Por Manuel Guillén
Cuando me encargaron escribir este artículo me pareció muy interesante, primero porque es un papel que he desempeñado con mucha regularidad en diferentes orquestas desde hace años y me apasiona, y segundo porque supone retroceder en el tiempo y revivir todas aquellas experiencias, unas buenas y otras menos buenas, que en un continuo afán por aprender te hacen crecer tanto en el terreno personal como en el profesional.
Aunque no es lo mismo sentarse en el atril, con todo el trabajo y la responsabilidad que esto conlleva, que hacerlo frente al ordenador y explicar qué significado tiene y en qué consiste la labor de un concertino de una manera clara y completa, voy a tratar de hacerlo desde mis propias vivencias que por edad, como es lógico, 33 años, no puedo decir que sean el resultado de muchos años de profesión, pero sí de diferentes experiencias dentro y fuera de España, suficientes como para tomarlas como punto de partida y ofrecer, cuando menos, una exposición concisa de esta compleja pero maravillosa faceta del músico violinista: el concertino.
Empezar como tutti
Mi aprendizaje del trabajo dentro de la orquesta comienza a la edad de 13 años. Estudiaba con el maestro Hermes Kriales, que por entonces era concertino de la ORTVE y profesor del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, y fui convocado para formar parte del primer proyecto de lo que más adelante sería la Orquesta de Cámara Villa de Madrid que dirige y dirigía en aquel entonces Mercedes Padilla. Fue una época muy interesante en la que aprendí mucho en esa orquesta de cuerda, ya que entonces no había orquesta en el conservatorio, como sucede ahora, ni por supuesto existía la asignatura como tal; teníamos únicamente la asignatura de conjunto instrumental que entonces impartía el maestro Spiteri.
En esta primera orquesta tuve la oportunidad de ocupar el puesto de concertino y de tocar como solista algunos conciertos. Hicimos giras por España, nos lo pasábamos fenomenal, éramos un grupo de jóvenes con ganas de aprender, de hacer cosas nuevas y de vivir la experiencia de la orquesta. Al cabo de unos años me volví a encontrar de nuevo con esta orquesta, ya como profesional, bajo la batuta de la misma Mercedes Padilla para interpretar el Concierto para violín y orquesta de Mendelssohn.
A los 17 años, aconsejado por mi entonces maestro Víctor Martín, concertino de la ONE y catedrático del RCSMM, con quien estudiaba 9º curso de violín, me presenté a las pruebas para contratados de la Orquesta Nacional de España, obteniendo el número uno. Esta prueba la hicimos cuatro violinistas para el que en aquel momento era el director titular, Jesús López Cobos. Fue una experiencia positiva que duró mas o menos un año y medio, tiempo que me permitió, por un lado, trabajar repertorio sinfónico que hasta ese momento no había tenido ocasión de hacer, ya que no existían tantas orquestas profesionales o jóvenes como hay en estos momentos y, por otro, conocer a grandes intérpretes solistas, directores, y, por supuesto, aprender de uno de los mejores concertinos que hay en España como es el maestro Víctor Martín. Ese mismo verano fui invitado por la National Youth Orchestra of Canada para participar como miembro de esta orquesta dentro del festival que se organiza en Ontario (Canadá).
Cuando acabé la carrera, asesorado por mi profesor, y gracias a varias becas como la Foulbrait Norteamericana y la de la Fundación Juan March, pude marcharme para perfeccionar mis estudios, primeramente en la Universidad de Música en Madison-Wisconsin con Vartan Manoogian y dos años más tarde en la Juilliard School of Music de New York con Dorothy Delay y Masao Kawasaki.
Nada más llegar a Madison tuve que hacer una prueba de acceso a la universidad interpretando una obra de repertorio de violín y unos extractos de pasajes de orquesta que me habían dado un par de días antes ya que es obligatorio realizar esa prueba de orquesta y estar tocando en ella durante el tiempo en que estudias allí. Mi sorpresa vino cuando, al presentarme a las pruebas, me adjudicaron el puesto de concertino para esta orquesta, la Madison University Symphony Orchestra, y conseguí el puesto que logré mantener durante los dos años que estuve en Madison, lo que poco a poco me iba formando cada vez más, no sólo en el conocimiento del repertorio sinfónico como trabajo meramente violinístico sino en la profundización del acercamiento, conocimiento y entendimiento del concepto de las obras sinfónicas, del trabajo día a día con el director, de los diferentes repertorios y estilos, obras y conciertos para solista y orquesta, ópera, ballet, etc.
Concertino al fin
Tras estos dos años, mi maestro en Madison Vartan Manoogian me aconsejó que audicionase para Dorothy Delay, profesora de los geniales violinistas Isaac Perlman, Shlomo Mintz, Pinchas Zukerman, Midori, Gil Shaham, Sarah Chang y muchos más. Si los dos años en Madison fueron duros, los dos siguientes en la Juilliard School de Nueva York lo fueron aún más por el gran nivel que hay en esta escuela, lo que me obligó a ser todavía mucho más disciplinado en el trabajo. También tuve que hacer una prueba de orquesta y concursé para la plaza de concertino ganando el puesto y de esta manera pudiendo continuar mi aprendizaje en la Juilliard Symphony Orchestra, lo que, insisto, fue muy duro pues el nivel de exigencia en cada asignatura suponía un ritmo de trabajo al que yo no estaba acostumbrado.
Fui becado por Juilliard el segundo año y también por el famoso Festival de Verano de Música de Aspen-Colorado. Allí tenías la obligación de tocar en alguna de las cuatro orquestas que había, entre ellas la Aspen Festival Orchestra, dirigida por Leonard Slatkin, orquesta del festival de la que formé parte en el puesto de solista de violines primeros junto con los concertinos de la New York Philarmonic, Chicago Symphony, Boston Symphony, con nombres tan destacados como Glenn Dicterow, Rubén González, Carole Cowan, etc.
Fue después de ese segundo año en Juilliard cuando llegó un momento importante en mi carrera porque tuve que decidir si seguir en Estados Unidos o volver a España a empezar mi carrera profesional. Volví a España y comencé por conseguir una plaza de profesor de violín en el Conservatorio Profesional de Música de Amaniel. A partir de entonces, he procurado que mi carrera profesional se desarrolle tanto en el campo de la docencia como en el interpretativo y en este último he tenido la oportunidad hasta ahora de poder trabajar no sólo como solista en recitales y conciertos con orquesta, además de una intensa actividad camerística, sino también colaborando como concertino en importantes orquestas españolas como la Orquesta RTVE, con la que trabajé durante dos años, la Orquesta Pablo de Sarasate de Pamplona, etc., y de una manera permanente con la Orquesta de Cámara Reina Sofía y la Orquesta Filarmónica de Madrid.
De igual manera que yo, muchos músicos de mi generación hemos tenido la oportunidad de aprender a tocar en orquesta, casi al final de nuestra carrera y en la mayor parte de los casos en el extranjero ya que como he mencionado, antes ni existía la asignatura de orquesta en los conservatorios, ni había orquestas en los mismos. Ahora los jóvenes tienen desde el Grado Medio como asignatura obligatoria la orquesta por lo que desde edades muy tempranas entran en contacto con el atril y es de suponer que tienen cursos por delante como para pasar por los diferentes puestos; además, existen hoy en día orquestas jóvenes como la Joven Orquesta Nacional de España, orquesta sinfónica que se nutre de los jóvenes de nivel superior de toda España, o en el caso de la Comunidad de Madrid, la Orquesta Sinfónica de Estudiantes, que es una orquesta de jóvenes procedentes de los Conservatorios de la Comunidad de Madrid, de los últimos cursos de grado medio y superior. Esta orquesta realiza durante todo el año encuentros con diferentes profesores, cuya función es preparar por secciones las diferentes obras que se interpretan a lo largo de la temporada, teniendo la oportunidad de trabajar y conocer a diferentes intérpretes y directores nacionales e internacionales, así como de tocar en salas importantes como el Auditorio Nacional de Música, Teatro Monumental, etc. Por poner un ejemplo, durante el primer trimestre de este curso yo trabajé con esta orquesta en una formación exclusivamente de cuerda y sin director, haciendo las funciones de concertino-director, experiencia que era totalmente nueva para ellos pero que con un duro esfuerzo por parte de todos tuvo un resultado excelente, ya que no sólo les permitió conocer una parte del repertorio para orquesta de cuerda, sino que el concepto de individualidad que en el grupo sinfónico se pierde, en este tipo de agrupación estaba latente con una responsabilidad mucho mayor en el atril de la que normalmente estaban acostumbrados. Si estas orquestas jóvenes siguen funcionando conseguiremos que la formación de nuestros futuros profesionales de la música sea verdaderamente completa, teniendo buenos tuttis en nuestras orquestas y, por supuesto, grandes concertinos procedentes de nuestros conservatorios.
Su función
Avalado por mi trayectoria como estudiante y posteriormente como profesional creo poder hacer una pequeña síntesis de lo que es ser concertino de una orquesta, esperando que el tiempo me siga dando la oportunidad de seguir aprendiendo y creciendo en este maravilloso campo, que aunque requiere un esfuerzo constante, también me da satisfacciones de forma permanente.
Lo que aquí conocemos como concertino, se conoce en alemán como konzertmeister; en francés, chef d’attaque, de pupitre; en inglés, leader o concertmaster; en italiano, primo violino.
El concertino es el principal primer violín de una orquesta y, como tal, la persona que ha de servir de ayudante o apoyo de excepción del director, liderando el conjunto de la orquesta con un dominio y una calidad musical y artística incuestionable, que merezca el respeto de todos los demás componentes de la misma.
Dentro de lo que es la labor del concertino podríamos establecer básicamente dos categorías de funciones, por un lado las de índole técnico y por otro las de índole artístico.
Las funciones técnicas serían:
- Supervisión técnica de las partes de cuerda de las obras previstas para trabajar: coordinación de arcos, digitaciones y ataques, sin perjuicio de las observaciones que a este respecto pudiera establecer el director, con un margen suficiente de tiempo para que los músicos puedan trabajar dichas obras antes de los ensayos.
- Afinar la orquesta. En un concierto el concertino hace su entrada en el escenario normalmente cuando ya está sentada el resto de la orquesta, supervisa la afinación, dando la entrada al oboe para que ejecute el La que servirá de referencia para el proceso de afinación del conjunto. Seguidamente, establece el orden de afinación por secciones y finalmente ocupa su puesto en el primer atril a la izquierda del director. Un ejemplo de la responsabilidad del concertino sobre el resultado general en cuanto a afinación se refiere, queda patente cuando este entre una obra y otra se levanta demandando un La al oboe para repasar la afinación del elenco orquestal, en un momento en el que a juicio propio considera que la afinación no está siendo adecuada.
- El concertino en la orquesta del siglo XVIII, embrión de la orquesta moderna, era el auténtico protagonista, pero desde ese momento, con la evolución de la orquesta, hasta la consolidación de la figura del director, ese protagonismo adquiere una menor relevancia, sin perder por completo la función de ‘dirigir’ pero adaptándose a la nueva situación de orquesta sinfónica, pasando a tener una misión de ayuda y colaboración para con el director, con una responsabilidad menos centralizada en favor de los jefes de cuerda y los solistas de las diferentes familias del conjunto orquestal, aunque manteniéndose como la máxima autoridad artística de la orquesta. En los grupos más pequeños (orquesta de cuerda o de cámara), que tocan sin director, el concertino puede asumir todas las funciones de la dirección musical, recuperando el inicial concepto de las orquestas de los siglos XVIII y XIX. El concertino debe ‘dirigir’ desde dentro supliendo, en ocasiones, la necesidad de dar entradas, con un movimiento ‘musical’ correcto que colabore con el director de manera activa en el desarrollo de la propia ejecución, con gestos claros y concisos que compensen la lógica inexistencia de contacto visual con todos los miembros de su cuerda, sumando a este movimiento el contacto visual que sí existe con el resto de familias de la orquesta. De hecho la formación escalonada por parte de los vientos y percusión está orientada a mantener ese contacto visual con el concertino y el director; y son contadas las ocasiones en que la formación de la orquesta por razones de sala se hace ‘llana’ asegurando el contacto con el director pero no el de la figura que nos ocupa.
Dentro de lo que serían las funciones artísticas cabría mencionar:
- Interpretar los pasajes para violín solo.
- Participar en la toma de decisiones en cuanto a la organización interna de la propia orquesta, y, por supuesto, en algunos casos en los criterios de programación de las diferentes temporadas de la misma.
- En algunas orquestas, como la Orquesta Sinfónica de Madrid, el concertino tiene la obligación de ser miembro de la Comisión Artística, órgano responsable que asume todas las competencias artísticas de la orquesta.