Como en cualquier otra carrera, la aspiración de quienes estudian el Grado Superior de Música es poder dedicarse a ello algún día de forma profesional. Ahora bien, los actuales procesos de selección para acceder a un puesto fijo de trabajo no parecen ser los más adecuados, a tenor de las opiniones expresadas tanto por esos estudiantes que quieren acceder por primera vez al mundo laboral como por los profesores en ejercicio.
Por Juan Mari Ruiz
En este momento se está estudiando la redacción de una ley que regule de manera específica las Enseñanzas Artísticas y también se ha iniciado un proceso de estabilización de las plantillas de toda la Administración, lo que hace de esta una ocasión inmejorable para analizar la idoneidad de esos procedimientos, si lo que se pretende es seleccionar a las personas más capacitadas para el puesto respetando los derechos de quienes están actualmente ocupando esas plazas y, al mismo tiempo, de los que acaban de finalizar sus estudios superiores. Un difícil equilibrio entre valorar la experiencia, los derechos laborales, la capacidad y la formación.
De lo que no cabe ninguna duda, a la vista de los datos que nos ofrece la encuesta realizada el pasado mes de abril de 2022 en la que se basa esta sección de Melómano, es que no gozan del apoyo de gran parte de los interesados:
Podríamos esperar que existiera una importante diferencia de opinión dentro del grupo de los profesores entre aquellos que tienen un contrato indefinido —un 60,3 % de los participantes en la consulta— y temporal —un 39,7 %—. Es decir, entre aquellos que ya han superado un procedimiento y los que aún deben enfrentarse a él. Pero, aunque esa diferencia existe, en ambos colectivos la opinión que merecen los procedimientos de contratación sigue siendo mayoritariamente negativa. En cambio, la opinión del profesorado de centros públicos y privados resulta ser muy similar:
Además de una opinión general, se pidió a los encuestados que contribuyeran al debate con sus comentarios. Los 384 estudiantes de Grado Superior dejaron 66 opiniones y los 626 profesores de todos los niveles, 361. Aquí veremos las que se repiten con mayor frecuencia, independientemente de estar más o menos de acuerdo con ellas, y alguna otra contrapuesta. El objetivo, como en el resto de estos artículos, es animar a la reflexión.
Una impresión muy repetida entre los estudiantes es que en la actualidad se convocan pocas pruebas, lo que causa el grave problema de interinidad del que hablaremos más abajo, y que en muchas convocatorias se prima sobre todo la antigüedad en el puesto por encima de otros criterios, dando más importancia a los méritos que a la prueba en sí. Algunos se quejan de que les resulta imposible competir con el profesorado interino a pesar de superar aquella, a lo que otros añaden el agravante de que lo que se valora es únicamente el tiempo de permanencia en el puesto, sin una supervisión real del desempeño. Algunos más denuncian la existencia de un cierto amiguismo y la necesidad de tener contactos, por lo que proponen que parte de las pruebas se desarrollen de forma anónima o tras una cortina, al estilo de las orquestas. Esta propuesta también es formulada por algunos profesores, junto con la de unos tribunales más imparciales. Cabría objetar que el anonimato no es posible en algunas de las fases, como la defensa de la programación o impartir una clase, en las que es importante observar cómo se comunica el candidato.
Algunos afirman que las pruebas son demasiado exigentes y que a partir de cierta edad su preparación supone un problema. Habría que analizar si esa exigencia es debida a que realmente se valora de forma exhaustiva aquello que se va a necesitar en el trabajo en el aula o si, por el contrario, lo que más puntúa y requiere mucho esfuerzo son otros temas, interesantes pero no tan fundamentales. Muchos de los encuestados denuncian que las pruebas no se adecuan a la práctica real en la docencia y que en ellas hay un exceso de teoría en detrimento de los aspectos más prácticos.
Varios de los estudiantes mencionan una cierta carencia en su formación si desean dedicarse a la docencia, algo que también es detectado por algunos profesores, que abogan por que esa formación tenga un carácter eminentemente práctico. Al igual que los estudiantes, muchos de los profesores piensan que se deben acercar los procedimientos de contratación a la realidad del trabajo que se va a desempeñar. Otra idea compartida entre estudiantes y profesores es que se otorga una excesiva valoración a los méritos —recordemos que también estamos hablando de la opinión expresada por profesores, a los que precisamente se les supone que disponen de ellos—, y que el temario es poco práctico. Algunos profesores incluso proponen eliminar los temarios de las pruebas.
Pero la principal denuncia de los profesores es el abuso de la temporalidad, con un profesorado interino que vive en la incertidumbre de si va a trabajar o no al año siguiente, contratos que dependen del número de alumnos matriculados en su especialidad e incluso, en algunos casos, yendo al paro durante los meses de verano. Algunos abogan por la contratación indefinida del profesorado con experiencia en el centro alegando que en su día se incorporaron al puesto superando una pruebas específicas, aunque otros ponen de manifiesto que eso no ha sido siempre así y reclaman que para acceder a cualquier lista sea obligatorio realizar una prueba. En relación con esto último, otros opinan que no se deberían conceder plazas de cátedra por acceso.
Con frecuencia hay convocatorias en las que las plazas quedan vacantes, lo que obliga a convocar rápidamente nuevas bolsas de trabajadores interinos porque se necesita un profesor con urgencia. Por este motivo hay quien pide una mayor autonomía de los centros para poder contratar sin depender de listas elaboradas con un criterio que consideran dudoso.
Lo que cabe preguntarse es si esa carencia aparente de personas aptas para el puesto es debida a una falta real de capacidad de los candidatos o a que al ser unas pruebas inadecuadas no es posible demostrar esa aptitud al tener que dedicar gran parte del tiempo de preparación a aspectos no directamente relacionados con lo que se va a enseñar.
La observación que se expresa un mayor número de veces por parte de los profesores es la falta en muchos procesos de selección de una prueba práctica en la que se deba impartir una clase a un alumno del nivel educativo en el que se desea ejercer. Parece evidente que no es suficiente con explicar cómo se va a dar clase mediante la presentación de una buena programación o unas excelentes unidades didácticas; es imprescindible ver al candidato en acción para poder apreciar su manera de expresarse, su capacidad para analizar al alumno, organizar la clase e idear soluciones prácticas para los problemas reales que este pueda presentar. Algunos profesores proponen directamente sustituir la exposición de la programación y la unidad didáctica por impartir una clase, pero curiosamente la reivindicación de una prueba práctica apenas aparece formulada entre los estudiantes.
La ausencia de una clase práctica en la prueba no parece muy lógica, porque sería como si para optar a un puesto en una orquesta se pidiera a los candidatos que describieran cómo tocan en lugar de demostrarlo con el instrumento.
Pese a que alguno no opina de igual manera, muchos profesores alegan que hay demasiada teoría en las pruebas y que no se tienen en cuenta los méritos artísticos. Afirman que los discos, libros y conciertos apenas puntúan, y que sí lo hacen en una mayor medida titulaciones o cursos que poco tienen que ver con la enseñanza musical. Este es un comentario que se repite con frecuencia, aunque otros advierten de que el mejor intérprete no es siempre el mejor pedagogo —algo que guarda relación con las carencias en la formación para la enseñanza reseñadas más arriba— y defiende que se deben aplicar más criterios pedagógicos y no tanto de interpretación con el instrumento.
También hay quien aboga porque no se valore el haber ejercido un puesto directivo, por considerarlo alejado de la actividad del aula. Ante esta falta de adecuación de los procedimientos alguno propone que el período de prueba tras la oposición sea el vértice de todo el proceso de selección para decidir sobre la idoneidad del docente.
Una propuesta bastante repetida es incorporar al proceso una entrevista con el tribunal e imitar lo que se hace en otros países de Europa, en los que la prueba consiste únicamente en tocar un recital, dar una o varias clases y mantener esa entrevista.
Lo que parece claro a la luz de todos estos comentarios es que los procedimientos deben respetar los derechos de todas las personas implicadas y tienen que encontrar el punto justo de equilibrio que permita demostrar mediante un prueba bien estructurada que se domina la especialidad, se posee la formación y experiencia suficientes y se es capaz de transmitir todo ello a los alumnos.
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