Por Vicent Alario Ripoll
Actualmente se tocan varios tipos de fagot, si lo enfocamos desde el punto de vista de la interpretación histórica, porque se están construyendo instrumentos copiados de los originales del Barroco o del Clasicismo para poder reproducir con el máximo rigor la sonoridad de las obras de las diferentes épocas. También se utilizan bajones, bajoncillos o chirimías para interpretar obras renacentistas, principalmente religiosas. Pero, generalmente, y para una actividad profesional o académica, los fagotistas de todo el mundo tocan solo dos tipos de fagot: el sistema francés y el actual fagot moderno del sistema alemán desarrollado principalmente por Heckel a partir de mediados del siglo XIX, provocando que el timbre del fagot alemán fuese muy distinto al del fagot francés. Estas diferencias tímbricas hicieron que los fagotistas se decantaran por el sistema alemán, dejando reducido el uso del fagot francés solo a Francia, que actualmente es el único país donde se enseña y se toca, pero compartido con el sistema alemán.
Aunque no sea propiamente un fagot, el contrafagot, que suena una octava más grave que el fagot, es un instrumento que hoy en día todo fagotista debería estudiar y dominar, porque es esencial para todo el repertorio sinfónico y gran parte de la música de cámara. Su peculiar sonoridad enriquece notablemente la obra donde se interpreta y da ese toque de profundidad que ningún otro instrumento puede provocar. También se utilizan fagotinos para la iniciación de niños, que normalmente están afinados en la tonalidad de Re o Fa y son literalmente “minifagotes”.
Si nos centramos solo en el actual fagot moderno y en el sistema alemán, el fagot nace a raíz de una serie de innovaciones y de progresos a partir de los instrumentos antiguos renacentistas que se iban adaptando al repertorio que surgía en las diferentes épocas hasta llegar a la actualidad. Es un instrumento relativamente moderno.
El fagot es un instrumento de doble caña o lengüeta y consta de veinticinco llaves y de cinco partes, claramente definidas: la culata o parte inferior, la tudelera, la pieza tenor o grave, la campana y el tudel. La caña es una pieza clave para el fagotista, y aunque no sea una parte del instrumento, de ella depende prácticamente la calidad del sonido, la afinación o el color.
Es el instrumento con el registro más grave de la familia de viento madera (a excepción del contrafagot); esta característica le da un cierto tono de sobriedad. Aunque no tanto como un clarinete, tiene una gran versatilidad dinámica, que nos permite tocar muy fuerte y muy piano y hace que empaste perfectamente con cualquier instrumento de la orquesta. Tiene un peculiar sonido entre ronco y burlón que muchas veces se utiliza para interpretar pasajes lejos de lo solemne, pero a la vez su amplio registro sonoro es empleado para tocar las más expresivas y emotivas melodías.
Dentro de la orquesta los fagotistas estamos situados en la segunda fila de las maderas, es decir, detrás de las flautas y los oboes, y a la vez a la izquierda de los clarinetes; normalmente los compañeros de la fila de detrás son los trompetas.
Los músicos nos tenemos que cuidar tanto física como psicológicamente para afrontar con éxito y de la mejor manera cada concierto; a mí me va muy bien calentar las manos y ejercitarlas con una mancuerna para manos. Es importante cuidar de la zona de los labios, evitando que se agrieten o se corten por la sequedad y el frío. Los músculos que más se resienten por la postura al tocar son los de la parte alta de la espalda y de las caderas por estar sentado tantas horas; yo resuelvo estos problemas practicando running, no solo por cuestiones físicas, también ayuda mucho pensar mientras corres.
Mis comienzos con el fagot fueron un tanto peculiares, al igual que muchos de los fagotistas de mi generación y anteriores; yo no tenía ni idea de cómo sonaba un fagot ni lo había visto nunca en directo, e igual que otros fagotistas, yo tocaba otro instrumento desde niño, el saxofón alto. Llevaba unos cuantos años con el saxofón y en la banda de mi pueblo se planteó la posibilidad de comprar un fagot, y aquello era todo un acontecimiento porque el desembolso era importante, unas 500.000 pesetas (3.000 euros) de 1986. José Luís Arnal, presidente de la banda, velando por la economía y seguridad del instrumento, decidió ofrecerlo a un par de adolescentes que pudiesen hacerse responsables de semejante artefacto. Como en mi banda no teníamos profesor de fagot, me busqué uno particular, Julio Pallás, un fagotista joven con ganas de enseñar y el mejor que hubiese podido encontrar. Conocí en un curso de verano al fagotista Vicente Merenciano, que era catedrático del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (donde estudié con él cuatro años) y solista de la Orquesta Sinfónica RTVE y me lanzó a seguir muy en serio mis estudios.
El mantenimiento básico del fagot lo hago yo mismo. Para un ajuste más completo hay que llevarlo a un lutier especializado cada tres o cuatro años. La limpieza exterior suele hacerse con un paño suave y un cepillo de cerdas blandas para quitar el polvo de entre las llaves, y por el interior se limpian las partes por donde pasa el agua que producimos al tocar a consecuencia del aire caliente. De vez en cuando se desmonta la pieza en forma de U que une los dos tubos en la culata, se limpia, se aceita y se pone talco para que no se pegue la junta y así desmontarlo con más facilidad; el tudel también se limpia por dentro con un limpiador especial, pero no es necesario hacerlo a diario.
El repertorio es amplio y abundante para un instrumento como el fagot, y en el repertorio sinfónico tiene pasajes y solos orquestales que realmente sacan a relucir toda la belleza, igual en su faceta expresiva y melancólica como en su carácter burlón y juguetón. Uno de los solos más emotivos es el de la Novena sinfonía de D. Shostakóvich, un claro ejemplo de expresividad y belleza tímbrica; aunque hay infinidad de solos emotivos, podemos destacar como carácter divertido o burlón el solo de El aprendiz de brujo de P. Dukas o el de Pedro y el lobo de S. Prokófiev.
En el repertorio a solo, sea con piano, con orquesta o de música de cámara, el fagot abarca infinidad de repertorio donde el fagotista puede dejar evidencia de su faceta expresiva y de su grado de virtuosismo. Para mí el Concierto para fagot y orquesta de cuerdas de Jolivet puede ser uno de los más virtuosos, pero como ejemplo de “menos” complejidad y una expresividad que requiere una gran técnica para afrontar la partitura, me quedo con la Ciranda das sete notas para fagot y cuerdas de H. Villa-Lobos.
En la música de cámara pasa un poco lo mismo, existen grandes obras solo con piano y algunas con otros instrumentos, y es difícil decir qué obra u obras son más interesantes, pero a mí me gustan mucho las de Stravinski y Poulenc, me encanta el Trío para oboe, fagot y piano de Poulenc. Los cuartetos para violín, viola, violonchelo y fagot de François Devienne son un magnífico ejemplo de música de cámara del Clasicismo.
Un poco más atrevida es la faceta del fagot en campos como el jazz, rock u otras músicas étnicas o minimalistas
Tocar en una orquesta no es tarea fácil ni sencilla. La orquesta es el instrumento más completo y perfecto que existe y, para que funcione bien, sus componentes tienen que estar en perfecta armonía; cuando eres un estudiante te dicen cómo tocar el fagot, cómo tocar los diferentes conciertos y estilos, cómo hacer la música de la mejor forma, incluso si has tenido la suerte de tener un profesor que es un gran músico de orquesta, te enseña cómo puede ser una determinada situación, pero no es la realidad; solo puedes saber qué es este trabajo si te sientas en la silla delante de un director rodeado de 90 almas como la tuya, día tras día, obra tras obra y concierto tras concierto. Si además tu orquesta es grabada cada semana por la radio y por la televisión, la responsabilidad, sin duda, es mucho mayor, pero por suerte de esto último casi no nos damos cuenta.
Es un trabajo bonito como ninguno, pero también difícil y exigente; para mí es una responsabilidad muy grande a la vez que un gusto tocar como fagot solista en esta orquesta. Después de estar tocando como contrafagotista y ayuda de solista durante casi 20 años, desde el año 2013 me veo tocando como solista, y ese esfuerzo extra para preparar las obras, buscar una buena caña y mejor sonoridad, merece la pena porque me obliga a un estudio más exhaustivo, y eso me gusta.
En la Orquesta Sinfónica RTVE actualmente nos falta un fagotista, por lo que somos tres en plantilla fija, mis otros compañeros son dos grandes fagotistas con muchísima experiencia en orquesta. Cada uno somos diferentes, pero al tocar intentamos buscar la sonoridad particular de nuestra orquesta; ellos son Miguel Barona, que toca también de solista, y Dominique Deguines, del cual he aprendido mucho durante años, ya que ha tocado como primer fagot y yo a su lado mucho tiempo.
Durante los ya treinta años que llevo tocando el fagot me han pasado muchas cosas, desde graciosas a ¡no tan graciosas! Cuando llegué a hacer la instrucción del servicio militar en Cáceres se formó una banda para jurar bandera y yo me llevé el fagot para librarme de estar por la calle helándome. Los mandos nunca habían visto semejante instrumento y su única obsesión cada vez que me veían era decirme que ¡a ver cuándo llenaban ese chisme de vino y chupaban por el tudel o lo llenaban de tabaco para fumar la pipa de la PAZ!
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