Nos adentramos en el único concierto que el archiconocido Mozart compuso para este versátil y peculiar instrumento, una pieza primordial para la biblioteca de cualquier melómano que refleja en nuestros oídos el sonido más cálido y aterciopelado del corno di bassetto. El instrumento, a priori estancado en su morfología, evolucionó y prosperó en el tiempo gracias al genio salzburgués, al fabricante de instrumentos de viento madera Theodor Lotz y al virtuoso clarinetista de la época Anton Stadler, consiguiendo esta triple alianza un testamento musical único que nos envuelve en un viaje onírico.
Por Tania Herraiz

La triple alianza y el corno di bassetto
Fue en el año 1785 en la ciudad de Viena donde una serie de casualidades provocaron la curiosa conexión entre compositor, intérprete y fabricante. Para entonces Mozart mantenía ya una relación de amistad con el afamado clarinetista Anton Stadler, al cual se refería en varias de sus cartas como ‘hermano y compañero masón’. Al mismo tiempo, la llegada de Lotz a la ciudad coincidiría con el ingreso de Stadler en la misma logia masónica de Mozart en el mes de septiembre, ‘La Beneficencia’, tan solo unos meses después de la iniciación del compositor en el grado de aprendiz y gracias a las influencias de este.
La relación entre compositor e intérprete se consolidó desde ese momento y dio como fruto algunas de las obras escritas para clarinete más reconocidas hasta nuestros días, las cuales han marcado un antes y un después tanto en el desarrollo organológico del instrumento como en relación a las posibilidades tímbricas, expresivas y técnicas del mismo, explotando al máximo su versatilidad y retroalimentando tanto personal como profesionalmente las experiencias vitales de nuestros tres personajes. En la cúspide de dichas obras se encuentran el Quinteto para clarinete, denominado por el propio compositor como Quinteto Stadler por estar dedicado a su compañero y cofrade masón, y más tarde el Concierto para clarinete.
De igual modo, las mejoras e innovaciones que Lotz fue realizando para el instrumento de Stadler influyeron en fabricantes de instrumentos de toda Europa durante varias generaciones, y la gira de conciertos de Stadler interpretando el Concierto para clarinete de Mozart promovería que algunas ciudades visitadas por el clarinetista diseñaran posteriormente corni di bassetto similares al de Lotz.
Son varias las cualidades que percibimos del timbre oscuro, aterciopelado y cálido del corno di bassetto. Sus texturas resultaban únicas y recónditas incluso en sus orígenes, pues este instrumento de culto habría sido interpretado solo por un grupo selecto de instrumentistas. Su exótica forma inicial, alargada y curva, su campana de bronce y su tamaño relativamente grande plantearon un problema para los fabricantes de instrumentos. Por este motivo se fabricaron muy pocos clarinetes de este tipo y hoy en día no se han encontrado copias. Esto ha supuesto que desde aquel entonces otros instrumentos hayan tenido que sustituir y transportar los fragmentos más graves escritos para este singular instrumento.
El corno di bassetto sería un tipo de clarinete contralto o tenor con una llave adicional para los fragmentos graves. La extensión de su longitud, junto con algunas llaves y agujeros adicionales, su cuerpo curvo y su campana, hacían su sonido más velado, y sitúan un posible origen en el oboe da caccia. Los primeros instrumentos de este tipo aparecieron a mediados del siglo XVIII en Alemania pero en la actualidad únicamente conservamos un ejemplar en el Germanisches National Museum de Nuremberg, además de algunos descubrimientos y estudios sobre otras piezas procedentes de corni di bassetto anteriores anónimos que encontramos en los Museos de Viena y Salzburgo y otras piezas preservadas en el Kremsmünster.
Sin embargo, ninguno de estos clarinetes bassetto podría haber sido el utilizado por Stadler para tocar el concierto de Mozart para clarinete con ciertas garantías, pues carecían de una escala totalmente cromática con la que poder interpretarlo, aunque se considera el diseño inicial a partir del cual el fabricante austríaco Lotz basaría su modelo en 1782 para el famoso clarinetista.
De esta manera, el corno di bassetto supuso para Mozart todo un descubrimiento, y fue tomando mayor protagonismo a lo largo de su extenso repertorio, desde participaciones orquestales menores hasta todo un elenco de melodías en su música de cámara, pasando por su obra operística y llegando hasta depositarle toda su confianza en nuestro mencionado concierto. Plasmó sobre sus pentagramas algunas de las melodías más exquisitas para este característico instrumento, como algunos fragmentos del Cuarteto de cuerdas y clarinete KV 516, el aria ‘Parto, parto ma tu ben mio‘ de La clemenza di Tito, ‘Ah, io vegio…‘ de Così fan tutte, La flauta mágica, fragmentos de Las bodas de Fígaro, de la Gran Partita y de su Réquiem. Es un hecho irrefutable que hasta la llegada de este instrumento a las manos de Mozart el clarinete carecía de un repertorio amplio y de calidad, y que gracias al tratamiento que el compositor hizo de este y desde su Concierto para clarinete, ingresaría en el siglo XIX no solo para quedarse, sino para consolidarse como uno de los instrumentos más versátiles de toda la orquesta y para dominar la sección de vientos.
Podríamos decir que habían nacido para encontrarse justo aquí y ahora, para unir sus fuerzas y hacer llegar al más alto perfeccionamiento técnico, interpretativo y musical un tipo de clarinete de cinco llaves del que a día de hoy solo se ha encontrado un ejemplar y, por supuesto, para crear lo que ha sido hasta ahora una de las joyas de la corona de la historia de la música clásica: el Concierto para clarinete y orquesta en La mayor de Mozart.
El ‘genio’ y el ‘milagro’
Es con el Concierto para clarinete y orquesta de Mozart, compuesto dos meses antes de la muerte del compositor, cuando podemos decir que el instrumento llega a su punto álgido. El genio de Salzburgo escribió este concierto a petición de su amigo Stadler, contagiando cada melodía de la pieza de la expresividad y la brillantez del popular clarinetista, que para entonces ya había pasado a ser conocido como el ‘milagro de Bohemia’.
Así pues, Mozart compuso el concierto entre mediados de septiembre y los primeros días de octubre del año 1791, tomando de entre sus partituras un esbozo del Concierto en Sol mayor para clarinete di bassetto que había dejado a medio hacer varios años antes, pues Stadler tenía prisa por presentar su innovador instrumento en la gira de conciertos de Praga. Mozart adaptó la tonalidad al clarinete de Stadler, afinado en La mayor, y agregó a los 199 compases del principio un segundo y un tercer movimiento, más las partes de la orquesta que apenas había comenzado en la partitura original.
En una carta escrita por Mozart el 7 de octubre de 1791 y dirigida a su esposa Constanze, encontramos una referencia al concierto el día en que el propio compositor lo terminó: jugó dos partidas de billar, vendió su caballo por catorce ducados, preparó una taza de café negro y fumó una pipa antes de orquestar ‘casi todo el Rondó para Stadler’. A este entregaría la cantidad de quinientos florines por los gastos del viaje, su estancia en la ciudad, el concierto y los ensayos.
La partitura manuscrita del concierto se extravió, pues, según los rumores que corrían de la mano de la esposa del compositor ya fallecido, el propio Stadler la terminaría empeñando por setenta y tres ducados junto con otras composiciones inéditas, el Quinteto para clarinete y cuerdas en La Mayor y los corni di bassetto fabricados por Lotz.
A pesar de haberse perdido el manuscrito del concierto, la obra llegó a difundirse pocos años después, aunque en ediciones adaptadas para la interpretación con clarinetes afinados en La. El corno di bassetto construido por Lotz no logró instalarse como instrumento de uso corriente entre los clarinetistas de la época pero, sin duda, consiguió un empuje para la difusión del clarinete como instrumento de cámara y solista, y tendrían que pasar muchos años para que otros compositores, como Carl Maria von Weber, Robert Schumann, Johannes Brahms o Claude Debussy lograran algunas piezas para clarinete a la altura de esta sublime creación.
La creación sublime
La obra en cuestión se estrenó el 16 de octubre de 1791 en el Teatro Nacional de Praga, siendo su última obra instrumental y considerada por muchos, junto con su Réquiem, como el testamento musical del compositor. Es una obra colosal en el repertorio para clarinete, llena de perfección y transparencia, donde se desbordan todas las posibilidades técnicas y musicales del instrumento, siendo además centro de diversas investigaciones sobre simbología masónica, pues no pasan desapercibidas las múltiples alusiones a dicha organización a la que pertenecían Mozart y Stadler en el momento en que se compuso la pieza: diversas referencias numerológicas (tonalidad principal de La mayor con tres sostenidos, repeticiones triples de elementos y estructuras tripartitas), uso de algunos elementos melódicos y rítmicos característicos que representan ciertas emociones o atmósferas masónicas, etc.
El primer movimiento, Allegro, mantiene una disposición estructural tripartita en forma de sonata, donde una introducción de la orquesta nos presenta el elemento temático principal y releva inmediatamente el protagonismo al clarinete solista, con el tema principal y el secundario, antagónicos en carácter melódico y rítmico. Un tercer tema en Do mayor representa el registro más bassetto del instrumento, desplegando un tortuoso camino de arpegios y escalas que encarnan el virtuosismo del clarinete de Stadler. La riqueza tímbrica del clarinete se confirma después en el registro medio y agudo de Mi mayor (dominante) y Do sostenido menor (relativo menor de este), con arpegios ascendentes y descendentes, fragmentos cromáticos, escalas y trinos. La alternancia de partes orquestales con solísticas continúa en el desarrollo, donde la inestabilidad armónica desemboca en la tonalidad de Mi mayor y enlaza con la reexposición del tema principal, un tema secundario en La menor y otro en Fa sostenido menor. La sección conclusiva tiene carácter de coda a través de un recurso imitativo casi canónico entre el clarinete solista y la orquesta, reafirmando la tonalidad principal a través de acordes quebrados con cantos internos y escalas que ponen un punto y aparte a todo un sinfín de altibajos melódicos, gran riqueza expresiva y variedad de articulaciones y sonoridades que no dejarán indiferente a ningún oyente.
El segundo movimiento, Adagio, evoca una atmósfera de gran lirismo, ternura, paz y expresividad. El discurso melódico, con gran sentido cantabile e influencia vocal, se establece sobre una estructura ternaria nuevamente con forma sonata, construida sobre frases de ocho compases que reclaman una estabilidad y equilibrio indiscutibles. La exposición comienza directamente con el tema principal (que posteriormente se usaría en la película Memorias de África) por parte del clarinete solista y con una orquesta que funciona a modo de eco constante, siempre con gran sentido de legato y en la tonalidad de Re mayor. En el desarrollo la tercera idea temática propone una nueva textura a través de arpegios hacia el registro grave del clarinete con grandes intervalos, ritmos punteados, adornos y nuevas figuraciones rítmicas (seisillos, arpegios y trinos), para concluir esta sección con una breve cadencia, esta vez, a diferencia del primer movimiento, sí escrita por Mozart. La reexposición evita la alternancia entre orquesta y solista, mientras que la coda final reitera la atención en las infinitas posibilidades tímbricas y expresivas del instrumento: arpegios, saltos, trinos, escalas, dinámicas llevadas al límite, amplitud de registros… bajo una estabilidad del movimiento que perpetúa un temple íntimo que sosiega calma en el espectador.
El tercer movimiento, como cualquier Rondó, reproduce la exposición de varios temas alternados con el estribillo o tema principal. A lo largo de todo el movimiento Mozart mantiene un equilibrio que consigue con frases de ocho compases, donde expone primero al clarinete y seguidamente la orquesta a modo de pregunta-respuesta. El tema A, siempre en la tonalidad principal de La mayor y con gran diversidad rítmica y variedad de articulaciones, será de carácter alegre y se utilizará como ritornello. El tema B aparecerá en la dominante (Mi mayor), con un carácter más lineal y estable, los temas C y D proporcionarán el lado más ‘femenino’ en la tónica, mientras que el tema E y el F, en Fa sostenido menor y en Re mayor respectivamente, dibujarán las últimas pinceladas de todos estos recursos de tratamiento melódico. Mozart ofrece así, como colofón a este concierto, todo un jocoso abanico de posibilidades tímbricas a través de un juego entre movimientos en legato y en staccato, poniendo un sello muy ‘mozartiano’, donde contenido y forma logran un equilibrio en el que cada elemento —fraseo, articulación, y armonía— forma parte de un todo que suma en un excelente discurso estético-musical donde las posibilidades expresivas y la potencialidad sonora del clarinete se ajustan a la perfección y transparencia del estilo clásico.
Para terminar…
Así pues, podríamos afirmar, a modo de conclusión, que el corno di bassetto quedó como un instrumento experimental, que sin embargo aprovechó en esta obra y en otras muchas escritas por Mozart todos sus recursos, llegando a marcar desde el Concierto para clarinete en La mayor un antes y un después en los grandes conciertos para instrumento solista y orquesta de la historia de la música en general, y en el repertorio de música de cámara, orquestal y solístico para clarinete en particular, y que sin la valiosa ayuda de Stadler y de Lotz, la evolución y el destino de este icónico instrumento no hubiera llegado al mismo término.
hola, quisiera saber de donde has sacado esta información en especial cuando se habla de la carta hechas de Mozart a su esposa
Estimado Josue:
Existe mucha bibliografía y fuentes que hablan sobre las cartas que escribió el propio Mozart tanto a su padre como a Constanze Weber. Te indicamos aquí algunos enlaces a páginas con podcast, otras web donde se habla del tema y alguna bibliografía que utilicé en su día para el artículo:
https://www.rtve.es/alacarta/audios/postdata/postdata-carta-mozart-constanze/5534885/
https://nucep.com/wp-content/uploads/2013/01/Viviana-Adatto-_CARTAS-DE-MOZART.pdf
https://hipertextual.com/2016/11/mozart-cartas
Braunbehrens, V. (1990). Mozart in Vienna. New York: Grove and Weidenfeld.
Deutchs, O. (1965). Mozart: A documentary biography. Palo Alto (Estados Unidos):
Stanford University Press.
Etheridge, D. (1983). Mozart’s Clarinet Concerto: The Clarinetist’s View. Wallingford:
Pelican Publishing Company.
Jahn, O. (1880). The life of Mozart. London: Library Brigham Young University.
Nettl, P. (2011). Mozart and Masonry. New York: Philosophical Library.
Un saludo cordial, Tania Herraiz.
Perdonen, pero me parece que hay algunos detalles a clarificar.
Lo principal: el clarinetista Stadler le encargó a Lotz un clarinete en la que tuviese mayor registro grave, como el corno di bassetto, y por eso lo bautizaron Clarinete di bassetto. Como dice en este artículo, fue para el instrumento en la de Stadler para el cual Mozart acabó su concierto k. 622.
No hay por qué decir entonces que tras su muerte se difundieron ediciones adaptadas para clarinete afinado en la, si esta es la versión original acabada por Mozart. Lo que si se ha difundido son versiones con ligeras adaptaciones para el clarinete común en la, ya que el original clarinete di bassetto posee una extensión de una tercera mayor más grave, lo cual hoy en día encarece su construcción y costo comercial, siendo raro y lujoso encontrarse con éstos.
El corno di bassetto, por otro lado, al igual que sus homónimos es un instrumento afinado en fa, como bien especifica al principio, y ese por tanto no es el instrumento para el cual Stadler solicitó con prisa el concierto en la mayor. La construcción del instrumento de la época, si bien permitía el cromatismo, no tenía el sistema Boehm actual que permite mayor facilidad de ejecución en cualquier tonalidad. Por el contrario, era mucho más factible tocar mayormente en tonalidades con pocas o ninguna alteración. En el caso de este concierto en la mayor, para el clarinetista y su clarinete afinado en la quedaría en do mayor, facilitándole la ejecución y la afinación de gran parte de los pasajes.