El clave del Emperador es un proyecto de investigación y recuperación de la figura de Diego de Pantoja (1571-1618) que ofrece una degustación de la extraordinaria diversidad cultural que se dio en la corte china a lo largo de casi dos siglos gracias al impulso del jesuita español y su introducción de la música europea en la Ciudad Prohibida a principios del siglo XVII. El viaje se inicia con los paisajes sonoros de la época de Pantoja, para descubrir el legado musical que dejó su empresa a través de los registros que han llegado hasta nuestros días gracias a los misioneros que trabajaron en la corte hasta finales del siglo XVIII,
Por Rubén García Benito
Todos los Tonos y Ayres
El clave del Emperador: tras el legado de Diego de Pantoja
‘…[el emperador] me hizo cantar las notas de un aire escrito por él [mismo], y después tañerlo en el clave con algunas otras [piezas] a la manera de China, y a la manera de Europa, y después tañer alguna sonata de Europa…’
Esta escena, desarrollada en el corazón de la Ciudad Prohibida a principios del siglo XVIII, forma parte de un fascinante episodio de intercambio cultural iniciado poco más de una centuria antes por un jesuita valdemoreño y su compañero italiano. Lamentablemente, durante años, este jesuita español no ha sido más que una nota a pie de página en la extensa literatura académica de las misiones en China y prácticamente un completo desconocido fuera de los círculos sinológicos.
Diego de Pantoja, embajador musical en la Ciudad Prohibida
Diego de Pantoja nace en la villa de Valdemoro en abril de 1571. La Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción conserva su partida de bautismo, así como la pila donde recibió el primer sacramento. Con casi 14 años, sus padres lo envían a la Universidad de Alcalá. Imbuido por el espíritu de la joven orden jesuita allí presente, en abril de 1589 ingresa en la Compañía de Jesús. Al acabar su noviciado en Villarejo de Fuentes, estudia Artes y Retórica en Ocaña, para volver a Alcalá a cursar Teología, donde es ordenado sacerdote en 1596. Es allí donde el contacto con procuradores de las provincias orientales y misioneros avezados forja la vocación evangelizadora en tierras asiáticas del joven Pantoja.
En abril de 1596, parte de Lisboa para, después de unos meses de estancia en Goa, atracar en Macao en 1597. Allí permanece dos años completando su formación con la intención de ser enviado a Japón, pero un cambio de planes alinea la brújula con su deseo original de ponerse al servicio de la misión de China. A finales de 1599, consigue entrar de incógnito en el país, iniciando una larga travesía que le llevará a Nankín para encontrarse con su compañero el jesuita italiano Matteo Ricci (1552-1610), y que culminará en la capital en enero de 1601. Después de varios intentos, ataviados como letrados confucianos y mediante una cuidada selección de regalos, Pantoja y Ricci consiguen audiencia, convirtiéndose en los primeros europeos en acceder al interior de la Ciudad Prohibida. Gracias a dos relojes y un ‘muy buen monacordio’, obtienen el favor del emperador Wanli (1563-1620) de la dinastía Ming, que pone a disposición de Pantoja a cuatro de sus músicos para que les enseñe, por primera vez en la corte, el arte de tañer un instrumento de tecla. Por la descripción de las fuentes, el ‘monacordio’ en cuestión parece coincidir con un clavicordio, aunque algunos autores apuntan a que podría tratarse de una espineta o un virginal. Esta práctica ya fue avanzada en Japón por el jesuita español Francisco Javier (1506-1552), pionero de la misión jesuita en Asia, cuyos obsequios también incluían un reloj y un instrumento de tecla.
Durante sus diecisiete años en la capital, Pantoja desarrolló una importante producción literaria. Dos son, quizá, las obras de Pantoja que tuvieron mayor repercusión. Una extensa epístola enviada en 1602 a Luis de Guzmán, provincial de Toledo y profesor suyo en Alcalá, relata con un exquisito detalle la sociedad y costumbres chinas. La carta, publicada en 1604, disfrutó de sucesivas ediciones en varios idiomas, ofreciendo por primera vez en Europa valiosa información sobre el país.
En 1610, a la muerte de Ricci, Pantoja envía un elocuente memorial al emperador para solicitar un terreno donde enterrar al difunto compañero, algo nunca antes concedido a un extranjero: el cementerio de Zhalan, lugar donde actualmente reposan más de sesenta misioneros. En 1614 se publica la que probablemente sea su obra más influyente en chino, Las siete victorias (Qike daquan), tratado en el que compara las virtudes cristianas con las confucianas y que conocerá subsiguientes ediciones prácticamente hasta nuestros días.
Un cambio de rumbo iniciado por el entonces superior de la Misión en China, quien no comulgaba con la política de adaptación de Pantoja y Ricci, provoca la expulsión temporal de los jesuitas en 1617, obligando al jesuita español a volver a Macao, donde muere un año después. A pesar de este incidente, Pantoja deja iniciada una importante labor que favoreció la posterior presencia de misioneros en la corte hasta finales del siglo XVIII.
El clave del Emperador
El clave del Emperador es un proyecto de investigación de Todos los Tonos y Ayres que nace con el objetivo de poner en valor y recuperar la figura de Diego de Pantoja (1571-1618), en colaboración con Íliber Ensemble, cuyo director, Darío Tamayo, abrazó con entusiasmo la propuesta artística cuando se la presentamos en 2017. Desde su estreno en mayo de 2018, El clave del Emperador ha recorrido buena parte de la geografía española, sonando en dos ocasiones en el mismo templo donde fue bautizado el jesuita valdemoreño. El proyecto visitó China ese mismo año gracias a una gira organizada por el Instituto Cervantes y la Embajada de España con motivo del Año Diego de Pantoja. El programa ha despertado el interés de diversos creadores y medios nacionales e internacionales, como la televisión nacional china CCTV o el director José Luis López Linares, formando parte de la banda sonora para su documental dedicado a la primera globalización impulsada por España. El clave del Emperador fue grabado y publicado en 2021 para el sello discográfico Ibs Classical, con motivo del 450.º aniversario del nacimiento del misionero español.
Más de una veintena de instrumentos de época europeos y chinos reconstruyen los paisajes sonoros de esta apasionante historia. Los dos primeros bloques recuperan las fuentes más cercanas a la figura de Pantoja, para, en los dos restantes, rastrear su legado gracias a los misioneros que continuaron sus actividades musicales. En definitiva, el programa explora las músicas en torno a este increíble episodio de diálogo e intercambio musical entre dos culturas que, durante aquel tiempo, estuvieron un poco más cerca.
De Valdemoro a Pekín
La villa de Valdemoro tuvo una notable actividad musical centrada en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Valdemoro. De las fiestas que se celebraban con música a finales de XVI en la villa, eran las del Corpus y la de la Asunción las que recibían cuantías más generosas. El viaje musical de Pantoja comienza con un motete a cuatro voces de Rodrigo de Ceballos (1525-1581) dedicado la festividad de la Asunción, autor del que encontramos un libro de motetes en los inventarios de las últimas dos décadas del siglo XVI de la parroquia.
Quizá uno de los manuscritos más importantes de música jesuita de España sea Romances y Letras de a tres voces, una colección de composiciones de finales del siglo XVI y del primer cuarto del XVII. Este documento aparece en el Inventario de los manuscritos del Archivo del Colegio Máximo de los jesuitas de Alcalá y en su interior encontramos varias pistas que lo relacionan muy estrechamente con la orden. De la etapa de formación de Pantoja en Villarejo de Fuentes, recogemos un villancico de temática navideña cuyo estribillo ‘salta, salta y baila’ refleja muy bien las prácticas descritas en dos cartas firmadas por jesuitas fechadas en 1600 y 1601, en las que relatan cómo los feligreses celebraban la ‘fiesta de la natividad con bailes y guitarras’. A estos pentagramas, con un marcado carácter popular, les sigueun bello villancico en honor a Ignacio de Loyola que exalta las glorias del fundador de la orden, con momentos verdaderamente épicos tanto en el texto como en la música. Con él resuena el espíritu del joven Pantoja dando comienzo a su aventura oriental.
En los archivos jesuíticos de Macao encontramos un exquisito catálogo de libros, documentos y música que nos permiten reconstruir los intereses y prácticas de la orden en la península. Entre sus inventarios, un motete a cinco voces del gran polifonista portugués Duarte Lobo (1565-1646) dibuja el paisaje sonoro de la colonia portuguesa. Un Gloria del manual de Pedro Navarro publicado en Salamanca en 1586, hallado también en los inventarios de Macao, y un Gloria de los cristianos conversos de Pekín, con textos y música china, nos llevan junto a Pantoja a la capital del Imperio Celeste.
Las congregaciones de Pekín
Diego de Pantoja no solo atendió el importante apostolado intelectual escribiendo cuidadas obras en chino siguiendo la estrategia de la Misión de China de forjar en sus inicios estrechos lazos con la élite ilustrada: su vocación catequética consiguió también un importante crecimiento de la comunidad cristiana en Pekín. Al poco tiempo, Pantoja y Ricci abrieron dos capillas en su lugar de residencia al que acudían los primeros conversos. Los registros de esos primeros años describen cómo un ‘monacordio’ acompañaba los cantos en las misas.
Muy pronto se iniciaron las traducciones de los textos necesarios para los oficios, entre ellos, oraciones y cantos empleados en la liturgia. Algunas de estas primeras traducciones de la época de Pantoja aparecen en un manuscrito de música cristiana china compilado en el siglo XVIII por un jesuita francés (del que hablaremos más adelante), anotado en gongche, la notación tradicional china de la época. Numerosas evidencias apuntan a una corriente ilustrada de conversos chinos versados en música sacra como los responsables de poner música a los textos, que se harían sonar por una congregación de músicos en templos como la catedral de Beitang. El estilo recuerda a ‘los aires del sur y del norte’, precursor de las arias cantadas del teatro clásico kunqu. Este manuscrito, además del Gloria que hemos comentado anteriormente, recoge una oración a la Virgen con bellos pasajes melismáticos.
La valiosa biblioteca de Beitang, con más de cinco mil volúmenes de la colección atesorada por los jesuitas en Pekín desde la llegada de Pantoja y Ricci, contiene en sus inventarios una antología de laudi a tres voces dedicadas a la Virgen publicada en Roma en 1599, donde encontramos dos hermosas piezas atribuidas Francisco Soto de Langa (1534-1619), religioso español coetáneo de Pantoja que hizo carrera en Roma.
Teoría para el emperador
La labor de Pantoja y Ricci afianzó la presencia de los misioneros en la corte, inaugurando un episodio único de intercambio cultural y artístico a lo largo de casi dos siglos. Las aventuras de los misioneros que siguieron los pasos de Pantoja desempeñando tareas musicales en la corte son tan fascinantes como ilustrativas.
Uno de los emperadores que mayor inquietud mostró por la ciencia y música europeas fue Kangxi (1654-1722). Las salas de palacio albergaban todo tipo de instrumentos. El jesuita portugués Tomás Pereira (1645-1708), versado en astronomía y música, ofició de maestro personal del emperador en ambas materias. Kangxi aprendió a tocar el clave mano a mano con Pereira y también dispuso a dos de sus hijos bajo su tutela. Del jesuita portugués nos llega el primer tratado de música europea escrita en chino, un encargo del mismo emperador nada excepcional en la historia de China: teoría musical, junto a la astronomía, eran vitales para la estabilidad de la armonía celestial.
En los inventarios de la biblioteca jesuita de Beitang encontramos hasta tres copias del Musurgia Universalis (Roma, 1650) de Athanasius Kircher. Los estudios apuntan a que Pereira pudo haber usado este bestseller como base para sus lecciones de teoría musical, así como manual de referencia para sus importantes labores de lutería: el jesuita portugués fue un activo constructor de órganos y autómatas musicales que hicieron las delicias del emperador. Esta enciclopedia musical recoge un Gloria Patri de un Magnificat de Cristóbal de Morales, autor del que también encontramos un libro de misas y Magnificats en los inventarios de la iglesia de Valdemoro donde fue bautizado Pantoja. En esta vasta enciclopedia se comentan una serie de ejemplos de curiosa textura armónica para conjunto de instrumentos de cuerda pulsada. Por otro lado, uno de los temas recurrentes en la obra de Kircher es el poder terapéutico de la música y su influencia en el ser humano, teoría que entroncaba de forma natural con la cosmopolítica imperial. En sus trabajamos encontramos bellas piezas musicales destinadas a sanar, por ejemplo, el tarantismo.
Música para el emperador
A la muerte de Pereira, el lazarista italiano Teodorico Pedrini (1671-1746) fue el encargado de continuar sus labores musicales docentes, teóricas y prácticas. Los archivos de Beitang conservan el único ejemplar de las doce sonatas para violín y continuo compuestas por el misionero italiano. Los registros históricos contienen numerosas referencias a encuentros y veladasmusicales en las que participaban músicos chinos y misioneros, como Pereira y Pedrini (autor de la cita del comienzo), que tocaban según el gusto del emperador.
En 1746, por encargo del emperador Qianlong (1711-1799), se editó una ampliación de los tratados musicales publicados bajo el reinado de su abuelo Kangxi. Un par de volúmenes compilan casi un centenar de piezas de la corte mongola, repertorio habitual de las reuniones diplomáticas celebradas en otoño a las que acudían con regularidad los nobles mongoles. La importancia de esta música, reflejo del fuerte multiculturalismo de la corte de la dinastía Qing, queda bellamente manifiesta en palabras de un diplomático coreano durante su visita a Pekín en 1712, que relata con fascinación su encuentro con el órgano de la iglesia de Nantang —reconstruido por Pereira—, describiendo cómo tocaba de forma automática música china, manchú y mongola.
A mediados del siglo XVIII, bajo el reinado del emperador Qianlong, los registros reseñan la presencia en la corte un conjunto de música europea formado por unos catorce eunucos chinos ataviados con ropajes occidentales que eran instruidos por los misioneros. Por esa misma época, el jesuita francés Joseph-Marie Amiot (1718-1793) tocaba en la corte piezas al clave como Les Sauvages de Jean-Philippe Rameau. Animado por otro jesuita, se sumergió en el estudio de la música del país, escribiendo el primer tratado en lengua europea de música china. En 1779, Amiot envió a París la colección de piezas religiosas cristianas chinas que hemos comentado anteriormente, así como una compilación de una serie de ‘aires’ de música de entretenimiento que se interpretaban en la corte. El estilo nos remite al repertorio shifan, que surgió en el reinado del emperador Wanli, durante la época de Pantoja. Estos Divertissements chinois contienen una de las piezas más populares en Europa, Liuyejin (Brocado de hojas de sauce), un aire chino que fue incluido en el Dictionnaire de musique de Rousseau con errores que serían replicados en algunas composiciones posteriores, basadas en esta melodía, de Carl Maria von Weber, Eugene Aynsley Goossens y Paul Hindemith.
Todos estos no son más que unos pocos ejemplos del apasionante capítulo de las misiones en China, que ilustran en primera persona un fenómeno de gran relevancia: la globalización que el mundo conoció en aquella época, reflejada también en la música, y a la que Diego de Pantoja contribuyó de manera excepcional.
Agradecimientos del autor a Darío Tamayo y Abigail R. Horro.
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