Por Fabiana Sans Arcílagos
El 6 de mayo de 1928, la ciudad de Wiesbaden y su teatro, el Hessisches Staatstheater, acogieron el estreno de la trilogía operática de Ernst Krenek. Der Diktator (compuesta en 1926), Das geheime Königreich y Schwergewicht, oder Die Ehre der Nation fueron las óperas escogidas para representar esos tiempos revueltos que corrían a principios del siglo XX.
Un año antes del estreno de estas obras, Krenek había revolucionado al público con su ópera Jonny spielt auf, que llegó a representarse más de cuatrocientas veces antes de su prohibición en Alemania tras el resurgimiento del movimiento nazi, etapa en la que su música fue calificada de degenerada. A pesar de esto, Krenek rebasaría las expectativas del estreno de sus tres representaciones en un acto con un marcado estilo musical diferenciador: El dictador (Der Diktator), enmarcada en la ópera trágica con ecos veristas, de gran realismo y con reminiscencias a Puccini, especialmente en el desarrollo vocal; El reino secreto (Das geheime Königreich), ópera satírica de cuentos de hadas; y, finalmente, Peso pesado o el Honor de la Nación (Schwergewicht, oder Die Ehre der Nation), opereta burlesca, con efectos satíricos en la que se introducen bailes populares.
El Dictador, corta en duración pero de un gran contenido dramático, hace un amplio uso de leitmotiv. Es una ópera inspirada en la figura de Benito Mussolini, recordado por la historia, entre otras cosas, como el hombre que lideró a Italia bajo un régimen totalitario. La figura del político es representado libremente por Krenek, quien confiesa en su autobiografía que solo toma una anécdota de la vida privada de un gran hombre, en ese momento el único espécimen de este tipo.
Argumento
Ópera en un acto, con un preludio y dos cuadros, ambientada en Ginebra e inspirada libremente en la figura de Mussolini.
Primero cuadro
El dictador se va de vacaciones con su esposa Charlotte a un elegante hotel situado en Montreux, en el lago de Ginebra. El hombre desea recuperarse de su última guerra, aunque no deja de lado su trabajo, como podemos observar cuando un mensajero le entrega documentos para su firma. Mientras, María, la esposa de un oficial herido de guerra, observa al dictador desde el sanatorio en el que se encuentra su marido.
Del otro lado, el dictador sale del hotel entregando un correo con una nueva declaración de guerra. En ese momento se percata de María y queda fascinado por la hermosura de la mujer. La mujer odia al gobernante porque ha enviado a su esposo a una ofensiva que lo volvió ciego; ella siente su mirada y le oye planificar una nueva guerra.
Por su parte, Charlotte intenta persuadir a su esposo de que no comience un nuevo conflicto, pero ya es demasiado tarde, el mensajero ha salido con las ordenes escritas. El dictador obvia las palabras de su mujer; celebra y brinda frente a todos por su nueva guerra y por María, llenando de celos a su esposa. El oficial ciego sale al porche acompañado por María y un enfermero, quien le informa de que nunca recobrará la vista. María, enfurecida, jura venganza y promete matar al dictador.
Segundo cuadro
El dictador se encuentra en su despacho y anuncian la llegada de una mujer desconocida. Charlotte pide que no la reciba, pero el hombre declina la petición y ordena que entre la dama. Lo que él desconoce es que la mujer es María, y entra a la sala con un revólver. Charlotte, quien tiene un mal presentimiento, se esconde detrás de una pantalla, pero en vez de presenciar a María asesinando al dictador, presencia la promesa de amor y lealtad que se hace la pareja. La esposa, herida y celosa, toma el revólver que ha dejado la joven en el suelo y busca disparar a su marido, pero la descarga recae en María.
El dictador aterrado hace llamar a un detective e informa de que María se ha suicidado. El oficial ciego, que había escuchado el disparo, entra en el despacho y en vano llama a su esposa, quien yace muerta a sus pies.
Ernst Krenek, pinceladas de una vida
No son muchas las ocasiones en las que los programadores se ocupan de mirar los amplios catálogos musicales de compositores contemporáneos. Por ello, cuando aparece en cartel una ópera como la que hoy tratamos, es propicio recordar la labor de estos olvidados que, sin duda alguna, han dejado huella en la historia de la música y en el desarrollo del lenguaje sonoro.
En agosto de 1938 emigra a través de Canadá a Estados Unidos Ernst Krenek. Este año queda marcado como un antes y un después en la vida del compositor. Su popularidad ya era notoria en Alemania, uno de tantos países convulsionados por la guerra, y del que tuvo que huir el músico asediado por el régimen gracias a las constantes prohibiciones a su música y por su pensamiento opuesto al sistema totalitario.
A pesar de esto, la postura política de Krenek no deja de ser compleja. Es cierto que en sus primeras manifestaciones se observó el consentimiento de las cualidades espirituales refinadas de un gobierno fascista como el italiano, del que llegó a decir que ha defendido ideales puramente espirituales (…). Siguiendo el temperamento latino y la tradición romana, cada ola de sentimiento nacional en Italia lleva a afirmar el valor de la forma de organización del estado. La integridad de la tierra y la gente es a lo sumo una condición previa para la forma completamente espiritual del estado. Nunca es un fin en sí mismo. No obstante, Krenek tampoco fue inmune al racismo, que en Austria afectaba tanto a la izquierda como a la derecha, y al igual que otros de sus contemporáneos, quiso asustar a los críticos más conservadores. Pero, lo cierto es que a lo largo de su vida tuvo que defender su postura, tanto por su situación personal como por la crítica que algunos músicos hacían de estas declaraciones.
Sin embargo, Krenek se mostró especialmente desconcertado por la falta de
pensamiento y la manipulación política de las masas, y desconfiaba de la demagogia que consideraba inherente a todos los movimientos de multitudes. Con su ópera Der Diktator demuestra como pueden ser seducidos por estas ideas incluso aquellos que más se intentan resistir al poder hipnótico del personaje protagonista. Esta idea también se percibe en su ópera Der Sprung über den Schatten, donde Krenek, para dar coherencia a esta idea, se aprovechó de la fiebre por las melodías de éxito a mediados de los años 20, aunque manteniendo una distancia irónica con los personajes. Como dice el estribillo del foxtrot de esta ópera: ¡Vueltas en círculo, giro, sello, danza salvaje! Oh, déjame caer en ti y no me quedaré quieto por el resto de mi vida. Maravilloso balanceo, tambaleándose, y volviendo a no saber más pensamientos. En palabras del propio autor: ciertamente hay una conexión irracional entre la tolerancia del sufrimiento y la grandeza de los logros espirituales.
En otro orden de ideas, Krenek nacido en Viena en 1900, tiene en su haber un extenso catálogo de más de 240 obras, entre las que se incluyen sinfonías, cuartetos de cuerda, sonatas para piano, conciertos para violín, arpa, violonchelo, piano, entre otros; música vocal, ballets y óperas.
Krenek, nacionalizado estadounidense en 1945, ha sido uno de los compositores contemporáneos más longevos y, por ende, quien pudo vivir un sinfín de cambios dentro del ámbito compositivo. Su obra se confluye entre la atonalidad, el Neoclasicismo, el Dodecafonismo, el Serialismo, la música electroacústica, conviviendo en general con modelos tradicionales como el jazz, sin dejar de lado su inmenso interés por la música renacentista y el canto gregoriano, llegando a desarrollar en ese ámbito una amplia actividad pedagógica, especialmente en el Universidad de Los Ángeles.
Previa a su vida en los Estados Unidos, estudió en la escuela de composición de la Academia de Música de Franz Schreker, y en 1921 estrenó su primer cuarteto de cuerdas. En estos años conoce a Anna Mahler, con quien contrae un fugaz matrimonio, pero en el que encontró importantes relaciones con músicos como Darius Milhaud e Igor Stravinski. En los años siguientes a su ruptura con la hija de Mahler, Krenek trabajó como asesor musical en los teatros prusianos Kassel y Wiesbaden, donde adquirió sus primeras experiencias en el campo del teatro musical. En 1927 estrena su ópera de jazzJonny spielt auf, con la que alcanzó gran éxito, siendo esta la primera dentro del subgénero Zeitoper (ópera del momento), y por la que fue reconocido como uno de los compositores austriacos más importantes del siglo XX.
Antes de su exilio a Estados Unidos, Krenek se dedicó algunos años a la redacción de ensayos culturales y político-culturales comprometido con la difusión del pensamiento musical, demostrando en ellos su descontento con la Alemania que Hitler estaba formando. Gracias a esto, el compositor estaba a la vista de las personas afectas al régimen, llegando a su culmen con uno de los episodios más críticos del músico como creador: la prohibición del estreno de su ópera Karl V en Viena. Esta sería la primera ópera dodecafónica de larga duración de la historia, pero se vio truncada por los continuos ataques de los afectos al régimen. Finalmente, y a pesar de que Krenek no pudo asistir, la ópera se estrenó en Praga en 1938 conducida por Karl Rankl.
En Estados Unidos se dedicó a la composición, a la investigación y a la docencia. Impartió clase en la Universidad de Hamline, la Universidad de Princeton, en el Dartmouth College en Hanover, en la Universidad de California en San Diego, entre otras. Además, fue miembro fundador de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea. Antes de su fallecimiento, en 1991, Krenek fue laureado con distintos premios entre los que destacan medallas, membresías, cinco doctorados honoríficos y la ciudadanía honoraria en Viena.
Música degenerada
Uno de los períodos históricos más relevantes de los últimos tiempos fue el que se inició en 1933 cuando Adolf Hitler se convirtió en canciller de Alemania. A partir de ese momento, la consolidación del poder y de la represión sellan uno de los períodos más decadentes de la historia de la humanidad. Las circunstancias políticas y la ambición del totalitarismo afectaron por igual a oficiales, maestros, científicos y artistas, tiranizando en el entorno sonoro tanto a los músicos como a sus creaciones. En este período —entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial—, se iniciaron una serie de prohibiciones musicales consideradas decadentes o dañinas para el régimen, ya que se oponían a los fundamentos ideológicos de la ética y la moral, gracias a su contenido, forma musical o identidad racial, o porque eran perniciosas u opuestas al régimen. Finalmente, en 1938 se formalizan estas prohibiciones a través de una exposición denominada Entartete Musik o Música degenerada.
Para la apertura de la exposición, su organizador principal, Hans Severus Ziegler, utilizó como publicidad la imagen de un músico de jazz negro que tocaba el saxofón y que lucía en la solapa de su chaqueta una estrella de David. Esta imagen pertenecía a la ópera Jonny spielt auf de Ernst Krenek, y aunque su compositor no incumplía con los parámetros de raciales o religiosos del régimen, sí su pensamiento y el uso de formas musicales prohibidas por ellos, como por ejemplo el jazz.
Reseñando un poco sobre Jonny spiel auf, el autor comenta que él no tenía idea de estar preparando uno de los éxitos operísticos más trascendentales de los últimos tiempos. Continúa explicando que su incentivo principal fue explotar todos los nuevos recursos musicales que acababa de aprender: inventé una trama viva y emocionante (…), tuve la suerte de concebir a fondo el personaje operístico de Jonny (…), una especie de sofisticado Papageno. Tras el éxito de la ópera, Krenek se encontró en un abismo compositivo. Por un lado, su nuevo estilo fue elogiado por grandes músicos y, por otro, condenado por querer ser reaccionario. Pero la historia no era más que una expresión de mi preocupación por la idea de libertad. Musicalmente la obra retornó al compositor a un idioma tonal, a la cantinela de Puccini sazonado con los condimentos del jazz.
Retomando la idea de los degenerados, es bien conocido que Krenek no fue el único músico afectado o forzado emigrar por el régimen. Nombres como Meyerbeer, Mendelssohn, Schoenberg, Goldsmidt, Schrecker, Milhaud, Weill, Goodman, Bartók, etc., pasaron a formar parte de los vetados del Reich; a pesar de esto, muchos de ellos prosperaron y engrosaron la lista de los mejores compositores de la historia.
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