El pasado 2020 se cumplió el centenario del estreno de la ópera Die tote Stadt (La ciudad muerta) de Erich Wolfgang Korngold, que tuvo lugar el 4 de diciembre de 1920, simultáneamente en Colonia y Hamburgo, algo verdaderamente insólito, que mostraba el gran interés de los teatros por la música de un joven Korngold de apenas 23 años. Se trata de una de las óperas más importantes del siglo XX, donde se conjuga el estilo compositivo tardo-romántico, aún brilla sobremanera un fino melodismo, con rasgos de música vanguardista, aunque lejos del atonalismo. En conmemoración de este centenario tuvieron lugar los pasados meses de octubre y noviembre una serie de exitosas representaciones de esta ópera en el Teatro la Monnaie de Bruselas.
Por Diego Manuel García
Un compositor de gran precocidad
Erich Wolfgang Korngold nació el 29 de mayo de 1897 en la ciudad checa de Brno (entonces perteneciente al Imperio Austro-Húngaro) en el seno de una familia judía muy relacionada con el mundo de la música. Fue un niño prodigio que recibió las primeras lecciones de su padre, el prestigioso crítico musical Julius Korngold. A los 7 años comenzó a componer, siendo su primera obra importante una sonata para piano escrita en 1908. Al año siguiente, Gustav Mahler quedó verdaderamente asombrado al escuchar otra obra suya, la cantata Gold. Tanto Mahler como Richard Strauss aconsejaron a su padre que Wolfgang estudiase en el Conservatorio de Viena, donde será alumno del afamado compositor Alexander von Zemlinski.
El estreno de su pantomima Der Schneemann (El hombre de nieve) tuvo lugar en el Hofteather de Viena, en 1910, con la asistencia del propio emperador Francisco José. En 1911, con su Obertura Schauspiel mostró una asombrosa capacidad como orquestador. En 1912 compuso su Sinfonietta, donde se incluían instrumentos como la celesta, piano y una amplia sección de percusión. En 1916, con solo 19 años estrenó en Múnich sus dos primeras óperas: Der Ring des Polykrates (El anillo de Polikrates) y Violanta, con dirección orquestal del gran Bruno Walter.
Por aquellos años, Giacomo Puccini, llegó a decir: ‘Korngold tiene tanto talento que podría dar la mitad y aún le quedaría bastante para él’. En 1920 estrenó su obra maestra, la ópera Die tote Stadt. En 1927 estrenó en Hamburgo su cuarta ópera, Das Wunder der Heliane (El milagro de Heliane), que fue acogida fríamente por público y crítica ya acostumbrados a nuevas estéticas musicales y donde el estilo tardo-romántico de Korngold sonaba anticuado.
Por su condición de judío, el advenimiento del nazismo en Alemania en 1933, hizo que sus obras dejaron de representarse en ese país. De la mano del gran director escénico Max Reinhardt marchó a Hollywood, en 1934, para participar en la banda sonora de la película El sueño de una noche de verano, que iba a ser dirigida por William Dieterle y el propio Max Reinhardt, donde Korngold realizó una adaptación de la obra musical del mismo título de Felix Mendelssohn. La película tuvo un gran éxito y en 1935 la productora Warner Bros lo contrató para componer la banda sonora de El capitán Blood. Al año siguiente, Korngold conseguiría el Oscar por su trabajo en la película Anthony Adverse. Durante doce años compondrá las bandas sonoras de veinte películas, entre ellas Robin de los bosques de 1938, con la que conseguiría su segundo Oscar.
Haciendo un paréntesis en su estancia en Hollywood, volvió a Viena en 1937 para concluir la composición de su quinta ópera, Die Kathrin, con idea de estrenarla en la capital austriaca en 1938, pero no fue posible ya que ese mismo año Alemania se anexionó a Austria. Esta ópera se estrenó el año siguiente en Estocolmo.
Korngold volvió a EE. UU. y, en 1943, adquirió la nacionalidad norteamericana. Alternando sus trabajos para el cine, en 1947 estrenó en la ciudad estadounidense de San Luís su famoso Concierto para violín y orquesta, interpretado por el gran violinista Jascha Heifetz. Wolfgang Erich Korngold murió en Los Ángeles el 29 de noviembre de 1957.
Durante los últimos veinte años su obra maestra Die tote Stadt está siendo representada con cierta frecuencia en teatros de todo el mundo. Su estreno en España se produjo en el Liceu de Barcelona, en 2006. Posteriormente se representó en el Teatro Real de Madrid en 2010 y en 2012 en Bilbao. En 2019 fue estrenada en el Teatro alla Scala de Milán y también ese año fue representada con gran éxito en la Ópera de Múnich, con Jonas Kaufmann (Paul) y Marlis Petersen (Marietta-Marie).
El culto a la esposa muerta
Korngold consiguió un gran éxito con el estreno en un programa doble de sus dos primeras óperas Violanta y El anillo de Polikrates (ambas escritas en un acto) que tuvo lugar en el Teatro Nacional de Múnich en marzo de 1916. Casi inmediatamente comenzó a trabajar en el proyecto de una nueva ópera de mayores dimensiones que las anteriores. El dramaturgo austriaco Siegfried Trebitsch había traducido al alemán la obra teatral Le mirage (El espejismo), del escritor simbolista belga (flamenco) Georges Rodenbach, que era una adaptación de su propia novela Bruges-La-Morte. Trebitsch sugirió a Korngold que esta obra teatral podía ser la base del libreto de su próxima ópera. Los Korngold (padre e hijo) se encargaron de escribirlo con el seudónimo de Paul Schott, mientras, paralelamente, Wolfgang comenzaba a componer la música, que le ocupó un largo período de tiempo entre 1916 y 1920.
La obra de Georges Rodenbach narraba la extraña historia de un personaje llamado Hugues Viane, quien había perdido a su esposa Geneviève y convertido su casa en la ciudad belga de Brujas en un verdadero santuario dedicado a la difunta. Al descubrir a una bailarina llamada Jane Scott, de tremendo parecido con Geneviève, inicia con ella una relación que terminará trágicamente.
En el libreto que elaboran Wolfgang Erich Korngold y su padre Julius, el protagonista se llama Paul y la acción se desarrolla en la ciudad belga de Brujas a finales del siglo XIX. El Acto I tiene como escenario la casa de Paul, donde su fiel ama de llaves Birgitta enseña a Frank (amigo de Paul) una gran sala con los objetos pertenecientes a Marie, la difunta esposa de Paul, en especial un cuadro donde aparece vestida de blanco tocando un laúd y una trenza dorada guardada en una urna de cristal. Paul entra en escena y comunica a su amigo Frank que ha descubierto casualmente a una mujer que físicamente se parece a su esposa y que ha logrado conversar con ella e invitarla a su casa. Su llegada produce una gran euforia en Paul, quien la contempla absorto, ya que casualmente porta un vestido blanco muy parecido al de Marie en el cuadro y que Paul adereza con un chal, dándole también un viejo laúd, logrando que se asemeje por completo a la difunta Marie. La mujer se llama Marietta y muestra un carácter alegre y desenfadado, comentando a Paul que es bailarina y que ha venido a Brujas para interpretar el ballet del Acto III de la ópera Robert le diable de Giacomo Meyerbeer. Marietta, un tanto desconcertada por las actitudes de su anfitrión, se marcha; y, a partir de entonces, Paul queda inmerso en una ensoñación donde dialoga con la difunta Marie prometiéndole fidelidad eterna.
Al comienzo del Acto II, puede verse a Paul merodeando cerca de casa de Marietta, donde también se encuentra su amigo Frank, quien le confiesa ser amante de Marietta, mostrándole la llave de su casa, que Paul le arrebata con furia. Se produce a continuación, en plena calle, la aparición de una serie cómicos personajes, que bailan y cantan; son amigos y compañeros teatrales de Marietta, quien les propone ensayar el ballet de la resurrección de Elena (Marietta) de la ya citada ópera de Giacomo Meyerbeer, iniciándose una auténtica bacanal que muestra el auténtico carácter y promiscuidad de Marietta. Paul, escondido, ha presenciado con horror la escena y, cuando ambos quedan solos, la increpa e insulta duramente produciéndose una de los momentos de mayor tensión dramática de la ópera, que luego deriva a una amorosa reconciliación gracias a las habilidades seductoras de Marietta.
El Acto III transcurre en casa de Paul, el día de la procesión del Corpus Christi, donde muestra su faceta de hombre piadoso y con gran apego a las tradiciones. Marietta se burla de su religiosidad y del culto que profesa a su fallecida esposa, e intenta de nuevo utilizar sus poderes de seducción, sin resultado; enfurecida empieza a jugar despectivamente con los objetos de Marie, y especialmente con su trenza, lo que produce la cólera de Paul, quien se la arrebata y la estrangula con ella; ese es trágico final de la obra de Rodenbach. Pero, en la ópera, ¡todo ha sido un sueño!, que ha transcurrido en pocos instantes. Un aturdido Paul contempla la llegada a su casa de Marietta para recoger un paraguas y un ramo de rosas que había olvidado. Y, a modo de epílogo, Paul promete a su amigo Frank, quien ha vuelto a visitarle, intentar rehacer su vida y marcharse de Brujas, ‘La ciudad muerta’.
Una extraordinaria partitura
Die tote Stadt precisa de una orquesta de grandes dimensiones. Una amplia sección de cuerda, maderas a dos, incrementadas con un flautín, corno inglés, clarinete bajo y contrafagot, cuatro trompas, tres trompetas, una trompeta baja, tres trombones, una tuba, dos arpas, mandolina, piano, armonio, órgano y una muy amplia sección de percusión: la celesta (instrumento muy importante en esta ópera), cuatro timbales, siete campanas, glockenspiel, xilófono, triángulo, tamboril, carraca, tres bombos, címbalo y látigo.
Esta partitura tiene numerosos temas recurrentes asociados a personajes, situaciones y objetos, que son los que hacen avanzar la acción dramática, y donde las voces solistas se insertan en el entramado orquestal como un instrumento más.
El personaje de Paul es uno de los más difíciles de todo el repertorio y precisa de un tenor spinto, de gran resistencia y amplia extensión entre re2 y sib3, con la suficiente flexibilidad para acometer pasajes de gran lirismo ligando largas frases, junto con otros de puro canto stacatto, en el estilo más puramente verista. Precisa también ser un buen actor.
Marietta requiere una soprano lírica-spinta, que se mueva entre el si2 y el do5, capaz de alternar pasajes de gran dramatismo con otros puramente líricos y con un buen dominio del canto de conversación. Y, sobre todo, debe ser una gran actriz con dotes de bailarina.
La ópera arranca con un minúsculo preludio musical con tres acordes donde intervienen la celesta y el flautín, seguidos de cuatro compases con los violines progresando hacia el agudo que directamente nos llevan al dúo de Frank (un barítono consistente y buen fraseador) y Brigitta, que requiere una mezzo capaz de ofrecer un canto de gran intensidad lírica en su preciosa mini-aria conclusiva de este dúo donde debe elevar la voz a un La4.
Sin solución de continuidad se produce la entrada en escena de Paul, quien establece un diálogo (canto de conversación) con Frank, donde se inserta su primera gran intervención solista ‘Du weisst, dass ich in Brügge blieb‘ (‘Sabes que vivo en Brujas’), introducida por unos acordes melancólicos del corno inglés, doblado por el clarinete y el clarinete bajo, y al fondo el sonido del timbal que nos sugiere el latido del corazón de Paul, quien inicia un lento y evocador recitativo relacionado con Marie, la esposa muerta, realzado por el sonido de la celesta, y donde debe emitir un sol3 en pianissimo; el canto adquiere fuertes acentos que sugieren su encuentro con la mujer desconocida de idéntico parecido con Marie, moviéndose en el registro agudo donde debe emitir varios sol3 que derivan a un la3 conclusivo emitido en forte.
Paul debe enfrentarse tras la partida de Frank a dos complejos ariosos moviéndose continuamente en la franja aguda, y que concluyen con la emisión de sendos sib3. El segundo arioso enlaza con un brillantísimo tutti orquestal que marca la entrada en escena de Marietta, quien debe ofrecer gran dominio del canto de conversación con ágiles frases que muestran su carácter alegre y desenfadado ante un obnubilado Paul, quien en su afán de convertirla en la Marie del cuadro le da un viejo laúd y Marietta comienza a interpretar la triste y melancólica canción ‘Gluck das mir verblieb‘ (‘La alegría de antes’), el fragmento más conocido de esta ópera: un bello estribillo de gran lirismo, repetido varias veces y salpicado de un diálogo de Paul y Marietta. El estribillo lo introduce la orquesta con un acorde sostenido de la celesta, con las flautas doblando a las violas simulando el sonido del laúd, y donde la soprano debe emitir un si4 atacado en piano. En la segunda parte de esta canción se funden las voces de Marietta y Paul con unos efectos de extraordinaria belleza. Como verdadero contrapunto, Marietta muestra su pasión por la danza bailando y cantando a un ritmo frenético ‘O Tanz O Rausch!‘ (‘Oh, danza, oh embriaguez’) con el sonido de cuerda, arpas y glockenspiel, que producen una sensación de vértigo.
El Acto I concluye con la ensoñación de Paul, que interpreta un bellísimo y suave dúo con la difunta Marie, quien retoma algún fragmento de ‘Gluck das mir verblieb‘; y, de nuevo, en contraposición, se ve bailar a Marietta una danza vertiginosa y orgiástica que la emparenta con la Salomé straussiana y que supone la conclusión del Acto I.
Un bello interludio musical con los sonidos predominantes de cuerda, flautas, clarinetes, tamboril, piano y celesta junto a las campanas, sirve de enlace con el Acto II, que se inicia con la segunda gran intervención solista de Paul ‘Was ward aus mir‘ (‘Qué ha sido de mí’), quien dialoga con la ciudad de Brujas con una poderosa voz dramática capaz de emerger del denso sonido orquestal, especialmente de las campanas (a las que Paul denomina jueces de bronce) y los metales.
Destacar en este Acto II la gran escena de conjunto, con una música alegre y desenfadada de cierto carácter vanguardista, con un brillante sonido orquestal donde adquieren importante protagonismo los instrumentos de percusión. En esta escena intervienen bailando y cantando con atractivos juegos de voces los amigos de Marietta, quien pide a uno de ellos, Fritz (barítono lírico con un canto lleno de expresividad), que interprete una canción, y este entona la melancólica ‘Mein Sehnen, mein Wähnen‘ (‘Mi anhelo, mi sueño’), el otro fragmento más conocido de la ópera, una bellísima canción a ritmo de vals lento y sentimental estructurada en forma de rondó, y donde debe emitir un Sol3 en piano y concluir su intervención con la voz pianissimo. Esta gran escena concluye cuando Marietta propone a sus amigos realizar el ensayo del ballet del Acto III de la ópera Robert le diable de Meyerbeert, donde ella vuelve a retomar la frenética danza del Acto I y todos bailan de manera orgiástica.
El resto de la ópera es un largo dúo de amor-desamor entre Paul y Marietta, de grandes exigencias vocales y teatrales, donde se insertan importantes intervenciones solistas de ambos: Marietta en el comienzo del Acto III, conversando con el retrato de Marie, interpreta el aria ‘Dich such ich‘ (‘¡Así que aquí está usted!’), con la introducción en fortissimo de la orquesta y el sonido de trompetas y trombones, donde alterna el canto de conversación con momentos de intenso lirismo en los que se escucha un coro de niños. Paul realiza su tercera gran intervención solista ‘Die kinder sind and der spitze‘ (‘Los niños cantan, van radiantes’), insertando la voz entre los rítmicos e imponentes sonidos de la procesión de Corpus Christi, con intervenciones de los coros y moviéndose casi de continuo en la franja aguda, para concluir con un Sib3. Destacar también el arioso de Marietta ‘Und wieder die Tote‘ (‘Siempre la muerta’), que requiere una gran actuación teatral y donde la voz va elevándose en un imponente crescendo hasta emitir un Do5. Ante los continuos desprecios de Paul, una enloquecida Marietta vuelve a retomar ese baile a ritmo frenético con procaces movimientos corporales portando la trenza de Marie, que provocan la cólera de Paul, quien acaba estrangulándola. Como ya se ha indicado, ¡todo ha sido un sueño!, y esta extraordinaria ópera concluye con Paul interpretando la canción de Marietta, ‘Glück, das mir verblieb‘.
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