Por Pedro Iturralde
Antoine-Joseph Sax (llamado Adolph) nació en Dinant, provincia de Namur (Bélgica), el 6 de noviembre de 1814, e inventó el saxófono (llamado saxofón) en los comienzos del año 1840.
Haciendo investigaciones en el taller de instrumentos de música de su padre (Charles Joseph Sax), y tratando de construir un clarinete bajo que tuviese mayor potencia sonora sin perder la dulzura y la agilidad de ejecución, inventó el saxofón bajo (actual barítono), completando la familia posteriormente desde el más aguda hasta el más grave. Los fabricó en Fa y Do, respectivamente, concebidos con destino a la orquesta sinfónica: sopranino, soprano, alto, tenor, barítono, bajo y contrabajo.
Adolph Sax fue un personaje fascinante e inquieto, que no sólo ideó diversos instrumentos de música y perfeccionó otros muchos, sino que también inventó un silbato para trenes y un aparato higiénico para hospitales, además de diseñar un plano de sala de conciertos con la idea de conseguir una óptima audición desde cualquier lugar de la misma.
En 1842 decide trasladarse a París para hacer carrera y allí visita a Hector Berlioz, quien al día siguiente de su entrevista publica un elogioso artículo lleno de entusiasmo sobre los trabajos de Sax, especialmente respecto al perfeccionamiento de un clarinete. El instrumento, según Berlioz, no conservaba del antiguo más que el nombre. El éxito resultó tan definitivo que Sax fue requerido por diversos países y considerado como ‘el Stradivari de los instrumentos de viento y el padre de la banda moderna’.
El saxofón se presentó al público el 3 de febrero de 1844 en la Sala Herz de París, interpretando una obra de Berlioz titulada Chant Sacré y adaptada por el autor para seis instrumentos de viento perfeccionados o inventados por Adolph Sax: trompeta sobreaguda, corneta, fiscorno, clarinete bajo y saxofón bajo, con dirección del mismo Berlioz. La parte del saxofón, interpretada por el propio inventor, tenía un solo y una nota larga que Sax (no recordando la posición digital de la siguiente) la prolongó enormemente, inflándola, disminuyéndola y coloreándola con los más deliciosos matices hasta recobrar la memoria, a punto de quedarse ya sin aliento. Su intervención fue de inmediato correspondida con los aplausos del público, que apreció en aquel sonido prolongado y modulado de forma inteligente, un alarde de buen gusto y una atrevida y feliz interpretación del ejecutante.
Los elogios a favor del saxofón fueron unánimes: ‘No he oído nunca nada tan bello’ (Rossini). ‘El saxofón puede figurar como intérprete ideal en toda clase de obras, pero especialmente en los pasajes lentos y dulces, y en las melodías religiosas y de ensueño’ (Berlioz). ‘Es posible que la orquesta adopte el saxofón en el porvenir’ (Hugo Riemann). ‘No comprendo por qué el cuarteto de saxofones (soprano, alto, tenor, barítono) no está en la orquesta sinfónica como grupo independiente que contribuiría a fundir mejor el grupo de metal con el de la madera. Además, el barítono sería de gran utilidad puesto que es un instrumento inigualable en el registro grave de la orquesta, dada su agilidad y su posibilidad de matices’ (Darius Milhaud).
A pesar todo, el saxofón no consiguió entrar en la orquesta. Y probablemente habría desaparecido si el Ministerio del Ejército de Francia no hubiese tenido la feliz idea de organizar un concurso de bandas con el objeto de renovar y mejorar el sonido de estas agrupaciones. Adolph Sax presentó la suya, integrada por instrumentos inventados o perfeccionados por él (incluyendo saxofones, por supuesto), y resultó triunfador. A partir de ahí sus instrumentos fueron reconocidos y adaptados oficialmente. El saxofón fue patentado en París el 21 de marzo de 1846 y fabricado en serie para toda Europa y América.
En 1849 Adolph Sax fue nombrado caballero de la Legión de Honor por Napoleón III, y en 1857 se inauguró una clase de saxofón anexa al Conservatorio de París que contaba con Sax como profesor y que estaba destinada fundamentalmente a alumnos militares. Sin embargo, fue clausurada trece años más tarde a causa de la guerra franco-prusiana.
La clase de saxofón fue restablecida definitivamente en el Conservatorio Nacional Superior de Música de París en 1942, con el nombramiento como profesor de Marcel Mule, creador de métodos, transcripciones de clásicos para saxofón, etc. Le sucedió en 1968 Daniel Deayet y a éste Claude Delangle.
Es cierto que, si bien el saxofón se salvó de desaparecer gracias a las bandas, tampoco en ellas fue tratado adecuadamente, pretendiendo que sonase como una viola o como un violonchelo, pero nunca como un saxofón, impidiéndole mostrar su personalidad tímbrica.
Aunque, asimismo, tuvo problemas para entrar en los grupos de jazz (puesto que en los estilos New Orleans y Dixieland los instrumentos de viento más usuales eran el clarinete, la trompeta y el trombón), es, precisamente allí, en el jazz, donde el saxofón en cierto modo se ha vengado de las injusticias anteriores.
En la música de jazz (no en la música de baile ni en el circo) es donde el saxofón desarrolló su propia personalidad como solista y creador de estilos. Fue en las big bands donde el instrumento empezó a funcionar en grupo independiente (como sugería Milhaud), pues incluso para diferenciarlos de la sección de la madera se les denomina reeds (cañas).
Rajmáninov en sus Danzas sinfónicas corrobora esta idea al escribir un solo de saxofón acompañado de la madera. Ravel (en el Bolero o en la orquestación de los Cuadros de una exposición de Músorgski) usa el saxofón solista con el sonido de jazz que probablemente había escuchado, puesto que la partitura indica esspresivo-vibrato, cuando en aquella época en las bandas estaba totalmente prohibido vibrar. Marcel Mule (Profesor del CNSM de París entre 1942 y 1968) es quien introdujo el vibrato en el conservatorio, la ópera y en los cuatro miembros de su cuarteto extraído —según sus propias palabras— del jazz (sin duda, del estilo New Orleans, ya que posteriormente —como ocurría en el jazz moderno— no se vibraba sino solo de forma excepcional).
Otro problema que ha tenido que afrontar el saxofón se deriva de su encasillamiento en la familia de la madera (o, peyorativamente, como instrumento híbrido). Hubo profesores que se empeñaban en que sonase como un clarinete, inhibiendo su riqueza sonora, sin tener en cuenta que el sonido del clarinete (denominado cuadrado en electrónica) sólo posee los armónicos concomitantes (o parciales) impares, mientras que es saxofón posee los pares e impares, cuya riqueza (así como otras peculiaridades del instrumento) hay que tener en cuenta para hacerlo sonar como él lo desea. Al fin y al cabo todo instrumento es en sí mismo un buen profesor si se le sabe escuchar con devoción.
Aunque las orquestas continúan sin tener un saxofón en la plantilla oficial, hoy en día existe una extensa literatura sinfónica para este instrumento, mayormente para el saxofón alto. Yo mismo he tenido la suerte de tocar gran parte del repertorio orquestal para saxofón, principalmente con la Orquesta Nacional de España, así como con la Orquesta Sinfónica RTVE, la Orquesta de Cámara Víctor Martín, la Sinfónica de Asturias, de Sevilla y de Tenerife.
Es una lástima que Adolph Sax, que tuvo que soportar a tantos detractores, no pueda disfrutar de la evolución y el auge del saxofón en nuestros días.