Empezó a estudiar piano y violín con 7 años y a los 12 decidió que también quería tocar la flauta. Fue difícil convencer a todos de que era una buena idea, pero lo logró. Y menos mal, porque Elisabet Franch es una de las flautistas de más impacto en la actualidad. Risueña, decidida, muy trabajadora y con un talento innato, conjuga todas sus habilidades para sacar el máximo partido a la flauta.
Por Ana R. Colmenarejo
¿Siempre imaginaste esta gran proyección que tienes ahora o ha ido llegando con el trabajo y el esfuerzo?
Ha ido llegando. Si hace diez años me hubieran dicho que estaría aquí a día de hoy, no me lo habría creído. En 2010 empezó toda la revolución cuando entré en la Orchestra dell’Accademia Teatro alla Scala de Milán. Cuando ganas una plaza en una orquesta así ya ves que, si te esfuerzas, la proyección puede ser después mucho mayor. Nunca me había planteado llegar a este punto donde estoy. Durante muchos años mi objetivo era entrar en una orquesta o hacer conciertos de cámara. La Scala de Milán fue el principio de alternar los estudios con la actividad profesional porque, aunque fuera una academia, los conciertos eran una gala mítica en la Scala o una ópera, y de gira fuimos a tocar al Bolshói. Con 27 años estaba tocando en esos teatros, trabajando con Dudamel y con Mutti.
¿Cómo es trabajar con directores de esa talla?
Te sorprende que los directores más grandes a la vez son los más cercanos. Dudamel es una persona muy próxima. Recuerdo que me dijo algo, y cuando vio que le respondí en español le hizo mucha ilusión, porque estábamos en el Scala y allí eran todos italianos. Gianandrea Noseda también trabaja en la Scala y habla perfecto castellano. Era un regalo trabajar con todos ellos. Con Fabio Luisi no me atrevía ni a mirarlo, durante el ensayo sí, pero después del ensayo miraba para el suelo, hasta que un día se me acercó y me dijo que tocaba muy bien y que le gustaba mucho el sonido, que nunca podía decírmelo.
¿Algún nombre a destacar de las personas con las que has trabajado?
Un flautista que me marcó la vida y me la sigue marcando es Sir James Galway. Es la leyenda de la flauta. Tuve la suerte de empezar a trabajar con él en 2011. Ha sido la persona que me ha orientado en mis primeros años como estudiante y como profesional. Me siento muy afortunada; él y su mujer siempre me han apoyado mucho y me siguen apoyando.
Además de tener un currículum destacable has participado en numerosas competiciones. ¿Qué destacarías de la American Protégé International Competition en el Carnegie Hall en 2016?
Hacía poco que había sacado el disco Gypsy Airs y con él había ganado dos premios, entre ellos el Mejor Álbum de Música Clásica de 2016 por la Akademia Music Awardde Los Ángeles, por lo que pensé que mi manera de tocar podía funcionar allí y decidí intentarlo. No sabía qué iba a pasar, pero siempre digo que en los concursos el premio no es solo sacar el primer premio, hay muchos otros premios en medio. En algunos conciertos, aunque no haya ganado, ha habido alguien que me ha escuchado y me ha hecho alguna propuesta de un proyecto o para tocar en algún sitio, y por eso lo hice. Cuando me dijeron que había ganado el primer premio con la distinción del jurado y que tenía que ir a tocar al Carnegie Hall, bueno, eso fue… Me leí el correo cuatro veces, pensaba que era un sueño y de vez en cuando lo releía. Recuerdo que el viaje fue muy especial, y también que lo pasé fatal durante la prueba acústica. La primera vez que entras allí en la sala, vacía, y sabes que vas a hacer un concierto y que te van a dar un premio después… Es emocionante e impresiona. En el ensayo estaba tocando y sonaba fatal y dije: ‘como toque así en el concierto, me quitan el premio’. Cuando volví al hotel justo delante del Carnegie me dije: ‘bueno tranquila, tranquila’. Y en el momento de salir, cuando anuncian tu nombre y ves la sala llena con toda la gente que ha venido a escucharte y que te quieren ver… Es una sensación mágica. Se fueron los nervios en un momento y el concierto se pasó volando.
¿Recuerdas qué interpretaste?
La primera vez que estuve en el Carnegie Hall toqué repertorio del CD de Gypsy Airs, Il Pastore Svizzero de Morlacchi y Aires Gitanos de Sarasate. Y la segunda vez, en 2018, que fue por los Golden Classical Music Awards de Nueva York, toqué el Rondó en Re mayor de Mozart y Czardas de Monti.
Estás trabajando en tu segundo disco. ¿Cómo se va a llamar? ¿Qué puedes contarnos del proyecto?
El CD se llamará Franch plays Franck. La grabación del disco es parte del premio de la 27th World Music Competition, que gané el año pasado. Fue un concurso que hice por casualidad y aquí va la cosa divertida: se trata de una competición que cada año se hace en un país distinto, y justo el año pasado se hacía en España y coincidió con que yo estaba quince días aquí de vacaciones, había venido desde China. Estaba a solo dos días de que terminara la inscripción cuando entregué los papeles.
La primera ronda del concurso era por vídeo y éramos 450, a la semifinal pasamos 49, y la final era con orquesta en Castellón y quedábamos 9. Toqué el Concierto de Mozart y gané. Una parte del premio eran conciertos, que se han tenido que cancelar por la COVID-19, y la otra es la grabación de un CD que saldrá a finales de año.
Es un proyecto que me hace mucha ilusión. Se grabó en Viena en el Salón Bank Austria a mediados de septiembre y es a dúo de flauta y piano con Albert Guinovart, el pianista, que es artista Steinway & Sons. El director de orquesta Boris Perrenoud, que además es director de la World Music Competition, se ofreció para ser el productor. Es justo lo que comentaba antes de que hay concursos que te abren puertas que no te esperas.
¿Qué repertorio podremos encontrar en la grabación?
Todo el repertorio del disco es original para violín, en flauta nunca se ha grabado, me hace especial ilusión hacer las transcripciones. La obra principal es la Sonata en La mayor de César Franck, una de mis favoritas, la encuentro muy bonita. Para complementarla haremos la Sonata núm. 2 en Sol mayor de Edvard Grieg. Como pieza más virtuosa, que creo que tiene que estar para enseñar todas las facetas, he escogido la Introducción y rondó caprichoso de Camille Saint- Säens.
A última hora decidimos grabar otra pieza que se llama Aimer (Amar), también de César Franck. Son cuatro minutos, pero es muy lírica y muy dulce. No había ninguna versión para instrumento, solo para soprano, y nos ha gustado mucho.
¿Qué proyectos te llevaron a China?
Estaba de flauta solista en la Tianjin Symphony Orchestra y la mayoría de las actividades las hacía allí, llevaba ya dos años. También tenía mi debut en el Auditorio Nacional de Taiwán, en Taipéi, en el mes de mayo, pero se canceló y pasará a celebrarse en enero. Pensaba volver a despedirme de ellos, pero con el imprevisto de la pandemia no pudo ser.
¿Cómo has vivido el confinamiento?
Más o menos estoy contenta con cómo lo he pasado porque he aprovechado este tiempo para estudiar muchas piezas nuevas que tienen que venir esta temporada. Además, estuve preparando el CD, ya que decidí optar por un repertorio totalmente nuevo, muy distinto al primer disco que hice, y aproveché para estudiar mucho, siempre hay una parte positiva.
¿Cómo han sido los conciertos que has interpretado en verano?
Me hacía muchísima ilusión tocar en el Festival de Música de la Cerdanya con la GIOrquesta, que fue mi orquesta hace años. Se tuvo que cambiar el programa, que estaba pensado para una orquesta grande con Beethoven y El amor brujo y, por cuestiones de aforo y restricciones, se optó finalmente por Mozart, con una orquesta de veinte personas. Ver la iglesia medio vacía por cuestión de seguridad fue una sensación extraña. Al no poder respetar los dos metros de distancia porque era un espacio pequeño, toda la orquesta, incluido el director, tuvo que tocar con mascarilla, yo era la única sin ella, pero fue emocionante volver. El concierto y el festival fueron muy bien, y la orquesta se plantea repetir el concierto, todavía no hay fechas. Tuve también una clase magistral en Salerno (Italia) que se hizo online.
¿Ha afectado mucho la pandemia a tu agenda?
Ha afectado en el sentido de estar acostumbrados a pisar cada semana el escenario a de golpe no hacerlo durante meses. Esa incertidumbre no es fácil, ni psicológicamente ni físicamente. Considero la música como un deporte de élite, tienes que estar entrenando y entrenando.
¿Qué te gustaría provocar cuando estás en el escenario en la persona que te escucha desde la butaca o te ve vía streaming?
Intento mostrarme tal y como soy: un poco abierta, natural… y cuando voy a tocar siempre busco disfrutar y transmitirlo para que de esta manera el público disfrute también. Intento establecer un poco de conexión, cuando estoy a mitad de concierto me gusta mirar al público como detalle y como agradecimiento, porque ese concierto está pasando gracias a ellos. Y ahora cuando he hecho algún concierto online, se veía que había mucha gente que lo estaba siguiendo, pero es distinto, tu actuación no será la misma. No puede ser lo bonita que es como cuando la haces con público.
¿Qué intentas potenciar de un alumno como profesora?
Quiero aprovechar para contar que en septiembre comencé a dar clases en el Centro Superior de Música de Galicia y estoy muy contenta. A día de hoy en la música se han abierto muchas posibilidades. Les pregunto si les gustaría tocar en una orquesta, tener un grupo de cámara, la pedagogía, intentar ser solista, hacer concursos, la docencia… Y a partir de aquí, cuando descubro cuáles son los deseos y objetivos de cada uno, les doy todas las herramientas y el apoyo. Creo que es importante tener a alguien que sea un ejemplo, que vean que está en activo, que estudia y da conciertos. Y a partir de aquí soy muy estricta, pero si lo soy conmigo misma también lo tengo que ser con los demás. Pero sobre todo siempre busco ser un buen apoyo y ayudarles a llegar donde ellos quieren llegar.
¿Cómo consigues compaginar estas dos facetas, la de solista y la de docente?
Es difícil, no lo negaré. Es organizarse bien y dividir las horas de estudio, las clases y estructurarse si hay viajes en medio. Es un reto, pero creo que se puede hacer, y que una cosa también alimenta a la otra. El hecho de estar dando clases ahora a nivel superior hace que tenga que estar muy activa con el repertorio y con los exámenes, y también tengo que estar muy en forma en técnica para los conciertos que yo misma voy a hacer.
¿Crees que el talento se tiene de forma innata o es algo que se puede conseguir trabajando mucho?
Hay una parte innata creo, porque en el fondo el gusto por la música es algo que te tiene que salir de dentro, que te tiene que gustar. Pero es cierto que si una persona es metódica y tiene fuerza de voluntad, el instrumento es una cosa que es a base de técnica y de disciplina, no es una cuestión de talento ni tampoco es una cuestión meramente técnica, creo que hay una parte de las dos.
Hay veces que se le dice a una persona que no vale para la música y yo digo: ‘no, dale una oportunidad, dale un intento’. O es un talento que te puede salir muy tarde. En mi caso, con 12 años, había sitios en los que me decían: ‘no, esta niña que no se apunte, es muy mayor. Tendría que haber empezado con 6 y tiene 12’. Yo animo mucho a los jóvenes a que se den una oportunidad, ya tendrán tiempo de decir que no si no quieren.
Hemos hablado mucho del presente pero, ¿cómo fueron tus inicios como flautista?
Empecé a estudiar con 7 años piano y pronto quise también violín y viola. He de decir que no vengo de familia de músicos, pero sí les gusta mucho la música. Sacaba muy buenas notas y los instrumentos se complementaban entre sí, aunque a veces ponía arcos al piano y más tarde respiraciones al violín. Estudiando descubrí la flauta y me enamoré y quise también empezar, pero me decían que ya era demasiado. Decidí dejar algún instrumento de los que hacía y empezar flauta. Me dijeron que cogiera la viola porque no hay tantos violistas como flautistas y que me equivocaba cogiendo la flauta y dejando la viola porque la tocaba muy bien. Pero otros dijeron que la música te tiene que salir de dentro, que hay que dedicarle muchas horas y tenía que amar el instrumento y me animaron a elegir la flauta. Es un instrumento como la voz, sale de dentro y me gusta mucho el sonido y la sensación.
¿Cuál es tu compositor favorito?
Chaikovski siempre me ha atraído, desde muy pequeña, con los ballets, El cascanueces y El lago de los cisnes. Ya de mayor, cuando he entrado en contacto con las sinfonías, han sido un descubrimiento total. Para flauta es de los compositores que tienen pasajes más difíciles, pero aún así me gusta mucho.
¿Qué consejo transmitirías a las personas que pueden estar como tú hace algunos años, que quieren seguir su vocación y alguien les intenta frenar?
Lo primero es tener siempre una segunda opinión. Ser frío con uno mismo y ver lo que estás haciendo y si hay resultados en el trabajo. Y aunque haya momentos así, que los hay y los tienen todos y los tenemos hasta los profesionales hoy en día, lo que hay que intentar es no tirar la toalla y seguir adelante.
¿Qué diferencias ves de ser solista a tocar en una orquesta?
Cambio totalmente cuando estoy tocando con la orquesta, aunque sea primera flauta, y cuando estoy tocando delante de la orquesta como solista. Lo primero de todo por cuestiones de sonido: cuando eres solista, desde el primer momento que pisas el escenario tienes que dar una proyección y tienes que convencer al público. Es una manera de demostrar cómo eres, de hacer todo como tú crees y de mostrar tu sonido. El tipo de sonido que tengo, como solista, suena muy bien, pero si hiciera esto en la orquesta sería un desastre, o si tocara con esta mentalidad. Cuando estoy en la orquesta escucho más que pensar cómo toco.
¿Tienes algún concierto programado para el futuro?
Tengo especial ilusión por tocar haciendo una pequeña presentación del disco con el pianista Albert Guinovart, un concierto que transmitiremos por Instagram para respetar las medidas de seguridad por la pandemia. Además, el 27 de mayo de 2021 el Palau de la Música celebra el 25 aniversario del Primer Palau y será un concierto muy emotivo.
¿Cómo resumirías lo que significa para ti la música?
Es mi forma de vivir. No imagino mi vida sin ella. Es el aire que respiro y la alegría que desprendo. Decir ‘quiero dedicarme a la música’ es el sacrificio más grande que he hecho en mi vida, pero a la vez el más bonito.
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