta, y la música llamada clásica es una de ellas en la casi totalidad de los casos, muchos alcaldes creyeron paliar lo que ellos creían era un despilfarro en algo tan fútil como la música, dedicándolos a la vez a Palacio de Congresos. A la larga , el resultado ha sido que en casi todos los sitios ha habido que hacer un Palacio de Congresos porque la actividad musical era mucho más dinámica de lo que los ediles suponían.
Los auditorios han sido bastante disímiles en todos los aspectos. Los hay, la mayoría, de buena acústica y algunos de acústica manifiestamente mejorable . Los ha habido carísimos y otros de una increíble relación calidad/precio Como el Maestranza sevillano,. Pero en todos ,las orquestas pueden actuar convenientemente con comodidad y los espectadores oír y ver sin problemas. Curiosamente los mayores inconvenientes han solido venir del empecinamiento o el capricho de algún divo de la arquitectura ,pero son lo menos porque, aunque en general se ha escogido a arquitectos de nombre relumbrante, algunos de los mejores son obra de gentes que no llaman la atención mediática.
La pregunta es si los auditorios han sido en general concebidos para el presente, el futuro o el pasado y la respuesta, desgraciadamente, es que se han diseñado con técnicas de hoy para concepciones musicales de ayer. No de otra manera se explica el que en la mayoría de los casos se hayan olvidado de la existencia de medios audiovisuales. Un caso clamoroso es el Auditorio Nacional de Madrid que no tiene un lugar específico para grabar televisión y ni siquiera se le dotó de una cabina de radio. Las transmisiones radiofónicas –lo digo porque las he hecho- se siguen realizando desde una lejana sala ciega con un minúsculo televisor en blanco y negro como toda referencia. Lo peor es que en la mayoría de los casos las transmisiones y grabaciones se deben hacer de la misma manera improvisada y a lo que salga. Cierto que algunos auditorios más recientes (Las Rozas sin ir más lejos) han sido concebidos casi como estudios de grabación .Pero son excepciones. La mayor parte desconocen la importancia que gentes como Marconi, Edison y otros han tenido en el desarrollo de la difusión musical. Y eso no es imputable, o no solo, a los arquitectos sino a los que encargan las obras .De nuevo los políticos.
Por otro lado , el modelo más audaz de música para el que están preparados los auditorios es el de una sinfonía de Brahms. Hasta los internos de la Primera sinfonía de Mahler o La pregunta sin respuesta de Ives plantean problemas en casi todas partes. Pero mucho más la música espacializada del siglo XX aunque sus antecedentes lleguen hasta el XVI. Recientemente ,el Auditorio Nacional presentaba el estreno en España , con medio siglo largo de retraso, de Gruppen para tres orquestas de Karlheinz Stockhausen. Para ello ,hubo que construir largas plataformas laterales que inutilizaban buena parte del patio de butacas y aún así el resultado , no era exactamente el que pretendía el autor aunque se intentaba. Hace ya más tiempo, Boulez tuvo que hacer su Répons en el Palacio de los Deportes madrileño ,lugar inhóspito para lo musical incluso aunque se amplifique. De esta manera , no conozco un lugar apropiado para hacer obras como muchas de Xenakis (Nomos gamma, Duel, Politopo etc.) ni siquiera se donde se podría hacer aquí una ópera tan interesante pero tan poco convencional de formato como Gramma de Sánchez Verdú.
Es obvio que, cuando la música española dispone ya de una vasta red de auditorios convencionales, hace falta plantearse ahora la construcción de salas modulares que puedan adaptarse a las nuevas concepciones musicales. Ni siquiera el flamante Auditorio 400 del Centro Nacional de Arte Museo Reina Sofía, que se supone pertenece a una institución de vanguardia y está diseñado por un divo de la arquitectura moderna, es otra cosa que un buen auditorio convencional si no preguntamos mucho sobre sus deficientes servicios internos.
Hacen falta salas modulares con acústica apropiada y tecnología punta. De hecho , el Ayuntamiento de Madrid , cuyo titular tiene fama de melómano, ha hecho ya una ,pero para el teatro ,en las naves del antiguo Matadero .Sería deseable tener alguna para la música que no podría ser igual ,ya que hay que contemplar la acústica, pero que es perfectamente factible.
Se nos podría reprochar que cuando los conciertos había que hacerlos en toda España en viejos cines o resonantes iglesias donde ,por el mismo precio, oías tres o cuatro veces cada acorde, echábamos de menos los auditorios y que ahora los tenemos. Es cierto. Pero tampoco el país es el mismo y nunca hay que cerrar el futuro. Hoy como ayer , seguimos pidiendo espacios para la música.