
Emiliana de Zubeldía e Inda (Salinas de Oro, Navarra, 1888-Hermosillo, México, 1987) desarrolló la mayor parte de su carrera en el exilio. En su catálogo orquestal encontramos tres sinfonías de vanguardia —una con coro—, un concierto para viola, otro para orquesta y dos conciertos para piano. Pero se trata de obras extrañas a nuestras salas de conciertos y de las que no existe grabación discográfica.
Por Alejandro Santini Dupeyrón
Etapas previas de una vida
Europa y América. Las coordenadas vitales de Emiliana de Zubeldía se configuran a partir del momento de fractura entre el Nuevo y el Viejo Mundo. La escisión entre los órdenes vital y creativo será casi excluyente. Pertenecen al Viejo Mundo los primeros éxitos como concertista de piano, acreditada por el Conservatorio Superior de Música de Madrid (donde se examina por libre de los cuatro primeros cursos en 1906, y de los cuatro cursos restantes en 1908) y la formación en la Schola Cantorum, donde cursa composición con Vicent D’Indy y de piano con Blanche Selva. En la institución por la que pasaran Isaac Albéniz y Joaquín Turina, Emiliana estudia, además, órgano, canto y violín, dirección orquestal y coral. Los profesores de este período, reconocidos por ella como ‘los mejores del mundo’, serán recordados siempre con la mayor gratitud. De este período datan dos cuadernos con sus primeras composiciones: uno con aires españoles y vascos y otro con armonizaciones de melodías populares japonesas y otras piezas para violonchelo y piano.
De vuelta a Pamplona, Emiliana funda una academia de música. La Editorial Arcilla y Cía. imprime algunas de sus obras de inspiración parisina, entre estas Souvenir de Biarritz, Dans la terrasse y Le Printemps retourne, dedicadas a sus discípulas de piano. Pamplona, San Sebastián, Biarritz, Madrid… su actividad como concertista es intensa hasta su enlace, en 1919, con el prestigioso químico Joaquín Fuentes Pascual, director del Laboratorio Agrícola de Navarra, momento en que se aparta de las salas de conciertos; no así de la docencia musical, pues en 1920 ingresa por oposición en la Academia Municipal de Pamplona y retoma, en 1922, los estudios de composición en París con Desiré Pâque. De la Academia pamplonesa solicita la excedencia y, en 1924, al término de la prórroga, pide la baja definitiva. Afincada en París, nuca regresará al domicilio conyugal.
Por las mismas fechas comienza a ser conocida como concertista de piano en los escenarios de Francia, Alemania, Austria, Inglaterra. Entre las obras compuestas destacan las Seis melodías populares españolas para voz y piano, de acusada influencia debussiana, y la suite Esquisses d’une après-midi basque, publicadas en 1926. Con La muñeca de vidrio, obra también para piano, Emilia consuma la incursión en el bitonalismo; producto de su experimentación atonal será la Sinfonía en dos movimientos. En esta segunda etapa formativa en París se relaciona con los compositores Maurice Ravel e Ígor Stravinski, y contribuye al montaje de alguna de sus obras escénicas como de pianista correpetidora. Ofrece recitales, imparte clases de piano y compone, entre otras obras, el nostálgico Trío España, para violín, violonchelo y piano, comprado en 1927 por el editor parisino Max Eschig y estrenado el mismo año.
Nuevo Mundo y nuevo estilo
En 1928 Emiliana es invitada a participar en una serie de conciertos en Brasil, adonde parte, acompañada del barítono brasileño Andino Abreu, en el mes noviembre. En Río de Janeiro, y después en Sao Paulo, interpretan un programa con canciones populares españolas, obras de Albéniz, Granados, Falla y obras propias de Emiliana, como la Berceuse de palmeras en el Brasil. Al año siguiente viaja a Uruguay. En Montevideo conoce al pianista Alberto Pouyanne Echart, con quien organiza una gira por Argentina con un repertorio de obras para dos pianos. Visita Buenos Aires, Córdoba, Rosario. El diario La Prensa, que recoge uno de los conciertos de la compositora ‘vascoespañola’, ‘cultora del cancionero de su región de nacimiento’, en el Salón La Argentina, alaba el estilo de sus obras en términos diferenciadores: ‘[…] sin perder su carácter regional, [Zubeldía] escribe obras poéticas y evocadoras, en las que se explaya su sensibilidad femenina; en cambio, en Capricho vasco, Zortzico y el poema De mis montañas, a dos pianos, la artista conserva la rudeza, el ritmo vigoroso, la ausencia de sentimentalismo, tan características de la raza; ya no son el sensualismo y la languidez andaluces, ni el melodismo sentimental y diáfano, catalán, sino una expresión viril y ruda de singular encanto y de gran originalidad’ (La Prensa, 8/08/1929).
En 1930 tiene lugar el acontecimiento que revolucionará la vida de Emiliana de Zubeldía. En la Universidad de Columbia, Nueva York, asiste a una conferencia de Augusto Novaro. El compositor e investigador acústico mexicano exponía su Sistema Natural de Música, base para una nueva concepción del arte, publicado pocos años antes con el título de Teoría de la música. El Sistema rechaza por imperfectas las escalas actuales, donde los doce sonidos se ordenan de modo arbitrario en relación con la octava (lo que supone temperamentos erróneos e instrumentos, en consecuencia, mal afinados), y aboga por una serie de escalas ordenadas a partir de los amónicos naturales; de manera que la octava (‘duplo’ en la nueva nomenclatura) queda subdividida, según progresión aritmética exacta, en medios, tercios, cuartos, quintos, etcétera. Novaro incluso construye instrumentos afinados en su sistema: el Novaro-clave y el Novar.
Fascinada con la nueva forma de expresión musical, Emiliana se convierte en discípula de Novaro. Abandona su estilo musical neoclasicista y neonacionalista y abraza un lenguaje musical de vanguardia, más acorde con la concepción sonora propugnada por el teórico mejicano. Varias piezas corales vascas, armonizadas según el nuevo sistema y dirigidas por ella misma, serán estrenadas en Nueva York. En el mismo concierto, celebrado el febrero de 1931 en Town Hall, se estrena también su Concierto para piano núm. 1. La Suite en tres tiempos, en versión para dos pianos, y el Concierto para piano núm. 2, interpretado por la pianista Miirrha Alhambra poco después, seguirán las pautas de afinación de Novaro. En Nueva York conocerá a Nicanor Zabaleta y Andrés Segovia. Para el arpista compone y dedica Paisaje desde el Pirineo; para el guitarrista, Paisaje basko.
En 1937 Emiliana sigue al maestro a Ciudad de México. Durante diez años, todos los días, acude a casa de este para ampliar sus conocimientos sobre el Sistema Natural de Música, experimentar y componer con Novaro obras que se estrenarán los viernes ante un reducido círculo de amistades y críticos musicales. Se relaciona con músicos, intelectuales y artistas exiliados por la guerra española. De filiación republicana, Emiliana estará siempre agradecida a México por acoger a sus compatriotas. Con posterioridad se instala en el pueblo de Hermosillo, en el estado de Sonora; imparte clases de música en la universidad local y dirige un grupo coral hasta poco antes de su muerte.
La obra de mayor envergadura escrita por Emiliana en el sistema de Novaro es sin duda la Sinfonía elegíaca. Compuesta en 1939 en memoria de su hermana Eladia, no se estrena hasta 1956, en el Palacio de Bellas Artes de México, por la Orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional Autónoma bajo la dirección de José́ F. Vásquez. Al año siguiente la obra recibe el Premio Nacional de Composición.
Muchas obras del repertorio de Emiliana de Zubeldía, en especial las obras experimentales compuestas al alimón con Novaro, continúan siendo desconocidas. Después de permanecer años en el sótano en la casa de Emiliana en Hermosillo, los archivos musical y personal de la compositora están hoy al cuidado de la Universidad de Sonora.
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