Por José Luis García del Busto
El minueto es el molde formal más sencillo y más sistemáticamente observado por todos los compositores del período clásico y del Romanticismo temprano. Como en Melómano nos dirigimos a un lector no formado en la técnica musical, evitaremos cualquier referencia a consideraciones —por ejemplo, armónicas— que, aun teniendo su importante reflejo en la propia forma que estudiamos, harían farragoso y poco menos que ininteligible el intento.
El minueto es en origen una danza, de cuna francesa, inicialmente de carácter popular o rústico, pero que durante el período barroco se ‘nobilizó’ para pasar a los salones palaciegos, siempre con ropaje puramente instrumental, ora con su función de danza —cortesana y galante— ora como música simplemente para ser escuchada, integrada en la suite. Al avanzar los tiempos e instaurarse la forma sonata como base para la composición instrumental —a solo, en cualquier combinación camerística o a gran orquesta—, el minueto pasa a integrarse en esta nueva forma, obrando, pues, como engarce o elemento de pervivencia de la vieja música instrumental en la nueva.
Además de ese carácter de danza que, mucho o poco, siempre será detectable, caracteriza al minueto su compás de 3/4, rigurosamente observado y con la regularidad de su acentuación en la primera parte de cada compás. Unas veces la pieza comenzará en el ‘uno’ del primer compás, pero, muy a menudo arranca en anacrusa, es decir, en la tercera parte —la más débil— del compás primero.
Pero lo que más nos interesa aquí es captar la forma. A diferencia del minueto de la suite barroca, que era una forma binaria (minueto en dos partes), el minueto clásico es una forma ternaria —en tres secciones— y simétrica. Responde al esquema A-B-A, en donde A, la sección principal, es el minueto propiamente dicho y B es una sección contrastante, una especie de subminuetto que se denomina trío.
Al final del Barroco, las suites a menudo manejaban simultáneamente dos minuetos, ordenándolos así: minueto II – minueto I. Es obvio que el clásico minueto con trío que estamos estudiando es una ‘versión moderna’ de lo mismo.
Resumiendo, pues, he aquí que el minueto es una forma ternaria y cíclica, según el esquema A-B-A, en donde tanto la sección minueto (A) como la sección trío (B) son, a su vez, formas ternarias y cíclicas, según el esquema a-b-a.
El melómano que haya descubierto algo con la lectura de este artículo puede y debe pasar a ejercitarlo de inmediato tratando de captar a la escucha los esquemas formales que se han visto. Guerra a la música de fondo: la escucha de la música es un ejercicio intelectual. Compruebe que seguir conscientemente esta forma no solo es algo a su alcance, sino que hasta puede resultar sencillo y, en todo caso, gratificante. Y si en su periplo por los minuetos de su discoteca se topa con ejemplos que rompen el rigor del esquema o suponen excepciones, no se alarmarse, ni siquiera se extrañe: los grandes pasos que ha dado la música se han hecho no a base de ortodoxia, sino mediante ‘excursiones’. Pero tenemos que conocer la ortodoxia para seguir con la máxima plenitud consciente el ‘grueso’ de la música y, sobre todo, para saber valorar debidamente esas ‘excursiones’ geniales.
El minueto fue sustituido poco a poco por el scherzo, pero los movimientos así titulados cumplen la misma funcionalidad que el minueto en el contexto global de la sonata (es el movimiento de carácter más leve) y respetan inicialmente el mismo esquema formal. No así otros caracteres expresivos y métricos.