¿Qué diríais si os contásemos que en Málaga reside una compositora que, solo este año, ha estrenado cuatro obras y que tiene programadas algunas más? No estamos frente a una utopía sino delante de una de las creadoras más prolíficas de España. ¿Su nombre? Diana Pérez Custodio. ¿Su inspiración? El amor, la vida y, sobre todo, la lucha constante por normalizar la presencia de las mujeres en la historia.
Por Fabiana Sans Arcílagos & Lucía Martín-Maestro Verbo
‘He llegado hasta aquí volando.
Esquivando anémonas marchitas.
Esquivando las grietas del aire.
Esquivando titanes de plástico y espinas.
He querido llegar hasta aquí’.
Ópera Taxi (2002)
Durante el mes de febrero, entre todas las actividades que van y vienen, llegó a nuestros oídos una pequeña pieza que nos llamó especial atención. Esta obra, interpretada con una enorme dulzura y una voz sutil, fue ‘presentada’ en un entorno íntimo por la flautista Alegría Muñoz Pérez. Nunca antes habíamos escuchado algo así, ¿quién había podido componer una música tan profundamente cercana, íntima y humana? Frontera, que así es como se titula esta ‘canción’, fue el punto de partida para descubrir a una mujer que, si bien conocíamos su nombre, nos permitió entrar en su mundo, donde el amor, la honradez, la dedicación y la íntima relación con el ser humano, son la base para su creación.
Diana Pérez Custodio nace en Algeciras en 1970. Nos cuenta que su interés por la música, especialmente por la creación musical, apareció ya en su infancia cuando con 9 años le comentó a su padre que ella quería ser compositora. Curioso para una niña que, en su entorno directo y académico, no tenía referentes en este ámbito musical; grandioso para esta pequeña Diana que no se dejó amilanar por los prejuicios y se mantuvo firme en esta decisión.
Ya en una etapa profesional, Pérez Custodio se ha dedicado a la composición tanto en el ámbito de la creación como a través de la docencia. Parte de su carrera se desarrolla en la universidad, recinto en el que ha trabajado como profesora asociada en el Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad de Málaga. Por otro lado, ha impartido clases en el Conservatorio Superior de Música de Málaga como pianista acompañante, de acústica musical y organología; además, durante cinco años estuvo al frente de la coordinación del Laboratorio de Música Electroacústica e Informática Musical. Durante quince años formó parte del cuerpo de catedráticos de composición de dicho espacio académico. De este momento nos comenta la enorme responsabilidad que tenía en sus manos: ‘yo recibía a los alumnos de primero y me encantaba porque llegaban un poco perdidos y mi intención era ilusionarlos. Todos los años entraban unos doce alumnos de los cuales uno o dos eran chicas, casi todas lo dejaban. Era una labor casi de terapia constante que no lo dejasen, por muchas circunstancias. Entonces, yo tenía una responsabilidad grandísima por la que conseguía seguir adelante. Hacer de referente es un gran compromiso’. ‘Yo lo que veo es que las chicas que están estudiando ahora nos tienen a nosotras de ejemplo, igual somos un ejemplo para salir corriendo, pero al menos somos, estamos y se nos ve. Somos la prueba viviente de que se puede’.
Tras un período de actividad concertística, como acota la misma artista, se dedicó de lleno a la composición ‘poniendo especial interés en la voz humana, las nuevas tecnologías y la mezcla entre distintas artes’. Y esto se puede ver, por norma general, en su catálogo que contiene, a día de hoy, unas doscientas composiciones. Según nos comenta la compositora, su música se basa en ‘la mezcla de todo tipo de cosas, puras o impuras y de otra índole no musical. Me interesa muchísimo la música escénica y, cualquier música mía está impregnada de cosas no musicales. Me gusta que mi música sirva para algo, tanto para lo músicos como para el público, yo quiero que se muevan cosas si no, no me dedicaría a esto. Busco que mueva las tripas de la gente en algún sentido’.
De su obra emana un profundo mensaje reivindicador, humano y femenino en el que cada arte tiene su espacio pero, a su vez, crean una simbiosis única para el espectador y, por qué no, para el intérprete. Esta unificación está promovida por el hilo conductor de todas sus creaciones y no es otro que el amor, desde una perspectiva amplia ‘porque eso es lo que le hace falta al mundo. A mí me importa que mis obras sean útiles, que sirvan para algo; si sirven para que la gente se quiera, se pelee menos, se sientan mejor y tomen conciencia de cosas que les puedan ayudar a sentirse mejor pues ya he ganado’.
Para la compositora uno de sus trabajos más significativos es Sanar, para soprano y orquesta, estrenado en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, a cargo de la soprano Alicia Molina y la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, bajo la batuta de Pedro Halffter. Esta pieza forma parte del que Diana llama ‘monumento musical’ y que pertenece a un encargo que el Parlamento de Andalucía les realizó a nueve compositores, en el que se homenajeó a todas las víctimas del 11-M. Para Pérez Custodio, Sanar ‘es una obra buena para acercarse a mí porque incluye todas las cosas que me importan’.
Pero si algo hemos resaltado de esta mujer es su capacidad para combinar en sus composiciones diferentes manifestaciones artísticas. La voz es uno de los puntos de partida de esta creadora, destacando, sobre todo, en sus composiciones escénicas u óperas (muy fuera del estereotipo conocido). Estas son una referencia para acercarse a esta creadora.
Su primera ópera fue Taxi, estrenada el 2 de marzo de 2003 en el Teatro Alhambra de Granada y que, según relata la autora en el texto del mismo nombre escrito para la revista Sul Ponticello, esta obra ‘no es más que la sublimación de una experiencia cotidiana: nos montamos en un taxi y, tras comunicar a la persona que lo conduce a dónde queremos ir, nos abandonamos a nuestros pensamientos. De este modo, establecemos un viaje interior paralelo al exterior; un viaje íntimo (y por tanto no lineal) a través de esa estructura plagada de túneles en la que escondemos todo aquello que más nos conmueve’. Esta es la primera del tríptico de la autora, en la que también están Fonía (2004), donde se enfrentan sus protagonistas en definir el amor, y Renacimiento (2007), en el que ‘un sueño le enseña las claves para iniciar su particular proceso de renacimiento‘.
Otras de sus composiciones a destacar son 12 Piedras. Ritual, que se enmarca en su ‘rito in musica‘; Tarot, que nace a partir de la serie pictórica del artista plástico Pepe Miñarro; y Gurnarkurkarkar, compuesta durante el confinamiento y que forma parte de un homenaje a la artista Remedios Varo. Esta pieza no se acerca a la obra de esta pintora y escritora, sino que ‘trata de seguir sus enseñanzas más esenciales, esas que nos invitan a convertir nuestras propias vivencias en arte, sean gestadas durante la vigilia o durante el sueño’ (Arrecife, 2021).
Para Diana, la relación con el público es algo esencial. Con sus composiciones busca ‘proporcionar una experiencia que merezca la pena ser vivida por quien se preste a ello’. Según nos comenta, muchos programadores tienen prejuicios respecto a los gustos o no del público, pero lo que realmente existe es un desconocimiento de la otra parte, un paternalismo que llega a censurar de antemano lo que debe dejarse en manos del asistente, es decir, si lo que escuchan es o no grato, cercano y válido para sus oídos. Al hablar específicamente de la música contemporánea puntualiza que ‘es verdad que en el siglo XX hubo una época con muchos creadores que, para ellos, era un orgullo darle la espalda al público, mientras menos fueran más importante soy. Eso fue una época muy importante, ya que exploraron cosas que ampliaron nuestra paleta de recursos artísticos casi al infinito y más allá, es decir, con todas esas cosas que hicieron, ahora nosotros podemos hacer lo que se nos da la gana’. Pero ese fue un momento que hoy se aleja de la realidad, en la que, si se tratara ‘con más naturalidad la música contemporánea, sería diferente. Si no se hicieran distinciones de género ni de época, sencillamente la gente lo vería con normalidad’. Esa es, sin duda, una labor pedagógica en el que las etiquetas no ayudan a normalizar sino a crear y mantener prejuicios.
Diana Pérez Custodio es doctora en Comunicación Audiovisual, entre otros títulos. Ha recibido importantes encargos de instituciones como el Centro de Documentación Musical de Andalucía, Radio Clásica, la Junta de Andalucía, el Centro Gallego de Arte Contemporáneo o el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, sin contar las veces que sus obras han sido interpretadas por agrupaciones como la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, Bilbao Orkestra Sinfonikoa, Filarmónica de Málaga o Sinfónica de Córdoba. México, Francia, Portugal y Bélgica son algunos de los países donde han acogido sus trabajos, sin contar con la gran amplitud de ciclos y festivales nacionales. Dedica otra parte de su tiempo a la publicación de artículos, además de participar en la redacción de algunos capítulos para libros especializados. Actualmente es compositora residente del Centro para la Difusión Musical del Mediterráneo y profesora en el Máster de Patrimonio Musical de la UNIA.
Finalmente, Pérez Custodio nos incita a apoyar las iniciativas que se hagan desde asociaciones como Mujeres en la Música, ‘quienes están consiguiendo un montón de cosas importantes, por un lado, está el rescate de las históricas […], con el repositorio y la búsqueda por la normalización de las mujeres dentro de las programaciones académicas, […] y por otro el trabajo por las no históricas’ con la inclusión y creación de espacios en el que nuestro trabajo es representado.
Gracias a Alegría por dejarnos escuchar esa Frontera y acercarnos a un ser humano único, que se viste de compositora para regalarnos su arte y su esencia más pura a través de su música.
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