A la pregunta: ¿cuáles son los compositores que más admiras? Es muy común entre músicos y teóricos una respuesta que versa de la siguiente forma: “Siempre me han enseñado a valorar muy bien las tres B: Bach, Beethoven y Brahms”. Johannes Brahms y su última obra concertante, el Doble concierto para violín, violonchelo y orquesta opus 102 son nuestros protagonistas en este artículo.
Por Alberto Oliver
Apuntes biográficos
Johannes Brahms nació en Hamburgo (Alemania) el 7 de mayo de 1833. La música se introdujo en su vida a muy temprana edad. Su padre era contrabajista en orquestinas callejeras e impartía clases de solfeo al pequeño Brahms. Pronto se daría cuenta de su valía para la música y le pondría bajo la docencia de Otto Cossel, quien consiguió que el chico tocara el piano a los 7 años. Cossel hizo salir todo su potencial y aprendió rápidamente a tocar el violín, el violonchelo y la trompa. Al poco tiempo comenzó a recibir clases de Eduard Marscsen sobre teoría musical y piano. Aprendió tan rápidamente que pronto comenzaría él mismo a dar clases particulares y a tocar en los bares, cafés y burdeles del puerto para poder ganarse la vida, además de tocar en alguna banda callejera con su padre.
Cuando tenía 16 años conoció al violista húngaro Eduard Reményi. Ambos artistas congeniaron a la perfección y no tardarían en formar un dúo y realizar giras por algunas ciudades alemanas. Brahms ganó así una experiencia increíble y conoció un tipo de música que más tarde le sirvió para componer sus famosas Danzas húngaras. Con 20 años, Brahms ya había compuesto varias obras importantes para piano, serias y densas, carentes de encanto, pero llenas de grandeza. Con algunas cartas de recomendación, Brahms viaja para conocer a Fran Liszt y Robert Schumann. Si bien es cierto que el encuentro con Liszt no fue nada fructífero, conocer a Schumann fue todo un impulso en su carrera musical: vio enseguida en Brahms una gran esperanza para el futuro de la música.
Si hay algo que no podemos obviar en la biografía de Brahms es su vida en Viena. En 1862 hizo su primera visita a la ciudad, y en 1863 fue nombrado director de la Singakademie, un grupo coral, donde se concentró en obras a capela históricas y modernas. En 1868, tras la muerte de su madre, acabó su Réquiem alemán, una composición basada en textos bíblicos y a menudo citada como una de las piezas más importantes de la música coral creada en el siglo XIX. La pieza reúne múltiples capas de coro mixto, voces solistas y una orquesta completa. Las composiciones de Brahms de este periodo incluyen valses y dos volúmenes de Danzas húngaras para piano a cuatro manos. Disfrutó de un éxito constante en Viena. A principios de la década de 1870 fue director titular de la Sociedad de Amigos de la Música, llegando a dirigir la Orquesta Filarmónica de Viena durante tres temporadas.
Brahms nunca se casó y permaneció en Viena durante el resto de su vida. Después de su intento fallido de hacer de Clara Schumann su amante, pasó a tener una pequeña cadena de relaciones, incluyendo un romance con Agathe von Siebold en 1858.Estos últimos años del compositor le permitieron vivir cómodamente, ya que su música se había vendido bien desde 1860 y, además, fue un inversionista astuto, lo que le procuró éxito en el mercado de valores. Su fortuna, sin embargo, se veía igualada por su generosidad: a menudo daba dinero a amigos y jóvenes estudiantes de música.
En 1890 Brahms afirmó que renunciaba a componer, pero su postura fue de corta duración, y en poco tiempo había vuelto al oficio. Durante sus últimos años, Brahms completó Vier ernste Gesänge -basada en la Biblia hebrea y el Nuevo Testamento-, una pieza reveladora para el compositor, en la que abrazaba la muerte como un alivio de los excesos del dolor del mundo material, consecuencia de su dolor tras conocer la noticia del fallecimiento de Clara Schumann, el 20 de mayo de 1896. En esta época, la propia salud de Brahms comenzó a deteriorarse y ofreció su última actuación en marzo 1897 en Viena. Murió un mes más tarde, el 3 de abril, por complicaciones debidas al cáncer de hígado que padecía. Sus restos se encuentran en el Cementerio Central de Viena, junto a los de Beethoven, Mozart y Schoenberg.
Origen de la obra
El Doble concierto para violín, violonchelo y orquesta Op. 102 fue compuesto en el año 1887 en el lugar de vacaciones de Brahms, el lago de Thun, situado en Suiza, al norte de los Alpes. La grandiosidad y belleza de la naturaleza siempre inspiraron al compositor, como ya había sucedido con otras obras anteriores. Brahms era entonces un compositor plenamente reconocido y admirado, autor de cuatro sinfonías, un concierto para violín, dos conciertos para piano y orquesta, dos serenatas, el Réquiem Alemán, otras importantes obras y la mayor parte de su música para piano y cámara.
La obra fue compuesta para su amigo el violinista Joseph Joachim con el objetivo de recuperar su amistad, que en aquellos momentos se encontraba deteriorada por el divorcio del violinista y su esposa Amelie. Brahms había tomado partido por ella, lo cual afectó la relación. En el camino hacia la reconciliación primero escribió a Clara Schumann afirmando que el Concierto necesitaba ser revisado por “alguien que entienda de violines más que yo”, por lo que envió su manuscrito a Joachim como ofrecimiento de paz y este lo aceptó y no mostró reparos en sugerir revisiones a las partes de los solistas. Pero Brahms no quería un concierto de virtuosismo, sus ideas iban más allá y procedió a efectuar nuevas versiones de los pasajes más comprometidos.
El estreno del Doble Concierto tuvo lugar en Colonia en el mes de octubre de aquel mismo año, dirigido por Brahms y con Joseph Joachim y Robert Hausmann como solistas. El concierto se repitió en varias ocasiones durante la temporada 1887-88, con los mismos intérpretes. Después del estreno, Brahms entregó el manuscrito a Joachim con la inscripción “para aquel por quien fue compuesto”.
El Concierto consta de tres movimientos: el primero es un movimiento rápido al uso; el segundo es un lento, tipo nana, de las que Brahms solía componer muy a menudo; y el tercero es un rondó, una forma muy curiosa debido a que Brahms estaba considerado un clásico dentro de la época del Romanticismo por su frecuente recuperación de formas y recursos del Clasicismo, entre ellos la forma rondó. Pero, al mismo tiempo, y tal y como decía Arnold Schoenberg en su libro El estilo y la idea, Brahms era un compositor progresivo, porque una de sus características principales era lo que el propio Schoenberg llamaba “la variación progresiva”, es decir, coger un tema y utilizarlo para desarrollar y variar sus pequeñas células, muy al estilo de Beethoven.
Estructura
Primer movimiento: Allegro
Es una forma sonata en la que prácticamente todo el primer tema y el recitativo del comienzo están basados en un intervalo de tercera (“re-mi-fa”, “la-si-do” o “si-do-re”), ya sea en la exposición, el desarrollo o en la re-exposición, así como en el tercer y cuarto compás del comienzo de la parte de la orquesta, siendo al mismo tiempo el bajo del primer y segundo compás. Además, con esas tres notas empieza el violonchelo su recitativo para después desarrollar a lo largo del movimiento muchos motivos pequeños y temas subsidiarios que están basados en estas tres notas que varían progresivamente en el primer movimiento.
Después utilizará reiteradamente y de forma un poco oculta la frase “Frei aber einsam” (“Libre pero solo”) representada por las notas F-A-E (fa-la-mi). De hecho, hay una sonata que escribieron conjuntamente Brahms, Schumann y Dietrich que se llama la Sonata F-A-E, basada en esas notas. Este mensaje está oculto, no aparece de forma natural, pero sí podemos encontrar “la-fa-mi” o “fa-mi-la”.
Como decíamos, este primer movimiento está basado en una forma sonata en la que aparecen dos temas: el primero es el que mencionábamos en las primeras líneas, y el segundo es el primer tutti de la orquesta, que después es expuesto de manera concertante por el violonchelo y el violín, combinando todo tipo de relaciones -diálogo, conversación, unísono, movimientos contrarios, etc.-, de manera que se produce una sensación de variedad continua que en ningún momento llega a resultar monótona.
Segundo movimiento: Andante
Es una especie de nana en la que también aparece oculto el motivo F-A-E un poco más rebuscado. El tema principal está formado por una figura interválica muy característica de Brahms, el salto de cuarta (“la-re-mi-la”), que aparece en muchísimas de sus obras, como en el segundo movimiento del Sexteto de cuerda en Sol mayor Op. 36, el Quinteto con piano y en la Segunda sonata para violonchelo. Hay muchas teorías sobre esto, una de ellas se basa en la idea de que, al veranear en el lago de Thun, tomó como referencia un instrumento muy característico de esa zona, la trompa alpina, cuyo sonido se caracteriza por este salto. Bien es cierto que su gran amigo y protector Robert Schumann cuando quería citar a su amada esposa Clara utilizaba el intervalo de quinta descendente -como en el tiempo lento del Concierto para violonchelo-. Lo interesante de esta cuestión es que si invertimos el intervalo de quinta lo convertimos en uno de cuarta, pudiendo ser una forma indirecta de citar su amor por Clara.
Al final del movimiento encontramos lo que podríamos considerar un homenaje a Schumann y su predilección por los personajes opuestos y complementarios, como en su Carnaval Op. 9 con los personajes de Eusebius y Florestán, que representan lo apolíneo y lo dionisíaco, lo racional y lo festivo. Aquí encontramos un momento de locura muy al estilo de la novela de Robert Louis Stevenson Dr. Jekyll y Mr. Hyde cuando el violín propone una melodía y el violonchelo responde en actitud furiosa.
Tercer movimiento: Vivace non troppo
Este movimiento utiliza una forma rondó ABACABA, una especie de forma de arco clásica. Aquí vuelve a aparecer el motivo F-A-E (mi-fa-mi-la) seguido de unos momentos descendentes cromáticos típicos en el estilo de componer de Bach -como en el Crucifixus de su Misa en Si menor– para, seguidamente, retomar de nuevo el motivo F-A-E. Dejando el estribillo (A), a continuación realizará diversas coplas o variaciones (B y C) intercaladas entre los diferentes estribillos, cada una de las cuales tiene una personalidad diferente, siendo una más rustica y la otra de carácter más íntimo. Otra de las peculiaridades de Brahms presentes en este movimiento es su afición por la música húngara que tanto éxito le dio, con sus danzas, empleando muchos de los recursos de los zíngaros en algunas de estas variaciones. También desarrolla mucho la interválica, por ejemplo en la coda, donde solo utiliza algunos intervalos con un pequeño floreo de medio tono que es utilizado al final permanentemente.
La interpretación de la obra se ve siempre muy afectada por requerir dos solistas brillantes y compenetrados y, como le ocurría a menudo, Brahms tuvo muchas dudas antes de que llegara el día del estreno. La elección de la combinación de instrumentos solistas fue algo fuera de lo corriente (solo Beethoven se atrevió con su Triple concierto), planteándose con ello ciertos problemas de balance entre el violonchelo y el más brillante y flexible violín, y entre ambos instrumentos y la orquesta. Este último aspecto fue solventado por Brahms adoptando una orquestación más ligera de lo habitual en los pasajes de acompañamiento.
Esta obra en su estreno no tuvo mucho éxito ni el beneplácito de sus admiradores habituales, como Hanslick, que era un gran y fiel admirador de Brahms, incluso su gran amiga y confidente Clara Schumann tuvo una reacción poco favorable comentando que era “poco brillante”. La obra fue calificada como “una de las composiciones de Brahms más inalcanzables y poco disfrutables”. De hecho, Brahms había iniciado la composición de un segundo concierto para estos instrumentos, pero destruyó el borrador al ver la reacción que tuvo el público y, sin duda, desalentado por ello, dedicó la década final de su vida a la música de cámara, su favorita, creando quizá como un pequeño desafío de su talento algunas de sus mejores composiciones.
Los sueños nos liberan de las limitaciones de la realidad y nos permiten luchar por el ideal. Imagino que los compositores a menudo deben soñar con nuevos instrumentos maravillosos que trascienden las cadenas sonoras de su tiempo para hacer realidad sus visiones de más largo alcance. En el siglo XX Charles Ives, Harry Partch, John Cage y otros lograron actuar sobre tales impulsos, pero en la época romántica fue Johannes Brahms. Con la creación del Doble concierto, Brahms retorna a una forma virtualmente abandonada desde el Barroco alemán e italiano: la del concierto con intervención de violín y chelo, dos voces que dieron al mundo un maravilloso ejemplo de fusión y armonía espiritual y sonora en los célebres concerti grossi, comenzando a escindirse como elementos de colaboración cuando el reinado del concierto solista comenzó a proscribir la participación de más de un solista.
Si hay algo por lo que Brahms es admirado por la mayoría de los músicos es por ser un compositor al que le gustaba lo racional. Todo tenía que ver, de ahí “la variación progresiva” de la que hablaba Schoenberg, no hay nada que esté puesto al azar o que aparezca por inspiración divina: desde los intervalos hasta la bordadura del tercer movimiento, todo está conectado. En un tiempo de desenfrenado romanticismo e inquebrantables sentimentalismos debía haberse despertado de algún modo la exigencia intelectual de Brahms. En realidad, la obra es el resultado de la lucha a lo largo de una vida en la que Brahms trató de esconder sus agitadas emociones detrás de severas y controladas formas clásicas. Solo él podía arriesgarse a componer según unas estructuras cuyas exigencias encajasen en tan deseado plan y crear una obra en la que los intérpretes debieran compartir la temática y la libertad de movimientos.