El pianista y compositor Gustavo Díaz-Jerez acaba de lanzar al mercado con el sello discográfico IBS Classical la segunda parte de sus Metaludios. Continúa su camino de exploración musical inspirándose una vez más en la ciencia y, más concretamente, en las matemáticas. Aplicando las nuevas tecnologías y toda su alma exploradora a su proceso creativo, nos propone nuevas sonoridades que el oyente puede disfrutar sin conocimiento previo.
Por Susana Castro
Acaba de salir a la luz la segunda entrega de sus ‘Metaludios’ con el sello discográfico IBS Classical. ¿Cómo explicaría al melómano qué músicas encierra este álbum?
Estos nuevos Metaludios son una continuación de los tres primeros cuadernos que grabé en 2018, también para IBS Classical. Creo que en estos dos nuevos cuadernos ha habido una evolución hacia formas más largas y complejas (varios de ellos superan los nueve minutos). La búsqueda de nuevas sonoridades a través de las técnicas extendidas, la electrónica y la psicoacústica, siguen siendo una constante en ellos. Aunque en todos subyacen procesos científicos y matemáticos, son obras que el oyente puede disfrutar sin necesidad de un conocimiento previo de estos y, si bien comparten una estética común, son muy diferentes entre sí en cuanto a carácter se refiere. Para mí la estructura, el contraste, la narrativa y la emoción son parámetros fundamentales cuando abordo la creación de una nueva obra.
La biología, la astronomía o las matemáticas son algunas de sus fuentes de inspiración, ¿de dónde viene su interés por el conocimiento científico?
Desde pequeño siento una enorme fascinación por la ciencia en general y su lingua franca, las matemáticas. Allá por 1982, mis padres me compraron un ordenador (un Commodore 64) que era programable y tenía un chip de sonido bastante avanzado para la época. Con él empecé a experimentar y no he dejado de aprender hasta hoy. Durante mis estudios en Nueva York desarrollé el programa informático FractMus, que emplea diversos algoritmos como generadores de material musical. Me ilusiona observar cómo, a través de las matemáticas, diversos modelos científicos, que en muchos casos describen fenómenos naturales, pueden ser proyectados al lenguaje musical y así crear nuevas estructuras que sirven de ‘materia prima’ con la que luego doy forma a mis obras.
Algunas de las obras tienen parte electrónica, ¿qué lugar cree que debe tener la tecnología en la música de nuestro siglo?
Depende de cada compositor. En mi caso, la tecnología ocupa un lugar preponderante en mi proceso de creación. La electrónica (tanto fija como en tiempo real), las técnicas extendidas, etc., son recursos que amplían el horizonte creativo del compositor y merecen ser exploradas en profundidad. Por supuesto, luego hay que incorporarlas en un discurso y narrativa musicales que tengan coherencia y lógica. Para mí esto es fundamental. También tengo muy en cuenta que lo que escribo sea ergonómico y cómodo desde un punto de vista instrumental para que sea atractivo para los intérpretes. Esto siempre te lleva a buscar un equilibrio entre la idea original y los compromisos que debes adoptar para limitar la dificultad de la obra.
Aunque las herramientas más actuales están presentes en el disco, también lo están algunos de los maestros de la historia de la música, como Carlo Gesualdo o Antonio José Martínez Palacios, ¿de qué manera entiende usted este diálogo entre tradición y modernidad?
Cada cuaderno contiene al menos un Metaludio en homenaje a un artista al que admiro y con el que tengo especial afinidad. Para ello, utilizo un fragmento de alguna obra del compositor en cuestión y que, por medio de una técnica compositiva que he desarrollado a lo largo de los años, se convierte en una semilla a partir de la cual se genera toda la pieza, incluyendo la forma. Cuando el artista no es un compositor, como Martín Chirino (La espiral del viento), empleo algo que le defina, en este caso, sonidos de la forja del hierro en su estudio, su propia voz, etc. Después de este paso hay un proceso de modelado, adaptación y embellecimiento que hago de forma más práctica, desde el piano.
Una de las obras, Hidden States, utiliza el aprendizaje automático, algo que levanta mucho revuelo entre los creadores y artistas, ¿cómo cree que debe ser la relación entre la inteligencia artificial y la creación artísticas actual?
A día de hoy es solo una herramienta más, que en ningún caso va a suplantar el trabajo creativo del compositor, al menos en la música de arte. Actualmente la inteligencia artificial no es realmente ‘inteligente’, puede imitar muy bien a partir de lo que aprende (que es básicamente reconocimiento de patrones) y está limitada a tareas muy específicas. Sin embargo, es incapaz de hacer lo que los ingleses llaman thinking out of the box, es decir, comportamiento innovador. El día que seamos capaces de desarrollar una Inteligencia Artificial General (IAG) comparable a la humana, si es que es posible, la cosa cambiará. Por el momento, creo que la IA es una herramienta de experimentación y autoanálisis de gran valía.
Durante el confinamiento duro, entre marzo y mayo de 2020, entrené un algoritmo de IA con un dataset (conjunto de datos a partir del cual el algoritmo ‘aprende’) que incluía todos mis Metaludios preexistentes. Una vez finalizado el proceso de puesta a punto y entrenamiento del algoritmo, generé a partir del modelo resultante cientos de posibles piezas de entre cuatro y cinco minutos. De estas, seleccioné finalmente tres, juzgándolas exclusivamente con mi oído y sin modificar absolutamente nada de lo generado por la IA. Las otras dos (Long Short-Term Memory y Forget Gate) serán parte de futuros cuadernos de Metaludios.
El resultado es realmente sorprendente: en Hidden States se pueden reconocer claramente ‘influencias’ de otros Metaludios (La espiral del viento, L-System, Pavana triste…), pero en ningún caso copia de ellos literalmente. Es algo alucinante, una inteligencia artificial que ‘crea’ partituras a partir de tus propias obras, y que luego tú mismo tienes que interpretar. El caso es que como compositor sí que me reconozco en ellas, y confieso que al principio me produjo una extraña mezcla de sorpresa, admiración y, hasta cierto punto… rechazo, una especie de ‘valle inquietante’ de lo musical.
Algunas de las obras están dedicadas a pianistas españoles, como Noelia Rodiles o Iván Martín, ¿podremos escuchar estas obras próximamente en concierto en manos de estos intérpretes?
Para un compositor, la mayor satisfacción es que sus obras se conozcan y que los intérpretes se interesen por ellas y las toquen. Para mí sería un honor y una gran alegría que los pianistas dedicatarios se animaran a programarlos. Ricardo Descalzo interpretará Nonlinear recurrences el próximo 12 de enero de 2022 en la Fundación March en Madrid. Ricardo también ha grabado para su canal de YouTube varios Metaludios. Alberto Rosado y Marta Zabaleta también han interpretado y grabado algunos Metaludios. Sé también por compañeros que los Metaludios se están marcando en conservatorios. Para mí esto es una gran satisfacción, ya que la presencia de la música contemporánea en los conservatorios es todavía una asignatura pendiente.
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