La educación musical en España. Un brevísimo resumen de la situación general en los diferentes ámbitos y niveles educativos. ¿Llegará el día en que la educación musical esté unida? Puede ser.
Por Ana M. Vernia Carrasco20
Universidad Jaume I
Presidenta de SEM-EE (Sociedad para la Educación Musical del Estado Español)
A mi modo de ver, la educación musical en España se reparte entre dos pilares fundamentales. Por una parte, está el potencial de quienes se dedican a la música en España, de manera seria; me refiero a los profesionales, tanto en la docencia, investigación, interpretación, composición, gestión, etc. En este sentido tenemos un potencial del que podría decirse que somos la envida del mundo, aunque en los últimos años parece que este pilar se tambalea, con peligro de que pueda caerse. El otro pilar, que está realmente dañado, es el espacio que ocupa la música en España.
En este artículo abordaré, desde mi humilde opinión, cuál es la visión que tengo de estos dos pilares y cómo podrían mejorarse si tuviera la ‘barita mágica’ en mis manos.
El primer pilar: los profesionales de la música
Mi visión es que falta formación de rigor. En los últimos años he asistido a muchos congresos donde la tónica común, o más bien la dominante, diría yo, es la poca formación que reciben los egresados en cuanto a una formación integral. Nos encontramos con unos perfiles de intérpretes cuya función es interpretar y eso lo hacen a las mil maravillas. Pero ¿dónde está la formación llamada complementaria? ¿Aquellas competencias transversales que les permitirán incorporarse a la vida laboral, que les harán ser más resilientes, responsables, comprometidos con la sociedad y con su profesión, en definitiva, que les harán ser más competentes para el presente y para asumir los retos del futuro? Parece ser que esta formación brilla por su ausencia, no porque no figure en las guías y planes de estudios, sino porque no se adquiere.
Si nos adentramos en el contexto universitario, comprobamos que los futuros maestros, con la pérdida de la especialidad, enseñarán música con el ukelele a modo de ‘raqueta de tenis’. No está mal, pues no aprenderán música los niños y niñas del futuro, pero sabrán que un artilugio con cuerdas puede utilizarse para más menesteres, además de como instrumento musical. Que no piensen los lectores que exagero, hablo desde el conocimiento de causa, lamentablemente, pues es lo que nos llega a la universidad desde la pérdida de la especialidad. Claro que hay excelentes docentes que imparten la asignatura de música, y deseo que tengan continuidad, pero nuestro sistema educativo no se apoya en las humanidades como debería.
Cabe destacar el último ejemplo recogido a modo de breve investigación, donde un estilo de música llamado reguetón es el preferido en tres centros educativos, argumentando el alumnado participante que es la mejor música, la que más les relaja y la que más les divierte. Entre las conclusiones se descubre que es el único estilo de música que escuchan. Las comunidades autónomas tienen un potencial en común, su patrimonio cultural y artístico, repleto de canciones populares, tradicionales, con sus instrumentos típicos y sus diversas formas de interpretación. La transmisión de este patrimonio solía ser oral hasta que investigadores se dedicaron a recoger este patrimonio y realizar importantes y arduos trabajo de transcripción y grabación. Doy gracias por ese trabajo porque parece que lo de la transmisión oral ya no funciona y algunos centros educativos no asumen la responsabilidad de dar a conocer su propia cultura.
Auditorios vacíos, orquestas que peligran, escuelas de música, danza, teatro, etc., que ofrecen opciones múltiples para poder subsistir, conservatorios que bajan su exigencia para no perder ‘clientes’…. No lo digo yo. Estas son algunas de las reflexiones que se han recogido en los últimos congresos relacionados con a la investigación musical. Pero esto daría para una tesis.
El segundo pilar: los espacios de la educación musical I
Leyes, decretos, reformas, intenciones, etc. Buena voluntad quiero pensar que no falta, intención y necesidad de mejorar el sistema educativo creo que también está. Sin embargo, parece que no se encuentra un marco idóneo para meter a las Enseñanzas Superiores Artísticas. Ni situar la formación y educación musical en la educación obligatoria donde debiera estar, me refiero a darle el valor que se merece desde la etapa infantil y pasando por los correspondientes niveles obligatorios. Tampoco es de razón hablar de bachilleratos artísticos en comunidades autónomas donde las asignaturas relacionadas con la música desaparecen en las pruebas de acceso a la universidad.
Un exalumno me comentaba en su momento, ‘Ana, ¿para qué tengo que seguir esforzándome tanto, conservatorio y bachiller, si finalmente no me van a pedir ninguna asignatura cuando me presente a las pruebas de la universidad?’. Mi argumento desde luego fue que, a pesar de su desilusión, debía seguir esforzándose porque nada le iba aportar tanto a su vida como lo haría la música. Aunque para mis adentros pensaba que tenía toda la razón, sin hacer mención al doble currículum.
En este doble currículum, o como se quiera denominar, donde los estudiantes de enseñanzas artísticas realizan un esfuerzo especial, con sus largas horas de estudio, ensayo y actuaciones… ¿No deberían estar reconocidos al mismo nivel (o más) si cabe que los deportistas de élite o los deportistas de alto rendimiento? Si en estos momentos pudiera preguntar a los lectores de Melómano, expertos entendidos en la materia, sin duda, pensarán por un momento en personas que podrían responder a estos perfiles de músicos de élite o del alto rendimiento, seguramente se podría confeccionar una lista bastante considerable.
Hace unos años presenté un trabajo de investigación en un congreso internacional donde, precisamente, justifiqué la necesidad de proponer unos perfiles para ‘músicos de élite’ y ‘músicos de alto rendimiento’. Además, publiqué un artículo (Elite Musicians: More Than a Physical Training) en el que planteaba la necesidad de reconocer el trabajo de estos perfiles de estudiantes y también la posibilidad de ofrecerles los mismos beneficios que los deportistas.
En cualquier caso, la actividad que desarrolla un músico va más allá de la actividad física, hacia la actividad intelectual. Como decía Dalcroze, la expresión corporal desde la práctica musical activa intelectualiza el aprendizaje musical. Mis investigaciones me han llevado a comprobar que la música practicada de manera activa es capaz de intelectualizar cualquier aprendizaje. Esas investigación también me han permitido observar y comprobar que la educación musical en manos inexpertas suele tener respuestas negativas.
El segundo pilar: los espacios de la educación musical II
Me he permitido dividir este pilar en dos partes, pues creo que merece especial atención el debate sobre el espacio de los estudios superiores artísticos. ¿Universidad de las Artes? ¿Entrar dentro de la universidad? ¿Nos quedamos como estamos? Recuerdo a mi estimada Encarnación López de Arenosa, que en el II CONSMU (Congreso de Conservatorios Superiores de Música) dijo que la música había entrado en la universidad, pero no los músicos.
Esto fue en el año 2014. Casi diez años después seguimos en el debate… Parece ser que, en los últimos meses, y con un borrador que no acaba de convencer (precisamente en el IX CONSMU se abordó de nuevo la temática), se sigue discutiendo sobre el espacio idóneo, las necesidades, los perfiles docentes, etc., que desde hace ya unos años movilizó (positivamente diría yo) a que los profesores de conservatorios ‘sufrieran la fiebre del doctorado’, con una importante oferta de tesis y publicaciones.
Soluciones a la carta
La experiencia me lleva a pensar que la solución está en la voluntad, por parte de todos y todas. Hay que ceder y hay que exigir, pero también hay que dar y exigirse. Por tanto, el éxito estará en el rigor y compromiso que exigimos y que ofrecemos.
La educación no es ninguna broma, no se puede estar comercializando con ella. Y menor broma es cuando hablamos de educación musical. La música es la herramienta que vertebra el currículum, lo podemos ver claramente o simplemente tratar de entender qué significa la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad. Para ello solo tenemos que investigar un poco y encontraremos miles de proyectos, investigaciones, papers donde la música se utiliza para todo. Podemos comprobar que desde la salud hasta el ámbito de la empresa se utiliza la música para aportar beneficios, también económicos.
Queda pues esa voluntad política, la voluntad docente, pero también la voluntad discente, en la implicación de las familias, en el rigor y el compromiso de las universidades, en las empresas que gestionan la educación musical, en los compositores, intérpretes, de aquellas personas que nos dedicamos a la música en alguna de sus formas.
No quiero que los lectores y lectoras se lleven una lectura negativa, sino todo lo contrario, destacando mis primeras palabras, y es el potencial que tenemos de músicas y de músicos. Simplemente no está visibilizado como se merece, por tanto, debe ser nuestro compromiso compartir, difundir, exigir y exigirnos. La excelencia está en nuestros auditorios, conservatorios, universidades y escuelas, ¡pero sobre todo en nuestro alumnado!
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