Festivales de verano… y otras cosillas
Por Alfonso Carraté
Editorial del número 254 de Melómano en papel.
La música clásica es una de las actividades, culturales y no tanto, que menos descansan en el periodo estival en nuestro país. Por ejemplo, el mundo del deporte se paraliza casi por completo por razones obvias de temperatura. Del mismo modo, los teatros cierran, las orquestas disfrutan de sus merecidas vacaciones, y, sin embargo, pudiera pensarse que, aparte de sol, playa, montaña, turismo, patrimonio y gastronomía, las actividades musicales florecen por doquier, desde las grandes capitales hasta los rincones más recónditos de nuestra geografía. Tampoco esto significa que haya que lanzar las campanas al vuelo y proclamar un estado de salud óptimo de la actividad musical. Quizás la ausencia del deporte rey, en los años en que no hay Copa de Europa ni Mundial de Fútbol, haga que los ciudadanos busquen nuevas experiencias para no aburrirse, ya que disponen de unas semanas de asueto. Quizás sea cierto, también, que todo lo que hemos estado sembrando durante décadas comience a dar su fruto, aunque sea tímidamente. De lo que no cabe duda es de la gran cantidad, variedad y calidad de la oferta en lo que a música clásica se refiere. Sería imposible citar todos los festivales de verano, pero si acuden ustedes a nuestras páginas informativas y publicitarias, posiblemente descubran tesoros ocultos que les animen a hacer algún viajecito no previsto. Y, ¡atención!, no es oro todo lo que reluce. Nuestros lectores ya conocen nuestro modo de pensar y sabrán que cuando hablamos de calidad en la oferta musical, no nos referimos necesariamente a los grandes festivales multimillonarios que ofrecen una vez más en su programación a grandes (y a veces no tan grandes) artistas y orquestas. Ya hemos podido comprobar hasta la saciedad que no siempre los que cobran cachés más abultados son los mejores… y, lo que es peor, que en ocasiones, incluso los que sí son mejores, vienen a España en verano tan solo a cobrar sus grandes honorarios, comer paella (aunque estén en Andalucía), beber vino (eso, al menos, les puede salir bien en casi cualquier zona del territorio patrio), y hacer luego un concierto penoso debido a la indigestión y la insolación juntas.
Sin embargo, lejos de la manada (título de un telefilme inolvidable protagonizado por Peter O’Toole), cientos de grandes profesionales de la música, insignes artistas que cobran menos de lo que debieran en lugar de mucho más de lo razonable (la justicia se halla en el punto intermedio) ofrecen sus conciertos en decenas de festivales de modesto presupuesto, inversamente proporcional a sus numerosos atractivos. Mencionaremos algunos que nos han impactado especialmente por uno u otro motivo: el Festival de Música Antigua de Pirineos (FeMAP) programa ni más ni menos que 53 conciertos en más de veinte poblaciones del Pirineo. Música, naturaleza y Patrimonio se unen en una oferta difícil de igualar. En otro extremo de la península, Vélez-Blanco (Almería) presenta un Festival de Música Renacentista y Barroca en una localidad de gran belleza. También en Los Pirineos, pero ahora en Panticosa o en Canfranc, podrán asistir a sendos festivales de lujo por su música y su entorno. En la zona centro, Segovia lleva décadas con un festival de verano diferente e imaginativo, con Acueducto, cochinillo y todo. La Comunidad de Madrid, con un modelo similar al del FeMAP, llega a más de setenta municipios con artistas de primer orden. Este tipo de festivales requieren una gran capacidad de organización y un esfuerzo supremo de coordinación ya que no resulta nada fácil para sus gestores conseguir el apoyo de pequeños pueblos a los que, quizás, la música clásica llegue tan solo una vez al año, gracias al festival de verano. También en la Comunidad de Madrid destaca por su buen hacer el Festival ASISA que se celebra en Villaviciosa de Odón, donde está garantizada la música de cámara de altura.
No quiero olvidarme de un festival de gran presupuesto, cuyo gran mérito reside en financiarse con fondos privados: el Festival de Peralada trae un verano tras otro a grandes cantantes y artistas consagrados, y gracias a ello consigue llenar sus conciertos, algo que no requiere justificación alguna tratándose de una iniciativa privada, aunque sea imperdonable cuando se trata de dinero público.
En definitiva, no dejen de escuchar música en verano.
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