El director catalán Josep Vila i Casañas aceptó a principios de temporada el reto de ponerse al frente del Coro de la Comunidad de Madrid, tras haber sido anteriormente director asociado de la formación. Hacemos balance con él de cómo se ha desarrollado el curso 2023-24 y comentamos los próximos retos que tiene por delante.
Por Susana Castro
A punto de finalizar su primera temporada como director titular del Coro de la Comunidad de Madrid, ¿qué balance hace de estos meses?
La suma de experiencias musicales que he podido compartir con el Coro de la Comunidad de Madrid durante lo que llevamos de temporada ha sido un verdadero regalo, pero estoy seguro de que los cantantes del Coro coincidirían conmigo en que lo mejor está por llegar.
Cuanto más conoce y se compenetra un coro con su director titular, más profunda es la vivencia musical compartida y más valientes los retos propuestos. Mi sueño es que nuestro viaje juntos nos lleve todavía más allá de la excelencia musical, hacia un proyecto único e irrepetible. Esto no ha hecho más que empezar.
Usted ya había estado ligado a la entidad anteriormente como director asociado. ¿Le ha resultado sencillo encarar esta nueva etapa?
Asumir una responsabilidad de este calibre nunca es sencillo, por supuesto. Los aspectos por los que hay que velar son múltiples, y los imprevistos con los que hay que lidiar siempre son un reto y, al mismo tiempo, una oportunidad para aprender y crecer. Los adjetivos que más definirían hasta hoy mi vivencia al frente del Coro de la Comunidad de Madrid serían tres: trabajar con ellos día a día resulta exigente, gratificante y muy ilusionante.
Uno de los momentos más especiales para el Coro en esta temporada fue el estreno en España de la Missa Latina de Roberto Sierra. ¿Cómo se aborda desde la dirección coral el trabajo de preparación de una obra de nueva creación?
Presentar al público obras de nueva creación ha sido una constante en la trayectoria de este magnífico coro y uno de sus sellos identitarios, especialmente durante los años en que José Ramón Encinar dirigió la ORCAM, director, por cierto, al que admiro muchísimo por su compromiso con la música contemporánea de nuestro país. Este espíritu intrépido sigue vivo en nuestra institución, así que presentar la obra del maestro Sierra en Madrid en el marco de nuestro Concierto de Navidad fue un placer y un honor.
También abordaron recientemente por primera vez la interpretación de otra gran obra: La Pasión según San Lucas de Krzysztof Penderecki. ¿Cómo resumiría la experiencia del Coro durante el tiempo que le dedicaron a esta obra?
Cuando el proceso de preparación de una obra resulta arduo por la dificultad que entraña y la intensa dedicación que requiere pueden pasar dos cosas: que el resultado final no compense dicho esfuerzo o que la superación de este proceso te lleve a lo más alto. Esto segundo es lo que ocurrió con esta obra extraordinaria escrita para gran orquesta, solistas y cuatro coros en un lenguaje atonal de lo más exigente.
La Pasión según San Lucas de Penderecki se nos reveló como un hito de la historia musical del XX y el público nos acompañó en esta constatación, volcándose en unos aplausos de agradecimiento largos y entusiastas. Lo único que lamenté es no poder regalar a cada uno de los cantantes del Coro cinco minutos entre el público para que pudieran captar la grandeza de los efectos acústicos que provocaban.
Este año Brahms ha sido uno de los protagonistas del repertorio que han interpretado, conmemorando el 125 aniversario de su fallecimiento. ¿Cómo ha sido para el Coro y sus 36 miembros esta inmersión en la obra del compositor alemán?
De siempre la escritura vocal de Brahms ha sido como un traje a medida para el Coro de la Comunidad de Madrid y un bálsamo para sus voces. El homenaje que la Fundación ORCAM le ha rendido esta temporada nos ha permitido gozar de nuevo de muchas de sus composiciones, así como interpretar por primera vez otras que teníamos pendientes. Su amplitud de registros nos ha permitido, además, abarcarlo en todos sus formatos, desde el Brahms más sinfónico y expansivo hasta el más íntimo y sutil.
El Ciclo de Polifonía ha contado con cinco citas, para las que han recibido un total de tres directores invitados: Edward Caswell, Marc Korovitch y Mireia Barrera, la principal directora invitada. ¿Qué supone para la formación recibir la visita de directores con tan sólida experiencia?
Toda formación musical que se precie debería enriquecer su paleta de colores con las aportaciones de los mejores maestros, cuantos más mejor. No hay encuentro en el que no se active un nuevo resorte, prenda una llama expresiva aún desconocida o se acaricien nuevos matices. Como director titular debo garantizar la solidez, coherencia y evolución de nuestra trayectoria, pero a la magia que los cantantes y yo podamos crear debemos añadir la única e inimitable de cada uno de nuestros invitados.
¿Podría desvelarnos algunas de las claves del repertorio que abordará el Coro en la próxima temporada 2023-24?
No debería, pero les adelantaré que el hasta hoy llamado ‘Ciclo de Polifonía’, el que ofrecemos habitualmente en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, va a cambiar de nombre y a renovar completamente su formato. Hasta aquí puedo leer. Se lo explicaremos con todo detalle en la presentación de la temporada 2023-24.
¿Qué próximos objetivos se ha marcado al frente de la dirección del Coro de la Comunidad de Madrid?
Sin querer redundar en aspectos que ya he expuesto en mis respuestas anteriores, y que resumen mis principales objetivos al frente de esta formación, quisiera solamente añadir que mi reto mayor en el futuro inmediato va a ser el diseño de las celebraciones del Cuarenta Aniversario del Coro de la Comunidad de Madrid que tendrán lugar oficialmente en la temporada 2024-25.
Asimismo, mantiene usted una fuerte actividad como compositor, también muy ligada a la música vocal. ¿Tiene pendiente de estreno alguna obra? ¿En qué está trabajando ahora?
El estreno más reciente de una composición mía tuvo lugar el pasado mes de mayo en el Palau de la Música de Barcelona a cargo del Cor de Cambra del Palau y el organista Juan de la Rubia. Se trató del Salmo ‘Lauda Jerusalem’ para soprano, tenor, coro y órgano compuesto después de un viaje a Israel. La versión que ofrecieron fue magnífica. En esta obra traté de reflexionar sobre la compleja realidad de aquel país y, más en concreto, de la que es la Ciudad Santa para tres grandes religiones.
En el futuro inmediato me dispongo a componer un ciclo de canciones para soprano, mezzosoprano y piano que dedicaré a dos cantantes con las que me une una buena amistad y a las que admiro muchísimo: Marta Mathéu y Gemma Coma-Alabert.
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