
El pasado 8 de septiembre se cumplió el 70 aniversario de la muerte de Richard Strauss (Múnich, 11 de junio de 1864-Garmisch-Partenkirchen, Baviera, 8 de septiembre de 1949). Esta conmemoración es una excelente oportunidad para realizar un estudio de su vida y obra.
Por Diego Manuel García
Una larga vida de gran intensidad creadora
Richard Strauss nació en el seno de una acomodada familia muniquesa. El padre, Franz Joseph, fue durante cuarenta años primer trompa de la Orquesta de la Ópera de Múnich. Su madre era una notable pianista, perteneciente a una rica familia de la industria cervecera. Franz Joseph dirigió con gran cuidado la formación musical de su hijo, quien nunca acudió a ningún conservatorio. A los 4 años, Richard comenzó a estudiar piano con August Tambo, compañero de Franz en la Orquesta de la Ópera de Múnich. A los 8 años se inició en el violín con Benno Walter, primo de su padre y concertino de la misma orquesta. Muy pronto asistió a los ensayos de la Ópera de Múnich, dirigida entonces por el gran Hermann Levi, cuyo asistente, Friedrich Wilhelm Mayer, impartió clases de Teoría, Armonía e Instrumentación a Richard a partir de los 11 años. Paralelamente, siguió sus estudios de Enseñanza Media y entre 1882 y 1883 se matriculó en la universidad para asistir a cursos monográficos de Filosofía, Historia y Estética del Arte. El joven Richard recibió una formación musical y humanística de primer orden.
Entre 1879 y 1884 compondrá una serie de obras de cámara, entre ellas: Cuarteto de cuerdas opus 2 (1879-80), Cinco piezas para piano opus 3, Sonata para piano opus 5 (1880-81), Sonata para violonchelo y piano opus 6 (1881-83), Concierto para violín y orquesta opus 8 y Cuarteto con piano opus 13 (1883-84). La fama como compositor de Strauss se va acrecentando y el propio Hermann Levi dirigió su Sinfonía en Re menor al frente de la Orquesta de la Ópera de Múnich en 1881. En Dresde, en 1883, el famoso director Franz Wüllner estrenó la Serenata para trece instrumentos opus 7, la mejor obra orquestal escrita hasta ese momento por Strauss.
En 1884 viaja a Berlín, donde tiene la oportunidad de conocer a Hans von Bülow (primer marido de Cósima Wagner), director de la Orquesta de Meiningen, quien quedó entusiasmado al escuchar esa Serenata e incluso llegó a realizar un arreglo de otra obra anterior, la Suite para trece instrumentos de viento opus 4, invitando a Strauss a dirigirla coincidiendo con las actuaciones en Múnich de la Orquesta de Meiningen, en noviembre de 1884. A continuación fue nombrado director asistente de esa orquesta.
Strauss compuso el Concierto para trompa y orquesta núm. 1 opus 11 dedicado a su padre. Se sentía muy satisfecho de la obra y fue estrenada por Hans von Bülow en Meiningen en marzo de 1885. Con 21 años, Strauss consideró finalizado su período de aprendizaje. En los años siguientes y hasta finales del siglo XIX afronta una segunda etapa de su carrera, cultivando con verdadera maestría los llamados poemas sinfónicos, donde mostrará su extraordinaria capacidad como orquestador.
Los poemas sinfónicos
Pueden considerase muy notables sus dos primeros poemas sinfónicos, Aus Italien (En Italia) opus 16, escrito en 1888 y estrenado por su autor en Múnich en 1887, y Macbeth opus 23, compuesto entre 1887-88, siendo varias veces revisado por su autor. La versión definitiva se estrenó en Berlín en 1892 con dirección de Hans von Bülow.
Don Juan opus 20 constituyó el primer gran triunfo de Strauss en este género. Escrito en 1888 (casi al mismo tiempo que su última obra camerística, la Sonata para violín y piano opus 18, sus temas musicales se inspiran en la lectura del texto dramático Don Juan del poeta Nikolaus Lenau. La arrogancia del personaje es mostrada en el brillantísimo y recurrente tema inicial. En contraste con los momentos de mayor expansión sonora, aparecen otros de intenso lirismo que muestran la capacidad seductora de Don Juan, destacando las intervenciones solistas del violín y la flauta, el clarinete, el fagot y, sobre todo, del oboe. El colorido orquestal es de gran belleza. El estreno tuvo lugar en Weimar en noviembre de 1889, dirigido por el propio compositor.
Tod und Verklärung (Muerte y Transfiguración) opus 24 está estructurada en dos partes: la primera muestra la terrible agonía de un enfermo mediante un tenue sonido orquestal en los segundos violines y violas junto a la débil pulsación de los timbales. En la segunda parte, el momento de la Transfiguración se muestra con una lenta ascensión de la orquesta en un crescendo anunciado por las trompas. El alma, ya liberada, flota en una especie de halo sonoro sobre los arpegios de las arpas y llega a la eternidad. La obra fue estrenada en junio de 1890, dirigida por el propio compositor.
Till Eulenspiegel opus 28 tiene una estructura en forma de rondó con la alternancia del tema del travieso Till en forma de estribillo, que se descompone en dos motivos musicales: el primero, expuesto por la trompa en notas picadas de muy complicada ejecución; el segundo es interpretado por el clarinete, como una risa burlona. La inventiva orquestal de Strauss brilla de manera impresionante, traduciendo las fechorías de Till: clarinetes que describen trayectorias alocadas del personaje, trompetas que siempre están con la sordina puesta, combinaciones sonoras del clarinete bajo y la carraca, sorprendente cadenza del violín solista preludiando los arabescos del clarinete y del oboe cuando Till, convertido en seductor, hace una petición de matrimonio y es rechazado. En los apenas quince minutos que dura la obra no pueden condensarse más ideas musicales ¡Una auténtica joya! Esta asombrosa partitura se estrenó el 5 de noviembre de 1895 en Colonia con dirección de Franz Wüllner y, pocos días después, el propio Strauss la dirigió en Múnich.
Also Sprach Zarathustra (Así habló Zaratustra) opus 30 es una adaptación de la obra del mismo título de Friedrich Nietzsche. La partitura consta de una obertura y ocho partes encadenadas, señaladas cada una de ellas por un subtítulo tomado de la obra de Nietzsche. La obertura es una especie de pórtico de una grandiosa solemnidad, con el imponente sonido de cuatro trompetas junto a los timbales y un toque de órgano. Fragmento popularizado en la película 2001, Una odisea en el espacio de Stanley Kubrick. Las diferentes partes son: «De los transmundanos», «De la aspiración suprema», «De las alegrías y las pasiones», «El canto de la tumba», «De la ciencia», «El convaleciente», «El canto de danza» y «El canto del viajero de la noche». En todas ellas puede constatarse la extraordinaria capacidad de Strauss como orquestador, destacando la ejecución de una compleja fuga en «De la ciencia» o «En el convaleciente» la risa frenética de Zaratustra, reproducida por oboes y trompetas. Y, sobre todo, la séptima parte, «El canto de danza», la más larga y brillante de toda la obra, con una danza a ritmo de vals donde tiene un gran protagonismo el violín. El estreno tuvo lugar en Fráncfort en noviembre de 1896, con dirección del compositor.
Don Quijote, poema sinfónico con violonchelo solista opus 35 es una adaptación de diferentes capítulos de la obra de Miguel de Cervantes y consta de una «Introducción», «Tema», «Diez variaciones» y «Finale». En la «Introducción» se nos muestra a Don Quijote totalmente enloquecido por las lecturas de novelas de caballería. La evocación de su amada Dulcinea es mostrada por una dulce melodía del oboe sobre los arpegios del arpa. Las ensoñaciones de Don Quijote son evocadas por trompetas, trompas y tubas. En la segunda parte de la obra son presentados los personajes: Don Quijote con el sonido del violonchelo, verdadero protagonista de toda la partitura; Sancho Panza está asociado a los sonidos del clarinete bajo, la tuba tenor y, sobre todo, de la viola. Cada una de las «Diez variaciones» propician el despliegue de gran cantidad de virtuosismos orquestales. El largo «Finale» de la obra está dominado por las intervenciones del violonchelo. El estreno se produjo el 8 de marzo de 1898, en Colonia, con dirección de Franz Wüllner y días después fue interpretada en Fráncfort con dirección de Strauss.
Ein Heldenleben (Una vida de héroe) opus 40 está estructurada en seis partes: la primera, «Der Held» («El héroe»), donde aparece un brillantísimo tema que dominará toda la partitura, expuesto por las trompas y la cuerda. La segunda, «Des Helden Widersacher» («Los adversarios del héroe»), con intervenciones de la flauta, el oboe y la tuba. La tercera, «Des Helden Gefährtin» («La compañera del héroe»), dominada por las continuas y cambiantes intervenciones del violín solista. La cuarta, «Des Helden Walstatt» («El combate del héroe»), donde predomina el sonido de los metales, sobre todo de las trompetas, y donde el flautín también tiene un gran protagonismo. La quinta, «Des Helden Fridenswerke» («La obra de paz del héroe»), donde Strauss introduce motivos musicales de otras poemas sinfónicos anteriores. La sexta y última parte, «Des Helden Weltflucht und Vollendung» («La retirada del héroe»), con gran protagonismo del corno inglés y los metales, así como del violín solista y los timbales. La obra se estrenó en Fráncfort el 3 de marzo de 1899 con dirección del compositor.
En la forma descriptiva de los poemas sinfónicos, Strauss compuso la Sinfonía doméstica opus 53, estructurada en cuatro movimientos (Allegro, Scherzo, Adagio y Andante), ejecutados en continuidad y que muestran los acontecimientos de una vida familiar. Aquí, como en los últimos poemas sinfónicos, Strauss utiliza una orquesta de grandes dimensiones donde se mezclan melodismo y disonancia. El estreno tuvo lugar el 24 de marzo de 1904 en el Carnegie Hall de Nueva York, dirigida por el propio compositor.
Metido de lleno en su etapa operística, compuso su última obra sinfónica, Eine Alpensinfonie (Sinfonía Alpina), que consta de veintidós números que reproducen una excursión a una montaña de los Alpes bávaros y su descenso, donde se describen detalles paisajísticos o fenómenos naturales. Su estreno tuvo lugar el 28 de octubre de 1815 en Berlín, dirigida por el propio compositor.
Las óperas straussianas y sus grandes intérpretes
Richard Strauss comenzó su carrera operística con Guntram, estrenada en 1894, de fuerte influencia wagneriana, y resultó un fracaso. Su segunda ópera, Feuersnot, estrenada en 1901, tampoco tuvo éxito. Salomé, estrenada en la Real Ópera de Dresde el 9 de diciembre de 1905, con dirección de Ernst von Schuch, fue un verdadero triunfo. Se trataba de la adaptación en un solo acto, realizada por el propio Strauss, de la obra teatral Salomé de Oscar Wilde, a partir de la traducción al alemán de Hedwig Lachmann. La combinación del tema bíblico junto a lo criminal y al erotismo que emana la protagonista escandalizaron al público de la época haciendo imposible su estreno en Viena, que iba a ser dirigido por Gustav Mahler. La obra fue prohibida en Londres y retirada de cartel en Nueva York después de la primera función. Sin embargo, fue representada con gran éxito en más 50 teatros en los dos años siguientes a su estreno. La música de Salomé es a ratos politonal y, por momentos, atonal. La obra requiere una imponente orquesta. Strauss demandaba para la protagonista una voz dramática, cuyo timbre fuera el de una malévola adolescente, cosa casi imposible. Cabe destacar su dúo con Jokanaán (Juan el Bautista), junto a todo el largo y complejo monólogo final ante la cabeza cortada de este. La obra también requiere un bajo-barítono de grandes medios vocales para el papel de Jokanaán y en los papeles de Herodes y Herodías, respectivamente, un tenor y una mezzo llena de expresividad. Después de transcurridos casi 40 años desde su estreno, en 1944, Strauss encontró una intérprete ideal para el papel en la voz de la soprano búlgara Ljuba Welitsch. Su extraordinaria creación de Salomé, a la vez ángel y demonio, adolescente y mujer, con un timbre aniñado lleno de perversidad, puede escucharse en una toma en directo (disponible YouTube) realizada en el Metropolitan neoyorkino, en 1952, con dirección de Fritz Reiner con el magnífico Jokanaán de Hans Hotter. En la etapa de las tomas en vídeo, cabe mencionar la realizada en la Deutsche Ópera de Berlín en 1990 con dirección de Giuseppe Sinopoli, con la extraordinaria Salomé de la soprano norteamericana Catherine Malfitano, de magnífica vocalidad, matizando al máximo cada palabra cantada y con una actuación teatral impresionante, a lo que se une su excelente ejecución de la «Danza de los siete velos», como si fuese una bailarina profesional, quedándose totalmente desnuda en su conclusión.
Después de Salomé se inició la colaboración de Strauss con el gran dramaturgo y poeta austriaco Hugo von Hofmannsthal, en la que música y textos se complementaba de manera perfecta, produciendo en veinte años seis óperas: Elektra de 1909, Der Rosenkavalier (El caballero de la rosa) de 1911, Ariadne auf Naxos (primera versión de 1912 y segunda de 1916) y Die frau ohne schatten (La mujer sin sombra) de 1919, que pueden considerarse verdaderas obras maestras. De gran calidad son las otras dos, Die Ägyptische Helena (La Helena egipcia) de 1928 y Arabella, estrenada en 1933. Insertada entre ellas figura la ópera Intermezzo (1924) con libreto del propio Strauss y considerada un título menor de su producción.
La muerte de Hofmannsthal, en 1929, cuando ya había concluido el libreto de Arabella, fue un duro golpe para Strauss. En su siguiente ópera, Die schweigsame Frau (La mujer silenciosa), estrenada en 1935, el libreto fue realizado por el gran escritor austriaco Stefan Zweig, cuya condición de judío hizo que emigrase de Alemania por la persecución nazi, imposibilitando que volviese a trabajar con Strauss.
El escritor Joseph Gregor, amigo de Stefan Zweig, fue el libretista de las tres siguientes óperas de Strauss: Friedenstag (Día de paz) y Daphne, ambas estrenadas en 1938 y Die Liebe der Danae (El amor de Dánae), concluida en 1940 y estrenada oficiosamente en un ensayo general en el Festival de Salzburgo de 1944, ya que el estreno oficial se produjo en ese mismo festival en 1952. En estas tres óperas sigue brillando el gran talento musical de Strauss, aunque se resienten por los flojos libretos realizados por Joseph Gregor y son raramente representadas.
Capriccio es la última gran composición operística de Strauss, quien también fue responsable del libreto en colaboración con el director de orquesta Clemens Krauss. De esta maravillosa obra realicé una extenso estudio publicado en Melómano el pasado mes de junio. Quiero comentar tres de las grandes óperas realizadas por Strauss y Hofmannsthal: Elektra, El caballero de la rosa y Ariadne auf Naxos, que junto a Salomé son las que se representan de manera habitual en los teatros de todo el mundo.
Elektra
Es una adaptación de la obra de Sófocles y puede considerarse la más revolucionaria de las óperas de Strauss, con una música fuertemente expresionista, donde el compositor mezcla la tonalidad con la politonalidad y el atonalismo más atrevido para la época con una gigantesca orquesta de ciento diez músicos.
Compuesta en un solo acto, requiere tres grandes cantantes de magnífica vocalidad y gran capacidad expresiva: una soprano dramática para la obsesionada y vengativa Elektra, una lírico-spinta para su hermana Chrysothemis y una mezzo para el papel de su madre, Klytämnestra. Cabe destacar los monólogos de Elektra y sus extensos dúos con Chrisothemis (alucinante el que se produce al final de la ópera) y Klytämnestra.
El estreno tuvo lugar en el Teatro Real de Dresde el 25 de enero de 1909, con dirección de Erns von Schuch. Una versión referencial de esta ópera es la del Festival de Salzburgo de 1957, que fue tomada en directo, con la creación de gran intensidad dramática realizada por la soprano sueca Inge Borg (Elektra) y, como contrapunto, la bellísima voz llena de melancolía de Lisa Della Casa (Chrysothemis), junto a la gran mezzo norteamericana Jean Madeira (Klytämnestra), con una extraordinaria Filarmónica de Viena dirigida por Dimitri Mitropoulos, un gran especialista de esta ópera.
Destacar también las creaciones de otras dos grandes sopranos straussianas: Birgit Nilsson (Elektra) y Leonie Rysanek (Chrysothemis), junto a la mezzo Regina Resnik (Klytämnestra) en la toma en directo realizada en 1965 en la Ópera de Viena con dirección de Karl Böhm, al frente de la Filarmónica de Viena. Las dos grabaciones citadas pueden escucharse en YouTube.
El caballero de la rosa
De la más terrible tragedia a la agridulce comedia Der Rosenkavalier, donde Strauss vuelve la mirada a su querido Mozart de Las bodas de Fígaro, con un tratamiento orquestal más suave que en sus dos óperas anteriores, aunque con atrevidas armonías, y donde también homenajea a Johann Strauss, con la casi continua presencia del vals vienés. Lo que en la ópera mozartiana solo se insinuaba, mostrando el interés de la condesa por su paje Cherubino, aquí se convierte en realidad en la Viena dieciochesca de la emperatriz María Teresa, con las explícitas relaciones íntimas de la princesa de Werdenberg, apodada La mariscala, un papel para soprano lírica, con gran dominio de canto de conversación straussiano, y su joven amante el conde Octavian von Rofrano (mezzo), personaje travestido que a través del canto y la actuación teatral debe mostrar gran temperamento y juvenil fogosidad.
La obra muestra de manera melancólica cómo La mariscala en su gran monólogo reflexiona sobre el paso del tiempo para comprender el imposible futuro de su relación con el joven Octavian, quien se enamorará de Sophie Faninal (soprano lírico-ligera), una chica de su edad.
Entre los números más destacados de esta ópera cabe citar en el Acto I el ya mencionado monólogo de La mariscala, junto a sus amorosos dúos con Octavian. En el Acto II, el muy extenso y apasionado dúo de Octavian y Sophie. Al final de la ópera, el bellísimo trío de La mariscala, Octavian y Sophie.
El estreno tuvo lugar en el Teatro Real de Dresde el 26 de enero de 1911, con dirección de Erns von Schuch. Sopranos como Lotte Lehmann y Maria Reining (dirigida por Erich Kleiber) realizaron magníficas interpretaciones de La mariscala, así como Elisabeth Schwarzkopf y Lisa Della Casa, grandes rivales en este papel. De todas ellas existen diferentes grabaciones que pueden escucharse en YouTube.
Cabe destacar la toma televisiva realizada en la Ópera de Múnich (1979) con las excelentes interpretaciones de Gwyneth Jones (La mariscala), Brigitte Fassbaender (Octavian) y Lucia Popp (Sophie) con la magistral dirección orquestal de Carlos Kleiber al frente de la Orquesta del Estado de Baviera y que puede verse en YouTube.
La soprano norteamericana Renée Fleming ha sido la última gran Mariscala y ello se pone de manifiesto en la toma en vídeo de alta definición realizada en la Ópera de Baden-Baden en 2009, junto a las excelentes creaciones de Sophia Koch (Octavian) y Diana Damrau (Sophie), con Christian Thielemann (el mejor director straussiano actual) al frente de la Orquesta Filarmónica de Múnich. Puede verse en YouTube.
Ariadne auf Naxos
En su versión definitiva está estructurada en un prólogo y un acto. Fue estrenada en Viena el 25 de octubre de 1916, con dirección de Franz Schalk, con el personaje de Ariadne interpretado por la famosa soprano checa Maria Jeritza.
Se trata de la obra más exquisita de toda la producción del binomio Strauss-Hofmannsthal. La orquesta es de corte camerístico con solo 37 músicos. Aquí se produce un juego del teatro dentro del teatro, con los preparativos y representación de una ópera en la casa de un rico noble vienés, donde Strauss homenajea a los dos géneros más importantes de la ópera dieciochesca: el bufo y el serio.
El prólogo es de carácter eminentemente teatral, dominado por diálogos y recitativos, donde un compositor (personaje travestido, interpretado por una mezzo) se niega a que en su ópera seria se inserte un intermezzo cómico con personajes de la Commedia dell’arte aunque, finalmente, lo acepta. En ese prólogo se produce el bellísimo dúo amoroso del compositor y la bella comedianta Zerbinetta (soprano lírico-ligera).
En la representación de la ópera seria se insertan actuaciones cómicas, donde Zerbinetta interpreta una de las arias de coloratura más complejas y virtuosísticas de todo el repertorio, «Grossmächtige Prinzessin», con toda clase piruetas vocales y teniendo que ascender reiteradamente a notas estratosféricas como el Mi5. Destacan también el monólogo de Ariadne (soprano lírico-spinta) y su gran dúo final con el Dios Baco (tenor dramático), donde Strauss consigue extraer de una pequeña orquesta imponentes sonoridades.
Los últimos años
Terminada la Segunda Guerra Mundial, se produce una penosa etapa en la vida de Strauss, ya que es acusado de colaborar con el régimen nazi, aunque finalmente resulta exculpado. Sin embargo, tiene que abandonar su magnífica mansión de Garmisch-Partenkirchen y exiliarse a Suiza, donde estrenará en la Tonnhalle de Zúrich en enero de 1946 su Metamorfosis para orquesta de cuerda, un verdadero canto fúnebre a la destrucción de Alemania. También en Suiza, y en esa misma sala de conciertos, estrenará en febrero de 1946, el Concierto para oboe y pequeña orquesta.
De vuelta a Alemania, compondrá en 1948 su auténtico testamento musical: los cuatro últimos lieder para soprano y orquesta: Frühling (Primavera), September, Beim Schlafengehen (Al irme a dormir), Im Abendrot (En el ocaso), con textos los tres primeros de Hermann Hesse y el cuarto de Joseph von Eichendorff, con una música de arrebatadora belleza y que fueron estrenados por la famosa soprano noruega Kirsten Flagstad y la Orquesta Philharmonia dirigida por Wilhelm Furtwängler el 22 de mayo de 1950, después de la muerte de Strauss, acaecida en su mansión de Garmisch-Partenkirchen el 8 de septiembre de 1949.
En su funeral pudo escucharse el maravilloso trío de El caballero de la rosa con dirección de Georg Solti. Su esposa, la soprano Pauline de Ahna, con quien estuvo casado desde 1894, le sobrevivió ocho meses.
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