Desde 2019 el ovetense Javier Menéndez dirige el Teatro de la Maestranza, cuya programación destaca por su eclecticismo y apoyo a las artes escénicas en general. En esta temporada, que han denominado ‘Volver a mirar’, pretenden generar un vínculo entre la capacidad emotiva y analítica del público y la de los creadores y artistas que se subirán a las tablas del coliseo sevillano.
Por Alicia Población
El lema de este año del Teatro de la Maestranza es ‘Volver a mirar’. ¿Dónde se pone el foco esta temporada?
En la idea de descubrir, de tomar una actitud activa como espectador, de indagar y reflexionar ante las propuestas artísticas que se irán desarrollando a lo largo de la temporada. Con nuestra participación como público producimos sabiduría, pero también gozo. Nuestra actual temporada incluye una gran cantidad de grandes obras que ya forman parte de la más destacada creación artística de la historia de la música, las cuales afrontaremos bajo nuevas perspectivas, visuales y musicales. Pero también nos adentraremos en la nueva creación. ‘Volver a mirar’ incita a generar un vínculo entre nuestra capacidad emotiva, analítica y crítica y la de los creadores y artistas que se presentan en el escenario del Maestranza.
¿Cuáles son los criterios de selección de la programación de un teatro como Maestranza?
Nuestra programación es bastante ecléctica, ya que el teatro cultiva una importante diversidad de actividades artísticas: la música sinfónica, la danza, el flamenco, el jazz y, por supuesto, la lírica. Por las propias características de nuestro espacio escénico, tanto a nivel técnico como de capacidad de público, atendemos principalmente a los grandes formatos. Buscamos un discurso equilibrado y diverso, estéticamente atractivo y estimulante, en el que tienen cabida, principalmente, los creadores e intérpretes que están aportando propuestas especialmente interesantes en el mundo de las artes escénicas en la actualidad. La apertura a nuevos repertorios, la visión de la lírica como espectáculo total, la incorporación de las nuevas tendencias creativas… y todo bajo estrictos criterios de viabilidad económica.
‘Rasgando el silencio’ es el ciclo que pone el acento en las mujeres creadoras. En el resto de los ciclos de la programación del Maestranza (Gran Selección, Lírica, Cita en el Maestranza y Alternativas de cámara), no hay compositoras. ¿Es difícil programar a compositoras dentro de los ciclos regulares como para que tenga que existir uno exclusivo de música de compositoras?
La pasada temporada pudimos ver Je suis narcissiste de la compositora Raquel García-Tomás, pero es verdad que hay un gran recorrido hasta equilibrar la participación de las compositoras en la programación de nuestros teatros y auditorios. Sin embargo, es constante la presencia femenina a través de disciplinas como la danza y el flamenco; también en la dirección de escena. Esta temporada se podrá ver en nuestro escenario la producción de Alcina de la destacada directora Lotte de Beer y el Nabucco de Christiane Jatahy, una de las directoras teatrales más reconocidas actualmente, en su primera incursión operística. Dentro de la dirección musical, otro espacio que hay que abrir mucho más al talento femenino, tendremos a Lara Diloy dirigiendo Lazarillo, de David del Puerto.
La Bella Susonade Alberto Carretero será un estreno absoluto en colaboración con el Auditorio de Tenerife. ¿Desde dónde se enfoca y cómo se escoge la programación de obras de nueva creación?
En el caso que nos ocupa, desde el apoyo a un compositor sevillano que tiene una importantísima carrera nacional e internacional y que tenía una ópera encargo de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla a la espera de ser estrenada; que, por otra parte, habla de un hecho real ocurrido en Sevilla en el siglo XV. Una historia de amor imposible que conduce a la traición, con el trasfondo de conflicto político y religioso de aquel momento. Una nueva ópera que enriquece las ya más de 150 obras de ambientación sevillana.
Dejando aparte el ciclo Jóvenes audiencias, enfocado a un público más familiar, ¿qué propuestas se siguen desde el teatro para atraer al público juvenil de entre 16 y 30 años?
Principalmente políticas de precios para facilitar el acceso a los jóvenes, combinadas con propuestas especialmente dirigidas a ese colectivo. Por ejemplo, la pasada temporada pusimos en marcha los prestrenos en dos títulos (Jenufa y Tosca) para menores de 30 años a un precio único de 10 euros. Solo acceden a esos eventos menores de 30 y, por lo tanto, comparten y disfrutan el espectáculo exclusivamente con gente de esas generaciones. El éxito ha sido apoteósico y lo vamos a repetir este año con Norma y Nabucco. Las mejores butacas en los ensayos generales están destinadas a institutos y colegios. En la mayoría de las propuestas de la temporada tenemos un 80 % de descuento para menores de 30 el día antes y el mismo día de la función. También hacemos visitas guiadas y charlas formativas.
¿Qué ha cambiado en el funcionamiento del teatro desde que comenzó tu gestión como director general en 2019?
El funcionamiento del teatro estaba y está muy bien engranado. No se trata de cambiarlo, sino de aportar ideas y nuevas líneas de actuación que hagan avanzar al teatro en la dirección que se espera a un espacio escénico en el siglo XXI. Aunque la irrupción de la pandemia en marzo de 2020 supuso un gran obstáculo, hasta septiembre de 2021, para el normal desarrollo de nuestra actividad, hay varias cuestiones que podemos destacar. Hemos actualizado la imagen y el discurso de comunicación, con especial atención a los medios digitales. Estamos trabajando mucho las políticas de captación de nuevo público a partir de la utilización de un nuevo sistema de ticketing que nos permite el tratamiento de los datos de nuestros asistentes en cuanto a hábitos de consumo. Respecto al discurso artístico, recuperamos la presencia esta temporada de grandes orquestas y agrupaciones musicales de nivel internacional. Estamos dándole a la danza un espacio destacado en nuestro calendario, por encima de otros espacios escénicos de características similares. Incidimos de manera convencida en el concepto de espectáculo total en la temporada lírica, donde la música y el teatro conviven en términos de igualdad. Estamos trabajando en coproducciones con grandes teatros nacionales e internacionales que posicionen al Maestranza en un plano destacado en el panorama lírico.
Ese año afirmabas que el Maestranza debía volver a la liga en la que juegan el Gran Teatre del Liceu y el Teatro Real. Teniendo en cuenta las diferencias presupuestarias, ¿de qué manera se puede llegar a esa liga?
La diferencia presupuestaria se puede notar en la cantidad, pero nunca en la calidad de los espectáculos ni en la coherencia y el nivel general del discurso artístico del teatro. Ahí es donde se debe incidir para codearse con los espacios de referencia. La política de coproducciones que mencionábamos en el apartado anterior es un claro ejemplo. La Tosca que cerró nuestra pasada temporada se pudo ver en Bruselas, Montpellier y Barcelona. El Nabucco con el que finalizaremos la actual temporada se ha visto en Ginebra y se verá en Luxemburgo y Amberes. El Rigoletto que presenta el Real próximamente es una coproducción con Bilbao, Tel Aviv y Sevilla.
Ves el arte y el teatro como espacios de reflexión, no solo de entretenimiento. ¿Qué diferencias hay entre arte y entretenimiento?
Volvemos un poco al lema de la temporada. Yo creo que el arte implica una actitud activa por parte del receptor, cuestión absolutamente prescindible en el entretenimiento. El arte tiene un poder transformador que el entretenimiento directamente no pretende. El entretenimiento no tiene mayores pretensiones, simplemente nos hace pasar el tiempo de manera agradable. Es un pasatiempo. El arte entretiene y al mismo tiempo nos convierte en personas más críticas, reflexivas y libres. El arte pervive.
¿Qué propuestas te gustaría incorporar al teatro en el futuro?
Esta es una pregunta muy difícil de contestar porque es fácil caer en la visión del programador que planifica a partir de sus propios gustos, cuestión que inevitablemente nos aboca a cometer importantes errores en el discurso artístico del teatro. La adecuación de determinadas propuestas debe ir mucho más allá de los gustos del responsable artístico. De hecho, a lo largo de mi carrera he programado obras que considero bastante ajenas a mis propios gustos pero que entendía debían formar parte del repertorio del teatro. Lo contrario ocurre muchísimo también. Hay obras que me parecen maravillosas que por una u otra razón no han encontrado espacio en la programación. Dicho esto, yo creo que Sevilla tiene la opción de indagar en el repertorio de ambientación local de tantos genios de la ópera, más allá de las obras más populares y que todo el mundo tiene en mente. También creo que hay obras de referencia que tarde o temprano deben tener su espacio, por ejemplo: Borís Godunov de Músorgski, Peter Grimes de Britten, L’Orfeo de Monteverdi, Lady Macbeth de Mtsensk de Shostakóvich o Wozzeck de Berg, por poner algunos ejemplos.
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