‘Lo que la gente de la calle suele llamar grandes genios… [silencio] Yo no creo en eso de los grandes genios. Pienso en gente que trabaja y ha trabajado mucho y que tiene talento. Y algo común para esa gente es la sensación de que no saben nada’.
Por José Manuel Gil de Gálvez
Paco de Lucía
La guitarra, el instrumento español por antonomasia, siempre discurrió a caballo entre lo popular y lo académico desde tiempos de Gaspar Sanz. Así, en el siglo XIX el instrumento cabalga definitivamente entre dos realidades, flamenco y clásico, a veces juntas, otras alejadas, siendo por momentos lo mismo. En los albores del siglo XX sus caminos evidencian una clara separación, para llegar al siglo XXI mostrando una tendencia hacia la fusión de origen. ¡Qué gran riqueza! ¡Qué bonita historia! ¡Cuántos aficionados al arte de tañer! ¡Qué grandes figuras hemos dado! Segovia decía: ‘la guitarra es un instrumento muy fácil para tocar mal y muy difícil para tocarlo bien’. De Lucía trataba de derribar aquella creencia popular tan difundida que advertía de no estudiar música, porque se podía perder la espontaneidad, demostrando, tal y como decía, que ‘el saber no ocupa lugar’.
Cañizares, Premio Nacional de Música 2023
¡Enhorabuena Juan Manuel! Justo cambié el tema del artículo cuando supe que te habían concedido el Premio Nacional de Música 2023 en la modalidad de interpretación por ‘la capacidad interpretativa de aunar en la guitarra distintas tradiciones estilísticas rompiendo barreras entre la música clásica y el flamenco, así como por la difusión a nivel internacional de la guitarra española’.Tal y como reza en la nota. Una cuestión sobre la que llevo mucho tiempo reflexionando, pues verdaderamente en la guitarra está depositado el medio vital de transmisión de todo el corolario inspirador de ideas que transcienden a una época de nuestra música española, al menos desde Glinka a Falla, y con la genial especificidad en el instrumento de Rodrigo.
Un premio que tiene mucho valor, querido amigo, pues el premio de interpretación se viene otorgando a intérpretes directamente ligados a la clásica, y tú discurres por senda hermana, consiguiendo que sean gemelas, sin saber bien cuál es una y cuál es la otra. ¡Bravo! Sencillamente se llama guitarra, sin aclaración, y con el apellido de española. Bien empleada está la metáfora platónica del mito de la caverna que usas para ilustrarnos: el lenguaje de las sombras, el flamenco, o ‘esa luz tenue, esos sonidos misteriosos que llegaron hasta mí a través del río de la tradición’, y el lenguaje de la luz del sol, el lenguaje académico, ‘esa percepción intelectual de la música que me permitió viajar a un mundo musical diferente…’. Siempre pensé en ese camino, es difícil separar una única realidad, que te hace perder razón, aunque en tiempos te otorgase suma reputación. Como bien dices ‘esa constante búsqueda de equilibro entre la luz clásica y el claroscuro flamenco constituye un acto de respeto, un sentido tributo hacia mis raíces y la tradición a la que pertenezco’.
La guitarra clásica, flamenca… ¿Por qué lo clásico banaliza lo popular? ¿Por qué estudiar música te hace perder la espontaneidad? Esto sí que son mitos. Pero no platónicos, desde luego que no.
Un tortuoso camino hacia la consideración y el prestigio
En una ocasión, estando en Sevilla, Tárrega y Breton fueron a ver un concierto de Sarasate. Al día siguiente, el compositor salmantino invitó al virtuoso navarro al concierto que ofrecía Tárrega. A cuenta de esto, Sarasate le dijo que prefería oír a la guitarra en un ambiente más popular y Breton le espetó: ‘Mira Pablo, tú eres un gran artista en el violín, y Tárrega lo es en la guitarra; con la diferencia de que tú te has encontrado con un magnífico repertorio hecho para un instrumento del mayor prestigio, mientras que él ha tenido que crearse un repertorio interesante para un instrumento desprestigiado y de limitada defensa’. Un trabajo arduo que hizo el de Villareal, que logró combinar elementos del Romanticismo con los elementos más populares españoles, imprimiendo carácter y entidad al instrumento.
Retrotrayéndonos unas décadas y situándonos en el centro de la cuestión, hemos de recordar que el barcelonés Sor pasó más de diez años en Málaga sirviendo en el ejército, figura esencial a la que no se le ha dado el debido peso, pues representa la bóveda de cruz en esta historia, aúna y revoluciona la escritura para guitarra y acredita, a su vez, una calidad compositiva de gran altura en otros géneros como buen escolano que fue de Monserrat. La historiografía musical respecto de la guitarra siempre ha puesto el principal foco de estas décadas en la foto fija de los italianos Carulli, Carcassi o Giuliani, incluso en Moretti, aunque anduviera por aquí. Pero la riqueza que tienen las melodías del catalán, su acierto fenomenológico en la variación de las repeticiones, introduciendo alguna genialidad, la ornamentación que emplea para darle riqueza a la armonía, y estar en lo popular y lo académico, lo hacen inigualable. Además, técnicamente hablando, nos muestra su capacidad de reducir a la primera posición del instrumento la mayoría de la armonía hasta entonces conocida, sin cometer faltas y de forma brillante, algo solo al alcance de un gran maestro: hacer sencillo lo complicado.
Justo después, y en esta línea, recoge el testigo el almeriense Arcas, figura fundamental del tercio central del siglo XIX, también subestimado, pues fue capaz de aunar lo clásico y lo flamenco en una misma tipología de intérprete. Lo que aprende en Málaga con Asencio lo sitúa como aglutinador de la virtud clásica-flamenca. Sus aportaciones en el terreno del flamenco no tienen nada que envidiar a su obra clásica. Se acercó a los aires populares, convirtiéndolos en obras de concierto, e influyó mucho en los guitarristas flamencos que le conocieron, incorporando muchas de sus falsetas. Antológica es su rondeña de 1860, con un peso heredado del fandango y la malagueña con rasgueo abandolao que se encuentran en el origen e imaginario de buena parte de nuestra música española. Este motivo es una palanca de suma importancia, si no que se lo pregunten a mi buen amigo, el gran musicólogo hispanista, Walter Clark.
El siglo XX arranca con la figura definitiva del linarense Segovia, que desde su inicial ambigüedad acaba definitivamente por hacer la distinción y consolidar a la ‘clásica’. Siempre se le ha considerado como el que le dio la dignidad al instrumento y la elevó a rango de instrumento solista con orquesta a nivel universal. Sin embargo, el mismo Segovia comentaba cómo se acercó al instrumento, en la ebanistería de su tío, pues uno de sus empleados de etnia romaní, aficionado a la guitarra y al flamenco, le enseñó los acordes y arpegios básicos. Conoció los ambientes flamencos de Granada, de los que posteriormente se apartó al vivenciar las obras de Sor, Arcas y Tárrega. Su propósito para la guitarra fue darle la categoría de instrumento de concierto, muy necesario en aquel momento, y que desde luego consiguió. En su discurso de investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Cádiz dejó bastante claro cuál fue su pretensión: ‘redimir a la guitarra sacándola de la taberna y alzándola a los estrados más dignificantes’.
En la segunda mitad del siglo XX se consolida el camino andado por Segovia. Compositores de gran calidad, no necesariamente guitarristas, escriben para el instrumento a solo o como solista con orquesta. Este fenómeno es clave en la historia de la guitarra, pues enriqueció sobremanera el repertorio del instrumento. En este tránsito también estuvo Yepes y, definitivamente, la familia Romero: en primera instancia, con el impulso de Celedonio, discípulo de Fortea en línea directa con Tárrega, y, posteriormente, con un inmenso trabajo de difusión mundial con numerosas grabaciones por parte de sus hijos Ángel y Pepe Romero, este último de manera sublimada, pues continúa escribiendo la historia del instrumento hasta nuestros días.
De lo popular al flamenco
Paralelamente a este desarrollo, la otra guitarra se sitúa en el centro de los acontecimientos que van a ir marcando la esencia de toda nuestra música. El episodio de Granada es básico e ilustrativo. Glinka conoce y visita asiduamente al guitarrista Rodríguez Murciano. De él diría: ‘He encontrado un guitarrista, un hombre del pueblo con un talento maravilloso, que se llama el murciano’. La Rondeña de Granada del murciano, otro cante de Málaga es esencial para el Fandango-estudio de Balákirev. Posteriormente tenemos a Antonio Barrios, ‘El Polinario’, tan importante para las anotaciones de Albéniz. No podemos olvidar las aportaciones vitales de Manuel Jofré ‘El niño de Baza’, y al propio Ángel Barrios, aún a caballo entre lo clásico y lo flamenco, como inspirador del mismísimo Falla. Acontecimientos que sitúan a la guitarra como fuente más fiable de trasmisión de lo español, de lo popular a lo académico. Sin ir más lejos, Falla, el mejor de nuestros compositores, trenzó muchas ideas y giros que se dejan sentir clarísimamente en su música, el mismísimo cante jondo melismático.
Sirva de ejemplo el testimonio de Trend, crítico musical del Times:’Después se nos unió su padre… el viejo estuvo allí sentado con los ojos cerrados… y cantaba una de esas raras melodías fluctuantes del flamenco, con sus extraños ritmos y floreos característicos de Andalucía, mientras el señor Barrios acompañaba, …el señor Falla apuntaba aquellas melodías que le gustaban, o aquellas que era posible anotar en el pentagrama, porque algunas ni siquiera podía…, con intervalos inexpresables en música moderna…’.Bellísimo testimonio que no precisa de aclaración alguna.
En las primeras décadas del siglo XX van apareciendo figuras unívocas del gran flamenco que se muestran herederos de un estilo hibridado que bebe y sigue el camino marcado por Arcas. Encontramos a Montoya, Niño Ricardo o Sabicas, puentes que ayudan a entender la evolución del fenómeno de De Lucía. Baste recordar lo que el genio de Algeciras nos dice sobre la obra maestra de Rodrigo: ‘Recuerdo que el Concierto de Aranjuez lo aprendí solo, en mi casa de Yucatán. Me encerré un mes con todos los discos, el libro del concierto y el pentagrama con el nombre de cada nota. Entonces, yo no sabía ni el valor de las notas; si una blanca era un compás entero, no sabía nada…’.
La guitarra española, un día fue una, convencionalidades y vicisitudes la convirtieron en la clásica o la flamenca. Y hoy en día, por suerte, van nuevamente hacia la unión. No la frenen, déjenla que siga siendo la protagonista de la historia de la música española. Seguiremos hablando sobre guitarra.
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