Por Justo Sanz Hermida
‘El clarinete es el instrumento de viento que mejor puede hacer nacer, inflar, disminuir y perder el sonido. Tiene la facultad preciosa de producir la lejanía, el eco, el eco del eco, el sonido crepuscular…’, Hector Berlioz.
‘Estamos ante el rey de los instrumentos. Después de tres siglos de existencia, el clarinete puede sorprendernos y maravillarnos cada día. Su tesitura excepcionalmente larga le permite abordar un gran número de registros de la expresión humana… En efecto, la octava grave es cálida, como la voz de un barítono. El medio recuerda el registro ágil de una soprano o de un tenor. En cuanto al agudo y al sobreagudo, poseen una potencia y una claridad extraordinarias…’, Manuel Rosenthal.
Estos son solo algunos de los muchos comentarios que despierta uno de los instrumentos más interesantes de la orquesta sinfónica.
¿Dónde y cuándo nace el clarinete?
La historia del clarinete sigue siendo hoy una inagotable fuente de fascinación para el investigador y el intérprete.
La mayoría de las historias escritas sobre el clarinete hacen referencia a una serie de instrumentos de caña simple, generalmente idioglóticos (con la caña tallada en el mismo tubo), compuestos por tubos dobles y utilizados en la música popular. Entre estos instrumentos destacan el arghoul del Antiguo Egipto, el aulos griego, la tibia romana o los launeddas de Cerdeña. Ninguno de ellos, sin embargo, guarda relación con el clarinete.
El antecesor del clarinete aparece en el Barroco con el nombre de chalumeau (también conocido con otros nombres, como scialumò, salmoé, chalemie, chalimo). Se trata de un instrumento construido en madera de boj, que posee un cuerpo con agujeros idéntico a la flauta de pico, pero cuya sección superior termina en una boquilla sobre la que se acopla una caña atándola con un cordón. Se conservan seis instrumentos en distintos museos y todos ellos poseen dos llaves diametralmente opuestas, situadas al final de la sección superior. Posee un registro muy pequeño, tan sólo de una duodécima y se construye en cuatro tamaños: soprano, alto, tenor y bajo. Sorprendentemente, su tesitura suena una octava por debajo de la de cualquier otro instrumento de viento de las mismas dimensiones y se emplea en las arias y obras de carácter vocal por la dulzura de su timbre y sus posibilidades dinámicas. La primera referencia escrita de este instrumento la encontramos en una factura del constructor de Nüremberg Johann Christoph Denner del año 1687, en la que figuran un juego de 4 chalumeaux que fabrica para el duque de Römhild-Shacsen.
J. C. Denner será también el protagonista del nacimiento del clarinete. A él se refiere en historiador J. G. Doppelmayr en 1.730 en los siguientes términos: ‘A principios de siglo (J. C. Denner) inventó un nuevo tipo de instrumento de viento, el llamado clarinete, para mayor placer de los amantes de la música… y finalmente perfeccionó el chalumeau’.
No sabemos cuáles fueron las mejoras que introdujo Denner en el chalumeau. Posiblemente este instrumento naciera en Francia y fuera copiado por la nobleza alemana, que gustaba de las innovaciones instrumentales acaecidas en el país vecino. Lo cierto es que el clarinete proviene del chalumeau y su diferencia fundamental está en la colocación de la llave de registro, que se resituó en un punto más cercano a la boquilla, lo que le permitió obtener la tesitura aguda de la que carece el chalumeau, consiguiendo producir un bello sonido similar al de la trompeta barroca. Por este motivo se denomina clarino o claren. Para aumentar su proyección, el instrumento acaba en una gran campana de madera. El clarinete es utilizado en las marchas y los aires brillantes y está diseñado para afinar solamente en el registro agudo. Por este motivo, el chalumeau y el clarinete coexisten durante el Barroco, ya que cubren tesituras y papeles diferentes. Curiosamente, el chalumeau cuenta con un repertorio de unas 100 obras, frente a las 35 del clarinete barroco. Teniendo en cuenta que J. C. Denner muere en 1707, el clarinete debió inventarse algún año antes.
Durante el Clasicismo, las innovaciones que se producen en el clarinete permiten que pierda su sonido cercano al de la trompeta y asuma el registro grave con buena afinación. Esto provoca la desaparición paulatina del chalumeau como instrumento independiente, pasando a designar tan solo el registro grave del clarinete. Si en el Barroco los clarinetes tenían 2 o 3 llaves y la afinación del La era de 415 Hz, en el Clasicismo el prototipo de instrumento estaba provisto de 5 llaves, abarcaba una tesitura de tres octavas y media —similar al clarinete moderno— y su afinación era La = 430 Hz.
Por la dificultad de su digitación, era necesario usar varios instrumentos con distintas afinaciones para poder tocar en todas las tonalidades. Los clarinetistas iban habitualmente provistos de clarinetes en La, Si bemol y Do.
Uno de los constructores clásicos más destacados es Theodor Lotz, quien, junto al clarinetista Anton Stadler, crea un nuevo instrumento: el clarinete di bassetto. La importancia de este invento es capital para la historia no solo del clarinete, sino de la música: dos de las mejores obras de Mozart para un instrumento de viento, el Quinteto KV 581 y el Concierto KV 622, fueron escritas para el clarinete di bassetto. Se trata de un instrumento afinado en La al que se le han añadido cuatro notas cromáticas descendentes, que le permiten completar la formidable tesitura de cuatro octavas completas. El único ejemplar existente ha desaparecido —Stadler dice que le robaron la maleta en la que tenía el manuscrito del concierto para clarinete de Mozart y varios instrumentos— pero, gracias a documentos gráficos y crónicas de la época, se ha podido reconstruir y hoy es posible escuchar estas dos obras maestras tal y como las escribió el genio de Salzburgo. Recomendamos la escucha de las grabaciones de Sabine Meyer con instrumento moderno y de Eric Hoeprich y Antony Pay con instrumento histórico.
El Clasicismo también fue el origen de los clarinetes más graves, conocidos como cornos di bassetto. Afinados generalmente en Fa, tienen una forma muy peculiar: el cuerpo superior de la mano izquierda y el inferior de la mano derecha forman un ángulo de unos 120º, debido a la necesidad de poder acceder al mecanismo con cierta facilidad. El instrumento acaba en una campana metálica, similar —aunque en dimensiones reducidas— a la de la trompa, motivo por el que se denomina corno. Una gran parte de la producción de Mozart se dedica a este instrumento, considerado el predilecto para la celebración de las ceremonias masónicas.
En el Romanticismo se producen nuevas innovaciones en la construcción de clarinetes. Generalmente, se aumentó el número de llaves para facilitar la digitación y evitar algunas posiciones de horquilla, que resultaban oscuras y de difícil afinación. Se dieron algunos pasos para ganar en proyección: los clarinetes se construyen en madera de ébano (más denso que el boj); se agranda el diámetro de algunos agujeros y se sube la afinación del La = 440 Hz. Müller fue un importante artífice en la evolución del clarinete, al que dotó de un mecanismo más accesible para poder tocar en todas las tonalidades con un solo instrumento.
El camino hacia el clarinete moderno no se hizo esperar. En 1843, el clarinetista Hyacinthe Klosé y el constructor Auguste Buffet Jeune, adaptan el sistema de anillos móviles del flautista Theobaldo Boehm al clarinete, lo que permite eliminar las posiciones de horquilla, así como evitar el deslizamiento de dedos gracias a la duplicación de llaves para producir ciertas notas. Es el sistema que se adopta en todo el mundo —a excepción de Alemania y Austria— y se conoce como sistema francés.
En Alemania, Oscar Oehler (1858-1936) diseña un instrumento que sigue la tradición del clarinete histórico, pero con innumerables mejoras técnicas en digitación, sonoridad y afinación. Es el llamado sistema alemán.
El sistema francés se caracterizó originariamente por la claridad de su timbre y la ligereza para el staccatto, a diferencia del sistema alemán, de sonido más denso. Hoy en día, ambos sistemas se han aproximado y es posible obtener resultados similares tocando uno u otro instrumento.
Una gran familia
La diversidad de tamaños de clarinete existentes a través de su corta historia forma una gran familia instrumental. Hoy conocemos los siguientes (destacamos en negrita los más utilizados):
- Clarinetes sopraninos: requinto en La bemol, requinto en Mi bemol, clarinete en Re
- Clarinetes sopranos: en Si bemol, en La, en Do
- Clarinetes altos: en Mi bemol, corno di bassetto en Fa
- Clarinetes bajos: en Si bemol
- Clarinetes contrabajos: en Mi bemol (contraalto), en Si bemol
¿A partir de qué momento tiene sitio en la orquesta?
Las primeras apariciones del clarinete en la orquesta se remontan a 1716 —poco tiempo después de ser inventado— en el oratorio Juditha Triumphans de Vivaldi. En un principio no había especialistas que tocaran este instrumento: era frecuente que los oboístas realizaran las intervenciones esporádicas del clarinete y del chalumeau. También fue utilizado en la orquesta barroca por Telemann, Caldara, Conti, Faber, etc.
Rameau fue el primero en componer para una pareja de clarinetes con un peso específico en la orquesta en su obra Acante y Céphise (1751).
Pero será en el Clasicismo cuando el clarinete adquiere su verdadero protagonismo como voz principal dentro de la orquesta, recibiendo un tratamiento al mismo nivel del resto de instrumentos de viento-madera. Los compositores de Mannheim Johann y Carl Stamitz contribuyeron de manera muy especial al desarrollo e implantación del clarinete en la plantilla orquestal. La orquesta de Mannheim debió contar con magníficos clarinetistas, que llegaron a sorprender al mismo Mozart, quien escribe en 1778 a su padre: ‘… no puede imaginar la belleza del sonido del clarinete. Ah, si los tuviéramos en nuestras orquestas…!’.
Sin duda, Mozart ha supuesto un verdadero hito en el tratamiento del clarinete a todos los niveles: como solista, en la música de cámara y en la orquesta. Su relación con el magnífico virtuoso del clarinete Anton Stadler, con quien mantenía lazos de ‘hermandad’ por la vinculación de ambos a la masonería, ha sido crucial para la creación de uno de los repertorios más impresionantes escritos para un instrumento de viento.
¿Por qué suena como suena?
Dos son los elementos que caracterizan al clarinete son la caña simple batiente y el tubo fundamentalmente cilíndrico. La asociación de ambos hacen que el clarinete sea el único instrumento de viento que se comporta como un tubo cerrado, lo que trae consigo dos consecuencias: carece de armónicos pares y produce, a igual longitud de tubo que uno abierto, un sonido una octava más grave.
Un ejemplo nos ayudará a entender este fenómeno tan enigmático: a simple vista, un oboe y un clarinete tienen un tamaño muy similar. Pues bien, si tocamos la nota más grave del oboe —esto es, suena en toda la longitud del tubo—, necesitaremos sólo la mitad del tubo del clarinete para producir el mismo sonido. Por otra parte, si en el oboe pulsamos la llave de registro, se producirá la octava, mientras que en el clarinete —que no posee los armónicos pares— la duodécima.
Como en los demás instrumentos de viento, el sonido del clarinete se produce al insuflar aire a través de la boquilla del instrumento. Se necesita una colocación especial de los labios (embocadura) y una velocidad determinada de aire (presión) para poner en movimiento la caña. La vibración de ésta da lugar a la producción de una onda sonora, cuya longitud será diferente en función de la longitud de tubo que esté en vibración. Podemos alargar o acortar el tubo cerrando o abriendo agujeros con los dedos, y esto da lugar a la producción de las diferentes notas.
En el clarinete se distinguen tres registros diferenciados por su timbre: el registro grave o chalumeau, el registro medio y el registro agudo y sobreagudo. Su peculiaridad se debe a la composición de sus armónicos.
¿Qué lugar ocupa en la distribución espacial de los instrumentos de la orquesta?
Tomando como referencia la orquesta, vista desde el podio del director, el clarinete se sitúa detrás de las flautas. A la derecha del primer clarinete se encuentra el fagot y a su izquierda, el segundo clarinete. Si participan más instrumentos (hay obras con tres, cuatro o más clarinetes), se colocan a continuación de este último. Habitualmente se sitúa el requinto a la izquierda del clarinete segundo, y el clarinete bajo en el punto más exterior hacia la izquierda. Es frecuente que el segundo clarinete ‘doble’ con clarinete bajo y que el primer clarinete haga lo propio con el requinto. En estos casos, tanto el primer como el segundo clarinete tocan estos instrumentos sin variar su posición habitual, detrás de la primera y segunda flautas, respectivamente.
¿En qué estilos musicales podemos encontrarlo fuera de la orquesta sinfónica?
Podemos afirmar que el clarinete es el instrumento más versátil entre los de viento. Esto le permite abordar prácticamente todos los estilos y géneros musicales conocidos.
En el ámbito de la música antigua, hoy es frecuente la utilización de instrumentos originales o copias. Chalumeau, clarinete barroco, clarinete clásico y clarinete romántico son utilizados en conjuntos que se dedican a la interpretación histórica.
En las bandas de música ocupa un puesto muy destacado. Los papeles de clarinetes se agrupan en cuatro categorías: principales, primeros, segundos y terceros. Su función en la banda es similar a la que desempeñan, a nivel melódico y armónico, los violines y las violas en las orquestas. Es frecuente que el clarinetista se tenga que enfrentar a multitud de pasajes virtuosísticos en todas las tonalidades. Creo que es de justicia reconocer y reivindicar la dignidad de las bandas de música, que forman parte de nuestro patrimonio musical y que han sido escuelas de aprendizaje para los mejores músicos de viento de nuestro país.
En el ámbito de la música de cámara, el clarinete cuenta con uno de los repertorios más ricos, con música que va del dúo al noneto. Prácticamente todos los compositores importantes han dejado escritas obras de cámara para el clarinete, algunas de ellas auténticas obras maestras (basta recordar algunas tan maravillosas como el Quinteto KV 581 de Mozart o el Quinteto opus 115 de Brahms, ambas para clarinete y cuarteto de cuerda). Además de las formaciones más o menos convencionales, existe la posibilidad de escuchar tríos, cuartetos o ensembles de clarinetes, ya que la amplitud de la familia de este instrumento guarda una similitud muy próxima al cuarteto de cuerda. Mozart cultivó especialmente el trío de cornos di bassetto, muy apreciado en las ceremonias masónicas.
En la música popular, el clarinete es conocido en la música folclórica de Hungría y de todos los países europeos orientales (Eslovaquia, República Checa, Rumanía…).
Por su acústica particular y sus enormes posibilidades tímbricas y de efectos sonoros (multifónicos, glissandos, frullatos, etc.) es un instrumento muy apreciado en la música del siglo XX.
Es incuestionable el papel destacado del clarinete en los orígenes y evolución del jazz. Fue utilizado por los músicos de color de Nueva Orleans y en la Original Dixieland Jazz Band. Algunos clarinetistas famosos, como Artie Shaw ‘El rey del clarinete’ o Benny Goodman ‘El rey del swing’, han situado el clarinete en un lugar de privilegio entre todos los instrumentos del género.
En cuanto a las bandas sonoras de cine, la más famosa es la de Memorias de Africa, que utiliza el segundo movimiento del Concierto para clarinete KV 622 de Mozart.
Repertorio orquestal
Clarinete
- Beethoven: sinfonías, Concierto de violín
- Brahms: sinfonías, Serenata opus 11
- Borodin: ‘Danzas polvotsianas’ del Príncipe Igor
- Gershwin: Rapsodia in Blue
- Kodály: Danzas de Galanta
- Mahler: sinfonías
- Mendelsshon: sinfonías, El sueño de una noche de verano
- Mozart: Sinfonía núm. 40, Gran partita K 361
- Puccini: Tosca
- Respighi: Pinos de Roma
- Rimski-Kórsakov: Scheherazade, Le coq d’or
- Shostakóvich: sinfonías núm. 1, núm. 9 y núm. 10
- Chaikovsky: Sinfonía patética
- Verdi: La forza del destino
Requinto
- Bartók: El mandarín maravilloso
- Berlioz: Sinfonía fantástica
- Britten: The prince of the Pagodas
- Ravel: Concierto para piano
- Rimski-Kórsakov: Mlada
- Richard Strauss: Las aventuras de Till Eulenspiegel
- Shostakóvich: Sinfonía núm. 6
- Stravinski: La consagración de la primavera
Clarinete bajo
- Mahler: sinfonías núm. 1, núm. 2, núm. 4, núm. 6 y núm. 9
- Ravel: La Valse
- Schoenberg: Serenade opus 24, Suite opus 29
- Rirchard Strauss: Don Quijote
- Stravinski: La consagración de la primavera