La parte más lírica de La Tetralogía
Die Walküre (La Valquiria), “primera jornada” de Der Ring des Nibelungen (El anillo del Nibelungo), es la más popular de las cuatro partes que componen esta obra monumental, donde se nos muestra, al igual que el prólogo Das Rheingold (El oro del Rin), una obra fuertemente romántica con amores incendiarios, trágicas muertes y un final de una intensidad lírico-dramática insospechada para la época en que Wagner terminó la partitura hacia mediados del siglo XIX. Incluso, se puede considerar que en el personaje de Siegmund se autorretrata el joven Wagner, como participante en la ciudad de Dresde enla Revolución de 1848, y, por ello, perseguido por la justicia conservadora y exiliándose en Zurich.
El personaje de Siegmund rechaza la promesa de las glorias y magnificencias del Walhall para compartir la triste suerte de su amada Sieglinde y, en consecuencia, desaparecer trágicamente sin fama ni recuerdo.
Siegmund tiene referencias histórica perfectamente tangibles: ya se ha comentado que se asemeja al propio Wagner, huido, acosado, sin hogar, y doliente exiliado en Suiza, sin poder asistir en 1850 al estreno de Lohengrin, su última ópera romántica.
Sin embargo, la reflexión de Wagner al componer Die Walküre es de más alto contenido. Wotan-Wälse dejó una espada en algún lugar de la peripecia vital de su hijo, que este blandirá en beneficio del dios sin tener el más mínimo conocimiento de la voluntad paterna. Pero -lo sabemos por propia experiencia- los hijos se rebelan contra los padres y, si esa rebeldía se vuelve radical, es preciso sofocarla y cortarla de raíz. Así lo expone Fricka con irreprochable diagnóstico: “burlados por los hombres, privados del poder, nosotros, los dioses, pereceríamos, si hoy mi derecho no fuera augusta y magníficamente vengado por la valerosa virgen”, refiriéndose a Brünnhilde, ejecutora de la voluntad de Wotan.
El destino trágico de Siegmund no es, pues, solo el mítico destinado a los héroes llamados a morir en combate, sino la del rebelde aplastado por el poder, para impedir que su actuación y presencia pueda -claramente- desestabilizarlo y colocarlo en serio peligro. En cuanto a la voluntad de Wotan, que, primeramente incita a la rebeldía, luego duramente la reprime, erigiéndose, según avanza la acción de Die Walküre, en un arquetipo sufriente de la soledad que rodea a los poderosos.
El drama de Wotan domina la acción desde el momento -en pleno acto I- en que Fricka le arranca el juramento de que Siegmund caerá abatido en el inminente enfrentamiento armado con un Hunding, celoso al comprobar palpablemente el ardiente amor que su esposa Sieglinde siente por el héroe. Sin embargo, con lo que no cuenta Wotan es que la ejecutora de su voluntad, Brünnhilde, se va revolver contra esa contradictoria y brutal orden, al presentarse ante Siegmund para anunciarle su próxima muerte es una escena musical y dramáticamente de magnífica factura.
Pero, antes que Wotan se quede irremisiblemente solo, hay otro momento en el tercer y último acto de Die Walküre que tiene una capital importancia para entender El Anillo del Nibelungo en su conjunto: Brünnhilde alcanza el paraje donde aguardan sus hermanas las valquirias y esta llegada desconcierta a las vírgenes guerreras. El corcel de Brünnhilde viene visiblemente cansado, algo que también es expuesto por la música orquestal. Ella no lanza su grito de saludo y, además, trae a una abatida Sieglinde, por la intencionada y malévola muerte de su amado Siegmund. Brünnhilde les cuenta que ha desobedecido las órdenes de Wotan para pedirles en vano a sus hermanas que las protejan a ella y a Sieglinde de las iras de su padre. Entonces comienza la breve pero trascendental intervención de Sieglinde, para proclamar que espera un hijo de su amado Siegmund y quiere ahora vivir para salvar al nuevo welsungo. Brünnhilde le va a dar el nombre de Siegfried, que significa etimológicamente Paz victoriosa o El que trae la paz por la victoria.
Die Walküre concluye con la escena en la que las valquirias escapan en furiosa cabalgada, cuando un terrible Wotan las amenaza con la misma suerte de Brünnhilde si no se apartan de allí y se mantienen lejos de este lugar. Cae el crepúsculo y llega la noche, y Brünnhilde permanece tendida a los pies de su padre, quien se muestra erguido en toda su estatura y con su lanza fuertemente asida. Entonces se establece ese soberbio dúo de ambos, verdadero culmen de esta primera jornada, con preguntas y justificaciones en la mujer y tremenda amargura en el hombre. Finalmente, Wotan la condena a morar en una colina rodeada de una circunferencia de fuego que, en un día aún lejano, será traspasada por el intrépido Siegfried.
Indudablemente, en Die Walküre se nos presentan unos soberbios retratos psicológicos de cada uno de los personajes: Siegmund, Sieglinde, Brünnhilde y Wotan. La tragedia del dios atado por los pactos, los cuales le condenan indefectiblemente a la propia autodestrucción, aparece plasmada con tal realismo y emotividad que convierten a Wotan en uno de los grandes personajes del teatro mundial, equiparable a Edipo y el Rey Lear, aunque con un destino mucho más amargo: el de ser dios y no poder hacer nada para poder evitar su propia desaparición.
La voz insertada en un riquísimo entramado musical suntuosamente orquestado
En Die Walküre aparece un caudal de inspiración tan alto que resulta prodigioso, tanto en el plano netamente orquestal, como en el dramático-vocal. Wagner aporta 25 nuevos leit-motive (motivos recurrentes) a los 17 que toma de El oro del Rin, y que forman el conjunto músico-ideológico de su argumento. No es recomendable resaltar de tan rico tejido musical sus fragmentos más antológicos, a pesar de que la costumbre operística trasplantada a otro género insista en ello. A ningún drama musical de Wagner se debe aplicar esa fórmula. Por ello, es altamente recomendable la audición completa del Anillo y, sobre todo, la comprensión de esta obra, sin olvidar en ningún momento que los planos de su desarrollo -texto y textura a base de leit-motive– no solo se complementan, sino que, al juntarse, nos dan la verdadera y más honda razón de ser del drama.
Ya nos sumergimos en un mundo musical fascinante, desde los primeros compases de la obertura, con esa soberbia descripción que la cuerda grave realiza de la inquietante tensión que embarga a Siegmund antes de llegar a la casa donde habitan Hunding y Sieglinde.
Difícil resulta en un tan prodigioso entramado orquestal destacar unos momentos musicales en detrimento de otros. Aquí la música resulta de calidad extrema con unos interludios orquestales con momentos auténticamente sublimes, que van a influir en grandes músicos posteriores como Gustav Mahler, Anton Bruckner, Richard Strauss e, incluso, Dimitri Shostakovich.
Ríos de tinta han elogiado la famosa Cabalgata de las valquirias después de los lúgubres momentos musicales y dramáticos que suponen la muerte de Siegmund al comienzo del acto III.
Sin embargo, es en la última escena de la ópera (tercera del acto III), donde la creatividad wagneriana llega a altísimas cotas, en una perfecta conjunción de texto (escrito por el propio Wagner) y música. Die Walküre concluye con unas notas del timbal en pianissimi, que deben ser audibles y retumbantes para el público, pudiendo oírse hasta cuatro veces el motivo musical recurrente de la interrogación al destino: sobre arpegios de los violines y las violas, junto a seis arpas, el último acorde emitido por los metales cierra la obra con la soledad y la quietud de las cumbres y de la noche, iluminadas por el tenue resplandor de ese fuego que bebe rodear y proteger a Brünnhilde por toda la eternidad.
La ópera requiere voces de calidad extrema en gran expresividad y, por supuesto, un absoluto dominio idiomático y estilístico de corte ampliamente dramático para Wotan, Brunnhilde y Fricka, y de carácter -hablando en términos de ópera italiana- ‘spinto’ para los personajes de Sieglinde y Siegmund, quien se luce vocalmente como solista en la escena tercera del acto I “Ein Schwert verhiess mir der Vater…” (“Mi padre me prometió una espada…”), pero sobre todo en los largos, líricos, y preciosistas dúos de ambos en el transcurso de los actos I y II. Brünnhilde tiene su grandes momentos solistas en el arranque de la tercera y última escena del acto III, con que se cierra la ópera “War es so schmählich, was ich verbrach…” (“¿Tan infames fueron mis actos…”). Imponente también Wotan en esa escena final con esa intervención llena de emotividad y preciosa música “Leb wohl, du kühnes…” (“Adiós, osada, magnífica mujer…”). Destacar, asimismo, el monólogo de Fricka del acto II “So ist es denn aus mit den ewigen Göttern…” (“Finalizó de ese modo la estirpe de los dioses eternos…”)
Y, como expone el malogrado Ángel Fernando Mayo, máximo conocedor español del mundo wagneriano: “El final de Die Walküre, no es solo una joya musical, sino también la soberbia expresión poética del drama de quien voluntariamente ha decidido renunciar y ceder ante ‘el más libre que yo, el dios’. En ese momento Wotan es realmente grande, pues el poderoso, el político, ha dado paso en él por fin al hombre.”
Die Walküre, drama musical en tres actos con libreto y música de Richard Wagner, se estrenó en el Königliches Hof-Nationaltheater de Munich, el 26 de junio de 1870. El estreno en España no se produjo hasta el 19 de junio de 1899, en el Teatro Real de Madrid.
Wagnerianos y antiwagnerianos
Todo un gran experto en Wagner como nuestro compañero y buen amigo Justo Romero, asiduo visitante de la “Colina Sagrada” de Bayreuth, y que dedicó un magnífico estudio a Die Walküre en el número de nuestra revista de diciembre de 2002, con ocasión de las funciones de esta ópera que se representaron en el Teatro de la Maestranza de Sevilla en ese mismo mes, y adelantando las que iban a tener lugar en marzo y mayo-junio de 2003, respectivamente en el Teatro Real de Madrid y Liceu de Barcelona, decía al comienzo de su estudio de Die Walküre: “¿Quién es Wotan? ¿Quién es Brunilda? “Yo a Wagner es que no lo aguanto”. Aún se oye con cierta frecuencia esa majadería. Ningún antídoto mejor para hacer más llevadera la estupidez que en un par de preguntas directas y sin dobleces al mismísimo corazón del supuesto antiwagneriano. ¿Quién es Wotan? ¿Quién es Brunilda? El antiwagnerismo, en su supino desconocimiento, se encogerá de hombros y lo más que se atreverá a balbucear es un seco “no me interesa”. La cosa resulta tan grotesca como quien dice que no le gusta Beethoven y ni si quiera conoce La Quinta Sinfonía. Si usted lector es uno de esos melómanos que no aguantan a Wagner, acepte con benevolencia esta crítica, abra sus oídos y su corazón, y sumérjase sin prejuicios en la obra del creador de “la música del futuro”. La Valquiria es una excelente oportunidad para comenzar a conocerla y, por ello, también a disfrutarla y amarla.”
ALGUNAS GRABACIONES
3 CD WALHALL RECORD. ADD MONO. 1940 (Tomada en directo). Marjorie Lawrence, Lauritz Melchior, Lotte Lehmann, Emanuel Litz, Kertin Thorborg. The Metropolitan Opera Orchestra. Director: Erich Leindsdorf.
Se trata de una Die Walküre tomada en Boston el 30 de marzo de 1940, en la gira primaveral de la compañía del Teatro Metropolitan. Aunque el sonido es algo deficiente, podemos escuchar una versión de calidad excepcional, sobre todo por una serie de voces encabezadas por ese “Dios supremo” del canto wagneriano que fue el tenor danés Lauritz Melchior, quien, junto a una también extraordinaria Lotte Lehman, componen una casi -solo equiparable a la Wolfgang Windgassen y Grée Brouwenstijn en el Anillo de Bayreuth de 1956- inalcanzable pareja de Siegmund y Sieglinde, y cuyos “Wälse” del acto I son de una ofuscante belleza. Magníficas también, las creaciones de Marjorie Lawrence y Friedrich Schorr, respectivamente Brunnhilde y Wotan. También Kerstin Thorborg y Emanuel List realizan buenas interpretaciones respectivamente de Fricka y Hunding. Aunque la orquesta del Met no tenía por aquellos años la calidad que exhibe en la actualidad, Erich Leindsdorf dirige con maestría y gran fuerza, para ofrecernos una lectura intensa y tremendamente contrastada de esta maravillosa partitura.
3 CD AUFHME URANIA. ADD MONO. Toma en studio en 1954. Martha Mödl, Luwig Suthaus, Leonie Rysanek, Ferdinand Frantz, Gottlob Frick. Orquesta Filarmónica de Viena. Director: Wlhelm Furtwängler.
El gran Furtwängler en 1950 dirigió un Anillo completo en el Teatro alla Scala con un vigor y carácter insuperables, aún teniendo en cuenta notorias insuficiencias para este empeño por parte de los conjuntos orquestales y corales del coliseo scaligero. Aquí encontramos una Brunnhilde mítica en la soprano Kirsten Flagstad. Y la otra indudable referencia es la Fricka de la extraordinaria mezzo Elisabeth Höngen. El año 1954 (Furtwängler fallecería en noviembre de ese mismo año) fue verdaderamente extraordinario en la vida del gran maestro berlinés ya que nos ha legado verdaderas joyas, como la película filmada en el Festival de Salzburgo de Don Giovanni, o esa inalcanzable versión discográfica de Tristan e Isolda. Pues bien, también ese último año de su vida emprende la titánica empresa de grabar en estudio El Anillo del Nibelungo completo; el gran empeño queda reducido a esta grabación de Die Walküre, verdaderamente magnífica por la gran dirección orquestal del maestro berlinés al frente de una extraordinaria orquesta como la Filarmónica de Viena. Furtwängler murió el 30 de noviembre de 1954 en Baden-Baden, solo unas semanas después de concluir esta grabación.La Brünnhilde de Martha Mödl es magnífica, pero inferior ala Kirsten Flagstad. Magnífico en todos los sentidos la creación de Siegmund por parte de Ludwig Suthaus, un tenor muy querido de Furtwängler y gran voz wagneriana. Suthaus empasta muy bien con la excelente Sieglinde de una joven soprano austriaca de apenas veintisiete años llamada Leonie Rysanek, destinada a una gran carrera posterior en variopintos repertorios. Destacar asimismo las creaciones de Wotan (Ferdinand Frantz) y Fricka (Margarete Klöse). Significar, asimismo, la magnífica creación de Hunding por parte del bajo-barítono Gottlob Frick, destinado a realizar una gran carrera en el nuevo Bayreuth de Wieland Wagner.
3 CD dentro de los 11 CD que constituyen la toma en directo del Festival de Bayreuth de 1956, comercializada en los últimos años, con excelente sonido por el sello ORFEO. En aquel Anillo los interpretes de Die Walküre eran: Astrid Varnay, Hans Hotter, Gré Brouwenstijn, Wolfgang Windgassen, Giorgina von Milinkovic. Orquesta del Festival de Bayreuth. Director: Hans Knappertsbusch.
El Anillo de 1956 ha sido resaltado por la crítica como el mejor de la historia. Aquí se conjugan la presencia directorial de Knappertsbusch (“Kna”), quien puede ser considerado el máximo exponente en la traducción orquestal de esta colosal obra. Centrándonos en Die Walküre, tenemos un elenco de extraordinarios cantantes wagnerianos que dieron un inusitado brillo al nuevo Bayreuth, creado por Wieland Wagner. La presencia en este Anillo de Wolfgang Windgassen, resulta extraordinaria y de un esfuerzo verdaderamente titánico ya que en solo cuatro días afrontó los roles de Siegmund en Die Walküre y de Siegfried tanto en Siegfried como en Göterdämmerung (El ocaso de los dioses). Como curiosidad, comentar que Windgassen sustituyó a muy última hora en el papel de Siegmund a un indispuesto Ramon Vinay. También impresiona la capacidad de este tenor wagneriano (el mejor de los últimos sesenta años) para adentrarse totalmente en la psicología de ambos personajes por vocalidad y, sobre todo, por una perfecta adecuación dramática. Aquí Windgassen empasta de maravilla con la extraordinaria Sieglinde de la soprano holandesa Gré Brouwenstijn, siendo sus largos e intensos dúos del acto I y II solo equiparables -ya lo he comentado- a los de Melchior y Lehmann. Ya en Festival de Bayreuth del año anterior, Widgassen y Brouwenstijn habían impresionado por sus magníficas interpretaciones de Tannhäuser y Elisabeth. La Varnay realiza una interpretación también referencial de Brünnhilde. Toda una gozada canora escuchar el Wotan del gran Hans Hotter. No desmerece tampoco de ese alto nivel interpretativo la creación de Fricka por parte de Giorgina von Milinkovic. En fin, una Die Walküre, escrita con letras de oro en la “Historia dela Lírica”.
2 DVD DEUTSCHE GRAMMOPHON . Deborah Voigt, Eva-Maria Westbroek, Jonas Kaufmann, Bryn Terfel, Hans-Peter König, Stefhanie Blythe. Producción de Robert Lepage. Escenografía: Carl Fillion. The Metropolitan Opera Orchestra. Director: James Levine.
De gran categoría esta producción del Metropolitan neoyorquino de Robert Lepaje, también responsable de la dirección escénica y que fue tomada en vídeo de alta definición en mayo de 2011. Minimalista pero muy sugerente la escenografía de Carl Fillion, que, combinada con la iluminación de Etienne Boucher, logra efectos de gran impacto visual, jugando con luces y sombras. En la dirección musical encontramos a un avejentado James Levine, con serios problemas de salud, pero dirigiendo con excelente pulso a la orquesta del Met, y acercándose a sus interpretaciones wagnerianas de antaño. El equipo vocal es verdaderamente magnífico, empezando por la pareja protagonista Sieglinde y Siegmund. Gran trabajo -como siempre- de la soprano holandesa Eva-Maria Westbroek, una de las mejores cantantes de la actualidad, versátil, buena actriz, con una voz timbrada, extensa y rotunda, que nos recuerda, por momentos, a la de Renata Tebaldi, aunque la Westbroekse mete mucho más de lleno en los personajes que interpreta, en comparación con la soprano de Pesaro. Desde los tiempos de otra gran soprano, también holandesa, llamada Gree Brouwenstijn, o también de la austriaca Leonie Rysanek, no habíamos podido encontrar una Sieglinde más completa. El Siegmund de Jonas Kaufmann tampoco le va a la zaga. Ambos cantan y actúan sobremanera, con un perfecto empaste de sus voces en sus intensos y líricos dúos. Mucho más discreta la Brünnhildede Deborah Voigt, con una voz seriamente tocada por arriba, y a años luz de las creaciones de este personaje realizadas por Martha Mödl, Astrid Varnay o la gran Birgit Nilsson. Truculento e inquietante el Wotan del galés Bryn Terfel, en un rol que le va mucho a su vocalidad. Muy bien el vengativo y siniestro Hunding de Hans-Peter König. De buena vocalidad, y bastantes unidades técnicas de masa, la mezzo Stephanie Blythe como Fricka. En suma, una sobresaliente Valkiria, sobre todo por las interpretaciones de Eva-Maria Westbroek y Jonas Kaufmann, junto al buen pulso directorial de James Levine. Plácido Domingo y Joyce Di Donata nos adentran al comienzo de cada uno de los actos en los entresijos de esta preciosa ópera.