Por Marisa Robles
Es difícil explicar lo que es el arpa. La mayoría de la gente la identifica con un instrumento angelical (bien hay que recordar que es bíblica), un tema cursilón en el trabajo de los poetas, tal vez el más espectacular a la vista, dentro de una orquesta. Arpas pequeñas llevadas por angelitos en tarjetas de Navidad. Una serie de imágenes que confunden la naturaleza propia y real de este muy difícil y complicado instrumento.
Por supuesto no se conocía en la forma que vemos hoy, resultado de muchos siglos de desarrollo, conservando en general la forma triangular pero introduciendo posibilidades técnicas y mecánicas muy importantes. No voy a hablar de estos cambios en este artículo, puesto que solo eso es casi un libro, y tal libro ya está escrito para quien lo necesite; solo hacer constar que el instrumento que oímos y vemos hoy en día es bastante diferente al representado hace un par de siglos. Mucho más complejo, con más posibilidades de entonación y de sonido (tal vez sea una de las razones por la cual los más grandes compositores han escrito nada, o muy poco; no les inspiraba el instrumento porque además no lo comprendían).
El arpa es un instrumento muy mecánico, a pesar de ser también muy directo. Quiero decir que el sonido se produce por el contacto de cada dedo pulsando las cuerdas (sin arco, sin púas, ni martillos y teclas como el piano) al igual que la guitarra y otros instrumentos de esa familia, agarrando sensiblemente las cuerdas y haciéndolas vibrar, dedo por dedo, nota por nota.
La edad para empezar a estudiar el arpa es, como en la mayoría de los instrumentos musicales, muy importante. Es bueno ser lo más joven posible, pues todo se aprende fácilmente y el cuerpo joven, relajado y sutil, se hace moldear a las posturas necesarias sin dificultades. Pero es muy importante elegir un arpa del tamaño adecuado para cada persona, ya que varían bastante, desde las pequeñas sin pedales llamadas irlandesas (pues son el emblema nacional de tal país), a las arpas de concierto de tamaño normal, con 47 cuerdas y 7 pedales. Estos pedales, tres funcionando con el pie izquierdo y cuatro con el derecho, ponen en efecto los semitonos de cada nota y hay que tener gran cuidado de ser perfecto en el uso de estos pedales para que el efecto sea claro y limpio y sin cerdeos o anticipaciones sonoras. Hay que tener una sincronización fantástica entre manos y pies.
Las cuerdas son de tres colores. Las rojas se utilizan en todas las cuerdas de la nota Do, las azules en todas las cuerdas de la nota Fa, y el resto son blancas. Esto es para marcar la distancia de los intervalos dentro de una escala, ya que si fuesen todas del mismo color no se sabría cuál elegir al tocar una obra. Estas cuerdas son hechas meticulosamente, cada una con un grosor diferente, todas ellas de tripa menos las doce de los bajos, las más largas del arpa, que son de metal y se llaman bordones. Esta es, de una forma rápida, la explicación de la naturaleza del arpa.
Uno se pregunta, ¿y por qué se le ocurre a una persona empezar a tocar el arpa? La mayoría de las veces es algo inexplicable, pues no suele existir la tradición familiar como pasa con instrumentos de arco y madera (violines, violonchelos, flauta, oboe, etc.). Es raro, y hace años más aún, tener arpas en una familia, no como ocurre con el piano que suele haber uno en muchas casas. Mi caso es una excepción, ya que nací rodeada de arpas, y mi única profesora, Luisa Menárguez, fue una gran arpista y maestra, prima hermana de mi madre, a la cual también enseñó a tocar el arpa.
Yo empecé a los 7 años en un instrumento normal de concierto, pero eligiendo el repertorio con gran cuidado. Es muy importante estudiar obras asequibles a cada nivel y edad para alcanzar un resultado bueno, que inspire al alumno a seguir adelante con ánimo y gozo, no sufriendo y haciendo sufrir a los demás. Siempre he recomendado hacer ejercicios sencillos pero eficaces para educar la mano, los dedos, la articulación de cada uno, y el uso de los pedales. Poco a poco se van aprendiendo obras y con el tiempo se disfruta de un gran repertorio que gracias a la mayoría de los arpistas y a la fantástica producción de los instrumentos, en nuestro siglo ha llevado a buenísimos compositores a escribir obras interesantes, que han abierto enormes posibilidades para este instrumento por todo el mundo. Luego, ya no está el arpa ‘olvidada en un rincón del obscuro salón, cubierta de polvo…’.
Hoy toma parte importante en las salas de conciertos internacionales, tanto en el papel de solista (recital o concierto) como en el campo intimista y exquisito de la música de cámara, y en el de menos protagonismo, pero muy importante y digno, de instrumento de orquesta. El arpa es maravillosa para acompañar a cualquier instrumento melódico, si bien es un instrumento completo en sí mismo (si está bien tocado y el repertorio está bien escogido. ¡Ojo!, cosa muy rara e importante).
Para mí ha sido uno de los canales más importantes de mi vida. ¡No el único! Primero hace falta ser músico, es grande ser músico, pero al mismo tiempo se tiene que ser persona. Vivir una familia. Leer libros, observar la vida de los demás y ayudar al prójimo. Admirar la naturaleza. Respetar el mundo de los animales. Meditar. Escuchar buena música de otros muchos instrumentos y no cerrarse uno en el mundo del arpa. Compartir éxitos y fracasos con humildad. Tener paciencia. Estudiar, no mucho, pero lo suficiente y estudiar bien. Cuidar el sonido. Disfrutar el privilegio de ser músico, sea cual fuere el instrumento elegido, en este caso: el arpa.
Aceptar las dificultades de vivir y viajar con este instrumento, voluminoso y más pesado que la mayoría, y organizar la vida de acuerdo con tales dificultades. No crear problemas a quien te invita a actuar, sino organizar todo, de tal manera que no sea un impedimento que cierre las puertas a posibles futuros arpistas. No tratar de impresionar al público con facetas visuales, malabarismos huecos y anticuados, sino presentarles música a la altura de cualquier otro instrumento, con dignidad, clase y una autenticidad de estilo impecable. Ya que personas como el gran y muy querido Nicanor Zabaleta trabajaron toda su vida para ‘rescatar’ el arpa y ponerla a la altura que le corresponde, hay que tratar de no dar pasos atrás.
Hoy en día hay magníficos arpistas por todo el mundo y magníficos fabricantes de arpas. Hoy también somos respetados por compositores, directores, colegas en general, festivales musicales, firmas de discos, de tal forma que hemos logrado que los ‘ángeles’ se olviden de nosotros y así formamos parte de una familia privilegiada de la más sublime y directa de las artes ¡la de la música!
Yo me siento feliz de haber colaborado con tantos buenos músicos, estrenado obras de grandes compositores, enseñando a grandes talentos, hoy arpistas del presente y del futuro, presentando mi trabajo ante un público que ha elegido llenar las salas de concierto para escuchar a un instrumento, bíblico, que con los años y mucho trabajo de muy pocos se ha puesto a la altura de otros muchos.
Para terminar voy a repetir unas palabras de Nicanor Zabaleta, el arpista que más he admirado y al que recuerdo con gran cariño: ‘El arpa es algo sutil, flexible, apto para modelar sonidos, reflejar expresiones, sentimientos y hacerlo sin excesos, de forma recogida e intensa, con capacidad de transmisión a los oyentes y lejos de ser ese mueble del que se arrancan oropeles y virtuosismos superficiales’. ¡Que Dios le oiga!