En el siguiente artículo, integrando mi enfoque personal sobre la práctica instrumental en el aula con las demandas del alumnado y los resultados de la misma una vez concluye el curso, planteo un análisis sobre la práctica instrumental en la etapa de Educación Secundaria. El resultado es claro: hay un déficit de la práctica con respecto a la teoría, tanto en tiempo como en contenido
Por Marta Gómez
Profesora Superior de Piano, docente en Educación Secundaria
Introducción
En lo que a música se refiere, la Educación Secundaria Obligatoria se ha centrado durante mucho tiempo en la teoría. No es de extrañar, pues la propia historia hasta mediados del siglo XVI ha otorgado un papel fundamental y relevante a la música vocal frente a la instrumental.
Pero, si algo es la música, es real, viva; necesita ser practicada, interpretada. La finalidad de una obra de ficción es estar impresa y en muchos hogares (el mayor número posible, para su autor y para su editor). Pero no comparte esa finalidad el libreto de la partitura del Concierto núm. 2 de Rajmáninov, Cuadros de una exposición de Músorgski o los Sonetos de Petrarca de Liszt. La partitura encuadernada es solo la mitad de su camino.
Es por esta razón que nos hemos introducido en esta pequeña investigación sobre el desarrollo instrumental en el aula, tanto a nivel metodológico frente al desarrollo de contenidos teóricos, y el propio desarrollo de los instrumentos como tal. Se trata de un tema que a priori no es fácil y común, pues por todos es sabida la escasez de recursos económicos con los que cuentan los departamentos de música en los centros, con el agravante del coste general que posee cualquier instrumento.
Si se me permite la ironía, pocos asuntos generan una práctica unanimidad y un rechazo general entre profesores, familias y alumnado de manera conjunta: la práctica musical con la flauta de plástico. Las ventajas que ofrece son innegables: bajo coste económico de este material, facilidad de disponibilidad, transporte y mantenimiento, y pequeñísimo espacio de almacenaje. Pero los pros hay que confrontarlos con sus contras, y es su baja calidad sonora, y la monotonía de escuchar 25 flautas tocar la misma pieza a la vez. A mi modo de ver, contextualizando que estamos tratando la materia y el aprendizaje de música, los contras son abrumadores.
Esto no oculta la buena voluntad y predisposición del alumnado hacia la práctica musical. Cuando se les plantea preparar y ensayar una obra, bien sea para cómputo de la evaluación, para un festival de final de trimestre o de curso, el alumnado demuestra interés y entusiasmo por ello.
Sobra explicar lo enriquecedor que esto resulta desde el punto de vista, ya no solo artístico/musical, sino desde el trabajo en equipo, educación en valores, y el compromiso y la concentración que requiere tener que hacer algo bien en un momento y lugar determinados. Cuando vamos a un concierto nadie espera que un músico se equivoque y se excuse diciendo: ‘ lo ensayé bien veinte veces los días anteriores’.También aprenden a valorar que el festival final de curso se prepara con antelación, y toda la práctica es importante, pero el día que se celebra tiene que salir todo bien, por lo que aprender a soportar esa ‘presión’.
Aun así, haremos un análisis y pequeña investigación sobre qué recursos poseemos, qué porcentaje de prioridad se da a la práctica musical en los centros educativos, así como los instrumentos empleados en el aula y, sobre todo, y lo más importante, de qué manera podríamos solucionar tal aspecto para que la enseñanza de música en el ámbito obligatorio fuera más rica culturalmente hablando.
Desarrollo
En la actualidad, como hemos comentado previamente, la dotación económica que posee el departamento de música en cualquier centro es escasa teniendo en cuenta el material necesario. Es por esto que en muchos casos se recurre a los instrumentos de percusión indeterminada dentro de los Orff, para cubrir la percusión en el aula, y de esta forma realizar práctica instrumental. Estos instrumentos en Primaria son recursos ricos, musicalmente hablando, pero en Secundaria dejan de serlo al pasar a un nivel mayor de dificultad o, al menos, así debería ser.
En estos casos lo que podemos observar es un déficit instrumental en el aula, sin hablar todavía del otro recurso utilizado e insertado en el aula por el propio alumnado: la flauta del material de plástico; que no dulce, pues esta última es de madera.
Independientemente de que la flauta dulce sea un instrumento asequible para el alumnado, el material del que está hecha influye notablemente en el sonido, y es ahí cuando, al escuchar este tipo de instrumento (flautas-plástico), el sonido no solo no es bueno, sino que llega a ser irritante y molesto. La idea, en principio, sería realizar un aula rica en nuevas sonoridades, con instrumentos asequibles económicamente que sustituyeran a este tipo de flautas.
Investigando, hemos llegado a observar cómo, en el caso de poseer una dotación económica más amplia en los centros, existirían instrumentos asequibles para su adquisición y poder sustituirlos. Estos instrumentos podrían ser ukeleles, teclados de diversos tamaños (que no pianos electrónicos), guitarras (incluyendo algún bajo), los cuales, como decimos, podrían sustituir a los instrumentos de percusión indeterminada y dichas flautas. Es evidente que los Orff determinados seguirán entrando en la misma adquisición como parte de la totalidad de instrumentos enriquecedores del aula.
Es importante hacer un matiz en este punto. He hecho hincapié en la calidad del sonido, y parece que caigo en una contradicción al incorporar estos instrumentos. Hablo de la calidad del sonido y cabe preguntarse: ¿cómo suena una guitarra básica, la más económica de la gama? ¿O un teclado? ¿Cómo suena una guitarra básica comparándola con una de un coste de cuatro o cinco dígitos? ¿O un teclado frente a un piano Steinway? No hay comparación, es obvio. Pero aquí intentamos conjuntar lo mejor de los siguientes factores:
– Aportar una sonoridad distinta, y casi seguro que mejor, a la flauta de plástico.
– Costear instrumentos nuevos en la medida que el escaso presupuesto lo permite.
O, dicho de otro modo, haciendo una regla de tres básica: es mejor disponer de un teclado sencillo y un ukelele que de doce flautas (adicionales a las ya existentes).
Esta nueva reincorporación y, por tanto, sustitución, no solamente sería influyente en la sonoridad de la propia música, sino que, casi aún más importante, supondría una influencia muy grande en la metodología de la misma.
La diversificación de instrumentos presenta las siguientes ventajas:
– Enriquecer la práctica con distintas sonoridades. Ya hemos indicado que nos cuesta imaginar la misma pieza con 25 flautas de plástico. Y ya no solo eso: el sonido de una orquesta es rico por la variedad de instrumentos que proyectan su sonido, por cómo se suman al conjunto.
– Posibilidad de descubrir instrumentos nuevos: hay una diferencia cualitativa muy grande entre decirle a un alumno ‘debes (o deberías) comprar un ukelele’ a decirle ‘aquí tienes un ukelele: cógelo, haz una digitación básica, practica un poco con él’. Con la disponibilidad del instrumento en el aula de música se rompe la barrera psicológica del alumno (y de sus padres) de tener que hacer un desembolso, la frustración de que luego no le guste, etc., y se abre la posibilidad de acceder o tocar un instrumento que, de otra forma, no hubiera sido posible.
Lo usual en el aula de Secundaria consiste en la realización práctica de ejemplos auditivos de aquello que estamos estudiando teóricamente. Esto es correcto y muy loable pero, dependiendo del curso y el nivel, se nos puede quedar escaso en contenido. Es por esta razón que, tanto por contenido como por cambio de instrumentación, convendría innovar en cuanto a la tipología de partituras. Un claro ejemplo sería trabajar con bandas sonoras en el aula.
El uso y la interpretación de bandas sonoras estimula en el alumnado la utilización y comprensión del lenguaje musical, ya que al ser por norma general una partitura extensa y compleja (aunque esta sea una adaptación de la original), deben poner en práctica mucho de lo aprendido en anteriores cursos más los contenidos que vayan adquiriendo poco a poco.
Si unimos esto a la extensión de sus dimensiones dará como resultado una partitura muy adecuada sobre todo para cursos elevados, como pueden ser Tercero, Cuarto y, cómo no, Bachillerato. La banda sonora en cuestión dependerá de la dificultad de la misma, no será el mismo el nivel de dificultad en Piratas del Caribe, Superdetective en Hollywood, que en Los Chicos del Coro o El Señor de los Anillos y, por lo tanto, en función de esto último, elegiremos su nivel más adecuado.
Además de todo lo anteriormente comentado, el uso de las bandas sonoras en el aula supone una motivación para el alumnado. No debemos olvidar la edad de nuestros discentes y la etapa en la que se encuentran. Así, tampoco será igual el primer ciclo de la ESO, que el segundo y, por supuesto, Bachillerato. En función de esto y de su conexión con la edad, elegiremos igualmente la banda sonora correspondiente.
Otro aspecto importante de por qué elegimos este tipo de partitura, es por el hecho en sí de que una partitura de ámbito clásico no se correspondería con el nivel académico de Secundaria, observando una dificultad muy notoria y más elevada que para dicho nivel académico. Por lo tanto, es mucho más adecuado las bandas sonoras que de por sí suponen para ellos un trabajo ímprobo. No obstante la calidad del ámbito clásico no es comparable con ninguna otra, pero tiene una magnitud de dificultad que para discentes en una educación básica generalizada no sería adecuado. Únicamente, y solo en el caso de realizarse un arreglo de la partitura clásica original, podríamos llevarla a cabo en el aula de Secundaria pero, entonces, ya nos estaríamos equiparando al arreglo de una banda sonora y no estaríamos introduciendo la dificultad real de la obra clásica.
Para finalizar el estudio sobre el desarrollo instrumental en el aula, podríamos hacer hincapié en el coste de algunos instrumentos de los que hemos hablado con anterioridad y que podrían sustituir, sin duda, a las flautas de plástico anteriormente mencionadas.
En primer lugar, habíamos hablado del ukelele, el cual ronda los 25 euros en cualquier tienda de música. Esto nos lleva a pensar que hasta los instrumentos de percusión determinada tienen un coste más elevado y que sería un buen candidato para tal sustitución.
Otro instrumento asequible y que igualmente podría ser un buen sustituto serían los teclados. En este momento, este tipo de instrumentos oscila entre los 35 euros y los 170 euros, entre los más asequibles. Es por esto que dada la equivalencia entre un metalófono y/o xilófono bajo y algún teclado en cuanto a su coste, podríamos pensar en un aula con mayor número de teclados para su estudio y trabajo. De esta manera entre el aumento de ukeleles y un equilibrio entre teclados y percusión determinada podríamos llegar a un grosor en instrumentación muy adecuada. Hay que hacer un inciso: los metalófonos más grandes se encuentran en la actualidad en torno a los 275 euros, viendo de esta forma el gran gasto que supone para un departamento de música la adquisición de tales instrumentos. Si a esto le sumamos que hay otros instrumentos que dan mucho juego en el aula y que son más baratos, la rentabilidad está a la orden del día.
Las guitarras y bajos eléctricos son otros instrumentos cuyo precio ronda los 60 y 180 euros, respectivamente. Dependiendo del número de instrumentos del aula podríamos incorporar una mayor o menor cantidad de ellos.
Para finalizar el análisis, y obviando la parte económica, podemos decir que cuando existen estos recursos en un aula y tanto a nivel de profesorado como de equipo directivo se lucha por una educación musical de calidad y llena de riqueza y buenos contenidos, el alumnado está más motivados como para interpretar conciertos de final de curso y diversas interpretaciones hasta en la casa de la cultura. Es por ello que debemos luchar para que cada día sea más completa la educación musical, dejando a un lado las flautas de plástico que hacen de la educación algo sin sentido y totalmente carente de motivación, mostrando en los discentes todo lo contrario, desidia, desdén y hasta falta de ganas a la hora de realizar algo tan bello y a la vez que les gusta tanto como es la práctica musical.
Conclusión
La práctica musical en la etapa de Secundaria presenta puntos fuertes y de mejora. En mi experiencia, he visto una buena acogida y predisposición a la práctica musical con instrumento, incluso observo que el alumnado lo pide proactivamente. Pero esto se encuentra con algunos factores limitantes, para los que propongo algunas sencillas medidas de mejora:
– Presupuesto: la baja dotación económica del departamento de música puede paliarse con la disponibilidad y mantenimiento de instrumentos que son manejables y sencillos de interpretar. Esto no es óbice para reclamar unos presupuestos superiores para el departamento.
– Riqueza sonora: frente a la omnipresencia y el recurso socorrido de la flauta de plástico, se puede mejorar muy sensiblemente la calidad de la ejecución incluyendo los instrumentos sugeridos: ukeleles, instrumentos de percusión Orff y teclados.
– Piezas que conecten con el alumnado: hay bandas sonoras (adaptadas en mayor o menor medida a la edad de los alumnos) que presentan una calidad musical adecuada al nivel educativo y que, apoyadas en la popularidad o divulgación de una película, genera un interés en ellos por la partitura o melodía central, de forma que es un incentivo para los alumnos.
Como decía Carl María Von Weber: ‘La música es el verdadero lenguaje universal’.
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