Audición. El propio nombre puede desatar el terror en intérpretes de todo tipo pero, quizá, en ninguno tanto como en aquellos músicos atraídos por ocupar los escasos puestos que ofrecen las orquestas sinfónicas. De dicha experiencia nace la investigación objeto de mi Trabajo Final de Máster en la Universidad Internacional de Valencia (Audiciones Orquestales de Violín: estudio de la idoneidad del modelo selectivo actual, su preparación y afrontamiento por los concursantes) y cuyas conclusiones aquí se exponen
Por Carmen Pavón
Máster en Investigación Musical, formada en Trinity Laban Conservatoire of Music and Dance, y colaboradora habitual de orquestas profesionales españolas
¿Qué son las audiciones de orquesta?
Cuando se habla de audición de orquesta, y sobre todo entre personas no músicos, se suele caer en el error de malinterpretar su significado, pensando en que se refiere a la acción de escuchar a una orquesta. Nada más lejos de la realidad. Audición de orquesta hace referencia al proceso de selección de candidatos que estas agrupaciones musicales llevan a cabo. Un modelo de cribar estructurado, al menos, en dos fases o rondas, y con un repertorio a interpretar totalmente limitado e indicado en las bases de la convocatoria en cuestión.
La primera ronda se realiza tras una cortina; el jurado, formado por miembros de la propia orquesta, solo evalúa a través del sonido, desconociendo la identidad del aspirante. Esta prueba comienza cuando el músico inicia su interpretación y finaliza tras unos toques de campana. No dura más de cinco minutos e, incluso, en algunos casos, tan solo llega a los tres minutos. Como es de suponer, cualquier ruido o amago de comunicación por parte del aspirante puede ser motivo de anulación o expulsión del proceso selectivo. A partir de la segunda fase en adelante, y como regla general, la audición se realiza sin cortina, por lo que el contacto visual entra en juego. No obstante, la evaluación favorable hacia el aspirante siempre será contemplada desde la más absoluta perfección técnico-interpretativa, y considerando las imprecisiones humanas como faltas eliminatorias.
A pesar de haberse explicado, a modo de preámbulo, en qué consisten las audiciones orquestales, resulta casi obligatorio destacar la diversidad de variables que influyen en su preparación y afrontamiento por parte del aspirante, como también los resultados pretendidos por las orquestas. Por un lado, el tipo de preparación, el tiempo empleado, la regularidad en el estudio del repertorio exigido y la gestión emocional antes y durante las audiciones. Por otro lado, el modelo actual de selección y su resultado a largo plazo.
Siempre he apreciado una disconformidad por parte de innumerables violinistas que han vivido y viven este arduo y largo proceso de preparar y participar en audiciones de orquesta. Al mismo tiempo, y debido a los reiterados comentarios que me han llegado tanto de músicos que han pertenecido o pertenecen a tribunales de audiciones, como de concertinos expresamente interrogados, resulta notorio que el modelo selectivo vigente tampoco satisface a los que tienen el rol de jueces. Por tanto, y teniendo muy presente el inmenso interés que tantísimos intérpretes muestran por conseguir una plaza en una orquesta, así como el deseo de muchos miembros integrantes de querer que sus orquestas aumenten su nivel y reputación, ¿no consideráis, casi de urgencia mayor, que es importante investigar acerca de este tema tan comentado y meditado, mas no suficientemente explorado?
El modelo actual de selección de candidatos
Por si fuera poco, al alto nivel de exigencia que supone preparar cualquier prueba de orquesta debido al virtuoso perfeccionismo demandado, se suma que la participación implica una forma diferente de actuar: interpretar tras una cortina. De esta manera, surge la necesidad de aprender a tocar e impresionar al público a través de una expresión artística que se reduce, exclusivamente, a su recepción a través del oído y en una ajustadísima franja de tiempo. Así pues, surge, como si de un automatismo reflejo se tratara, la necesidad de entrenarse a nivel psicológico y físico para hacer arte en unas condiciones que no son artísticas en su origen.
Asimismo, son muchos los violinistas, miembros de tribunales, que comentan la duda persistente entre los candidatos al no conocer los requisitos que deben reunirse para ganar una audición de orquesta. Ellos apuntan que audicionar es una habilidad que exige enfrentarse a una presión inmensa, donde hasta la forma de entrar al escenario o de dirigirse al tribunal son evaluadas. Sin embargo, y aunque pueda parecer sorprendente, una posible justificación sería la ausencia de rúbrica o reglas de evaluación en las convocatorias de estas audiciones. En la actualidad, en ellas únicamente se especifican el repertorio exigido, el número de rondas y en qué van a consistir cada una de las pruebas. A lo sumo, se menciona que la primera ronda será eliminatoria o calificada como apto/no apto, y que las pruebas restantes serán evaluadas de 0 a 10 puntos. En ningún momento se detalla cómo va a evaluar el tribunal, qué exigencias interpretativas se requieren o qué perfil de candidato se busca, etc.
Por otro lado, tal como se ha indicado con anterioridad, otra variable importante a tener en cuenta es el análisis del modelo actual de selección de candidatos propiamente y su resultado a largo plazo. En la opinión de violinistas y concertinos de orquestas españolas e inglesas destaca un descontento generalizado sobre el mismo.
Una amplia mayoría considera este proceso selectivo injusto, ya que no permite captar las virtudes potenciales de cada candidato. Apuntan que solo se evalúan las destrezas técnicas del aspirante, dejando al margen sus capacidades de trabajo en grupo, liderazgo, educación, el factor humano, etc. Muchos perciben también la excesiva exigencia requerida y la difícil valoración; la falta de oportunidad para demostrar el lado afectivo del aspirante; el factor suerte como un elemento primordial para ganar una audición, debido al perfeccionismo técnico que se demanda; el bloqueo emocional que supone para el candidato sentirse tan analizado por el tribunal y rivales; la extensión de aquellas pruebas que llegan a durar hasta cuatro días y en enorme espera, debido al número tan elevado de participantes para ser llamados a tocar; y un sinfín de cuestiones más.
No obstante, es esperanzador que, desde los mismos actores, se hagan sugerencias para mejorar el proceso. En primer lugar, destaca la aprobación, de manera unánime, de la gran consideración que se le debe dar al periodo de prueba. Proponen ofrecer a varios candidatos, y no solo a uno, el periodo de prueba, para así conocer el grado de compañerismo, la experiencia en la orquesta, la personalidad, carisma, etc., que cada músico tiene; sin contar el factor juicio, tan presente en las audiciones, y que, como bien se sabe, invita al bloqueo mental y físico del aspirante. Es decir, realizar una prueba de desempeño profesional, en la que poder medir y apreciar las competencias generales del trabajador que, por otra parte, es bastante común en el ámbito empresarial.
En segundo lugar, se critica la ausencia de rúbrica o reglas en las convocatorias de audiciones de orquesta y, en especial, en los aspectos interpretativos. ¿Cómo saber si hay que tocar acorde a las exigencias del tribunal o, por el contrario, según el gusto personal de cada uno si no hay indicaciones al respecto? Aquí destaca la falta de seguridad que tiene el candidato sobre qué interpretación ha de realizar. Así pues, debe llegarse a un consenso, por parte de los tribunales, sobre el enfoque valorativo para esta cuestión, y no dejarlo en manos de la intuición individual.
Después de todo, y pese a estas posibles mejoras, las audiciones nunca estarán diseñadas para adaptarse perfectamente a la vida de sus candidatos. Estos músicos deben llegar a tiempo, despiertos o con falta de sueño, tranquilos o nerviosos, para cumplir con la estricta exigencia de presentar su mejor actuación. Por estas simples razones, pero no menos importantes, la certeza del carácter transitorio de los estados anímicos, y el saber gestionar bien el fracaso y el éxito, son aspectos imprescindibles que todo competidor debe aprender.
La preparación de las audiciones
Muchas veces se escucha por parte de los participantes que, habiendo practicado muy duro y habiendo hecho todo lo correcto, llegado el momento de la audición sienten que simplemente no pueden afrontarla. O, lo que es peor aún, sienten que no están preparados para ganarla.
Cualquier aspirante ha tenido una preparación exigente de cara a unas pruebas de orquesta pero, muchos de ellos, tras preguntarles, demuestran una falta de concreción en su manera de prepararlas, dando pie a una intuición más que a una reflexión meditada y contrastada. En ese momento salta la alarma y surge la necesidad de investigar sobre este hecho tan significativo.
Antes de diseñar cualquier plan de entrenamiento para afrontar unas audiciones orquestales, y por sentido común, se considera imprescindible conocer los aspectos decisivos para ganarlas. Muchos concertinos hablan sobre la capacidad de emocionar o la habilidad de estar fusionado con la interpretación, al igual que si esta persona tiene afán de trabajar en grupo o si muestra flexibilidad expresiva en su actuación; obviamente, dando por hecho que las destrezas técnicas se muestran de sobra.
Sin embargo, sorprendentemente, miembros de tribunales objetan que la mayoría de aspirantes no tienen claro cómo preparar ni interpretar el repertorio exigido. De ahí que muchos propongan mejorar y, sobre todo, estandarizar el método de enseñanza-aprendizaje impartido en los conservatorios. Se trata de conseguir una unificación de ideas y así evitar que cada profesor moldee al alumno según su experiencia profesional.
Asimismo, multitud de músicos de orquesta ofrecen consejos prácticos sobre cómo preparar el repertorio propuesto. Todos o casi todos reflexionan acerca de cómo ser efectivo en el estudio, cómo evitar lesiones, cómo adquirir maestría con el instrumento, etc. Pero son menos los que se preocupan sobre el diseño de un plan de estudio que incluya el bienestar emocional y la fortaleza mental. Entonces, ¿cómo se puede pretender triunfar en el escenario si en la preparación no se contemplan estos pormenores que tanto debilitan e, incluso en algunos casos, pueden llegar a inhabilitar a la persona?
Contemplando la trayectoria profesional de un músico, similar a un resultado multifactorial en el que confluyen tanto el éxito como el fracaso, es lógico atribuir estos resultados a diferentes condicionantes. Entre ellos, se encuentra el rol del preparador, la persona que guía y aconseja durante el proceso de competir. Debe ser una persona exigente, metódica, pero, al mismo tiempo, que sepa mantener el equilibrio emocional del candidato, resaltando su esfuerzo, constancia, y apoyándolo en sus momentos de decaimiento por fatiga o cansancio.
También hay que tener presente el rendimiento de un músico cuando actúa. Se debe, en mayor medida, al recuerdo que tiene de su fase de preparación; es decir, si su valoración al respecto ha sido positiva o negativa. Por esta simple razón, fomentar la imaginación durante el entrenamiento, aprendiendo a visualizar las experiencias futuras que se desea tener en el escenario, es altamente recomendable para adquirir mayor seguridad y concentración en la propia competición. ‘Si puedes imaginarlo, puedes lograrlo’.
En resumidas cuentas, saber diseñar y seguir un plan de entrenamiento que contemple la máxima concentración en la realización y disfrute de la propia tarea, como también la gestión del nerviosismo en escena. ¿Acaso este no sería el mayor logro para cualquier aspirante en unas audiciones de orquesta?
Por esto mismo, considerar un estudio competente, que genere al músico una sensación de seguridad y bienestar antes y durante su paso por el escenario, al igual que incluir la figura del psicólogo en los conservatorios para respaldar la salud mental y el rendimiento del estudiante dentro de una profesión tan exigente y perfeccionista, es siempre valorable.
Gestión emocional antes y durante las audiciones
La gestión emocional, tanto en la preparación como en cualquier actuación en público, protagoniza gran parte del rendimiento del músico. O, dicho de otra manera, la certeza de saber que para alcanzar cualquier meta ha de seguirse un entrenamiento adecuado a las circunstancias personales de cada uno, y de la propia actividad que se realiza, es importante.
Sin embargo, este hecho tan obvio pocas veces es tenido en cuenta entre los músicos, y menos aún entre los aspirantes a ganar unas audiciones de orquesta. Desde bien pequeños se nos mentaliza de que cuanto más practiquemos, mejores músicos seremos. Y que si no se ha tocado bien en la actuación es porque no se ha practicado lo suficiente. Claro está que la maestría viene con la práctica, pero ¿a cualquier precio?
Se cree que la calidad en el estudio diario con el instrumento está estrechamente ligada a la cantidad de tiempo empleado, sin importar en absoluto el estado anímico de la persona o simplemente el tiempo que, materialmente, tenga para preparar la actuación. Sin olvidar que la preocupación que tiene todo músico antes de salir al escenario está fuertemente vinculada con un alto nivel de ansiedad. Y esta le viene, más bien, por imponerse tocar perfecto y pensar que cualquier fallo puede llevarle al fracaso, y no tanto por factores hereditarios y/o ambientales. Es decir, la ansiedad escénica está asociada más con los pensamientos de cada uno que con el tipo de personalidad que nos define o las peculiaridades de la situación que nos rodea en sí. De ahí que cada vez se le dé más importancia al trabajo mental en la preparación y afrontamiento de estas audiciones.
Por consiguiente, debería emplearse un mayor tiempo en esta preparación, y menos en la cuestión técnica necesaria para preparar el repertorio. El aspecto psicológico ha de ser entendido como parte constitutiva de la preparación global del competidor, como un elemento más que debe complementar al aspecto técnico requerido para el dominio absoluto del instrumento bajo las condiciones estresantes dadas en una exposición en público de estas características.
El camino se hace al andar
Llegados a este punto es bastante probable que, tanto si eres músico aficionado, un gran melómano, un aspirante a audiciones de orquesta o un músico de orquesta, hayas empezado a darle vueltas a este tema. Como tampoco tengo dudas de que esta cuestión ya te preocupaba mucho antes de leer este ensayo.
Y es que, independientemente de estar más o menos de acuerdo con el proceso actual de oposición para ingresar en una orquesta, el aspirante ha de darle importancia a la forma de prepararlo. Debe diseñar un buen plan de estudio que avale un óptimo desarrollo del concurso y le permita crear y consolidar su fortaleza mental y física durante el proceso competitivo.
Por ello, y antes que nada, cada músico debe reflexionar sobre sus virtudes y debilidades para adecuar el plan de entrenamiento a cualquier exposición en público. No hay que conformarse con el método de estudio o los ‘truquitos’ que su profesor le enseñó, o cómo practicaba en una etapa de su vida que un día sí le sirvió. No siempre se necesita trabajar lo mismo, como tampoco el cuerpo tiene la misma capacidad de concentración o retención. El músico ha de ser un alma viva en continuo aprendizaje, que le permita adaptarse de forma exitosa a la variabilidad que le impone un escenario cambiante.
Pero, ante todo, debemos tomar conciencia de que cualquier músico puede lograr una plaza de orquesta, siempre y cuando encuentre sus propias herramientas para prepararla y, por supuesto, la oportunidad se le presente.
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