Entre el 3 y el 22 de julio, Turandot, la ópera de Giacomo Puccini, se representará en el Teatro Real con dirección de escena de Robert Wilson y musical de Nicola Luisotti. Entre los cuatro elencos que encarnarán los roles de la obra estará el tenor Michael Fabiano, que dará vida al personaje de Calaf.
Por Alicia Población
Estudió Empresariales antes de dedicarse de lleno a la música. George Irving Shirley, primer tenor negro en cantar papeles principales en el MET, le dijo que tenía una voz que merecía la pena. Fue entonces cuando tomó la decisión de apostar por el canto. ¿Cómo se tomó su familia que dejara la carrera de negocios?
Es una buena pregunta. Con 15 o 16 años mi padre ya me estaba preparando para entrar en la carrera. Soy un hombre muy analítico, más analítico que emocional. Pero cuando empecé la carrera en la Universidad de Michigan, un día, en una clase de Economía, descubrí que me aburría. No es que no me interesara la asignatura, pero sentía que tampoco era algo que me tocara el corazón. Junto con mi matrícula, había mandado un dosier con tres canciones, y la universidad me ofreció la posibilidad de estudiar canto con profesionales de la escuela de música. Tomé canciones en paralelo a la carrera durante un tiempo.
Cuando definitivamente decidí cambiar mi camino y dedicarme de lleno a la música, recuerdo que mi padre me dijo: ‘Michael, serás pobre toda tu vida, tendrás una vida triste y difícil. Eres una persona analítica e inteligente, es muy grave que dejes todas tus posibilidades de ganar dinero’. Sin embargo, me mantuve firme en mi decisión. Sabía que podía cantar bien y que tenía una mente fuerte para soportar las dificultades de las que hablaba mi padre. Con el paso de los años, mi familia ha ido viendo que sí podría ser un camino, pero solo ‘podría’, nunca ha admitido que ‘puede ser’ realmente un camino.
Ahora, años después de eso, alguna vez ha dicho que su voz ha sufrido cambios. ¿Cómo se gestiona que un instrumento que va por dentro sea tan cambiante?
Para empezar, debemos aceptar que todo puede cambiar en nuestra vida de un día para otro, es algo normal. En segundo lugar, es cierto que hay voces que no cambian. La voz de Alfredo Kraus, uno de los tenores más grandes de la historia, no cambió nunca. Ahora que mi voz está cambiando, tengo que hacer ejercicios diferentes para ver cómo funciona. Ningún día es igual, tengo ejercicios nuevos para cada día. Si un cantante no acepta que su voz va a cambiar, acabará teniendo problemas.
En 2021 dijo: ‘Tengo intención de cantar todos los roles para tenor de Puccini, veremos si llegan o no, pero es mi intención ahora mismo’. ¿Hay algo en particular que le lleve a querer interpretarlos todos?
Ya he cantado casi todos, solo me faltan Manon Lescaut, Iltabarro y La fanciulla del West. Así que, faltado solo tres, me haría ilusión poder decir que ya he interpretado todos. Sin embargo, aunque veo que mi voz está en un punto en el que puedo cantar roles más spintos, como en Manon Lescaut, estos roles necesitan una voz dramática y a la vez ligera, dependiendo del momento.
Creo que existe una concepción de que los cantantes que cantan dramático, en estilo más spinto, solo pueden hacerlo así. Esto es falso. No hay que encasillar. Un tenor tiene que utilizar su ligereza mientras canta un papel dramático. Es lo que yo hago en Turandot, por ejemplo. El personaje me obliga a cantar dramático, pero también a sacar todo mi intimismo.
Decía que la vida de un cantante de ópera realmente comprometido con su profesión es una vida solitaria y de alto grado de concentración. Incluso afirmaba que no había ido a una boda ni a un funeral de su familia en diez años ni tampoco ha estado en un bar o un club desde 2012. ¿Vale la pena sacrificar la vida por su profesión?
Acepto todas las obligaciones de mi carrera. Tomé la decisión de dedicarme al canto y tengo que ser como una especie de sacerdote. No bebo, no fumo y no salgo de fiesta. Tengo una responsabilidad con el público. Son personas que pagan mucho por escucharme. Si no aceptara este tipo de obligaciones, no sería una buena persona. Me gusta la soledad porque me da la oportunidad de estudiar y de mejorar como artista. Soy un extrovertido en escena, debo serlo, pero en el ámbito privado soy más introvertido. Por supuesto tengo amigos, voy a museos, tengo conexiones, tampoco soy un ermitaño. Quizá en doce años cambie mi vida, no lo sé…
¿Cómo se ve en doce años?
Me preocupan el mundo y la sociedad. Tengo una fundación, ArtSmart, que ofrece lecciones gratuitas a niños que no tienen la oportunidad de estudiar música en la escuela. Hemos impartido más de 30.000 lecciones de canto este año. Mi país está en una situación grave, necesita nuevos líderes. En la política de Estado Unidos solo existe la derecha o la izquierda, si algún partido se posiciona en el centro es automáticamente anulado. No hay variedad de partidos, como en España, solo hay dos. Esto es un problema. Como artista que viaja, he visto los problemas de otros países, pero también la manera de funcionar, y he aprendido mucho. Creo que, en diez años, con todo lo que he vivido, podré ayudar a mi país.
¿Cómo crees que el arte puede ayudar a la sociedad?
Lo primero de todo es que el arte, y por extensión, la música, es un lenguaje universal, nos pone en común. La música nos une. Durante la COVID-19 escuchábamos música continuamente, en la televisión, en las redes sociales… Si la música un día desaparece del mundo, sufriríamos una terrible psicosis. La música es esencial a la vida, y esto hay que enseñarlo a los niños y a la sociedad. Cuando vuelva a mi país, en unos meses, mi intención es celebrar un congreso en el que exponer la investigación derivada de los resultados de mi fundación y con la que demuestre cuánto ayuda la música en las escuelas en contraste a quienes no tienen la música en su día a día durante sus estudios.
Soy capitalista, creo en los mercados abiertos y todo eso, pero la vida es más que ganar dinero. La vida es alegría, es conectar con la gente. Evidentemente me gusta ganar dinero, me encanta cantar, pero mi fin en la vida es otro. También reconozco que no soy el mejor cantante. Nuestro mundo es mucho más grande que el pequeño mundo que es la música clásica.
¿Es importante que los artistas se involucren más allá de su profesión?
El público viene al teatro para vivir una catarsis. Buscan alejarse de sus problemas de la vida. El teatro es muy importante para la salud mental. Si un lugar como el Teatro Real, por ejemplo, puede ofrecer algo tan bueno, esto ha de expandirse al mundo. Turandot es un reflejo de nuestro mundo: una princesa que condena a la muerte a quien no acierte sus enigmas y que todo el pueblo se levante con ansias de muerte es un reflejo de la sociedad en la que vivimos. Si alguien, por ejemplo nuestros políticos o algún personaje público, comente un solo error, le condenamos automáticamente, le censuramos. Eso es Turandot. El coro es esa presión social, que censura sin justicia. Cuando vemos esta obra estamos forzando al público a preguntarse: ‘¿Yo soy así?’, ‘¿Hago esto en mi vida?’.
El arte, ya en la sociedad griega, planteaba los problemas de la sociedad, y el público tenía la oportunidad de discutir sobre estos temas. Me da miedo ver cómo estamos perdiendo la capacidad de comunicación cuando no estamos de acuerdo en algo. Por eso creo que el melodrama es el mayor sistema democrático del mundo, porque permite el discurso entre quienes piensan diferente. Hay que explorar esta manera de hacerlo en todos los ámbitos de la vida.
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