El pianista Omar Sánchez, junto a la soprano Esmeralda Jiménez, acaba de publicar su álbum ‘Valentín Ruiz-Aznar. Obras para voz y piano’, dedicado a este ilustre aragonés que fue maestro de capilla de la Catedral de Granada y amigo personal de Manuel de Falla. Esta recuperación patrimonial se ha hecho con gran respeto al trabajo original pero también con admiración, ingredientes fundamentales para el éxito de un proyecto
Por Susana Castro
¿Cómo llegan hasta usted estas canciones de Valentín Ruiz-Aznar?
Mi primer contacto con ellas fue gracias a la soprano Esmeralda Jiménez, también borjana como Ruiz-Aznar, que me presentó su Tríptico de canciones hace diez años.
Siendo conocedor del repertorio lírico habitual de canción, pocas veces me he sorprendido tanto como al descubrir la enorme calidad y excelencia que atesoraban estas joyas de la lírica española.
Un ejemplo encantador dentro de este tríptico es la ‘Canción de Cuna al Niño Soñador’ y otro realmente interesante es el ‘Villancico del Rey negro’, con reminiscencias fallescas cercanas al concierto para clave.
Musicalmente hablando se me hizo la ‘boca agua’ ante tal descubrimiento. Esmeralda y yo comenzamos a planear la posibilidad de llevar a cabo el presente proyecto.
¿Qué destacaría musicalmente de estas composiciones?
La pulcritud y perfección de la forma dentro del género del lied. Son ejemplos de una estética preciosista, con cuidado por el detalle y la filigrana. Se entroncan claramente en el ejemplo nacionalista pedrelliano y, según mi criterio, constituyen unas más que dignas continuadoras de las Siete canciones populares españolas de Falla. Lo relevante es que, a pesar de mirar hacia ellas, el autor mantiene siempre un sello propio. Sus obras huyen de la ampulosidad y son modestas, derrochando encanto y gracia. Percibes claramente el milagro de lo popular, tamizado y elevado, como en sus preciosas ‘Soleá’ y ‘Nana’.
La otra vertiente que cultiva el compositor es la canción con tema religioso, de un humilde misticismo, fiel reflejo de su vida recogida y espiritualidad. Algunos ejemplos son Vous qui croyez o El pecho de la virgen, la primera con una sonoridad relacionada con Psyché de Falla.
Incluso en los ejemplos más tempranos de este corpus percibes una perfecta simplicidad, pureza, y honestidad musical, cualidades más propias de un estilo tardío. Hay, en definitiva, un trabajo compositivo muy depurado en todos los niveles. Parece como si no faltara ni sobrara una sola nota, un solo silencio, un solo matiz…
¿Qué aspectos de la vida de Ruiz-Aznar le han llamado más la atención a la hora de poner en pie este trabajo de recuperación patrimonial?
Desconocía la estrechísima relación que unió a Ruiz-Aznar con Falla durante muchos años, ya que el compositor maño, tras convertirse en maestro de capilla de la Catedral de Granada en 1927, estableció en la ciudad de La Alhambra su residencia hasta el final de sus días en 1972.
El contacto entre ambos partió de la admiración del joven Ruiz-Aznar, 26 años menor que el maestro gaditano. Más tarde se forjó una confianza plena por parte de Falla en la altísima capacitación como compositor, director y creador de nuestro protagonista, llegando a colaborar juntos en varias ocasiones, como el III de Lope de Vega en 1935.
Durante la Guerra Civil se intensificó su amistad, encontrando toda la familia Falla en el músico-sacerdote un hombre de plena confianza. Don Valentín no solo intentó sanear la precaria situación económica de Falla, intercediendo a través de sus relaciones personales para que pudiera cobrar los derechos acumulados en el extranjero, sino que llegó a encargarse del pago del billete de don Manuel cuando este se exilió a Argentina.
A la muerte de Falla, la relación con el hermano de este, don Germán, se estrechó enormemente. Se confía a don Valentín la revisión de los papeles de La Atlántida o la custodia de sus muebles y biblioteca hasta que todo se trasladó a la casa museo que hoy conocemos.
¿Cómo ha sido el proceso de recuperar estas joyas olvidadas?
Muy enriquecedor en lo musical, aunque lleno de dificultades en lo que tiene que ver con la producción. Ha sido muy bonito el hecho de descubrir una tras otra las canciones de don Valentín, desentrañando la evolución de su estilo e ir moldeando junto a Esmeralda Jiménez unas versiones personales de las obras que fueran sólidas y expresivas, ya que salvo pequeñas excepciones no se habían llevado a concierto ni se habían registrado. Lo que nos motivaba después de cada ensayo era la finura, la elegancia, el preciosismo de cada obra.
La voz de la soprano Esmeralda Jiménez ha devuelto a la vida estas canciones, como no podía ser de otra manera. ¿Cómo ha sido trabajar juntos?
Es fantástico colaborar con ella ya que nuestro trabajo se mueve en torno a un saludable intercambio de ideas. Nos conocemos desde sus estudios en la Escuela Superior de Canto de Madrid y puede decirse que hemos crecido juntos a través de los diferentes proyectos que hemos llevado a cabo. Conectamos desde el primer momento que nos unimos para estudiar con Wolfram Rieger en los cursos de lied organizados por Juventudes Musicales de España. Desde entonces, no hemos dejado de buscar ocasiones para seguir haciendo música juntos. Nos parecía muy relevante el hecho de recuperar y difundir la estupenda obra de este compositor paisano de Esmeralda, poco conocido en el ámbito del lied, pero más frecuentado en el ámbito coral.
En el álbum también colaboran los cantantes Thomas Hansen, Javier Ares, Mariano Valdezate, María Sala y el conjunto vocal Chiavette, ¿cómo se unieron a este proyecto?
Esmerada Jiménez forma parte, junto a María Sala, Javier Ares y Mariano Valdezate, del conjunto vocal Chiavette, centrado en la recuperación y difusión del repertorio polifónico del Siglo de Oro y primer Barroco español, e interesado en poner en relieve la buena música de factura aragonesa.
Desde el principio, estos músicos tuvieron interés en participar en el proyecto, permitiendo ampliar la visión de la música del compositor maño al interpretar algunas de sus composiciones populares para coro.
También hemos podido contar para este trabajo con el barítono italiano afincado en Madrid, Thomas Hansen, que interpreta junto a Esmeralda la parte de música sacra para voz y órgano.
El disco se completa en lo artístico con el organista Juan San Martín, ¿qué instrumento han utilizado para la grabación?
El órgano utilizado es el de la Iglesia Colegial de Santa María de Borja con el que el maestro Ruiz-Aznar tuvo contacto directo en su juventud y posteriormente en los veranos cuando visitaba su ciudad natal. Este magnífico instrumento, cuya traza y hechura realizó maese Fermín Granollers a finales del siglo XVI y cuya caja fue construida por Joan Sanz de Tudelilla y Millán Ximénez, sufrió diversas transformaciones en los siglos posteriores llegando a ser desmontado por completo e incluso algunos de sus tubos fueron utilizados en la guerra de independencia para la fabricación de balas. Aún hoy en día, es un órgano vivo y se sigue tocando.
Consideramos muy interesante ofrecer una pequeña muestra de su obra sacra para voz y órgano, faceta donde se muestran ejemplos magníficos hoy en parte también olvidados.
La tarea de registrar las canciones sacras con órgano no resultó nada fácil dadas las enormes dimensiones del instrumento, pero fue resuelta con maestría por el responsable de la grabación, Miguel Ángel Muñoz.
Además, hemos tenido el lujo de que Juan San Martín, organista titular de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, haya sido el encargado de interpretar el Preludio Vasco, obra hermosísima para órgano solo, así como varias canciones sacras para voz y este instrumento.
Muchas de las obras aquí incluidas son inéditas, ¿habrá ocasión de escucharlas en concierto próximamente?
Uno de nuestros principales objetivos es difundir la valiosa música de Valentín Ruiz-Aznar en vivo, donde se alcanzan cotas artísticas mucho más genuinas. Nos encontramos en fase de promoción y esperamos que no suceda lo que a veces ocurre en nuestro país, es decir, que se dé la espalda por desconocimiento a compositores patrios de enorme categoría que deberían estar por derecho propio dentro del repertorio habitual de concierto.
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