Diez escenas en un acto nos presentan la historia de Elektra. Basada en el drama clásico griego de Sófocles, se estrenó en el Teatro de la Corte de Dresde el 25 de enero de 1909. El compositor Richard Strauss y el libretista Hugo von Hofmannsthal nos introducen en la vida de una mujer que vivió para vengar a su padre.
Por Fabiana Sans Arcílagos
Argumento
La acción transcurre en Micenas, época griega. Es el atardecer, cinco doncellas extraen agua del pozo observadas por la celadora. Conversan y comentan que es la hora en la que la princesa Elektra solloza por su padre; ella se ha sumido en un estado de locura. La doncella más joven pide piedad para la joven Elektra, que se encuentra perturbada; su aspecto físico, la manera de ocultarse y su estado solitario muestran su desorden mental.
Elektra, sola en el patio, recuerda el asesinato de su padre tras su regreso de la guerra de Troya. El crimen llevado a cabo por su madre, la reina Clitemnestra, ayudada por su amante Egisto ha creado en Elektra un obsesivo deseo de venganza. La joven, tras un largo monólogo grita el nombre de su padre: ‘¡Agamenón!, ¡Agamenón!’.
Aparece Crisotemis, hermana de la princesa. Esta le reprocha sus ansias de venganza y el encierro en el que viven. La hermana menor, quien se ha resignado a la muerte de su padre, desea abandonar el palacio, casarse, tener hijos, suplica piedad; está convencida que su hermano Orestes no regresará del exilio y que la venganza jamás será ejecutada.
Aparece en escena Clitemnestra, iluminada por antorchas y acompañada por un cortejo de sirvientes que parecen disponerse a realizar un sacrificio ritual con animales. La reina, enferma, agotada por el insomnio que padece, es ayudada a andar por sus sirvientes y se acerca a Elektra, quien se ha ganado la confianza de su madre. Clitemnestra le confiesa que sus sueños la atormentan, son pesadillas que la torturan y la agotan; le pide consejos a Elektra, a lo que esta responde que solo un sacrificio la salvará, revelándole que la víctima será ella misma, cuando el hacha con la que asesinó al rey Agamenón caiga sobre su cabeza. En ese momento ella dejará de soñar y renacerá la alegría para todos. Irrumpe la confidente de la reina y le susurra unas palabras al oído; con grandes carcajadas se retira de la escena.
Crisotemis, aparece gritando y le dice a su hermana que los mensajeros le han informado de que Orestes ha muerto. Elektra no se cree la noticia, pero un joven siervo insiste en que él debe avisar a Egisto sobre la muerte del hijo de Agamenón. Elektra, desconsolada, implora la ayuda de Crisotemis para vengar a su padre, ya que su hermano no podrá llevarla a cabo. Tras la negativa de la menor de las hijas de Clitemnestra, Elektra la maldice y la echa para posteriormente, desenterrar el hacha con el que asesinaron a su padre: ella se encargará de vengarlo.
Aparece un personaje misterioso que proviene del extranjero, quien dice haber visto morir a Orestes con sus propios ojos. Elektra se muestra desolada, el forastero le pregunta si ella es de la misma sangre de Agamenón y Orestes; ella se presenta y le increpa: ‘¿quién eres, entonces?’. A lo que él contesta: ‘¿los perros del patio me han reconocido, y mi hermana no?’.
Sumida en un estado de éxtasis y felicidad, Elektra le cuenta a su hermano sus penas y su deseo de venganza, y le entrega el hacha. Advertido por el preceptor, Orestes entra en el palacio seguido por dos hombres enviados por la Celadora. En medio de un súbito silencio se oye un grito desolador e insoportable. Se trata de Clitemnestra, que ha sido asesinada en manos de Orestes.
Ante la agitación provocada por los gritos, corren exaltadas las doncellas y Crisotemis al patio, quienes se retiran al ver entrar a Egisto pidiendo luz. Elektra en una falsa amabilidad le ilumina el camino con una antorcha hasta la entrada del palacio. Poco después, se oyen gritos de auxilio a los que nadie acude, siendo asesinado por los seguidores de Orestes. Crisotemis anuncia que Egisto ha sido eliminado y Elektra, ante tanta felicidad, se entrega en una danza frenética que la deja sin vida.
Agamenón, el gran protagonista musical
Con Elektra podemos percibir la búsqueda de nuevos sonidos y organizaciones armónicas no tonales que siguen por el camino que inició Wagner. Strauss aprovechó los sucesos contrastantes entre los personajes para crear una gran cantidad de temas que se ajustaran tanto al libreto como a las circunstancias que sucedían en escena.
Elektra se presenta sin preludio orquestal, iniciando la ópera con lo que será el motivo musical y literario presente a lo largo de toda la obra: el asesinato del rey Agamenón. La muerte de Agamenón, a pesar de no ser un acontecimiento visible, es donde se centra gran parte de la historia, constituye la matriz del principal motivo musical del que se derivarán la mayoría de los motivos subsiguientes que aparecen a lo largo de la ópera. Un gran acorde de Re menor fortísimo interpretado por las trompas y trompetas al unísono, unidos al conjunto orquestal, introducen el tema de Agamenón. Las cuatro notas interpretadas (re5-la4-fa5-re4) crean una relación del nombre del rey: ‘A-ga’ para las semicorcheas acentuadas, ‘me’ tres blancas con puntillo —la primera con acento— que refuerzan la presencia del rey y finalmente ‘non’ en una corchea: la tríada menor será el motivo del rey. Aparece Elektra en escena, atormentada y obsesiva, el tema introductorio se repite afianzando el camino de la historia: la venganza del asesinato de su padre y el espectro de este presente siempre en ella.
El tema de Agamenón se deja ver en las intervenciones de otros personajes o en momentos de gran dramatismo, por ejemplo cuando aparece Orestes que, junto a su hermana, reafirma castigar a los asesinos de su padre, o cuando Elektra recuerda a su padre en el patio mientras que Egisto pide auxilio por la ventana y es arrastrado dentro de la casa para ser asesinado. El tema tiene una gran presencia al final de la danza frenética, de alegría mortal que realiza Elektra, feliz de haberse cumplido la venganza, cae al suelo y muere. La orquesta interpreta tres veces el motivo de Agamenón: Elektra le ha dado la vida a su padre. Un grito desgarrador de Crisotemis llamando a Orestes es contestado por la orquesta, una vez más Agamenón es recordado.
Otro momento característico de esta ópera es el que creó Strauss para su protagonista. Elektra es presentada con un motivo compuesto por el de Agamenón y el de Climnestra, haciendo uso de la bitonalidad, en este caso combinando el acorde tonal y consonante del rey con el atonal de la reina, este se conoce como ‘acorde de Elektra’. El acorde se compone de Mi Mayor y Re bemol mMayor y es utilizado a lo largo de la ópera de diversas maneras, marcando siempre el efecto disonante, ya sea como tema politonal elaborado a partir del acorde o cumpliendo funciones armónicas específicas, como cuando es utilizado como una falsa dominante, creando una tensión armónica de difícil resolución.
Por su parte, la hermana menor, Crisotemis, se encuentra envuelta en un tema que mezcla la ternura e ilusión, con el lamento del encierro al que la ha condenado Elektra. Este tema, el del lamento, gira en el tono de Mi bemol y tiene un carácter más pasible y lírico, contrastando con el de Elektra vengativo y apasionado.
La entrada a escena de Clitemnestra es uno de los momentos más resaltantes de la ópera, tanto por su música precipitada, salvaje, como por sus grandes detalles sonoros, que destacan tanto al cortejo en la percusión que deja oír golpes de los latigazos, el bramido de los animales interpretado por las tubas y el tema de la reina contrastante con el ostinato en las cuerdas y el motivo en las trompetas y maderas, todo abriendo camino al recitativo sobre el que se oyen breves notas del tema de Elektra y por ende el recuerdo de Agamenón. Una segunda parte envuelve a Clitemnestra en un gran cromatismo casi sin melodía, consiguiendo una dualidad entre el Si menor y el Fa menor que describe las turbaciones que vive por no dormir para llegar a uno de los pasajes más majestuosos de la ópera, en el que se describe el horror que vive Clitemnestra a través del uso de la politonalidad y el afianzamiento en el atonalismo interrumpido únicamente por los silencios.
Strauss logra crear momentos de enorme dificultad no solo para los cantantes, sino para la orquesta que, en su día, llegó a ser la más grande utilizada para una ópera, con 111 músicos. Además la instrumentación, guarda cierta similitud con Wagner por el uso de algunos instrumentos como el cuerno y siendo el primero en dividir el conjunto de cuerdas (24 violines y 18 violas) en tres secciones independientes.
Las mujeres de Elektra
Nacida en Rostock y admirada por Strauss por sus cualidades dramáticas, la soprano Annie Krull se presenta como la primera Elektra de la historia. Sustituyendo a la prima donna de Dresde Marie Wittich, Krull se enfrentó a uno de los roles más complicados de las óperas del compositor alemán, tanto por su compleja representación trágica como por la amplia tesitura vocal que requiere. Su presencia en escena es continua, lo que implica gran exigencia para la soprano dramática. Un año después del estreno, interpreta una vez más el drama de Strauss, esta vez en el Royal Opera House de Londres, siendo la primera puesta en escena de una ópera del músico en ese recinto y en el país.
No obstante, será Rose Pauly quien lleve el mérito de ser considerada la mejor intérprete de Elektra. Pauly debutó en el papel en 1927 en la Ópera Kroll de Berlín, conducida por Otto Klemperer; tuvo un éxito inmediato, aunque su carrera en la ciudad alemana se vio paralizada por la llegada del régimen nazi, puesto que era judía. Su retorno a Viena le sirvió para abrirse camino en el resto de los teatros del mundo. Hizo su debut en los Estados Unidos en un concierto con la Filarmónica de Nueva York en 1937 y unos meses más tarde en el MET como Elektra, llegando a ser proclamada ‘la cantante más grande y más dramática que se ha escuchado en este país’. Para Pauly ‘Elektra es una obra monumental y un trabajo aterrador. Simplemente pienso en ese gran personaje como la mejor experiencia músico-dramático de mi carrera’.
Uno de los grandes acontecimientos del Metropolitan Opera House de Nueva York ha sido la interpretación de Elektra por Birgit Nilsson. La soprano, reconocida como una de las favoritas del repertorio wagneriano en la postguerra, triunfó en su primera representación en tan exigente papel a los 48 años, en 1966.
Otra elogiada Elektra —aunque también representó magníficamente a Clitemnestra— ha sido la sueca Astrid Varnay, exaltada por los grandes directores, críticos y el público, cantó en los grandes escenarios del mundo desde su debut a los 23 años en el Met. A medida que pasaron los años sufrió cierto deterioro debido a sus carencias en cuanto a formación técnica, pero se colocó al frente de grandes como Nilsson y Rysanek.
Strauss en España
Richard Strauss, nacido en Múnich en 1864, ha sido uno de los compositores más destacados de los siglos XIX-XX. Fue director de la Filarmónica de Berlín, de la Ópera de Viena y uno de los fundadores del Festival Salzburgo. Compuso quince óperas, la primera Guntram, interpretada por la que sería su esposa, Pauline de Ahna.
Se caracterizaba por incluir algunas parodias en sus obras, como la que destaca en La necesidad del fuego, donde se parodia a él mismo en el papel de Kunrad y se hace alusión a Los maestros cantores de Nuremberg de Wagner. Strauss se convierte en el compositor más famoso de su época.
La primera visita que realiza Strauss a España sería a Barcelona en 1897, pero fue en Madrid, en 1898, donde rápidamente se convirtió en la novedad de la sociedad. Entabla relación con Luigi Mancinelli que para ese entonces dirigía la Sociedad de Conciertos; con esta sociedad estrena en la ciudad tres de sus poemas sinfónicos Don Juan, Las Travesuras de Till Eulenspiegel y Muerte y Trasfiguración, y algunos lieder que fueron interpretados por su esposa, la cantante Ahna, todos bajo la conducción del propio compositor.
Es en 1908 cuando Strauss regresa a Madrid, esta vez para conducir a la Filarmónica de Berlín. En esta ocasión el programa estaba conformado, entre otras piezas, por los tres poemas sinfónicos de su primera visita. La prensa se hace eco de su estancia en la ciudad y se crean polémicas en torno a la figura del compositor alemán, tildándolo algunos como el sucesor de Wagner y Brahms, y otros de antiartístico y antimusical. Lo cierto es que en este año tuvo mejor recepción por parte de la prensa que en su visita anterior.
Ese mismo año, Strauss a cargo de la Filarmónica ofrece tres conciertos en el Palau de la Música, con un programa de compositores alemanes (Wagner y Beethoven) y sus propia obras. Previa a esta visita -en 1901- había sido invitado por Antoni Nicolau a dirigir el séptimo ciclo de Concerts Nicolau. Posterior a esta presentación, en 1910, se llevó el estreno de la ópera Salomé, causando gran consternación entre los asistentes y la sociedad catalana.
Finalmente, y tras cuarenta años de su estreno mundial, llega al Gran Teatre del Liceu Elektra. Previo al estreno de la ópera el 15 de febrero de 1949 ya se conocía la versión teatral de Hofmannsthal, que se interpretaba con frecuencia en Barcelona. El reparto para la ocasión contó con grandes voces, como la soprano Annay Konetzny como Elektra, Judith Hellwing, Elsa Cavelty, Vicent Maria Demetz y Theo Hermann. La dirección estuvo a cargo de Georges Sebastián y no es sino hasta 1962 cuando nuevamente se vuelve a presentar en ese mismo escenario.