Una de las óperas más exitosas de los últimos tiempos, Dead Man Walking, compuesta por el músico estadounidense Jake Heggie, con libreto de Terrence McNally, basada en la novela de la hermana Helen Prejean.
Por Fabiana Sans Arcílagos
El argumento
En 1978, Elmo Patrick Sonnier fue condenado a muerte por el asesinato de dos jóvenes adolescentes. Su ejecución se llevó a cabo el 5 de abril de 1984 en el Centro Penitenciario Angola del estado de Lousiana (EE. UU.). Unos años antes de cumplirse la condena, Sonier es incluido en un programa de apoyo a condenados a muerte, en el que comienza una relación a través de correspondencia con la hermana Helen Prejean, una monja católica perteneciente a las Hermanas de San José en Nueva Orleans. La comunicación de Sonnier y Prejean cada vez se hizo más cercana, hasta el punto de que ella se convertiría en su consejera espiritual. La religiosa, fiel al servicio de la fe y de la reivindicación de los hombres, solicitó frenar la ejecución y castigar los asesinatos de otro modo, pero el juez tan solo le concedió pasar las últimas horas del prisionero junto a él y presenciar su muerte.
Posteriormente, y como consejera habitual de presos en espera de ejecución, Prejean decidió relatar esa primera experiencia en el corredor de la muerte a través de la publicación del libro Dead Man Walking. Así, el caso de Sonnier y la crítica hacia el sistema penitenciario y judicial de los Estados Unidos se hace visible.
Un año después de la publicación del libro, el director de cine Tim Robbins traslada la historia de la hermana y el confinado al cine. El largometraje obtiene diversos galardones y una vez más se abre el debate sobre el sistema judicial del país norteamericano y la pena de muerte.
El libro autobiográfico de la hermana Prejean está en boga y llama la atención del director general de la Ópera de San Francisco, Lotfi Mansouri, quien encarga al compositor Jake Heggie que realice una adaptación operística de la historia.
Prólogo
Louisiana, 1980. Dos adolescentes enamorados han aparcado en un lago aislado en la noche. La radio está encendida y los jóvenes disfrutan con la música del momento, cantan y se ríen; lo que no saben los amantes es que los hermanos De Rocher se mantienen escondidos. Silenciosamente emergen de las sombras, uno apaga la radio; los mozos son sorprendidos y atacados. Anthony De Rocher coge al chico, quien forcejea e intenta luchar. Joseph De Rocher apresa a la chica y la viola. Al percatarse el joven, pelea con más fuerza, pero Anthony le ejecuta de un disparo en la cabeza; Joseph apuñala a la chica.
Acto 1
Casa de la Esperanza, misión de la hermana Helen, dirigida por la Hermanas de San José. La hermana Helen se encuentra en un aula enseñando un himno a los niños, Él nos reunirá. Los niños se van y la religiosa comenta que ha recibido una nueva carta del recluso del corredor de la muerte. Él le ha pedido que sea su consejero espiritual y ella ha aceptado. Las hermanas le comentan el peligro que puede correr, pero ella ha dado su palabra. Sale de la morada y se dirige a la prisión. Mientras conduce, la hermana reflexiona acerca de su decisión y no se percata de que ha excedido la velocidad; es detenida por un policía que la deja ir con una advertencia luego de un jocoso monólogo.
La hermana Helen llega a la prisión y es recibida por el padre Grenville. Este la critica una vez más por la decisión que ha tomado, a lo que ella alega que cumple con su deber. Sin poder convencerla, el padre propicia el encuentro con Warden Benton, quien la acompaña al corredor de la muerte. Mientras van por el camino, son interrumpidos por los gritos de los internos. Llegan a la sala de visita y Joseph De Rocher se encuentra con la hermana. Tras una conversación amigable, él le solicita que interceda a su favor para que la sentencia sea modificada y le perdonen la vida. La hermana accede y se presenta en la Audiencia; los padres de las víctimas atacan con insultos a Helen y la acusan de no comprender el dolor y la tristeza de sus familias. Finalmente De Rocher será ejecutado. La hermana se desmaya.
Acto 2
Joseph De Rocher se encuentra en su celda; un guardia entra y le anuncia que el día de su ejecución está fijado. Mientras, la hermana Helen se encuentra en su dormitorio. Se despierta sobrecogida por una pesadilla, la hermana Rose la calma y rezan juntas para perdonar las atrocidades del preso.
4 de agosto, fecha de la ejecución. Joseph y Helen comparten sus últimas horas; él le confiesa sus miedos, ella lo tranquiliza instándolo a confesar. Entran en la habitación la madre del reo y sus hermanos para un último adiós. Fuera de la casa de la muerte, Helen se reúne con los padres de las víctimas y los consuela. Una vez más en la celda, el recluso y su confidente se reúnen por última vez; ella le pide que confiese los asesinatos: él se descompone y le cuenta toda la historia. De Rocher piensa que la hermana lo odia, pero ella le dice que será ‘la cara del amor’ para él. Entra el padre Grenville a la celda e inicia los preparativos para la ejecución.
En la cámara de ejecución los guardias, reclusos, director, padres, entre otros, rezan un Padre nuestro mientras la hermana Helen lee un pasaje del Libro de Isaías. Se acercan a la cámara y el guardia pregunta si tiene una última petición o palabra, a lo que De Rocher contesta que sí: el perdón a los padres de los adolescentes que asesinó. Finaliza sus palabras agradeciendo a la religiosa y es ejecutada la condena. Helen canta el himno sobre el cuerpo sin vida de Joseph.
Apuntes sobre Jake Heggie
Nacido en Florida en 1961, John Heggie ‘más conocido como Jake’ es uno de los músicos más polifacéticos nacidos en el siglo XX; pianista y compositor, tiene en su haber un amplio catálogo de obras orquestales, conciertos, música de cámara, vocal y ópera.
Heggie tiene su primer gran contacto como compositor en la ciudad de San Francisco, donde recibe clases privadas con Ernst Bacon. Años más tarde, ingresa en la Universidad de California como alumno de Roger Bourland, David Raksin y la pianista Johana Harris; en este centro le fue otorgado el premio Henry Mancini en 1987. Años más tarde, tras el diagnóstico de una afección neurológica que le impedía mantener una carrera como pianista, Heggie se dedica a trabajar para la UCLA Performing Centre for the Arts hasta 1993, cuando parte a la ciudad de San Francisco.
Es contratado por la Ópera de San Francisco como asociado de relaciones públicas, cargo que le acercó a cantantes, directores, escenógrafos, entablando amistad con artistas como la mezzosoprano Federica von Stade, convirtiéndose en una ferviente patrocinadora del trabajo del músico. Con este aval, Lofti Mansouri, entonces director general de la Ópera le encarga a Heggie la composición de una ópera junto al escritor Terrence McNally y crea para él el cargo de compositor residente. La solicitud se cumple con el estreno de Dead Man Walking en el año 2000.
Heggie se describe a sí mismo como un compositor de teatro, preocupado por indagar en los personajes y servir al drama: ‘la voz y la narración son lo principal para mí’. Para él, la ópera no es una forma moribunda y no se sugestiona con las opiniones que pueden tenerse de los compositores contemporáneos; propone que la música debe tener un lenguaje tradicional, donde se inserten las vanguardias pero a través de un ‘vocabulario’ entendible para el público, sin caer en extravagancias.
En base a estas ideas, el músico conceptualiza la composición de su primera ópera, en la que fusionó magistralmente desde sonidos cotidianos como el jazz, el rock o el góspel, hasta elementos puntuales de compositores como Debussy, Bernstein, Britten, Barber o Ravel. Por su parte, la orquesta se teje entre disonancias y ostinatos agitados, especialmente en los momentos de gran dramatismo.
El estreno de Dead Man Walking
Estrenada en el inicio del milenio, Jake Heggie y Tarrence McNally (tres veces ganador del Premio Tony) conducen en dos actos la historia de la hermana Helen Preajen y su relación con un prisionero del corredor de la muerte. Con un público lleno de celebridades como Susan Sarandon, Sean Penn, Robin William, Tim Robbins y la misma autora del libro, la hermana Preajen, fue estrenada mundialmente Dead Man Walking, el 7 de octubre de 2000, en la War Memorial Opera House de San Francisco. El reparto estuvo encabezado por las mezzosopranos Susan Graham como la hermana Helen, Frederica von Stade como la señora De Rocher, y el barítono John Packard como el prisionero De Rocher, conducidos musicalmente por Patrick Summers, con una puesta en escena de Joe Mantello. Un dato curioso es que, gracias al auge que tuvo la ópera tras su estreno, el teatro decidió ampliar a nueve las funciones programadas contando todas con un éxito rotundo.
Tras esta primera función, las críticas y opiniones no se hicieron esperar. Una de ellas, sin duda una de las principales, fue la visión que la hermana Prejan tuvo de la representación de su historia ‘Jake, Terrence y todos los demás que trabajaron en esta ópera han retratado los temas centrales de la historia que he estado contando… El crimen y la pena de muerte tienen que ver con separar a las personas del resto de la sociedad. Jake lo que hizo a través de la canción infantil que tiene al comienzo de la ópera fue reunirnos’.
Esta reunión viene asociada al leitmotiv que Heggie utilizó para representar la bondad y la fe de la hermana Helen con el himno Él nos reunirá que se escucha en las primeras escenas del primer acto. El compositor nos presenta este motivo como una guía moral, que se puede escuchar con claridad en ciertas frases como en lo más recóndito de la música.
Otro de los momentos a destacar fue el trabajo de la mezzosoprano Susan Graham, un crítico alega que su exquisitez en la interpretación se debe a las oportunidades de bravura que el compositor introduce para el personaje, que van ‘desde su primer soliloquio, al dúo del Acto II, que nos guía a una comprensión completa de la importancia del perdón’. Asimismo, comenta acerca de Federica von Stade, que interpretó el rol de señora De Rocher: ‘su simple súplica a la comisión del perdón comienza como un recitativo sin adornos, que luego crece constantemente en fuerza retórica’.
Por su parte, el crítico de Los Angeles Times reseña que: ‘el instinto de Heggie es halagar la voz… una razón por la que esta ópera atrapó a la multitud fue porque se relató una historia convincente’. Otro crítico comenta ‘el perfil rítmico de Heggie es poderoso y su orquestación fuerte sin cubrir a los cantantes. La ópera se realiza particularmente en piezas de conjunto. Si el coro de la cárcel y el gran final sonaba como el Billy Budd o el Réquiem de guerra de Britten es porque son estos los modelos de sonido’.
Una nueva producción fue realizada dos años después del estreno, ocasión en la que el autor realizó una revisión de la ópera. La primera representación internacional de Dead Man Walking se realizó en el State Opera of South de Australia en el año 2003 y, tras esta representación, el drama fue galardonado con dos Premios Helpmann.
A día de hoy cuenta con más de 70 producciones en todo el mundo, dos grabaciones comerciales y dos versiones, una para una orquesta de 75 músicos y otra para una reducción de 31. Es considerada una de las óperas estadounidenses más exitosas de las últimas décadas, únicamente comparada con el musical West Side Story.
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