El clavecinista Yago Mahúgo es un enamorado del estudio de grabación y prueba de ello es que el disco que presenta ahora, con la producción completa para clave del compositor francés Armand-Louis Couperin, es su noveno disco. Siempre dispuesto a abordar grandes desafíos, como su próxima grabación de la obra completa de François Couperin, hablamos con él sobre las claves de este nuevo proyecto.
Por Susana Castro
El pasado mes de agosto vio la luz su nuevo álbum, dedicado a la integral de la obra para clave del compositor francés Armand-Louis Couperin, ¿qué hizo que se decidiera a abordar este monográfico ahora?
Hace unos veinte años, uno de mis maestros, Christophe Rousset, me llamó la atención sobre este compositor, diciéndome que ‘me iría como anillo al dedo’. Destapó mi curiosidad y busqué un par piezas, que me entusiasmaron. En el 2017 tuve la oportunidad de grabar una selección de piezas de Armand-Louis Couperin y entonces volví a descubrir lo maravillosa que era esa música.
En aquel preciso momento estaba en conversaciones con Brilliant Classics para cerrar un nuevo contrato de tres discos de música barroca francesa. Les propuse que uno de estos discos fuese grabar esta integral y aceptaron gustosamente. Este disco es el primero de ese contrato. Esperamos que el año que viene tengamos listo el segundo.
¿Cuáles son las características más destacables de la obra para clave de Armand-Louis Couperin?
Creo que las piezas emanan algo especial, una inspiración libre de clichés. Son obras en general que, dentro de estar en el estilo francés del último Barroco, se salen un poco de lo común. Por ejemplo, las piezas bipartitas. No todas cumplen con la necesidad de repetir la segunda parte, como en La Grégoire. En los rondós, a veces hay escrita alguna variación del tema y no es necesariamente la última vez que aparece, como en L’Arlequine.
Posiblemente Armand-Louis es uno de los últimos grandes compositores para clave de la Francia del XVIII y sí que es el último de la saga Couperin, que empezó con Louis, siguió con su tío François y acabó con él.
¿Qué le atrae del repertorio francés de finales del XVIII?
¡Difícil pregunta! Hay tantas cosas… Creo que, sobre todo, la elegancia. Si algo tiene esta música es la elegancia y el boato de la Corte de Versalles. Otro elemento es la ornamentación. El que prácticamente haya un ornamento cada dos notas me fascina, a la vez que supone un reto muy importante: es un reto técnico a la hora de tocar, especialmente si varias voces ornamentan a la vez con figuras diferentes; es un reto musical hacer que el oyente no pierda la línea del discurso sin importar la cantidad de ornamentaciones que haya escritas.
¿Qué elementos de su sello personal ha estampado en este programa?
Cada vez que me aproximo a esta música, me convenzo de que es música muy libre, dentro de un orden, claro. Me refiero sobre todo en el sentido de la agógica que hay que usar para hacerla entender, así como la velocidad y carácter de las piezas.
Por poner un ejemplo, un caso claro lo tenemos en la maravillosa Allemande, segunda pieza del álbum. Para mí, hay que llevarla todo lo lenta que sea posible sin que pierda el carácter de danza.
Otro ejemplo ocurre en la L’Affligée. El uso que hace Armand-Louis de la ornamentación con unas apoyaturas fuera de lo común, y que yo entiendo que hay que hacerlas tan largas como sea posible, hacen esa pieza muy especial, con unas sonoridades y armonías muy poco habituales de escuchar.
Este es su noveno disco, que llega tras Éclectique, un álbum muy especial porque fue grabado durante el confinamiento del año pasado, en remoto, ¿cómo fue la experiencia?
Maravillosa. No puedo decir otra cosa. El día que me llamó el técnico de sonido, Iker Olabe, para proponerme hacer unas pruebas fueron muchas las dudas que me asaltaron al principio, sobre todo en la parte técnica. ¿Se grabará bien sin que esté el técnico en la sala? ¿Me entenderé con el productor musical sin tenerlo al lado? Fue empezar a trabajar con él e Iván Martín y a los tres minutos se me habían disipado todas las dudas. Una vez visto el resultado, me pregunto incluso cómo fue posible que tuviese alguna duda del desenlace final (risas).
Tras su experiencia, ¿cree que este podría ser el futuro de la grabación musical?
Hemos abierto un melón que estaba cerrado en el mundo de la música clásica, pero que sí se ha venido usando en música pop. Hay una diferencia abismal entre ambos estilos de música, eso está claro.
Para empezar, hay dos inconvenientes muy importantes que no tienen los músicos pop: la sala y el equipo de grabación. Nosotros necesitamos unas características de sala de las que en música pop no tienen que preocuparse. Hay muchos estudios de grabación preparados para música pop y muy pocos para clásica. Cuando vas a un estudio de grabación, el tema de equipo está solucionando. Allí uno dispone de multitud de micrófonos y métodos de grabación diferentes. Si queremos grabar en una iglesia, por ejemplo, necesitamos desplazar a ese lugar toda la microfonía y aparataje. ¿Quién lo mueve y quién lo coloca? No es sencillo.
Yo tengo la suerte de que tengo un equipo propio muy bueno y que me encanta cuidar al máximo la parte técnica. Con instrucciones precisas de Iker y después de muchas pruebas, dimos con la posición idónea de micrófonos en la sala donde grabamos. Pero quizá no todo el mundo está preparado para ello, o desea hacerlo.
Sí que le veo mucho futuro a la grabación en remoto (de hecho, este disco también ha sido grabado en parte como Éclectique), pero todavía hay que pulir ciertos aspectos y el rechazo que puede producir entre los músicos a los que no les atraiga tanto toda la parte técnica.
Está claro que le gusta mucho la experiencia de la grabación, ¿cómo diría que ha cambiado su forma de enfrentarse a las grabaciones a lo largo de estos años?
Cada grabación te enseña mucho. Lo primero, que uno no suele ser nada objetivo con lo que suena. Creemos que hemos tocado de una determinada manera y cuando escuchas lo grabado, resulta que lo que uno oye es algo muy diferente. Cada vez soy más objetivo respecto a lo que suena y no respecto a lo que creo que ha sonado. Eso solo lo consigues después de grabar mucho.
Por otra parte, cada vez necesito menos tiempo de grabación en sí. Soy capaz de grabar en menos tiempo, siempre que uno haya estudiado lo que graba, por supuesto. No es operativo emplear cinco horas para grabar una pieza de diez minutos (risas).
Uno aprende a manejar el estrés que supone verse rodeado de micrófonos. ¡Es peor que un concierto en directo! No hay mejor juez que un micrófono. El micrófono no discrimina. Te muestra en la más absoluta crudeza tus virtudes y tus defectos, y eso es un shock las primeras veces que grabas. Como a todo, uno se acaba acostumbrando y a usarlo en beneficio propio.
¿Llegará a grabar otra cosa que no sea música francesa?
Seguro que sí, aunque tardaré posiblemente unos años. Tengo unos compromisos importantes ya adquiridos que hay que respetar. Me quedan dos discos con Brilliant de música francesa, como le comentaba antes, y con Cantus Records tengo programada la obra completa de François Couperin, que va a suponer la grabación, nada desdeñable, de once discos. Mi deseo, y si Cantus me lo permite, antes de empezar con esa integral, es grabar algo diferente. Quizá algo del omnipresente Johann Sebastian Bach, quizá algo de música española, quizá un recital con obras de diversos estilos. El tiempo dirá. Tengo claro que seguiré grabando todo lo posible, así que imagino que llegará ese tiempo de hacer algo fuera del repertorio barroco francés.
Deja una respuesta