El próximo día 5 de mayo, el Teatro de la Zarzuela pondrá en escena la primera de las catorce funciones de la ópera de Manuel Penella Don Gil de Alcalá, una obra de éxito estrenada en Barcelona hace casi noventa años. Se trata de la producción del Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo de 2017, con dirección escénica de Emilio Sagi y musical de Lucas Macías
Por José Prieto Marugán
En busca de la ópera nacional
No son pocos los compositores españoles que han soñado y trabajado para poner en pie eso que hemos dado en llamar ‘ópera nacional’, sin determinar siquiera qué es lo que hemos de entender por ‘nacional’. ¿Texto en castellano o en algún idioma de los que hoy son cooficiales? ¿Tema de nuestra historia? ¿Ambientación en ciudades u otras localizaciones españolas? ¿Inspiración en nuestros clásicos literarios?
Sea como fuere, lo cierto es que bastantes libretistas y compositores ‘zarzueleros’ han escrito obras teatrales que responden a la definición más básica de ópera. Arrieta, Bretón, Chapí, Gaztambide, Moreno Torroba, José Serrano, Usandizaga o Vives, por citar solo algunos de los nombres más destacados del repertorio zarzuelístico, escribieron obras líricas totalmente cantadas.
Entre estos compositores hemos de hacer un hueco a Manuel Penella, músico que, en su amplio catálogo de más de 80 obras de distinto tipo (zarzuelas, operetas, comedias musicales…), ofrece tres óperas: El Gato Montés (1917), Don Gil de Alcalá (1932) y La Malquerida (1935). Tres óperas, con texto del propio compositor, escritas en tres momentos distintos (37, 52 y 55 años, respectivamente) y de temáticas muy diferentes: El Gato Montés plantea la rivalidad de un torero (Rafael Ruiz ‘El Macareno’) y un bandolero (Juanillo ‘El Gato Montés’) por el amor de la gitana Soledad; La Malquerida sigue el drama original de Jacinto Benavente: la viuda Doña Raimunda se casa con Esteban, quien termina enamorándose de Acacia, hija de Raimunda. Los celos de Esteban le llevan a perseguir a todos los hombres que rondan por la casa, lo cual provoca que a Acacia la llamen en el pueblo ‘La malquerida’. Entre estas dos obras encontramos la ópera Don Gil de Alcalá,de la que nos ocuparemos enseguida.
Manuel Penella: hombre de teatro
A lo largo de su vida, Manuel Penella Moreno fue un bohemio, un viajero y, sobre todo, un hombre de teatro. Hijo del también compositor Manuel Penella Raga (1847-1909), nació en Valencia el 31 de julio de 1880 y murió en Cuernavaca (México) el 24 de enero de 1939. Estudió inicialmente con su padre, luego se ejercitó en violín (con Andrés Goñi) y aprendió composición y otras disciplinas en el conservatorio valenciano, siendo compañero de Salvador Giner. Un accidente en la mano izquierda truncó su futura carrera como violinista, pero a los 14 años era organista en la iglesia valenciana de San Miguel, y en 1896 dio a conocer su primera obra lírica: la zarzuela La fiesta del pueblo,en el Teatro Ruzafa de la ciudad del Turia. Al año siguiente viajó hacia América como director de orquesta de una compañía de zarzuela. La aventura no fue exitosa y Penella hubo de ejercer varios oficios y terminó en Ecuador como músico militar.
De regreso a España, en 1907, se dedicó plenamente a la actividad teatral, incorporándose a la nómina de músicos como Ruperto Chapí, Amadeo Vives, José Serrano y Joaquín Valverde Sanjuán (Quinito). En los siguientes años (1910, 1912, 1914, 1920) volvió a América, dando a conocer distintas obras, además de ejercer su faceta de empresario, sin olvidar su trabajo como director de orquesta.
La Guerra Civil española le llevó de nuevo a Argentina, donde dio a conocer su Don Gil de Alcalá,en 1937, en el Teatro Monumental de Buenos Aires, con el apreciado y popular barítono Luis Sagi-Vela en el papel protagonista. Penella murió en Cuernavaca, donde había acudido para supervisar la parte musical de la versión cinematográfica de Don Gil,que se tituló El capitán aventurero,dirigida en 1938 por Arcady Boytler, e interpretada por José Mojica, Manolita Saval, Carlos Orellana, Margarita Mora, Alberto Martí, Sara García y Eduardo Arozamena.
Felipe Sassone (1884-1959), periodista y dramaturgo peruano, afincado en España, definió a Penella con estas palabras: ‘Un levantino negro, como un moro, agudo y saladísimo, artista y español hasta la médula de los huesos, que sabía a maravilla su oficio’.
Don Gil de Alcalá: la historia
Esta segunda ópera de Penella ha sido señalada como ópera de cámara y también como ópera bufa. Tales denominaciones nos parecen inadecuadas; el libreto la señala, simplemente, como ‘ópera en tres actos’. Desarrolla una ingeniosa historia de amores y aventuras ambientada en el siglo XVIII en el Virreinato mexicano.
Acto I. Veracruz (México). Niña Estrella, huérfana al cuidado del Gobernador, está prometida a Don Diego, un acaudalado conde. Sin embargo, la muchacha ama en secreto al apuesto capitán español Don Gil de Alcalá, que le corresponde. Al levantarse el telón, en el ambiente de un colegio o internado, un criado anuncia que el carruaje del Gobernador ha sido atacado pero, gracias a la intervención de dos valientes desconocidos, los pasajeros han salido indemnes del asalto. Al poco aparecen el Gobernador, Don Diego y sus dos salvadores, que son el capitán Don Gil y el sargento Carrasquilla. La siguiente escena nos muestra un baile. Don Diego, viendo que el militar es un rival peligroso, se juega con él a las cartas quién de los dos bailará con Niña Estrella. Gana el capitán, pero Don Diego no acepta la derrota.
Acto II. Jardín del Palacio del Gobernador. Don Diego declara que el capitán es un aventurero mentiroso y sin escrúpulos; él está dispuesto a impedir su relación con la joven. En efecto, cuando el Gobernador se dispone a condecorar a Don Gil, descubre que lo del carruaje fue un engaño urdido por el propio capitán. El Gobernador, ofendido, condena a Don Gil con extremo rigor.
Acto III. Sala del Palacio. El Gobernador confiesa al Padre Magistral que tuvo en España un hijo natural, nacido de sus relaciones con una lavandera. Chamaco, que por casualidad ha escuchado la confesión, corre a contársela a Niña Estrella, declarando que ve en esta revelación una posibilidad para salvar a su capitán y prepara el plan. En la siguiente escena, Don Gil comparece ante el Gobernador y se revela como su hijo, dando tal lujo de detalles que nadie se atreve a poner en duda la palabra del militar. Como consecuencia, será perdonado y podrá tomar a Niña Estrella como prometida.
Estreno y difusión
La ópera se dio a conocer en el Teatro Novedades de Barcelona el 20 de octubre de 1932. Son sus personajes: Niña Estrella, huérfana, protegida del Gobernador y enamorada de Don Gil, soprano; Maya, sirvienta de Niña Estrella, mezzosoprano; Don Gil de Alcalá, capitán, enamorado de Niña Estrella, tenor; Don Diego, conde y rico hacendado, antagonista y prometido de Niña Estrella, barítono; Carrasquilla, sargento, compañero de Don Gil, bajo; Chamaco, sirviente del Gobernador y pretendiente de Maya, tenor cómico; Padre Magistral, confesor del Gobernador, barítono; Gobernador, padre accidental de Don Gil, barítono; Madre Abadesa, soprano; y Virrey, barítono.Dieron vida a los principales papeles en el estreno: Maruja Vallojera (Niña Estrella), Trini Avellí (Maya), Ricardo Mayral (Don Gil de Alcalá), Pablo Gorgé (Don Diego), Pedro Font (Carrasquilla) y Antonio Palacios (Chamaco). La escenografía fue de Salvador Alarma, Valera i Campsaulinas y la dirección musical del propio Penella.
Las razones para darla a conocer en la Ciudad Condal las explicó el propio compositor:
‘No quiero aprovechar la ocasión de que esta obra se estrene en Barcelona antes que en Madrid para dar coba a los catalanes diciéndoles que yo he preferido Barcelona. No hay tal. La verdad es que la he escrito aquí [Penella residía entonces en la ciudad catalana], y aquí, en el Novedades, está la inigualable compañía de Luis Calvo, el formidable empresario que tiene acaparados no digo a los mejores, sino a todos los verdaderos artistas líricos españoles.
Esta es la verdad, En Madrid no hay actualmente una sola compañía que pueda atreverse con Don Gil de Alcalá‘.
Don Gil fue muy bien recibida, y dada a conocer en Madrid, en el Teatro de la Zarzuela, el 20 de marzo de 1934, por la propia compañía de Luis Calvo, en la que entonces figuraban nombres de prestigio como María Espinal, Pablo Gorgé, Faustino Arregui, Teresita Silva, Trini Avellí, Antonio Miras, Pedro Font y Amadeo Llauradó. Después la ópera sería repuesta en la Zarzuela en 1963, 1981, 1989 y 1999. Además, se ha visto en el Liceu de Barcelona (1954), Auditorio de El Escorial (2010), Teatro Campoamor de Oviedo (1989 y 2017) y en la Escuela Superior de Canto de Madrid (2018). También se ha ofrecido en Argentina, México y Venezuela y otros lugares.
El texto y la música
Se dice que los libretos escritos por los músicos tienen escasa calidad. Suele ser cierto pero, sin entrar en el fondo de la polémica (un libreto no tiene por qué tener aspiraciones literarias, solo ha de servir para construir sobre él una partitura), nos atrevemos a señalar que el de Don Gil es bastante correcto. Resulta bien estructurado para la historia que cuenta, es ágil y dinámico, expone buenas situaciones teatrales, ofrece textos para que se luzcan los principales personajes y no le falta la intervención de la tradicional pareja cómica
En cuanto a la música, fue escrita inicialmente para una orquesta de cuerda, incluidas dos arpas. Esta infrecuente orquestación fue explicada por el propio autor:
‘Yo he instrumentado Don Gil de Alcalá para orquesta de cuerda solo porque se trata de una obra ‘dieciochesca’, y esa sonoridad fina, elegante, clásica si se quiere, va muy bien con los personajes de peluquín’.
En general, es música elegante y clara que expone una mezcla de ritmos americanos (habanera y jarabe mexicano) junto a modelos propios de la zarzuela (romanzas, dúos y concertantes) y músicas de corte clásico. Don Gil de Alcalá es página singular, que satisface al público y que consolidó la fama de su autor en España y América.
El propio compositor dejó escrita su valoración de la partitura en su autocrítica para el estreno de la obra en Madrid: ‘La obra es pura, limpia, cándida hasta la exageración, y esto, si el público ‘de todas clases’, lo pasa bien, tiene su mérito’.
Al tratarse de una ópera no existen los números musicales aislados propios de la zarzuela; todo el discurso musical es continuo. No obstante, nos permitimos destacar los momentos más atractivos.
El Acto I podríamos definirlo como de corte descriptivo, ambiental. La escena en que Niña Estrella descubre a su enamorado (‘Un capitán español’) es breve; música marcial para retratar la profesión de Don Gil. Poco después, la plegaria (‘Bendita cruz’) es música de gran vuelo melódico y carácter romántico. En lo que podemos llamar ‘romanza o aria’ de la carta, Penella usa el recitativo cuando la protagonista lee lo que le ha escrito el capitán. La aparición de Don Diego se produce en un dúo con Don Gil (‘¡Ellos deben ser!’) en el que se cuenta el salvamento del Gobernador. Un fragmento importe es la declaración de Don Gil enamorado (‘Detén tu alado paso’), melodía de amplio espectro, acompañada por la cuerda grave, en la que la voz se eleva, intensa y con cuerpo, es uno de los momentos más atractivos de la ópera. El siguiente número es instrumental (‘Pavana’), música de ambiente cortesano y dieciochesco, elegante y distinguida. Sigue un simpático Terceto (madrigal: ‘Tus ojos son dos rayos de sol’), protagonizado por Don Diego y Don Gil, con una intervención menor de Niña Estrella. El final del primer acto es una música varonil, hablamos del ‘Brindis del vino de Jerez’, cantado por el sargento Carrasquilla, acompañado por el coro.
El Acto II se abre con un dúo de los dos pícaros aventureros (‘¡Esto es vida, Carrasquilla!’). De aire marcial (no se olvide que son militares), es la confesión del falso rescate del Gobernador. La llamada ‘Romanza del jardín’ busca describir el caprichoso vuelo de las mariposas en una ligera, grácil y alada melodía. Contrastando con ella se produce un dramático y tenso terceto (‘¡Don Diego! Niégame ahora que me traicionas’) entre los dos rivales masculinos que descubren a Niña Estrella la superchería de Don Gil; fragmento potente, apasionado, amplio, que deviene en una cavatina enérgica y valerosa a cargo de Don Diego (‘Cuando se tiene una espada’). Termina este segundo acto con el fragmento más conocido de la obra: la delicada y acariciadora habanera (‘Todas las mañanitas’) que cantan Niña Estrella y Maya acompañadas del coro.
El Acto IIII tiene menos música y es, en general, de ambiente cortesano. Uno de los momentos más llamativos es un quinteto (‘Ándele no más’) en el que Chamaco concibe la idea de hacer pasar a Don Gil como el hijo que el Gobernador tuvo en Madrid con una lavandera del Manzanares. El final de la ópera es un amplio número concertante.
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