Por Susana Castro
El pasado 23 de mayo presentó en streaming su disco dedicado a los 90 preludios para piano de Scriabin. Una apuesta muy novedosa para seguir con la actividad a pesar del confinamiento. ¿Cómo surgió la idea de realizar la presentación de esta forma?
Dadas las circunstancias y restricciones derivadas del estado de emergencia, tuve que replantearme la presentación del disco, que se iba a hacer de forma presencial, y pensé en hacerla online. Participamos cinco personas repartidas entre Madrid, Galicia y Estados Unidos: Eva Sandoval y Clara Sánchez, de Radio Clásica, junto con dos invitados de la Universidad de Maryland.
La realidad es que no hay mal que por bien no venga porque, gracias al streaming, la presentación de ’90’ ha llegado a un número de personas mucho mayor y lo continúa haciendo al estar disponible en internet.
Su relación con Scriabin viene de largo, ya que a él le dedicó su tesis doctoral, presentada en la Universidad de Maryland (EE. UU.) en 2013. ¿Qué es lo que más le interesa del pianismo del compositor ruso?
Me fascina infinitamente la sonoridad que consigue, fruto de su imaginación y de sus visionarias ideas armónicas y filosóficas, así como la plasticidad técnica y musical que emanan de sus composiciones. La sonoridad siempre es rica, incluso en los pasajes menos densos. También me atrae el uso del pedal que requieren sus obras, que con frecuencia exigen emplear pedales largos y mezclar sonoridades. Sabemos que Scriabin era un mago en el juego de pedales.
Me asombra la revolucionaria evolución de su escritura a lo largo de los años, tendiendo puentes entre el posromanticismo y el modernismo de inicios del siglo XX. Pero es, sin duda, su capacidad de trascender al instrumento y convertirlo en un vehículo para transmitir un abanico ilimitado de sentimientos y estados del alma, lo que me más me cautiva de Scriabin.
¿Cómo afrontó el reto de grabar los 90 preludios al completo? ¿Qué cree que puede aportar usted como intérprete a este repertorio que no hayan aportado otros?
Desde el 2013, he estado interpretando los 90 preludios en público con frecuencia. Quería que realmente se convirtiesen en parte de mí antes de grabarlos. Mi objetivo era tener los 90 preludios preparados al mismo tiempo y, especialmente, ser capaz de saltar de uno a otro sin problema, con agilidad y comodidad. Para mí, una de las mayores dificultades que encierra este proyecto es la gran cantidad y variedad de piezas que lo forman.
El material musical y pianístico se compone de 90 elementos totalmente diferentes unos de otros, sumando algo más de dos horas de música. Lo que he buscado con esta grabación es conservar la espontaneidad y fluidez que Scriabin procuraba en sus interpretaciones, así como intentar que cada preludio expresase un estado emocional diferente, aunque ¡90 son muchos estados para expresar!
Intenté encarar las sesiones de grabación como si fuesen conciertos públicos. También pretendí que el sonido fuese envolvente en todo momento. Estos fueron mis objetivos desde el principio del proyecto.
Antes de grabar el disco ya había ofrecido usted conferencias y conciertos con este programa, ¿qué destacaría de las impresiones del público ante la música de Scriabin?
He recibido un espectro de opiniones muy amplio. En general, el público reacciona con cierta distancia a su música, especialmente a las obras de los últimos años. Me confiesan a menudo que perciben sus composiciones como complejas, extrañas y excéntricas, en contraposición a la cercanía que desprenden Chopin o Beethoven. Sin embargo, muchas personas me comentan que, poco a poco, empezaron a sentir curiosidad por indagar en la figura de Scriabin y su música, interesándose por escuchar sus composiciones e incluso llegando a sentirse atraídas por ellas.
También, cabe destacar, que muchos de los preludios son muy breves y el público se siente abrumado cuando escucha una gran cantidad de ellos seguidos al ser tantas ideas musicales diferentes. Ahora bien, no hay duda de que el intérprete también tiene mucho que ver con la reacción del público… En mi caso, fue el yerno del propio Scriabin, Vladimir Sofronitzky, quien me hizo conectar con su música a un nivel de profundidad que no había sentido antes.
A pesar de que la situación es de gran incertidumbre, ¿tiene previsto presentar el disco en concierto en la próxima temporada?
Por supuesto. A pesar de la versatilidad y alcance global que puede tener un streaming, la presentación en vivo tiene un atractivo especial por su inmediatez y conexión directa con el público. El sonido del instrumento y de la voz, la gestualidad y la energía que pueden transmitirse son difícilmente imitables a través de internet. Espero poder presentar el disco en varias ciudades la próxima temporada.
Por otra parte, su actividad como investigador es también muy importante, de hecho, ha realizado un trabajo sobre grabaciones musicales a lo largo de la historia en los International Piano Archives at Maryland (IPAM), únicos en el mundo. ¿Cuáles eran los objetivos de su trabajo? ¿A qué conclusiones llegó tras la investigación?
Uno de los motivos principales por los que me decanté por realizar mi doctorado en la Universidad de Maryland fue que alberga IPAM. Mi investigación allí fue de índole muy diversa, tanto como apoyo de mis estudios como por curiosidad personal: grabaciones de todas las épocas, desde rollos de pianola, discos de 78 rpm y LPs, casetes, hasta compact discs, incluyendo grabaciones prácticamente únicas en el mundo; programas históricos de conciertos, correspondencia y artículos personales de artistas; libros, revistas, entrevistas en audio, muchas nunca publicadas. ¡La lista es interminable!
Una de las principales investigaciones que realicé fue sobre tradiciones pianísticas y sus árboles genealógicos, trabajo que espero publicar pronto. También sobre los pianistas Alfred Cortot y Jorge Bolet y, por supuesto, Alexander Scriabin. También destaco mis conversaciones con el comisario de IPAM, Donald Manildi, así como con su director de proyectos, Maxwell Brown, dos de las personas más conocedoras del mundo en lo que a piano se refiere.
Lo que más me enseñó esta experiencia fue a aprender cómo ha evolucionado la interpretación a lo largo de la historia y que los enfoques interpretativos son realmente ilimitados. Descubrí un sinfín de fantásticos pianistas de los que prácticamente no se habla o no se conocen. Si pudiese, ¡instalaría una cama en un rincón de IPAM y me quedaría a vivir allí!
También es usted profesor en el Conservatorio Profesional de Música ‘Teresa Berganza’ de Madrid, ¿cómo ha llevado la reinvención digital a la que nos ha obligado el confinamiento?
El balance general es positivo. Cierto es que, en muchos casos, profesores y alumnos no estábamos preparados tecnológicamente y desde un principio para que la enseñanza telemática se desarrollase con éxito y fluidez. Además, cada situación familiar era diferente y algunos alumnos y miembros de sus familias se infectaron de Covid-19 o fueron puestos en cuarentena, impidiendo el transcurso normal de sus sesiones con los profesores. A pesar de que se echa de menos el contacto personal con alumnos, padres y compañeros, estoy convencido de que, en combinación con las clases presenciales, la enseñanza online puede ser beneficiosa.
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